Ernesto Sábato o el laberinto de la soledad Escritora y crítica literaria |
El sábado 29 de abril murió en su casa de siempre, en Santos Lugares, Buenos Aires, Argentina, el gran poeta, pensador y ensayista, Ernesto Sábato, Premio Cervantes 1984. El próximo 24 de junio hubiera cumplido la edad legendaria de 100 años. Es por eso que su muerte no me tomó por sorpresa, al igual que él, yo sabía que su partida era más que inminente; aunque Sábato la esperaba desde hacía más de veinte años. Murió prácticamente ciego, como si su enfermedad hubiese sido una consecuencia directa de su portentoso texto “Informe sobre ciegos”. No en vano Sábato decía que las coincidencias no existen, como si en el fondo todo tuviese un sentido predeterminado, pero ante todo trágico. Y es que la obra de Sábato, como su vida, está signada por el dolor y el sufrimiento. Él mismo decía que siempre sintió estar viviendo en el cuerpo de otro, ese otro era su hermano mayor que había muerto antes de los dos años y al que su madre había bautizado Ernesto. Cuando el Ernesto del que hablo nació, su madre decidió llamarlo así para reemplazar al hijo que había perdido. Es posible que eso haya influido en el hecho de querer sobreproteger al hijo; puesto que durante toda la infancia Sábato miraría la vida a través de una ventana. De esa forma vería jugar a los demás niños, los vería correr, caerse y volver a levantarse, los vería pelear y reconciliarse; por lo que la realidad para él era algo que se veía a través de un vidrio, no algo que se vive. Ese sentimiento de soledad y aislamiento aparecerá más tarde en su obra “El Túnel” (1948), publicada inicialmente por la Revista El Sur. “El
Túnel”, narrado en primera persona, presenta algunas semejanzas con esa
otra joya literaria de Albert Camus, “El Extranjero” (1942), obra
existencialista, donde la incapacidad de mostrar los sentimientos lleva a
Mersault, su protagonista, a ser condenado a muerte por un asesinato,
que en otras circunstancias no le habría valido si no una ligera
pena de prisión. En el caso de Juan Pablo Castel, él mismo afirma que
mató a la única mujer que amaba y la única que lo comprendía. Camus,
como lo había hecho antes Marguerite Yourcenar con la obra de Virginia
Woolf y de Constantino Kavafis, da a conocer a Ernesto Sábato en los círculos
intelectuales de París; y en Alemania es Thomas Mann quien lo elogia. |
Según
Sábato la existencia humana se desarrolla en un túnel en el que hay
pequeñas ventanas, en las cuales nos detenemos a mirar otros túneles, y
de vez en cuando nos tropezamos con la mirada de otra persona que se ha
detenido al mismo tiempo que nosotros y que también nos observa; es
entonces cuando hacemos gestos inútiles que buscan establecer una
comunicación con ese otro ser que vaga perdido en un túnel paralelo al
nuestro. En “El Túnel”, su protagonista, Juan Pablo Castel, conoce a
María Iribarne, la única persona que se detiene a mirar el pequeño
detalle que ha pintado en una obra, “Maternidad”, en la que hay una
mujer que observa jugar a un niño; pero en un extremo de la obra hay otra
pequeña escena, una mujer mira el mar a través de una pequeña ventana;
detalle que ha pasado inadvertido para todos los asistentes a su exposición,
menos para ella. Y es que Sábato es, ante todo, el escritor de la soledad
y de la incomunicación humana. Su obra metafísica narra el dolor humano,
pero también la incomprensión y el desconocimiento que cada uno de
nosotros tiene en cuanto a su propio ser se refiere. Para entender mejor
esta idea en “Sobre Héroes y Tumbas” (1961), Sábato habla de las máscaras
que cada uno de nosotros se pone para ocultarle a los demás nuestros
verdaderos sentimientos; dice que para cada ocasión, y para cada
interlocutor, utilizamos una máscara diferente, y que sólo nos
despojamos de ella cuando estamos solos o cuando creemos estarlo. “Sobre
Héroes y Tumbas” es también una epopeya, ya que Sábato narra una
parte de la historia argentina; pero también es una discusión filosófica
y literaria. Hay un capítulo, que debería ser lectura obligatoria en las
clases de literatura, en el que dos de sus personajes, Martín y Bruno,
hablan de Borges. Pero sobre todo hay una frase que considero maravillosa
y que resume muy bien lo que debería ser considerado buena literatura, en
ella Bruno le dice a Martín, palabras menos, palabras más, que no
entiende porque en Europa le piden a la literatura latinoamericana hablar
de gauchos o de la pampa, cuando hablar de una pareja que se besa en un
parque, hace que la narración deje de ser local para convertirse en
universal. Pero a Martín y a Bruno también los une el fantasma de una
mujer, Alejandra. Heredera de una vieja y rancia familia de abolengo,
Alejandra termina inmolándose en la casa de sus ancestros junto con su
padre, Fernando Vidal Olmos; acto premeditado que busca, a través del
rito del fuego, purificar el incesto en el que viven desde hace muchos años.
No obstante, Sábato siempre deja abierta una posibilidad hacia un futuro
mejor, por ello, al final del libro, hace alusión a una vela encendida en
medio de una tormenta, y luego Martín viaja el sur como una posibilidad de renacimiento y
de esperanza. “Sobre Héroes y Tumbas” es, también, una obra
surrealista, completamente onírica. No hay que olvidar que Sábato, luego
de obtener un Doctorado en Física, había viajado a París en el año de
1938 con una beca para seguir sus estudios en el Instituto Curie; pero su
encuentro con André Bréton le mostró que había otra senda diferente a
la ciencia. Esa senda era la literatura y Sábato se sumergió en ella
como si fuese un mar insondable, donde nadaría siempre en busca de una
orilla en la cual pudiese descansar; aunque era consciente de ese
imposible. “Abbadón,
el exterminador” (1974), es tal vez su obra más compleja y densa, pero
también la más perturbadora de su trilogía literaria. Podría decirse
que es una continuación de “Informe sobre ciegos”, ese relato
prodigioso que hace parte de “Sobre Héroes y Tumbas” *. En este
libro, Sábato bucea en realidades y mundos diferentes. Se pasa de la
historia argentina y de la historia del siglo XX a mundos aún más oníricos,
si cabe la expresión, que en su obra anterior; es una búsqueda del
absoluto y una lucha contra fuerzas ocultas que acechan al ser humano.
También encontramos crítica literaria y a un Sábato que hace gala de
una inmensa erudición y reflexión existencial, donde él se convierte en
un personaje más de la ficción. Con dicha obra ganó en Francia, en
1976, el premio a la mejor obra extranjera. Pero
Sábato no sólo fue un excelente novelista, sino un excelente ensayista,
que de una u otra forma creó una corriente filosófica, la “cosificación”
del hombre contemporáneo. Para Sábato, la angustia y la soledad del
hombre del siglo XX, y porque no decirlo del XXI, se debe a una eterna
expiación que estaría pagando, por haber dejado a un lado la época de
la espiritualidad que imperaba en el Medioevo, donde el mundo giraba en
torno a Dios, lo que comúnmente se conoce como teocentrismo; para dar
paso al Renacimiento, donde el mundo olvidó a ese ser superior y entronizó
a la razón. Sábato
también jugó un papel decisivo en política, en su juventud fue
comunista y anarquista. Fue, también, un gran defensor de los Derechos
Humanos. En 1984, al año siguiente del derrumbe del gobierno de facto
(1976-1983); Raúl Alfonsín creó una comisión, la CONADEP, encargada de
investigar el horror de esa larga y tenebrosa noche que fue la dictadura
argentina; con el fin primordial que los 30000 desaparecidos, y el horror
de las torturas a las que fueron sometidos muchos más, no quedaran en el
olvido ni en la impunidad, un esfuerzo heroico para el rescate de la
memoria y que aún hoy sigue dando frutos con la condena a perpetuidad, en
una prisión común, el pasado 22 de diciembre de 2010, de Jorge Rafael
Videla, presidente de facto de la junta militar; el mismo que Ernesto Sábato
visitara al comienzo de la dictadura. La comisión en cuestión fue
presidida por Sábato y nueve meses después se publicó el informe
“Nunca más-Informe de la CONADEP- Septiembre de 1984”, con un prólogo
escrito por él. Para
terminar con esta breve presentación de una parte de su extensa obra,
quisiera reseñar su último libro “España en los diarios de mi
vejez” (2004). Oda a ese país al que los latinoamericanos estamos
unidos por sentimientos de rencor y de amor; es una obra lírica e
intimista, cuya lectura me produjo un inmenso placer y me hizo recordar
ese gran poema de Pablo Neruda, “España en el corazón” (1937). Es
de anotar que la primera vez que escribí sobre Ernesto Sábato, fue en
1980 y 1981, cuando con un gran entusiasmo y pasión leí su obra y escribí
una monografía para obtener
el diploma universitario en la Universidad Javeriana. Trabajo que fue
dirigido por el gran docente y crítico literario Cristo Rafael Figueroa,
alguien a quien respeto y admiro profundamente. La lectura y análisis del
universo sabatiano, tuvieron una fuerte influencia en mi desarrollo y
madurez; nunca más volví a ser la misma, Sábato, sin saberlo, me cambió
la vida para siempre. *Para mayor información sobre Informe sobre ciegos puede leerse en mi blog la entrada titulada: Ernesto Sábato: elementos míticos en Informe sobre ciegos. |
Berta
Lucía Estrada E.
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Editado por el editor de Letras Uruguay
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