1911-2011, cien años de luchas y reivindicaciones de la mujer Escritora y crítica literaria |
Hace algunos días leí un artículo publicado en la revista Carrusel, del diario El Tiempo, la siguiente frase “No son feministas que buscan reivindicarse frente al mundo apabullante de los hombres” (El Tiempo, 20.02.2011), frase escrita con relación a cinco escritoras de un nuevo género al que han denominado “chik lit”, y del cual haría parte Isabella Santo Domingo. No sé si ella se considere o no antifeminista, lo que sí sé es que yo siempre me he considerado feminista, sin que me avergüence de ello o lo oculte. Por el contrario, he tratado que mi postura sea de carácter público, puesto que considero que la reflexión sobre la condición femenina y la investigación sobre su historia, son necesarias a la hora de entender el complejo mundo en el que vivimos. El desconocimiento de la historia nos condena a repetir infinitamente los mismos errores y las mismas injusticias. El desconocimiento del pasado nos impide comprender el presente, e impide, igualmente, que nos proyectemos al futuro. No en vano se dice “que él que ignora el pasado, está condenado a repetirlo”. Y la historia de la humanidad, léase historia política, social, religiosa, económica, artística, cultural, está viciada de argumentos y posiciones que dejan por fuera la visión del mundo de la mujer; como si ella simplemente no existiera, o no pensara, o no trabajara. Y creer en este mito es ignorar una serie de acontecimientos que han hecho posible que la mujer occidental participe hoy en día en procesos políticos, culturales, educativos, o científicos, entre otros. Si hoy en día la mujer puede votar, elegir sus gobernantes, o ser elegida; si puede decidir cuántos hijos tener y cuándo, es gracias a las luchas que llevaron mujeres como Clara Zetkin (1857-1933-sufragista y de quien hablaré más tarde), o Margaret Sanger (1879-1966) quien había ejercido como enfermera en la primera guerra mundial y que luchaba por dar a conocer a las mujeres las ventajas de la planificación familiar. Gracias a ella es que hoy en día gozamos de la píldora anticonceptiva, puesto que financió la investigación llevada a cabo por el Dr. Gregory Pincus; investigación que hizo posible la creación de la píldora anticonceptiva y que salió al mercado en 1965, la misma que cambiaría para siempre la vida a millones de las mujeres. Mujeres feministas han existido siempre, desde Diotima de Mantinea, sacerdotisa y filósofa, maestra de Sócrates, o Aspasia de Alejandría, pasando por la emperatriz Teodora o por Hildegarda de Bingen o por Eloísa o por Sor Juana Inés de la Cruz. Mujeres que dejaron una huella enorme en la historia de la búsqueda del conocimiento; así la historia escrita por los hombres, para los hombres, las haya borrado de un plumazo. Y si bien la revolución sexual de los años 60 y 70 del siglo XX fue posible gracias a la píldora anticonceptiva, solemos pasar por alto la otra revolución que influye en el día a día, la conquista del sufragio femenino, así como la Revolución Industrial y el derecho a la educación. Los derechos inalienables como ciudadanas solo fue posible hacerlos valer después de llevar a cabo luchas de gran magnitud. Me refiero al derecho al voto. La primera en reivindicarlo fue la francesa Olimpia de Gouges (1748-1793). En 1843 Flora Tristán, precursora de la emancipación de la mujer en Francia, redactaba un discurso dirigido a los obreros, en el que los llamaba a reflexionar sobre la igualdad; aludía que ésta comenzaba con la igualdad de sexos y el respeto hacia la mujer. La lucha por el derecho al voto si bien fue notoria en las clases burguesas francesas, no lo fue en las clases populares. La clase obrera no participó y en los campos simplemente ni se hablaba de ello. No obstante, Flora Tristán luchó por los derechos de la clase trabajadora y de la mujer. La lucha por la emancipación de la mujer encontró enemigos de la talla de Proudhon (1809-1865), quien argumentaba que la igualdad entre los dos géneros sería "el fin de la institución del matrimonio, la muerte del amor y la ruina de la raza humana"; y que por lo tanto “no hay otra alternativa para las mujeres que ser amas de casa o prostitutas”. Afortunadamente había voces masculinas que ya profundizaban en la importancia de la inclusión de la mujer; me refiero a Federico Engels (1820-1895) y Carlos Marx (1818-1883), quienes proclamaban que la emancipación de la clase obrera tenía que ir acompañada de la emancipación de la mujer y de su independencia económica. El derecho al sufragio, fue una lucha larga y ardua, llevada a cabo por mujeres de diversas nacionalidades y culturas; pero unidas por un único deseo: ser reconocidas como parte activa de una sociedad democrática, lo que quiere decir que sus derechos civiles les fueran acordados. En España emerge la figura de Emilia Pardo Bazán (1851-1921), que si bien reconocía que en el siglo XIX se habían logrado avances considerables en el campo de la cultura y de la política, y que se reconocía la libertad de cultos; ponía sin embargo el dedo en la llaga al denunciar que el tema de la emancipación de la mujer había sido ignorado por los legisladores. En Estados Unidos surgieron las figuras de Matilda Electa Joselyn Gage (1826-1898), Susan B. Anthony (1820-1906) y Elizabeth Cady Stanton (1815-1902). Otra sufragista importante fue Alice Paul (1885-1977), una de las primeras mujeres en asistir a la universidad. Estudió sociología en la Universidad de Pensilvania y luego viajó a Londres para hacer un doctorado en economía y ciencias políticas. Fue una gran defensora del sufragio femenino y en 1916 fundó el Partido de Mujeres (NWP, por sus siglas en inglés). Luchó por incluir en la Constitución de 1923, una enmienda para que el derecho a la igualdad de la mujer, frente a los derechos del hombre, fuese aprobada. La enmienda fue incluida en 1972, cinco años antes de su muerte. Junto con Alice Paul luchó otra gran mujer, Lucy Burns (1879-1966), juntas enfrentaron a la sociedad de su época y la prisión. Todas estas mujeres lograron una ruptura radical con las costumbres de su época y sembraron las bases de la sociedad contemporánea. Y si bien cada sufragista jugó un papel clave en la reivindicación de los derechos políticos de las mujeres, debe destacarse a la alemana Clara Zetkin, creadora del Día Internacional de la Mujer. Normalmente se ha creído que el 8 de marzo conmemora el incendio en el que habrían perecido 129 obreras de una fábrica textil de Nueva York, Estados Unidos, incendio que habría sido provocado por el dueño para acabar de raíz la huelga inminente de las trabajadoras que luchaban por mejores condiciones laborales y el cual tuvo lugar en 1857. Sin embargo, hay otra fecha que alude también a una fábrica ardiendo con 146 obreras dentro, la mayoría de ellas de origen judío e italiano, es la del 25 de marzo 1911. Incendio que habría sido provocado por un corto circuito y en las que las empleadas quedaron atrapadas. Pero en realidad quien concibe el Día Internacional de la Mujer, es esta valiente mujer llamada Clara Zetkin, quien había ingresado al Partido Socialdemócrata en 1881 y en 1890 creó la sección femenina del partido. Luego pasó a formar parte del partido Comunista Alemán. En la Primera Guerra Mundial se unió a un movimiento pacifista con su amiga y colaboradora Rosa Luxemburgo (1870-1919) y en 1915 realizó en Berlín una Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas contra la Guerra. Su actividad militante y su posición antibélica la condujeron varias veces a la prisión. Fue una férrea defensora de los derechos de la mujer y de su derecho al sufragio universal. Clara Setkin presenta una propuesta en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, que había sido llevada a cabo en agosto de 1910, y cuya idea había surgido por el Woman’s day, que venía celebrándose en Estados Unidos desde 1908 por las sufragistas, como una clara reivindicación de sus derechos a ser consideradas ciudadanas de primera y dejar a un lado la errónea imagen de ama de casa que el ala conservadora y religiosa había defendido hasta la saciedad: la mujer como garante de la reproducción y conservación de la familia; negándole la participación en procesos económicos, políticos y sociales. Es así como el 19 de marzo de 1911 se lleva a cabo la primera celebración del Día Internacional de la Mujer; en 1914 la fecha se pasa para el día 8. Otro acontecimiento importante, silenciado por la historia oficial, es la protesta de las mujeres rusas el 8 de marzo de 1917, a causa de la escasez de alimentos, lo que desencadenó el movimiento de masas conocido como la Revolución de Octubre del mismo año. En 1975 la ONU, declara, sin hacer alusión a este acontecimiento, el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer y reconoce la figura de Clara Zetkin como su creadora. El 19 de marzo de 1911 pasó a la historia como una jornada donde más de un millón de mujeres, en diferentes ciudades europeas, salió a la calle para exigir su derecho al voto, a la educación y al trabajo y en la que también se denunciaba la discriminación laboral. La manifestación se había llevado a cabo, exitosamente, en Alemania, Suiza, Dinamarca y Austria, lo que mostraba a qué punto la mujer era capaz de aglutinar fuerzas y de hacer valer sus derechos. No obstante, las mujeres que combatían la inequidad y el sometimiento ancestral al poder masculino eran muy pocas. La mayor parte de la población femenina occidental no participó y cuando lo hizo fue en su contra. Es el caso de la Liga Nacional de Mujeres Anti-Sufragio, creada en 1908, y presidida por la novelista Mary Ward (1851-1920). La Liga rechazaba de plano el derecho al sufragio de las mujeres, con argumentos tan traídos de la cabeza, como era el de “no querer aceptar más cargas de las ya impuestas”. El derecho al sufragio femenino no fue otorgado fácilmente, ni se dio al mismo tiempo en todos los países. El primer país en otorgarlo fue Nueva Zelanda en 1893, seguido de Australia en 1901. En Europa, fue Finlandia en 1906, España en 1931, Francia en 1957 y Suiza en 1971. En América, el primer país en concederlo fue Canadá en 1918 y Estados Unidos en 1920. En Colombia en 1954 -paradójicamente fue bajo la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla que este derecho fue otorgado a las mujeres-. Y mientras todas estas luchas se daban, los hombres seguían insistiendo en sus prerrogativas patriarcales, como lo siguen haciendo hoy en día. Los salarios de las mujeres siguen siendo inferiores al de los hombres, sin tener en cuenta ni la formación ni la capacidad de unos y otros. La jornada laboral de la mujer sigue siendo más larga que la del hombre, ya que el trabajo de la casa, el cuidado de los hijos, la supervisión de los deberes escolares, siguen estando en gran medida en manos de la mujer. La mujer conquistó el derecho a la educación, a trabajar fuera del hogar y a ganar un salario que le permitiese mejorar su nivel de vida y el de su familia; pero al mismo tiempo incrementó su tiempo de trabajo. Y si hago esta acotación, es para afirmar que aún nos queda un largo camino para recorrer, que debemos seguir luchando por nuestros derechos, pero sobre todo que debemos educar a nuestros hijos con una conciencia de igualdad y de respeto; ya que muchas veces somos las mismas mujeres las que perpetuamos la tradición de una sociedad machista, intolerante e injusta. |
Berta
Lucía Estrada E.
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