La soledad de Luis Cernuda por José María Espinasa
Luis Cernuda |
Con este articulo de José María Espinasa comienza lo que será una lectura crítica de la poesía de la generación del 27 a sesenta años de que un grupo de poetas se reunieran a homenajear a Luis de Góngora. Con Cernuda, quien no participaría activamente en el homenaje sino como público, parte este trabajo sobre algunos de los poetas en lengua española más importantes del siglo. Guillermo Cabrera Infante señala en un articulo a propósito de la Guerra Civil Española, que para algunas personas Luis Cernuda es el mayor poeta del siglo en lengua española. No hay que creer en las jerarquías académicas, siempre tan gratuitas como las del puro gusto y el capricho. Sin embargo estos últimos tienen más encanto. Cuando alguien dice X es el mejor escritor del siglo, afirmación categórica y que, por su misma expresión sintáctica, no se discute, lo que es su defecto es también su atractivo: su carácter dogmático es una declaración de principios, más aún si la afirmación es un tanto estrambótica. Si se dice que Borges es el mejor escritor del siglo no causa ninguna sorpresa aunque la afirmación sea tan absurda como decir lo mismo de un desconocido. Lo segundo se lee inevitablemente como un programa estético y lo primero como un lugar común. Hay nombres (y obras) que no son ni lo uno ni lo otro. Es el caso de Cernuda. ¿Qué quiere decir esto? Hagamos un poco de historia literaria: del gran árbol fundador que fue el Modernismo con Rubén Darío, surgió una espesa fronda pero también algunas ramas con poco follaje, secas, enjutas, y no por impotencia sino por elección. Muy pronto — Unamuno—, hubo quien mostró cierto rechazo al lujo oriental del nicaragüense, tal vez porque les pareció pedrería de baratillo. El caso de Unamuno fue el juicio equivocado de un gran escritor sobre otro. No se trata de juzgar el error “académico”, sino de testificar y seguir la propuesta del “gusto”, que por definición, no se equivoca, no se discute. Después de Darío, vienen poetas tan lujosos como el, Pellicer en México, Juan Ramón Jiménez y Lorca en España. Neruda en Chile, etc. Hay tres casos que se muestran como excepción (en el sentido en que se apartan de la corriente dominante, aunque continuándola por vías inesperadas) y que permanecen como tales, circunscritas a la experiencia individual de cada poeta, y sin continuidad, por lo menos hasta ahora. Se trata de López Velarde, Vallejo y Cernuda. La que interesa aquí es la experiencia del autor de La realidad y el deseo. Alguna vez al hablar de Darío y Unamuno, Cernuda hizo la distinción entre el genio (Unamuno) y el artista (Darío), y aunque trataba de disimularlo sus simpatías iban hacia el búho de Salamanca. En ese ensayo Cernuda expresa una voluntad estética. Muestra la pizca de sal que lo hace pertenecer más al siglo XIX que al XX. Confía en, y busca, una retórica “profunda” a priori, que esconde el lujo y también la libertad rítmica del idioma. No creo que decir esto sea una barbaridad. Quien se tome la molestia de leer a Cernuda con cuidado se dará cuenta de que es un poeta “retórico” y en grado extremo, tan extremo que no puede ser inconsciente. Sabia lo que hacia, y para él la sinceridad (porque es muy sincero) es un asunto de retórica. No le interesaba la forma de un Darío, un Martí, o un Juan Ramón. La libertad rítmica, la riqueza léxica, el color y el tono natural, casi telúrico, no le decían nada. Cernuda busca el alma sólida y enjuta de la tradición. Sus primeros poemas apuntan a lo que hicieron Lorca y Alberti. romances, seguidillas, décimas, canciones, etc. Sin embargo no tenía el duende de los otros dos. Simplemente no tenía duende, y la inspiración cuando lo visitaba no le hacía compañía. Cernuda estaba más solo que un perro y vestía su soledad de palabras, de palabras terriblemente solas. Por eso ha escrito uno de los grandes poemas de amor (“Donde habita el olvido”), pero de amor devastado. Hay hombres para los que estar solos no es un gran problema. Para Cernuda era un infierno. Su retórica señala una búsqueda del diálogo, de extender la mano para tomar la del vecino. Por eso son tan importantes para él los ojos, la mirada. Establecen un contacto por encima del tiempo y las cosas: El amor nace en los ojos, Adonde tú, perdidamente, Tiemblas de hallarle aún desconocido, Sonriente, exigiendo; La mirada es quien crea, Por el amor, el mundo, Y el amor quien percibe. Dentro del hombre oscuro, el ser divino, Criatura de luz entonces viva En los ojos que ven y que comprenden. Los ojos no pueden mirar retóricamente, las palabras sí. Esta lucha entre la transparencia y el rebuscamiento estuvo siempre presente en él. Susurra, confiesa, nos habla en voz baja y de pronto sube la voz para gritar soledad, muerte, amor, palabras con mayúscula, sentimientos “grandes". Como Vallejo, inhibe la voz tonante, pero en su poesía “interior” se oye el eco. (Véase el poema “Qué ruido tan triste” para mostrar lo cerca que está Cernuda del poeta peruano.) Las curiosas y excepcionales coordenadas sociales y culturales en las que se desarrolló México en los años 40 le dieron un rostro muy distinto al de otros países de habla española. La Guerra Civil cortó de cuajo la aventura de la generación del 27 en España. Los escritores españoles posteriores leerían a Vallejo mal y con mala conciencia, y tardarían mucho en volver a oír hablar de Cernuda (por no mencionar al prácticamente secreto López Velarde). El terreno abonado por los modernistas mexicanos, si bien no excepcionales, sí brillantes, el Ateneo, los Contemporáneos, recibiría con el exilio un fruto difícil de cultivar. Cernuda es un poeta al margen del siglo, como bien ha señalado Octavio Paz, pero esa marginalidad se ha vuelto en nuestro país (y poco a poco en España) medular. En parte este protagonismo se debe a Octavio Paz. No creo que se halla señalado suficiente el diálogo de Paz con Cernuda. No hay una influencia en el sentido magisterial. Lo que hay es un talento capaz de comprender los riesgos de la aventura de Cernuda, intuir una cierta impotencia y continuar su camino por otro derrotero. Paz es un poeta luminoso y Cernuda no, y entre ellos se teje una intrincada urdimbre. En el brillante ensayo que Paz le dedica apunta algunos de los problemas fundamentales para comprender al poeta español. Sin embargo ese ensayo nos dice más sobre Paz que sobre Cernuda. Señala que este último es un poeta sin religiosidad. No es del todo cierto, lo que hay es un rechazo de la religiosidad como dogma. Ni siquiera aspira a una mística sin Dios, su ateísmo no es sino una máscara. La soledad es la compañía de Dios vivida como imposible. Por eso el europeísimo de Cernuda señalado por Paz pasa por la España oscura (“Por los viejos placeres prohibidos,/ Como los permitidos nauseabundos”). Cernuda sin embargo no tenia patria, ni España, ni Europa, menos México. Quiso hacer de la palabra su patria y no pudo. (Y tal vez sea el poeta, si me perdona Vallejo, que más ha necesitado una patria.) A partir de Paz el diálogo con Cernuda será múltiple. La Revista mexicana de literatura le dedicó en 1964 un número; algunos poemas de Bonifaz Nuño hacen pensar en un Cernuda bronco. Segovia prosigue y transforma el sentido de la soledad y el amor como opuestos complementarios. Más joven, Guillermo Fernández aprende en la difícil retórica cernudiana a clarificar sus propios poemas. Le enseña una exigencia suicida: la de la moral. Si la tradición no quiere dejar solo a Cernuda es por algo. Pero el poeta pide, reclama, la presencia del amante, para de inmediato constatar su ausencia. De pronto aflora el rencor, la rabia, y uno siente la violencia contenida. La amargura del poeta no hace culpable a nadie y así reclama al mundo. Se está solo y es el infierno; y también los otros son el infierno. El poeta antes que ceder prefiere la soledad, la que cifra en ese extraordinario poema que es "El brindis del farero”. Cada vez que el poeta se recoge sobre sí mismo y alcanza los momentos más altos de su poesía, es para decirnos: estoy solo. |
La Realidad y el Deseo. Centenario de Luis CernudaPublicado el 5 nov. 2014 |
Luis Cernuda: La poesía o la vidaPublicado el 27 nov. 2014 |
LUIS CERNUDA. OCNOSPublicado el 5 nov. 2013 |
por José María Espinasa
Originalmente en
Periódico de Poesía UNAM Nueva época mayo/ junio 1987
Link:
http://www.periodicodepoesia.unam.mx/index.php/4527
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