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Jorge Leónidas Escudero

De un gran jugador que armó su vida en el aire
no digáis que ha sido estupidez
Más bien hay que mirarlo filosóficamente:
los pájaros comen en las manos de Dios
y él los estruja para que otros vuelvan.

De un ciego jugador que a guisa de bastón
adelantó las fichas pretendiendo llegar,
digáis nada,
calláos si su sangre salpicó la pared:
los murciélagos aprendieron a barajar el sonido
a costa de muertes.

Si un muchacho habita en la puerta del casino
empujadlo para que entre,
seguro necesita ir al foro de los demonios
a discutir su tesis.

Que necesita ir un largo viaje
y le pide a Colón ser el grumete;
pero como ello no existe
querrá que la tercera se le dé ocho veces,
los números vecinos siempre
y el colorado mientras viva.

Nadie lo toque mientras exprime
el limón de su corazón en las baldosas del regreso.
Nadie le diga que tiemblo por él
acechándolo desde un portal tenebroso,
porque fui, mejor dicho él es mi hijo,
algo de mí mismo que dejé en el tapete,
oh juventud.

Jorge Leónidas Escudero, 
“Los Grandes Jugadores” 

(El cero y 36 poemas vecinos) 
sin sello editorial, ciudad de San Juan, 
provincia de San Juan, la Argentina, 1987.

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