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Cierto dolor andaba yo el parque cuando salió del lago nocturnal una figura verde, grande así un cocodrilo en forma sanguijuela, cabeza aparatosa de mujer. Decime donde está la puerta, miera, le grité con un odio concentrado, dame la llave para que intente aunque no sepa qué. Le grité con el labio arremangado enseñando los dientes cuando la mala suerte me había desfigurado arrancándome grandes pedazos de piel. Y la quimera contestó así: Yo no sé de la puerta de salida ni de nada que vengan a pedir, lo único que hago es invitarlos a jugar. Y volvió a echarse al lago, deforme y pegajosa, exhalando un perfume de jazmines y rosas, lo que la hizo todavía más horrible. |
Jorge
Leónidas Escudero,
“Los Grandes
Jugadores”
(El
cero y 36 poemas vecinos)
sin sello editorial, ciudad de San Juan,
provincia de San Juan, la Argentina, 1987.
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