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Estaban los martingaleros a puerta cerrada estrujándose las imaginaciones. Después de fabricar extracto de nicotina como para fumigar una hectárea idearon un juego aparentemente hermoso. Corrieron al casino a probar el invento creyendo que tomaban a Dios de la barba, e inmediatamente fueron ejecutados en la horca. Pero los martingaleros siempre hacen crisálida y reaparecen con otra teoría. Es excelente eso ya que de tal manera se mantienen las fábulas de Lin Lin, El Dorado, la Ciudad de los Césares, Trapalanda y tierras adyacentes. Entonces déjenlos, no los echen de las mesas, son útiles en fabricar lejanos países. |
Jorge
Leónidas Escudero,
“Los Grandes
Jugadores”
(El
cero y 36 poemas vecinos)
sin sello editorial, ciudad de San Juan,
provincia de San Juan, la Argentina, 1987.
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