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Estotro argonauta caminaba mortuorio en el amanecer. Trasudando desgracia fue al café y miró, no vio a ningún amigo y volvió a la calle. Le faltó oyente. Es que hubiera querido expresar en un vómito: He perdido en el juego el sueldo de un mes. Levantó las solapas y preguntó al viento si había pasaje, aunque no sabía a dónde, o una llave: No hombre porque faltan las puertas de las casas; aunque tampoco hay casas ni argumento ni nada. Es ver esa tormenta cuando aparece el día. Automáticamente se dirige al trabajo y allí excava un túnel con la máquina de escribir, esconde la cabeza y le sobresale con argumentos tristes. Le sobreviene un síncope. Muerto ya el argonauta nada termina ahí: la ruleta avanza dentro de él, impertérrita, y lo obliga a perder eternamente. |
Jorge
Leónidas Escudero,
“Los Grandes
Jugadores”
(El
cero y 36 poemas vecinos)
sin sello editorial, ciudad de San Juan,
provincia de San Juan, la Argentina, 1987.
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