-I-
Cuando yo, inocente niño,
En el regazo materno
Era objeto del más tierno
Y solícito cariño;
Cuando una mano de armiño
Me acarició en esa edad,
Mi madre con ansiedad,
Más grata y más fervorosa,
Me habló de la milagrosa
Virgen de la
Caridad.
Tratábame sin cesar
De esa imagen bendecida
Por milagro aparecida
Sobre
las olas del mar,
Y oyendo yo relatar
De su aparición la historia,
La conserve en la memoria
Desde la ocasión aquella
Y soñaba ver en ella
Un astro de eterna gloria.
Pasó mi niñez florida,
Llegué á ser adolescente
Sin borrarse de mi mente
Esa imagen bendecida;
Y en esa edad de mi vida
Para mi mayor ventura,
Supe que esa imagen pura,
Santa emanación del cielo,
Era el amparo y
consuelo
De toda infeliz criatura.
Supe que clemente y pía,
Consoladora del pobre,
Allá en la sierra del Cobre
Su Santo templo tenia.
Supe que allí residía
Desde su primera edad
La imagen que a voluntad
De
un Dios supremo, infinito
Trajo a sus plantas escrito
El nombre de
Caridad.
Trájome oculto destino
Muy cerca de esa señora
A quien acata y adora
Todo infeliz peregrino.
Por ver su aspecto divino
Sentí el mas grato interés,
Quise
cantarla después
De cumplida mi ansiedad,
Y con profunda humildad .
Me fui a postrará sus pies.
-II-
En una elevada loma
Cuya pintoresca cumbre
Se ve brillar á la lumbre
Del
astro rey cuando asoma,
Como una blanca paloma
Que vuela en la
inmensidad,
Se eleva con humildad
Y una sencillez bendita
El santo templo qué habita
La Virgen de Caridad.
Allí, cual divino bulto
Que á nuestros ojos encanta
Reside la Sacrosanta
Bella imagen de mi culto.
Allí, lejos del tumulto
Que forma la población
Oye esa imagen el son
De mil cánticos cristianos
Y es de todos los cubanos
Objeto de adoración.
La divina protectora
Del infeliz desvalido
Cual la tórtola en su nido
En ese Santuario mora.
El que a sus plantas implora
Lo que alcanza en la desgracia,
Su gratitud
no se sacia
Si su voluntad pregona
Y alegres himnos la entona
Con dulcísima eficacia.
Nuncio de paz y ventura,
Dulce esperanza del triste,
En ese Santuario existe
Siempre bella, siempre pura.
Brillante sol que
fulgura
Tras la negra tempestad,
Y a quien por su gran bondad
Los cubanos respetamos
En tanto que la llamamos
Virgen de la Caridad.
Allí está.—Quiso mi estrella
Feliz cual nunca lo fue
Llevarme allá do se
ve,
Con sus mil encantos, ella.
Tan adorable y tan bella
Lució para mí esa
vez,
Que orando con sencillez
Mis labios la bendijeron
Y en mi mente renacieron
Los sueños de mi niñez.
Con profunda devoción,.
Con el mus puro respeto,
Fue esa imagen el objeto
De mi humilde adoración..
Y al melancólico son
Del dulce y místico canto
De férvido y puro llanto
Se inundaron mis mejillas,
Y postrado de rodillas
Dije admirándola en tanto:
—“Sí; por tu santa bondad
Te amamos con eficacia,
¡O Santa llena de gracia
Virgen de la Caridad!
Tú, cuya inmensa bondad
Todos decantan ufanos,
Tú, á quien los buenos cristianos
Bendicen puestos de hinojos,
Nunca
desvíes los ojos
De nosotros los cubanos.
Tú, que bondadosa y pía
Consuelas el trance fiero
Del náufrago marinero
Que en ti con fervor confía;
Tú, cuyo nombre lo guía
Al puerto de salvación;
Tú, para quien nunca son
Los tristes clamores vanos,
No niegues á los cubanos
Tu sublime protección.
Concédanos tu piedad
En el presente y futuro
Un astro radiante y puro
De santa felicidad.
Nunca de la adversidad
Nos cobije el negro manto,
¡Nunca! ¡Oh madre de Dios santo!
Vengamos a derramar
En las gradas de tu
altar
Las gotas de nuestro llanto.
Dije, y al místico son
Que resonaba en mi oído,
Salí de consuelo henchido
De aquella santa mansión.
Sentí que en mi corazón
Brotó la felicidad;
Por eso en cualquier edad
De mi vida transitoria,
Siempre tendré en la memoria
La Virgen de Caridad |