El Juicio Final

Poema de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, "El Cucalambé"

El Juicio Final de Hans Memling

 

   Cuando de Dios la omnipotente mano

Del sol apague la ardorosa lumbre,
Y al sordo rebramar del océano

Se oiga crujir la celestial techumbre;
   Cuando atónito llore el gremio humano

Y resplandor ninguno se vislumbre,
Fatal trompeta con rumor profundo

Anunciará la destrucción del mundo;

 

   Entonces- vacilante- el universo

Se cubrirá de funeral tristeza
Y su hermosura y esplendor diverso

Perderá la feraz naturaleza.
   Al golpe rudo del destino adverso

El viento depondrá su fortaleza
Y el pez, el ave, el racional y el bruto

Rendirán á la muerte su tributo.

 

   Fúnebre, opaco y tenebroso velo

Empañara el fulgor de las estrellas,
Que imitarán al descender del cielo

El rápido estridor de las centellas.
   Sobre la faz del enlutado suelo

Espectros mil estamparán sus huellas
Y en -el -cenit, sin claridad ninguna,
Bajo el sol se detendrá la luna.

 

   Los vastos y soberbios monumentos

Que el Artífice alzó con su maestría,
Do embriagándose están los opulentos

Al sordo son de bacanal orgía,
   Desde el mismo nivel de sus cimientos

Rodarán con estrépito ese día,
Quedando la grandeza sepultada

En el confuso polvo de la nada.

 

   Las altivas y fértiles montañas

Que ostentaron magníficos verdores,
Do meciéronse bosque y marañas

   Del apacible viento a los rumores,
De la abrasada tierra en las entrañas

Se hundirán con sus galas y sus aflores
Y en su logar sobre espantosa alfombra

Inmensa y negra vagará una sombra.

 

   Triste silencio reinará en el mundo,

Sin que perturbe la quietud sombría,
Ni el último estertor de un moribundo

Ni un confuso rumor, ni una armonía.
   Ni el céfiro doliente y gemebundo
Susurrará en la inmensidad vacía;
Solo la voz de Dios, ella tan solo

Resonará del uno al otro polo.

 

   Solo esa voz sublime, omnipotente

En el lóbrego espacio resonando,

Unas veces magnánimo imponente
Y otras un eco dulcido formando;
   Esa voz, con dominio prepotente,
El silencio del caos alternando,

Triunfante se alzará sobre las nieblas
Y el velo rasgará de las tinieblas.

 

   Y a esa voz, cuyo inmenso poderío

Dominará la nada que fue mundo,

Que del espacio llenará el vacío
En el breve transcurso de un segundo

   Los muertos dejarán su lecho frío,

Despertarán de su dormir profundo,
Y se alzarán cien mil generaciones

De olvidados e ignotos panteones.


   Y confundidos todos de repente

De Josafat en el extenso valle,

Esperarán que un Dios omnipotente,

De gloria o pena su destino falle.
   Inútil será allí que el delincuente

Implorando perdón gima y batalle;

Inútil, sí, porque será el malvado

Al eterno tormento condenado.

   Y ante el Supremo Autor de lo infinito,

Ante ese Dios omnipotente, augusto,

Avergonzado temblará el proscrito

Mientras sonría de placer el justo.
   El que odió la virtud y amó el delito

Blanco será de su destino adusto,
Y tarde envidiará su alma mezquina

El galardón de la virtud divina.


   El que tendió su protectora mano

Al que lloraba con acerba pena,
Y amparó la orfandad, llamando hermano

Al que imploró a la caridad ajena;
   Al que fue compasivo y no oyó en vano

Súplica triste de amargura llena,
Ese, ante Dios elevará la frente

Adornada de luz resplandeciente.


   El que de Dios la omnipotencia suma

Supo acatar con emoción divina
Y alzó la voz y disipó la bruma

Que oscureció la celestial doctrina;
   Sin el terror que al criminal abruma

Contemplará la universal ruina,
Y ese obtendrá por voluntad suprema

De eterna gloria celestial diadema.


   ¡Ay del que oyendo al que piedad implora

Un negro pan con altivez le niega

Sin que enjugue con voz consoladora
El llanto de dolor en que se anega!
   Al que burlando al infeliz que llora

Tras mil deleites con afán se ciega,
Por justo premio a su maldad inmensa

El castigo obtendrá por recompensa.


   El qué con rostro audaz y cuello enhiesto

Negó de Dios la suma omnipotencia
Y falso apóstol de su error funesto

Pervirtió con su acento la inocencia;
   Ese infeliz, con horroroso gesto

Del Ser Supremo esperará en presencia

El decreto fatal que le condene

Al negro sitio donde gima y pene.


   Tal será para él mundo este momento

Que anunciaron las santas profecías;
Tal será para el vasto firmamento

El fin aciago de sus largos días.
   Dios volverá á su primitivo asiento

Rodeado de celestes jerarquías,
Las que gozando eternas bienandanzas

Le entonarán mil himnos de alabanzas,


   Y esa fuente de luz que forma el día,

Ese rey de los astros que fulgura,
A otros mundos en paz y en armonía

Prodigará torrentes de luz pura.

   A esos orbes, la plácida alegría

En unión llevará de la ventura, .
Y de esos nuevos orbes, los vivientes

Bendecirán al cielo vehementes.

 

   Y nuestro mundo en ruinas convertido,

Sin su atavío y su esplendor brillante,

Entre el cielo y la nada suspendido

Olvidado de Dios vagará errante.
   De horrorosa tinieblas revestido
Y en las llamas envuelto a cada instante,,

Agobiado por males infinitos
Será eterna mansión de los precitos.

Juan Cristóbal Nápoles Fajardo

(Las Tunas, 1829-?, 1862) Poeta cubano. Utilizó el seudónimo de el Cucalambé. Autor de Rumores del Hormiga (1857) y de la comedia Consecuencias de una falta (1859). Cultivó también el género poético, en el que sobresalen sus décimas populares de tema indio (Hautuey y Guarina) y guajiro (El amante rendido). Tras su suicidio en 1862 se publicó póstumamente una Colección de poesías inéditas (1886).

 

Décimas de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, "El Cucalambé" Junio 3 de 1859.

De < "Colección de poesías inéditas" del popular vate cubano D. Juan D. Nápoles Fajardo "El Cucalambé">

Primera edición Gibara Establecimiento tipográfico 1886

 

Ver, además:

   

         Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, "El Cucalambé" en Letras Uruguay

 

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

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