Cuando de Dios la omnipotente mano
Del sol apague la ardorosa lumbre,
Y al sordo rebramar del océano
Se oiga crujir la celestial techumbre;
Cuando atónito llore el gremio humano
Y resplandor ninguno se
vislumbre,
Fatal trompeta con rumor profundo
Anunciará la destrucción del mundo;
Entonces- vacilante- el universo
Se cubrirá de funeral tristeza
Y su hermosura y esplendor diverso
Perderá la feraz naturaleza.
Al golpe rudo del destino adverso
El viento depondrá su fortaleza
Y el pez, el ave, el racional y el bruto
Rendirán á la muerte su
tributo.
Fúnebre, opaco y tenebroso velo
Empañara el fulgor de las estrellas,
Que imitarán al descender del cielo
El rápido estridor de las centellas.
Sobre la faz del enlutado suelo
Espectros mil estamparán sus huellas
Y en -el -cenit, sin claridad ninguna,
Bajo el sol se detendrá la luna.
Los vastos y soberbios monumentos
Que el Artífice alzó con su maestría,
Do embriagándose están los opulentos
Al sordo son de bacanal orgía,
Desde el mismo nivel de sus cimientos
Rodarán con estrépito ese día,
Quedando la grandeza sepultada
En el confuso polvo de la nada.
Las altivas y fértiles montañas
Que ostentaron magníficos verdores,
Do meciéronse bosque y marañas
Del apacible viento a los rumores,
De la abrasada tierra en las entrañas
Se hundirán con sus galas y sus
aflores
Y en su logar sobre espantosa alfombra
Inmensa y negra vagará una
sombra.
Triste silencio reinará en el mundo,
Sin que perturbe la quietud
sombría,
Ni el último estertor de un moribundo
Ni un confuso rumor, ni una
armonía.
Ni el céfiro doliente y gemebundo
Susurrará en la inmensidad vacía;
Solo la voz de Dios, ella tan solo
Resonará del uno al otro polo.
Solo esa voz sublime, omnipotente
En el lóbrego espacio resonando,
Unas veces magnánimo imponente
Y otras un eco dulcido formando;
Esa voz, con dominio prepotente,
El silencio del caos alternando,
Triunfante se alzará sobre las nieblas
Y el velo rasgará de las tinieblas.
Y a esa voz, cuyo inmenso poderío
Dominará la nada que fue mundo,
Que
del espacio llenará el vacío
En el breve transcurso de un segundo
Los muertos dejarán su lecho frío,
Despertarán de su dormir profundo,
Y se alzarán cien mil generaciones
De olvidados e ignotos panteones.
Y confundidos todos de repente
De Josafat en el extenso valle,
Esperarán
que un Dios omnipotente,
De gloria o pena su destino falle.
Inútil será allí que el delincuente
Implorando perdón gima y batalle;
Inútil, sí, porque será el malvado
Al eterno tormento condenado.
Y ante el Supremo Autor de lo infinito,
Ante ese Dios omnipotente,
augusto,
Avergonzado temblará el proscrito
Mientras sonría de placer el
justo.
El que odió la virtud y amó el delito
Blanco será de su destino adusto,
Y tarde envidiará su alma mezquina
El galardón de la virtud divina.
El que tendió su protectora mano
Al que lloraba con acerba pena,
Y amparó la orfandad, llamando hermano
Al que imploró a la caridad
ajena;
Al que fue compasivo y no oyó en vano
Súplica triste de amargura llena,
Ese, ante Dios elevará la frente
Adornada de luz resplandeciente.
El que de Dios la omnipotencia suma
Supo acatar con emoción divina
Y alzó la voz y disipó la bruma
Que oscureció la celestial doctrina;
Sin el terror que al criminal abruma
Contemplará la universal ruina,
Y ese obtendrá por voluntad suprema
De eterna gloria celestial diadema.
¡Ay del que oyendo al que piedad implora
Un negro pan con altivez le
niega
Sin que enjugue con voz consoladora
El llanto de dolor en que se anega!
Al que burlando al infeliz que llora
Tras mil deleites con afán se
ciega,
Por justo premio a su maldad inmensa
El castigo obtendrá por
recompensa.
El qué con rostro audaz y cuello enhiesto
Negó de Dios la suma
omnipotencia
Y falso apóstol de su error funesto
Pervirtió con su acento la
inocencia;
Ese infeliz, con horroroso gesto
Del Ser Supremo esperará en presencia
El decreto fatal que le condene
Al negro sitio donde gima y pene.
Tal será para él mundo este momento
Que anunciaron las santas
profecías;
Tal será para el vasto firmamento
El fin aciago de sus largos días.
Dios volverá á su primitivo asiento
Rodeado de celestes jerarquías,
Las que gozando eternas bienandanzas
Le entonarán mil himnos de
alabanzas,
Y esa fuente de luz que forma el día,
Ese rey de los astros que
fulgura,
A otros mundos en paz y en armonía
Prodigará torrentes de luz pura.
A
esos orbes, la plácida alegría
En unión llevará de la ventura, .
Y de esos nuevos orbes, los vivientes
Bendecirán al cielo vehementes.
Y nuestro mundo en ruinas convertido,
Sin su atavío y su esplendor
brillante,
Entre el cielo y la nada suspendido
Olvidado de Dios vagará errante.
De horrorosa tinieblas revestido
Y en las llamas envuelto a cada instante,,
Agobiado por males infinitos
Será eterna mansión de los precitos. |