La también autora de varios libros de cuento y novela: Veintitrés y una tortuga, La trenza de la hermosa luna, Púrpura profunda, La última noche que pasé contigo, Como un mensajero tuyo, y El capitán de los dormidos (los tres últimos publicados en la mayor isla de las Antillas por Letras Cubanas), sin violar los códigos periodísticos que domina al pie de la letra, ni transgredir los indicadores en los cuales se estructura el género novela, donde -cual “maga circense”- mezcla realidad y ficción para ofrecerle al lector una deliciosa obra, en la que se pierden los límites imaginarios que separan esas dos disciplinas: literatura y periodismo.[1]
Cuando el lector se adentra en la acción dramática, cuyas redes invisibles lo “atrapan” desde la primera hasta la última página, le asalta una duda: ¿es un reportaje periodístico devenido novela o viceversa?
A esa interrogante me atrevo a responder que la colega Mayra Montero está consciente de que “[…] tener sentido de la noticia [como la tenía el periodista Joaquín Porrata, joven reportero del Diario de la Marina primero y de Prensa Libre después] es, en realidad, saber qué es importante, vital, qué tiene color y vida [aunque en su búsqueda ponga en peligro la suya propia], qué es lo qué le interesa al [gran público], ¡eso es periodismo!”[2] mientras que, por otra parte, conoce al dedillo los hilos que debe mover para involucrar emocionalmente al lector en la “horrible pesadilla”, donde Porrata estuvo a punto de morir en más de una ocasión.
