Richard Egües: flautista insigne de la emblemática
Orquesta Aragón |
Richard Egües es el mejor flautista de Cuba |
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Evocar la vida y la obra del maestro Richard Egües Martínez (1924-2006),[1] flautista insigne de la septuagenaria Orquesta Aragón,[2] es saldar una deuda de honor con la memoria del ilustre pianista, compositor y arreglista cubano. Es, en síntesis, remontarme —en el tiempo y en el espacio— a la Ciudad de los Molinos (Cruces, actual municipio de la provincia de Cienfuegos), donde Richard vio la luz de la bóveda celeste hace más de 8 décadas. En plena adolescencia, integró como pianista las agrupaciones musicales Monterrey, Hermanos García y Ritmo y Alegría. En 1952, se une como flautista a la Orquesta Aragón, dirigida por el maestro Rafael Lay Apesteguía (1927-1982), y donde permanece hasta 1985; fecha en que funda la orquesta de Richard Egües, de lamentablemente poca duración en el pentagrama musical caribeño. Con el dúo Egües-Lay, la orquesta Aragón adquirió una sonoridad y estilo propios. Y se convirtió no solo en los estilistas del chachachá, sino también en una de las más populares orquestas típicas del siglo XX y parte del XXI, dentro de nuestro contexto geográfico-cultural y fuera de él. Como compositor alcanzó los mayores éxitos con varios chachachá, que hoy forman parte del repertorio clásico de la legendaria agrupación charanguera: El bodeguero, Sabrosona, Bombón chá, Picando de vicio, y Por qué me tienes así, entre otros. También alcanzaron la cúspide de la fama, en el espectro sonoro insular, los sones montunos: El qüini tiene bandera, El trago, La cantina y Maloja; números que tuvieron un gran nivel de difusión en nuestros medios de comunicación, sobre todo, la radio y la televisión. Compuso danzones cantados: Gladys, dedicado a las quince primaveras de su idolatrada hija, y Cero penas, que son los más famosos. De su inagotable inspiración, cobraron forma en el papel pautado canciones, boleros, guarachas, guajiras, baladas y otros géneros de la música popular cubana en los que incursionó durante su fecunda existencia terrenal. Al parecer, la génesis de su indiscutible talento musical se nutrió de una formación sólida, que se sustentaba en valores éticos, humanos y espirituales, y que crecía a la sombra del árbol frondoso de la familia. |
En
cierta ocasión, me refirió —con no disimulada emoción— que, cuando
cumplió ocho décadas de vida, la televisión cubana le tributó un
homenaje, en el teatro América, por haber llegado a la edad de la
sabiduría y la paciencia «Usted es el mejor flautista de Cuba». A lo que El Tosco (su nombre artístico), le respondió, con afecto y respeto ternísimos: «después de usted, maestro».
Richard disfrutaba instantes memorables registrados en su fructífera
trayectoria artística de la que formaban parte la orquesta Aragón, sus
discípulos —distribuidos en países distantes— y la emoción que genera el
baile en las diferentes generaciones de cubanos/as. Por otra parte, precisó, que se había dado cuenta de que la flauta hacía falta. Eso bastó para que se empeñara en aprenderla y dominarla, pero nada de secretos. Él les recomendaba a los «pinos nuevos»: estudio, perseverancia; perseverancia y estudio. Al derecho y al revés. Cuando Richard iba a tocar, preguntaba: « ¿de qué voy?» El instrumento dependía de la necesidad que presentara la agrupación en ese momento. En la orquesta Aragón suplió en la flauta al maestro Efraín Loyola,[3] aunque nunca quiso ocupar su lugar, porque el sinsonte cienfueguero era su amigo del alma. En otra ocasión, me confesó que —en realidad— no le interesaba irse de Santa Clara. Accedió a venir a La Habana por insistencia de otro de sus amigos del alma: Rafael Lay Apesteguía. Además eran compadres. Richard especificó que la cuestión no está en brillar más, sino en el estilo, único e irrepetible, en la sonoridad inconfundible, que debe tener cada orquesta: típica, de jazz band o conjunto. Ese principio también lo mantuvo vigente en la agrupación charanguera que fundó después que se separó de la orquesta Aragón, pero por graves problemas de salud, no pudo llevar a la praxis todo el trabajo que había concebido y no tuvo otra opción que desintegrarla. Por suerte para la historia de la música popular cubana grabó varios discos. Y aunque apenas se escuchan en la radio, y mucho menos se muestran imágenes de archivo de esa charanga en la pequeña pantalla, quedó registrada la efímera, pero loable labor realizada por la orquesta típica de Richard Egües. «Una charanga debe sonar a charanga. Parece redundante, pero no lo es, afirmó. Ahora algunas charangas suenan como conjunto. Apenas tocan danzones y ni pensar en una pieza clásica como La engañadora, del maestro Enrique Jorrín (1926-1987). El bailador necesita mover el cuerpo y el alma al compás de todos los ritmos: danzón, nuestro baile nacional, bolero, chachachá, salsa, jazz o el que fuere». Algunas personas consideran El bodeguero su mejor composición. De acuerdo con su apreciación, otras la superan. Desde el principio, quedó bien estructurada la letra y la música, las cuales escribió al unísono en una madrugada. «Antes me dio vueltas en la cabeza, pero cuando dije: a escribirla, salió como tomarme un vaso de agua». « […] Tenía la costumbre —destacó— de enseñarle todo lo que componía a [mi compadre] Lay. Enseguida me dijo: ‘Oye, eso hay que grabarlo rápido’. Terminé El bodeguero en 1955. Fue un regalo por mi cumpleaños [treinta y uno]». Se me ocurrió preguntarle: ¿De dónde nace la inspiración? «No lo sé […] ni me interesa investigarlo. Me parece que brota de la gente, de lo que me rodea y [me] emociona. Felicidades Gladys, por ejemplo, es un regalo musical a mi hija por sus quince años de vida». El maestro Richard Egües, quien era miembro emérito de la Asociación de Música de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), falleció el 1 de septiembre de 2006. Su obra constituye un documento sonoro relevante para la música y la cultura cubanas. Sus páginas inmortales sonarán por siempre junto al principal artífice de la flauta charanguera, dueño y señor de un estilo de orquestación que identificó a ese tipo de formato.
Notas [1]. Las principales fuentes de información para escribir esta crónica están tomadas —en lo fundamental— de las conversaciones formalmente informales que sostuviera, durante más de cuarenta años, con el maestro Richard Egües Martínez, cuya amistad me honrara desde 1959 hasta su lamentable deceso, así como en datos relacionados con el popular flautista, pianista, compositor y arreglista caribeño, y publicados en Internet. [2]. Dueñas Becerra, Jesús. Orquesta Aragón: agrupación emblemática de la música popular cubana. www.uneac.org.cu (Columna de Autor). [3]. -----. Efraín Loyola: el sinsonte cienfueguero. www.uneac.org.cu (Columna de Autor). Fuente: www.uneac.org.cu (Columna de Autor). |
Richard Egues - La Flauta Magica |
Jesús Dueñas Becerra - psicólogo, crítico y
periodista
jesus@infomed.sld.cu
Publicado, originalmente, en la web de la Asociación de Cine, Radio y TV de la UNEAC http://www.uneac.org.cu/ (Columna de Autor)
En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 22 de setiembre de 2013
Autorizado por el autor, al cual agradecemos.
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