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Psicología de la salud: letra y espíritu[1] |
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"La ciencia es importante en la medida en que sea ayuda y asistencia para la dignidad y la alegría de vivir de las personas". Bertold Brecht. |
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RESUMEN
En este artículo, se reseña la función desempeñada por la ciencia psicológica en el campo de la salud Posteriormente, se hacen breves reflexiones filosóficas y teórico-conceptuales acerca de la relación hombre-salud-enfermedad-muerte. Por último, se explican -desde una óptica ético-humanista- la reacción psicológica ante la enfermedad; la relación médico-paciente; y la yatrogenia de tipo psicológico. Palabras clave: Psicología de la Salud. Psicología Humanista. Relación médico-paciente Yatrogenia.
ABSTRACT |
In this article, the function carried out by the psychological science in the field of health is descnbed Later on, brief philosophical and theoretical-conceptual reflections about the man-health-illness-death relationship are made. Finally, the psychological reaction to the illness, the doctor-patient relationship, and yatrogeny of psychological type are explained from an ethical-humanist point of view. Keywords: Psychology of the Health. Humanist Psychology. Doctor-patient relationship. Yatrogeny INTRODUCCIÓN. Hemos decidido comenzar con la formulación de una pregunta: ¿qué función desempeña la Psicología en el campo de la salud? Para contestar esta interrogante, es requisito sine qua non definir, desde la vertiente conceptual, los términos Psicología y Psicología de la Salud.
La Psicología es la ciencia que estudia las leyes, categorías y principios sobre los cuales se estructura la vida psíquica y espiritual de la persona humana (García, 1999), mientras que la Psicología de la Salud es la rama de la ciencia psicológica que estudia las dimensiones psicosociales del proceso salud-enfermedad (García Averasturi, 1999; Morales, 1999). Esta disciplina hace una valoración integral de todos y cada uno de los factores psicológicos y sociales que influyen en el proceso salud-enfermedad, y que se hallan mediatizados por su grado de participación o nivel de complejidad en el desarrollo consecuente de dicho proceso. El objeto de estudio de la Psicología de la Salud es el hombre, conceptualizado como un ser inacabado e inacabable, imperfecto pero perfectible, que integra en una unidad viviente todas sus dimensiones humanas: corporales, psicológicas, sociales y espirituales (Dueñas, 1997). El hombre es, en síntesis, una unidad biopsicosocioespiritual indivisible. (Dueñas, Fuilleraty Pérez, 1996)
Por otra parte, la salud es el estado de equilibrio físico, psicológico, social y espiritual, que caracteriza a la persona que se halla en perfecta armonía con su yo y con su entorno. No obstante, para que la salud pueda estar presente es necesario que haya ausencia de daño orgánico o limitación funcional, así como determinado nivel de bienestar subjetivo, social y de desarrollo de la personalidad, o mejor, de crecimiento humano y espiritual. Cada uno de dichos indicadores de salud tienen una línea de continuidad con un umbral: por encima de ese umbral se puede hablar de salud, mientras que por debajo se puede hablar de enfermedad. La relación dinámica entre salud y enfermedad depende de determinadas condiciones (tanto internas como externas), y es -precisamente- lo que se denomina proceso salud- enfermedad (Morales, 1999; Núñez, 1987; Pérez, 1987)
Por lo tanto, existe una íntima y estrecha relación entre Psicología, salud y modo de vida, el cual se percibe como la forma sui generis en que el hombre estructura su vida, y por la forma en que el hombre vive, se sabe sí cuida su salud o no. Al respecto, Demócrito (siglo V AC), el padre de la filosofía materialista helénica, advertía: "los hombres esperan la salud de los dioses; ellos no saben que son autores y dueños de su propia salud". (Goicochea, 1952)
De acuerdo con las concepciones de la Psicología Humanista (García, 1995, 1999; González Rey y Valdés, 1994), hay 4 estilos o modos fundamentales de vida. Ellos son:
• Vivir con alegría versus vivir sin alegría. • Vivir con cordura versus vivir sin cordura. • Vivir con amor versus vivir sin amor. • Vivir con igualdad versus vivir sin igualdad.
Vivir con alegría, cordura, amor e igualdad (o lo que es lo mismo, vivir con salud) no es otra cosa que racionalizar, interiorizar e incorporar a nuestro comportamiento cotidiano el principio ético-humanista de que el hombre vale no por lo que tiene, sabe o sirve, sino por lo que es: una persona humana, cuya esencia íntima es buena y sana, no obstante todo lo que pueda argumentarse en contra de esta verdad antropológica. Por consiguiente, su dignitatis humanae merece -ante todo y por encima de todo- amor y respeto.
La reacción psicológica ante la enfermedad.
Los factores condicionantes de la reacción psicológica del sujeto ante el trastorno que padece, son -entre otros- la personalidad, la enfermedad y la situación concreta en que está inmerso el paciente.
Para la Psicología Humanista (García, 1995, 1999; González Rey y Valdés, 1994), la personalidad no es más que la integración dinámica y funcional de todos y cada uno de los factores biológicos, psicológicos, sociales y espirituales sobre los cuales se estructura la dimensión humana del homo sapiens (Dueñas, 1997).
De acuerdo con este esquema teórico-conceptual, si la personalidad del paciente se ha estructurado sobre una base sólida, o sea, sin fisuras educativo-formativas, su reacción psicológica ante la afección que padece estará caracterizada, fundamentalmente, por la madurez conductual (Bolio, 1994), mientras que si esa estructura es endeble o deficitaria, es decir, con grietas educativo-formativas, la reacción psicológica ante la enfermedad estará signada por la inmadurez e inadecuación conductuales.
La enfermedad no es otra cosa que la pérdida del equilibrio físico, psicológico, social y espiritual; desequilibrio que ocasiona dolor corporal, sufrimiento psíquico y miedo a lo desconocido. En este contexto, no deben olvidarse -en modo alguno- el diagnóstico, el pronóstico, los exámenes complementarios, el tratamiento y la muerte, la cual debe percibirse "como vía, no como término" (Arteaga, 1994), como luz no como sombra u oscuridad, como expresión de vida eterna, no como ausencia total de vida (Kubler-Ross, 1994), como encuentro con el Espíritu Universal del que nos hablara José Martí (Dueñas, 1997). En la misma medida en que vayamos desprejuiciando nuestra actitud con respecto a la muerte, y consecuentemente, cambiemos nuestra siniestra percepción acerca de Janatos, el miedo paralizante que nos inspira su presencia o proximidad, irá desapareciendo gradual y progresivamente hasta evaporarse como una nube pasajera. (Kubler-Ross, 1994)
Por otro lado, la situación sociofamiliar en la que está involucrado el paciente es única e irrepetible, y por ende, es necesario conocerla en todas y cada una de sus facetas, para poder influir sobre ella desde el punto de vista educativo-terapéutico.
Formas morbosas de reacción psicológica ante la enfermedad.
No es posible hablar de las formas morbosas de reacción psicológica ante la enfermedad, sin antes referirnos, brevemente, a una de las acepciones del concepto hombre. Kubler-Ross (1994) considera que "el ser humano está constituido por cuatro cuadrantes: el físico, el emotivo, el intelectual y el espiritual". Cuadrantes que, desde el nacimiento hasta el fin de la existencia terrenal, se desarrollan gradual y progresivamente y establecen entre sí una relación íntima y estrecha, que es necesario conocer para descifrar el lenguaje simbólico (Caruso, 1997; Freud, 1948), utilizado por los niños pequeños, los ancianos y los pacientes terminales, y en consecuencia, poder identificar y satisfacer sus necesidades fundamentales: físicas, emocionales y espirituales.
La literatura especializada (Núñez, 1987; Pérez, 1987; Sánchez y Coyula, 1989) registra tres formas morbosas de reacción psicológica ante la enfermedad: dependencia extrema, evasión y exaltación del yo. Dichas reacciones tienen un denominador común: son mecanismos de defensa (Freud, 1948), que el paciente emplea -de manera inconsciente- para negar la realidad (la afección que padece, así como todo lo que de ella pueda derivarse: invalidez, muerte). Por lo tanto, su atención específica dependerá de los cuadrantes más comprometidos o necesitados de ayuda psicológica. En el caso de la dependencia extrema, por ejemplo, el paciente asume actitudes o desarrolla comportamientos pueriles, para llamar la atención sobre sí, y en consecuencia, hay que saber interpretar esa petición de ayuda, para poder satisfacer, en ese momento, sus necesidades básicas: físicas y emocionales.
Los problemas fundamentales que el paciente y ia familia le plantean a la hospitalización se podrían sintetizar como sigue: de aceptación o rechazo. En el primer caso, el paciente y los familiares perciben la hospitalización como una necesidad, como requisito indispensable, para que el paciente pueda completar su curación, que puede ser total o parcial, en dependencia de las características específicas de la enfermedad o lesión que padezca. Por lo tanto, la actitud del paciente y los familiares estará caracterizada por la colaboración y cooperación con el personal médico y paramédico que atiende al paciente. En el segundo caso, el paciente y los familiares estiman que la hospitalización no es absolutamente necesaria para culminar con éxito el proceso de sanación. Es un "castigo" infligido tanto al paciente como a la familia. Es un "capricho" del médico, para poder "registrar" (estudiar, examinar) mejor al paciente. Por lo tanto, la actitud del paciente y los familiares estará signada por la incomprensión y la hostilidad hacia el personal médico y paramédico, y por extensión, hacia los procederes terapéuticos utilizados.
Relación médico-paciente.
González Menéndez (1984) define la relación médico-paciente (y cuando se dice médico nos estamos refiriendo a todos y cada uno de los profesionales y técnicos que integran el equipo de salud), como "una relación interpersonal laboral de prestación de servicios", mientras que, para nosotros, es la interacción cognitivo-afectivo-conativa, que se establece entre el médico y el paciente. En este espacio, el paciente solicita ayuda profesional, y el médico está en la obligación de brindársela con amor y sabiduría. A propósito, Paracelso (1493-1541) afirma que "la ciencia y el arte de curar se sustentan en el amor y en el saber, y que sin ellos no se puede ejercer ni enseñar la Medicina" (Ateneo de La Habana, 1945).
Por otra parte, el médico debe percibir la enfermedad y la relación que establece con el paciente desde una óptica ético-humanista, es decir, a la enfermedad hay que valorarla como lo que en realidad es: un accidente desafortunado en la vida del hombre, mientras que al paciente hay que verlo y sentirlo como una persona humana necesitada de afecto y comprensión, independientemente de la afección somática o mental que padezca.
Con apoyo en el hecho indiscutible de que los profesionales y técnicos de la salud somos comunicadores por excelencia (Dueñas, 2002, González Castro, 1989), debemos racionalizar, interiorizar e incorporar a nuestra conducta ético-profesional el hecho de que, en el contexto de la relación médico-paciente, comunicarse no es, en modo alguno, dialogar, sino interrelacionarse estrechamente con el paciente, la familia y la comunidad, objeto de nuestras acciones educativo-asistenciales. Comunicarse, en fin, es saber escuchar, identificar necesidades afectadas, manejar situaciones de diversa índole, tener tacto, ubicarse en lugar del otro, comprender y ayudar (González Menéndez, 1984; Núñez, 1987). De ahí, que la capacidad o incapacidad que muestre el facultativo para comunicarse con el paciente, tenga un significado terapéutico o no, en el seno de la relación médico-paciente.
Ahora, veamos cuáles son los tipos fundamentales de relación médico-paciente que registra la literatura especializada (González Menéndez, 1984; Núñez 1987).
• Relación activo-pasiva. Se establece con pacientes en estado inconsciente (por coma o anestesia), o con aquéllos que, por las características de su afección de base, participan muy poco en la relación, como sería el caso, por ejemplo, de un paciente que acaba de sufrir un infarto agudo del miocardio. Psicoanalíticamente hablando, el médico se comporta con el paciente como lo haría un padre con su hijo de pocos meses de nacido.
• Relación de cooperación guiada Se entabla con pacientes que pueden recibir orientaciones educativo-terapéuticas y cooperar con su tratamiento, como sería el caso, por ejemplo, de ciertas afecciones agudas (neumonía, hepatitis viral) o crónicas (diabetes mellitus, hipertensión arterial). Dicha relación persigue como objetivo garantizar la realización del tratamiento prescrito. En lenguaje psicoanalítico, el médico se comporta como un padre frente a su hijo adolescente.
• Relación de cooperación mutua Se establece -sobre todo- con pacientes que presentan trastornos psíquicos (de nivel no-psicótico) o psicosomáticos, donde los factores psicosociales desempeñan una función relevante. Dicha relación aspira a que el paciente adopte actitudes o desarrolle conductas adecuadas en relación con la génesis y evolución del trastorno que padece. Desde la vertiente psicoanalítica, la relación que se entabla entre el médico y el paciente es una relación adulta.
La yatrogenia de tipo psicológico ¿cómo evitarla?
Según el Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas, el vocablo yatrogenia viene de las voces griegas yatrós, que quiere decir médico, y guennán, que significa producir, o sea, producido por el médico. Desde el punto de vista conceptual, se entiende por yatrogenia el daño físico, psíquico, moral o espiritual, que el médico le ocasiona al paciente, bien por ignorancia supina, negligencia, error, exceso u omisión (González Menéndez, 1984: Núñez, 1987).
Las principales yatrogenias de tipo psicológico son las siguientes:
• Deficiencias en la relación médico-paciente
El facultativo, por razones multifactoriales, no establece una buena empatia con el paciente, lo que estropea la comunicación entre la persona que solicita ayuda especializada y quien está en la obligación ética de brindársela.
• Falta de pericia en la entrevista clínica El terapeuta, por uno u otro motivo, no realiza una buena exploración clínica, que por la vía del razonamiento científico, debe llevarlo a una bien documentada formulación diagnóstica.
• Uso indebido de las investigaciones complementarias. El médico, sin basarse en los resultados de la entrevista clínica, le indica al paciente investigaciones innecesarias, lo que también tiene amplias repercusiones de tipo económico (Dueñas, 1999).
• Mal uso de la información. Si la información es la selección del mensaje preciso entre todos los mensajes disponibles (Dueñas, 2002), no cabe duda alguna de que el profesional de la salud debe ofrecerle al paciente información veraz, sustentada en hechos reales u objetivos y no en suposiciones o en cualquier otra manifestación subjetiva. En este aspecto, el médico, el maestro y el periodista comparten una responsabilidad común (Dueñas, 2002).
• Deficiencias en la formulación de indicaciones facultativas. No hacer un uso racional del arsenal terapéutico de que dispone la ciencia, para actuar sobre los factores que han roto el equilibrio biopsicosocioespiritual del paciente.
• Violaciones éticas. Se producen cuando el especialista no respeta los principios sobre los cuales se estructura el código de ética médica. Por ejemplo: cuando revela a terceros secretos que le han sido confiados por el paciente. Para evitar la comisión de errores yatrogénicos se recomienda:
• Honrar la dignidad del paciente.
• Servir al paciente con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todo el tiempo, como quisiéramos que lo hicieran con nosotros o con nuestros seres queridos.
• Evitar toda negligencia que pueda poner en peligro la integridad corporal, psíquica, moral o espiritual del paciente o comprometer su vida.
• No frustrar la esperanza del paciente con nuestra impaciencia, falta de delicadeza o incompetencia
• Percibir al paciente como un ser único, especial e irrepetible, que por ser todo eso y mucho más, merece amor y respeto.
• Conservar limpios el corazón y la profesión, así como evitar que la ambición u otras bajas pasiones puedan mancharlos.
• Compartir las angustias y sufrimientos del paciente, acompañarlo en su soledad, porque le hace falta nuestro gesto humano y gratuito, para hacerlo sentir lo que, por esencia, es: una persona humana y no un "caso" interesante.
Por último, cuando hayamos hecho todo lo que debemos y tenemos que hacer, cuando hayamos sido todo lo que debemos ser... no olvidemos darle las gracias al paciente, ya que él es nuestra única y sagrada razón de ser.
Nos agradaría finalizar con una cita martiana: "la inteligencia no es la facultad de imponerse; es el deber de ser útil a los demás" (Arteaga, 1994) REFERENCIAS Arteaga, F. (1994): Frases geniales de José Martí. Las Tunas: Editorial Sanlope Pubiicigraf, 11, 21. Ateneo de La Habana (1945): Historia de la Medicina. La Habana: Editorial Cultural, S.A., 115. Bolio, E. (1994): "La personalidad madura". Istmo. Revista del pensamiento actual. 1, 5-20. Caruso, C.E. (1997): Silbando en la oscuridad. Música y psicosomática. Buenos Aires: Editorial Topia, 25-31 (Col. "Psicoanálisis, Sociedad y Cultura"). Dueñas, J. (1997): "¿Cómo enseñar la Psicología Médica?" Una opinión. Rev. Hosp. Psiquiat. Hab. 38 (1), 41-43. Dueñas, J. (2002): "Psicología y Periodismo". Rev. Cub. Psicol. 19 (2) (en prensa). Dueñas, J. (1999): ¿Qué es la eficiencia económica en el sector de la salud? La Habana: V Foro Provincial de Economía (tema libre). Dueñas, J., R. Fuillerat, N. Pérez, (1996): La unidad cuerpo, mente y espíritu: una reflexión histórico-filosófica. La Habana: VI Encuentro Latinoamericano de Psicoanalistas y Psicólogos Cubanos (tema libre). Freud, S. (1948): Obras Completas Madrid: Editorial Biblioteca Nueva. Tomo I. García, P.M. (1995): Para tener vida. Santo Domingo, R.D : Editorial de Espiritualidad del Caribe. García, P.M. (1999): Psicología de la experiencia religiosa Santo Domingo, R.D.: Editorial de Espiritualidad del Caribe. García Averasturi, L. (1999): Psicología de la Salud: principios y métodos. La Habana: Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología (impresión ligera). Goícochea, C. (1952): Diccionario de citas. Barcelona: Editorial Labor, S.A., 127. González Castro, V (1989): Profesión: comunicador La Habana: Editorial "Pablo de la Torriente Brau" González Menéndez, R. (1984): Psicología para médicos generales. 2da. Ed. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 30-39; 169-176. González Rey, F., H. Valdés, (1994): Psicología Humanista. Actualidad y desarrollo. La Habana: Editorial Ciencias Sociales Kubler-Ross, E. (1994): "Muerte, vida y transición" Ciencias del Espíritu. 2 (2), 32. Morales, F. (1999): Psicología de la Salud Conceptos básicos y proyecciones de trabajo. La Habana: Editorial Científico-Técnica. Núñez, F. (1987): Psicología Médica La Habana: Editorial Pueblo y Educación. Pérez. R (1987): La psiquis en la determinación de la salud La Habana: Editorial Científico-Técnica. Sánchez, B., O.F. Coyula, (1989): Enfermedad y hospitalización como entidades psicopatológicas. La Habana: Hospital- Facultad "Calixto García" (impresión ligera)
Referencias:
[1] En el vocabulario técnico-jurídico, la letra es el texto de la ley, lo que aparece escrito y registrado como tal. mientras que el espíritu es la interpretación que se hace del documento legal. |
Dr. Jesús Dueñas Becerra - psicólogo, crítico y
periodista
jesus@infomed.sld.cu
Publicado, originalmente, en la Revista Cubana de Psicología Vol.20 Nº. 1, 2003
En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 26 de junio de 2015
Autorizado por el autor, al cual agradecemos.
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