Carta de presentación
 

Orquesta Aragón: agrupación insignia de la música popular cubana
por Jesús Dueñas Becerra
jesus@infomed.sld.cu

 

La música debe estar palpitando constantemente en el espacio
José Martí.

A la septuagenaria orquesta Aragón, agrupación emblemática de la música popular cubana, dirigida desde 1982 por el cantante y violinista Rafael Lay Bravo, dedico esta crónica, basada —fundamentalmente— en la relación afectivo-espiritual que estableciera desde mi ya lejana juventud con los maestros Rafael Lay Apesteguía (1927-1982) y Richard Egües (1923-2006), y que solo Tanatos (la muerte, en lenguaje psicoanalítico ortodoxo) pudo interrumpir, pero no destruir, porque ese vínculo quedó registrado —con letras indelebles— en mi memoria sensible.

Desde que escucho los acordes del tema musical —llevado al pentagrama sonoro por el maestro Enrique Jorrín— que identifica a la orquesta Aragón, mi imaginación vuela a la Ciudad de los Molinos (Cruces, antigua provincia de las Villas, hoy Cienfuegos), donde —en los primeros años de la década de los 50 del pasado siglo— se presentaba en un espacio dominical de la antigua emisora CMHK (Radio Virgilio).

Hasta allí seguía a los miembros de dicha agrupación, y con una autorización especial emitida por el director y dueño de la emisora municipal, podía presenciar el programa protagonizado por los “aragones” (como los calificara —posteriormente— el maestro Jesús López Gómez, uno de los emblemáticos locutores de la Emisora de la Familia Cubana).

No obstante, mi primer encuentro personal con los miembros de la orquesta Aragón se produjo el 2 de febrero de 1959, AÑO DE LA LIBERTAD, en el antiguo Liceo Martí de San Fernando de Camarones (hoy municipio de la provincia de Cienfuegos), donde amenizaron las fiestas con motivo del Día de la Candelaria, patrona de ese pintoresco poblado.

De ese feliz encuentro, evoco una anécdota que jamás olvidaré: el maestro Rafael Lay Apesteguía, con la caballerosidad que lo caracterizara, me presentó uno por uno a los miembros de la orquesta, a la que se había integrado —en fecha reciente— el cantante Felo Bacallao, procedente de la orquesta Fajardo y sus Estrellas, y a quien Germán Pinelli ingeniosamente lo bautizó con el apodo de “Chaguasa”.  

Ahora bien, cuando tuve delante al bisoño violinista Pedro Depestre (luego de separarse de la Aragón, integró y dirigió la orquesta Maravillas de Florida hasta su prematuro deceso), me dijo: “Pedrito (solo tenía 15 años de edad), es el benjamín de la orquesta y yo tengo la misión de cuidarlo, porque así me lo pidieron sus padres, y con esa condición le dieron permiso para incorporarse a ella. Lo mismo me sucedió a mí, pero con tres años menos”.

Dos años después, en 1961, antes de la nacionalización de las sociedades privadas decretada por el Gobierno Revolucionario, la orquesta Aragón amenizó el baile y la matinée que organizara el Casino Español de Cruces, para recaudar fondos con el objetivo de reparar el edificio y cubrir otras necesidades de índole económica. No creo necesario señalar que fue un éxito de taquilla, y con las ganancias obtenidas, las arcas de la sociedad se llenaron hasta el tope.

En la época de oro de las orquestas con formato tipo charanga (años 50), los integrantes de ese colectivo musical se trasladaron a la Ciudad de las Columnas. Y debutaron —casi simultáneamente— en Radio Progreso, con el apoyo incondicional de Beny Moré, el Bárbaro del Ritmo, así como en el Show del Mediodía, que transmitía el canal CMQ, y conducía el maestro Germen Pinelli.[1]  

Ahora que hablo de la Onda de la Alegría, una de las primeras cosas que hice cuando me “naturalicé” habanero, en mayo de 1974, fue visitar el histórico Estudio 1 de Progreso para presenciar, en vivo y directo, la actuación de la legendaria orquesta Aragón, en el estelar espacio Alegrías de Sobremesa, que fundara el maestro Alberto Luberta, Premio Nacional de Radio y Humorismo, y conduce el octogenario locutor Eduardo Rosillo, Premio Nacional de Radio.

Esa fue —si la memoria no me traiciona— una de las últimas veces que vi a los músicos (casi todos fallecidos) de la orquesta Aragón… hasta ahora que, en fecha reciente, me rencontré en el capitalino Palacio de la Rumba con una agrupación completamente renovada y compuesta —en su mayoría— por la generación más joven de los estilistas del chachachá (como se les conoce en el ambiente musical cubano y también fuera de nuestras fronteras nacionales).

No cabe duda alguna de que la orquesta Aragón está clasificada —con sobrada razón— como una de las típicas más populares y afamadas que ha tenido la mayor isla de las Antillas desde su aparición, en el espectro sonoro caribeño, en la sureña ciudad de Cienfuegos, el 30 de septiembre de 1939.

En estas últimas siete décadas, es el grupo musical más cotizado del sector dentro del archipiélago cubano y fuera de él, y se puede asegurar que un espectáculo bailable amenizado por la Aragón —de lo cual este cronista es testigo de mayor excepción— tiene el éxito más que asegurado.

Si bien el danzón es nuestro baile nacional, la prestigiosa orquesta interpreta ese género con gran sabor criollo, pero en los finales de los estribillos, interrumpe su cadencia característica con el sincronizado coro de sus nuevos vocalistas, entre los que se destaca Lay Bravo.

Los chachachás son su plato fuerte. El ritmo comienza ligero y el coro está presente —desde el comienzo — con la letra pintoresca escrita por el compositor, pero —en modo alguno— mediatizada por la chabacanería o la vulgaridad. Al final, los magistrales floreos con la flauta refuerzan — ¡y de qué forma!— la interpretación, devenida única e irrepetible.

El ritmo contagioso de la orquesta Aragón tiene tal colorido que hace vibrar de emoción, no solo al bailador, sino también al espectador, que prefiere acariciar el intelecto y el espíritu con los números antológicos de la añeja, pero vitalísima agrupación charanguera. A uno y otro, los mantiene en vilo hasta que finalizan los acordes musicales de la pieza (danzón, chachachá, bolero, son, guaracha, joropo u otra más contemporáneas), que interpreta con excelencia artístico-profesional, que no admite ningún género de duda.

Cada músico de la Aragón (antigua o actual), sabe lo que tiene que hacer para llenar de buena música un teatro, las ondas radiales (Alegrías de Sobremesa, Discoteca Popular o Discoteca del Ayer; todos espacios estelares de la Onda de la Alegría), los estudios televisivos (donde se ven muy pocas veces), o un salón de baile, para impregnar de alegría y musicalidad la mente y el alma de sus fieles admiradores. 

No quisiera finalizar sin antes advertirle al lector que, cuando esa prestigiosa institución cultural, paradigma de la música popular cubana, incluye en su prolífico repertorio a los “clásicos” (El Bodeguero, Pare Cochero, La reina Isabel, Sabrosona, Nosotros, Arrímate pa’acá, entre otros que harían interminable esta crónica) es la misma orquesta Aragón de ayer, de hoy y de siempre.

Notas

[1] Dueñas Becerra, Jesús. Germán Pinelli: maestro de la locución iberoamericana. www.uneac.org.cu (Columna de Autor)

Jesús Dueñas Becerra - psicólogo, crítico y periodista
jesus@infomed.sld.cu
 

Publicado, originalmente, en la web de la Asociación de Cine, Radio y TV de la UNEAC http://www.uneac.org.cu/

 

Link: http://www.uneac.org.cu/index.php?module=columna_autor&act=columna_autor&id=229 
 

En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 12 de mayo de 2013


Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

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