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Literatura y periodismo: similitudes y diferencias
por Jesús Dueñas Becerra
jesus@infomed.sld.cu

 

“A la raíz va el hombre verdadero.

Radical no es más que eso: el que va a la raíz”.

José Martí

 

Hace algunos días leí, en la edición dominical del diario Juventud Rebelde, que las diferencias entre literatura y periodismo son cada vez más imprecisas, o mejor, se pierden en la noche de los tiempos o duermen el sueño eterno en la rodilla de los dioses; planteamiento con el que estoy completamente de acuerdo… siempre y cuando se acepte el hecho de que, desde la vertiente teórico-metodológica, esas valiosas herramientas de la comunicación humana tienen sus campos de acción muy bien definidos y delimitados.

Ahora bien, antes de explicar las similitudes y diferencias entre literatura y periodismo habría que referirse, desde el punto de vista conceptual, a los vocablos literatura, escritor, periodismo y periodista, y por último, fundirlos en cálido abrazo, porque, en la práctica (criterio de la verdad), integran una unidad indivisible.

Literatura es el “(…) término que designa un acto peculiar de la comunicación humana y que podría definirse (…) como arte de escribir, escritura, alfabeto, gramática, conjunto de obras literarias”. La palabra “(…) literatura deriva a su vez del latín litterae: letras, caracteres, escrito, obra literaria” y “es un arte cuyas manifestaciones (básicas) son las obras literarias, es decir, creaciones artísticas expresadas con palabras (…)” (© 1993-2003 Microsoft Corporation).

José Martí[1] estima que “(…) la literatura verdadera está en la observación de los tipos originales, y en la expresión fiel e intensa de lo que el autor ve dentro y fuera de sí, lo cual, más que con pluma, ha de escribirse con tijeras, para ir podando todo lo que sobre, y (dejar) cada idea en la frase en que salió más clara y feliz (…)”, porque “(…) la literatura no es más que la expresión y (la) forma de (…) vida de un pueblo, (donde) tanto su carácter espiritual, como las condiciones especiales de la naturaleza que influye en él (…), están como reflejados y embutidos”[2]. Con apoyo en esa línea de pensamiento, “(…) la literatura no es (…) más que expresión (…), forma y reflejo en palabras de la Naturaleza que nutre y del espíritu que anima al pueblo que la crea (…)”[3].

El escritor es quien cultiva el noble arte de escribir, que no es otra cosa que acariciar el intelecto y el espíritu del lector y a la vez aguijonearlo con infinidad de interrogantes que le acompañarán durante toda su vida, porque “(…) llevar solidez científica, solemnidad artística, majestad, y precisión arquitecturales a la Literatura, es la (sagrada) faena del que escribe”[4].

El Maestro compara a “los grandes escritores (con) las águilas cuando remontan vuelo”, porque “(…) únicamente alcanzan a divisarlas los de vista penetrante”…[5], pero “(…) cuando (esos ‘hacedores de sueños’) no escriben todos los días, usan más palabras (que) las necesarias: y el mérito mayor del estilo es no usar palabra que no sea indispensable, y así se (realza) toda la fuerza y (la) belleza de lo escrito”[6].

Para el fundador del periódico Patria, la prensa “(…) no puede ser, en estos tiempos de creación, mero vehículo de noticias, ni mera sierva de intereses, ni mero desahogo de la exuberante (…) imaginación”[7], porque el periodismo “(…) no es aprobación bondadosa o ira insultante, que no deja espacio a (la) libre emisión de (…) ideas; es proposición, estudio, examen y consejo”[8]

El poeta y ensayista Juan Marinello[9] percibe el periodismo como “(…) puente de información y entendimiento”, mientras que la escritora y periodista Mercedes Santos Moray[10], lo caracteriza como “(…) profesión que ha de conjugar sentimientos, percepciones, emociones e ideas (…)”, porque se sustenta en la justicia y la belleza…, y si se ejerce con amor y maestría nos sensibiliza para apreciar mejor ese sol del mundo moral que iluminó al Apóstol desde la cuna hasta su lamentable deceso en Dos Ríos[11].

Con base en esa inspiración martiana, Julio García Luis[12], decano de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de La Habana, advierte que el profesional de la prensa, “en tanto resumen de su tiempo, (es) una mujer u hombre (con) anchísimos horizontes, capaz de tratar los temas más diversos y de utilizar la lengua con belleza, emoción y un propósito siempre elevado”, porque, según Martí “no hay monarca como un periodista honrado”[13].

Ernesto Vera[14], figura emblemática de la prensa cubana, refiere que el periodista enaltece su profesión cuando describe “(…) los hechos (con precisión y los narra de) la más bella forma. O sea, la ética y la estética en unidad indisoluble de comunicación (…), capaz de elevar (al autor y al lector), de hacerlos mejores (personas) por más cultos”, mientras que el diplomático y periodista Carlos Lechuga[15] opina que el comunicador social “(…) debe (…) ser claro y ameno en lo que narra (o) reflexiona, pero también debe (…)” acariciar con su discurso ético-humanista la mente y el alma de la persona, para establecer esa relación “mágica” emisor-perceptor.

El periodismo es, en síntesis, una disciplina de la comunicación social, fundamentada en una sólida estructura teórico-metodológica, filosófico-ideológica y ético-humanista, y caracterizada, básicamente, por transmitir información íntegra y veraz, con objetividad científica e impecable profesionalidad[16], y el periodista, además de amar su profesión con todas las fuerzas de su ser y entregarse a su ético ejercicio en cuerpo, mente y alma, debe desempeñar tres funciones básicas: buscar la verdad, que no es otra que el ser humano en su contexto sociocultural; valorar al hombre por lo que es, no por lo que tiene, sabe o sirve; y llevar en el corazón un sueño de justicia y solidaridad, porque “sabe mirar a través del alma”[17] y “va en el bando de los que aman y fundan”[18].

La literatura y el periodismo tienen en común el hecho de que tanto una como el otro persiguen un objetivo fundamental: comunicarse con el perceptor; por ende, esas disciplinas han incorporado a su arsenal teórico-metodológico, que “comunicar es hacer partícipe al otro de algo que se sabe, (se siente) o se tiene, es descubrir (…), contagiar, transmitir, (sin olvidar que) la (verdadera) comunicación (…) posee la (facultad) de despertar en el otro el sentido de quién es y de contribuir a que se reconozca”[19], como lo que en realidad es: una persona única, especial, irrepetible, encantadora, que por ser quien es y como es merece amor y respeto a su inviolable dignidad humana.

Por otra parte, el escritor deviene experimentado psicólogo, porque, además de la organización interna que debe darle a la historia que narra, les “insufla” vida corporal, psíquica y espiritual a los personajes que intervienen en la trama y en las subtramas diseñadas por la ferviente imaginación del autor, quien no sólo crea “tipos psicológicos”, sino también “modelos sociológicos”. Al respecto, Carlos Marx declaró que había aprendido más Psicología y Sociología con la lectura de La Comedia Humana, de Honorato de Balzac, que en todos los manuales de esas disciplinas científico-humanistas.

La Psicología, como ciencia del espíritu[20], también está presente en la actividad periodística, pues la necesidad de comunicar es, en el profesional de la prensa, al igual que en el escritor, “(…) parte de su misma naturaleza (…), su razón de ser (…), la pasión de su personalidad y lo que determina su vocación”[21].

De acuerdo con ese sagaz planteamiento, la función básica desempeñada por el periodista es convertir en arte-ciencia el acto humano de comunicarse con el otro, porque cuando corre detrás de la noticia o del “palo” periodístico (genuina expresión de creatividad e iniciativa en nuestra profesión) o busca el lead o la pregunta adecuada en una entrevista, está haciendo uso de la inteligencia emocional
[22], que no es otra cosa que el arte de poner nuestras reacciones afectivas y emocionales en función de la optimización de la relación con el otro o no yo[23].

Si el profesional de la prensa y el escritor utilizan la inteligencia emocional como recurso efectivo para comunicarse con el perceptor, están incursionando consciente o inconscientemente en el campo de la ciencia psicológica. Por consiguiente, Psicología, Literatura y Periodismo
[24], [25] se interrelacionan entre sí y configuran, en la práctica, una unidad indisoluble.

No cabe la menor duda de que hay muchos otros puntos de tangencia entre literatura y periodismo…, pero no quiero agobiar al lector, sólo destacar aquellos aspectos que, según mi leal entender y sano juicio, facilitan la percepción objetivo-subjetiva de esas disciplinas como las dos caras de una misma moneda, máxime si el escritor es, a la vez, periodista o viceversa[26].

La literatura y el periodismo se diferencian, fundamentalmente, en cuanto a los géneros empleados por el escritor y el profesional de la prensa para comunicarse con el perceptor. No sé por qué curiosa asociación libre, mi memoria evoca una de las leyes fundamentales de la dialéctica marxista: la unidad y lucha de contrarios como motor impulsor del desarrollo cognoscitivo y espiritual de la humanidad. No obstante, en el caso que nos ocupa, literatura y periodismo son contrarios que se presuponen (que se necesitan, me atrevería a decir), pero no irreconciliables, como serían, por ejemplo, la burguesía y el proletariado en el seno de la sociedad capitalista neoliberal.  

Los géneros literarios[27] y periodísticos[28] tienen sus particularidades y especificidades, así como reglas y códigos que el escritor y el periodista deben respetar…, pero no convertir en una camisa de fuerza que frene la creatividad, la iniciativa y la exaltación yoica, generadas por el recto ejercicio de esas profesiones (fuentes inagotables de humanismo y espiritualidad),  porque para un genuino comunicador escribir es vivir, es respirar, es dar lo mejor de sí a cambio de ningún estímulo material o moral, es, sencillamente, el placer de servir.

Esos paradigmas literarios y periodísticos tienen sus diferencias en dependencia del medio utilizado para su concreción: no es lo mismo escribir una novela para la radio o la televisión que para la imprenta; en cualesquiera de esos casos, el escritor debe ajustarse a las características específicas de esos medios de comunicación social y adaptar su discurso al lenguaje y los códigos empleados por cada uno de ellos, para que el mensaje ético-humanista que transmite la obra de arte llegue al perceptor y pueda descifrarlo para su disfrute estético, intelectual y espiritual.

En la praxis periodística sucede algo parecido: la gran prensa (plana, radial, televisiva o digital) es el vehículo idóneo de que dispone el comunicador para reflejar nuestra realidad política, social, científico-técnica y cultural y describirla de forma tal, que estimule la inteligencia y alimente el alma del perceptor, y en consecuencia, lo invite a crecer… desde todo punto de vista.

Estoy absolutamente convencido de que esa y no otra es la función desempeñada por la literatura y la prensa en un país que desde hace casi medio siglo aspira a vivir en un mundo mejor, presidido por el amor, la paz y la solidaridad entre los hombres.

Por último, suscribo el criterio de que las diferencias entre literatura y periodismo son más ficción que realidad, porque esas disciplinas, al igual que la ciencia y la técnica, ocupan un sitio común en el componente espiritual del inconsciente freudiano,[29],[30] donde habitan el Adolfo Hitler y la Madre Teresa de Calcuta, que separados por una línea imaginaria todo ser humano lleva dentro de sí…, pero estoy seguro de que la luz que irradia la Madre Teresa es la que ilumina el fecundo quehacer profesional de esos soldados del intelecto y el espíritu.                

CITAS Y REFERENCIAS

[1] Jorge Sergio Batlle. José Martí: aforismos. La Habana: Editorial Centro de Estudios Martianos, 2004: p. 232.

[2] Idem.

[3] Idem.

[4] Idem.

[5] Idem.

[6] Idem.

[7] Ibidem: p. 326.

[8] Ibidem: p. 325.

[9] Juan Marinello. Citado por Ciro Bianchi Ross. En: “Alejo”. Juventud Rebelde (La Habana). 2004; 2192: p. 9 (crónica dominical).

[10] Mercedes Santos Moray. “Crónicas de Nuestra América”. Trabajadores (La Habana). 2002; 32 (7): p. 11 (cultura).

[11] Jesús Dueñas Becerra. “José Martí: cuatro facetas de su personalidad”. En: Ivette Fuentes de la Paz (Ed). José Martí en el sol de su mundo moral. La Habana: Ediciones Vivarium, 2004: p. 71-6.

[12] Julio García Luis. Citado por Rosa Rodríguez y María de las Nieves Galá. En: “Para vivir en la pasión de la verdad”. Tribuna de La Habana. 2002; XXII (10): p. 4. (Entrevista a Julio García Luis, decano de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de La Habana).

[13] J.S. Batlle. José Martí… Ob. Cit. (1): p. 306.

[14] Ernesto Vera. “Glosas martianas”. Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (La Habana). 2004; 94 (1-2): p. 169 (palabras de presentación).

[15] Carlos Lechuga. Citado por Anett Ríos Jáuregui. En: “Siempre me he sentido más periodista que diplomático”. Granma (La Habana). 2005; 41 (110): p. 3 (nacionales) (Entrevista a Carlos Lechuga, ilustre diplomático y periodista cubano).

[16] Jesús Dueñas Becerra. “Psicología y Periodismo”. Revista Cubana de Psicología (La Habana). 2002; 19 (2): pp. 160-3.

[17] Gabriel Molina. Citado por Félix López. En: “Vivir en el pueblo y ver las casas”. Granma (La Habana). 2001; 37 (125): p. 3 (nacionales) (Entrevista a Gabriel Molina, Premio Nacional de Periodismo José Martí 2000).

[18] J.S. Batlle. José Martí... Ob. Cit. (1): p. 188.

[19] I. Reinoso. “La cultura es nuestra memoria“. Juventud Rebelde (La Habana). 2002; 1502: p. 10 (cultura).

[20] Diego González Serra. Martí y la ciencia del espíritu. La Habana: Editorial Si-Mar, 1999.

[21] Gelasio Ortiz Columbié. Psicología aplicada al periodismo. La Habana: Publicaciones Cultural, S.A., 1950: p. 32.

[22] David Goleman. Inteligencia emocional. Barcelona: Editorial Kairós, 1996.

[23] Jesús Dueñas Becerra. “Inteligencia, inteligencia emocional y espiritualidad. Una reflexión desde la Psicología Humanista”. Revista Cubana de Psicología (La Habana). 2003 (Supl. 1): pp. 54-6.

[24] Dueñas Becerra. “Psicología y…”. Ob. Cit. (15).

[25] Ortiz Columbié. Psicología aplicada… Ob. Cit. (20).

[26] Véase: Isabel Moya Ricardo. “Diatriba contra el olvido. Breves apuntes desde la inconformidad”. Mujeres (La Habana). 2005: 2: p. 87-92 (elogio a la eminente escritora y periodista caribeña Loló de la Torriente); Pedro de la Hoz. “Suardiaz en la pelea”. Granma (La Habana). 2003; 39 (69): p. 6 (culturales) (entrevista a Luis Suardiaz, Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro 2003); y Sonia Sánchez. “Yo también soy periodista…, pero con matices más melancólicos”. Granma (La Habana). 2005; 41 (213): p. 6 (culturales) (intervención especial de Miguel Barnet en el acto por el aniversario 40 de la fundación del diario Granma).

[27] Evelio Tellería Toca. Diccionario periodístico. Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 1986: pp. 84-5.

[28] Universidad para Todos. Seminario de Técnicas Narrativas. La Habana: Editorial Juventud Rebelde, 2000.

[29] Sigmund Freud. Obras Completas. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, 1948 (tres tomos).

[30] Octavio Mannoni. Freud. El descubrimiento del inconsciente. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1984.

Jesús Dueñas Becerra - psicólogo, crítico y periodista
jesus@infomed.sld.cu
 

Publicado, originalmente, en la web de la Asociación de Cine, Radio y TV de la UNEAC http://www.uneac.org.cu/ (Noticias)

 

En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 21 de mayo de 2013


Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

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