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La crítica sin la ética nula es |
Esa frase paradigmática del doctor José Orlando Suárez Tajonera, profesor emérito del capitalino Instituto Superior de Arte (ISA) fue la principal motivación para reflexionar acerca de los fundamentos éticos en los que se estructura el ejercicio del criterio. Ahora bien, no es posible, en modo alguno, referirse a la íntima y estrecha relación crítica-ética sin antes definir -desde la vertiente conceptual- dichos vocablos. Para José Martí, “[…] criticar no es morder […], no es consagrarse impíamente a escudriñar con miradas avaras en la obra bella [edificada por el otro o no yo] los lunares y manchas que la afean; es señalar con noble intento el lunar negro, y desvanecer con mano piadosa la sombra que [la] oscurece […][1], porque, para el Apóstol, “[…] criticar es amar”[2]. Por ende, “[…] el crítico debe ver y deducir; […] analizar, presumir, explicar […]”[3], pero no atacar con saña a quienes son objeto y sujeto de la crítica, y por consiguiente, le facilitan el ejercicio de ese soberano derecho, que lo obliga moralmente a “[…] ser hombre de peso, capaz de fallar contra sí propio, y obligado a hablarnos, como todo hombre digno de tener la pluma [y hacer buen uso de ella], sin una sola palabra más de las que necesita expresar su pensamiento [y su espíritu]”.[4] Según la doctora Ivette Fuentes de la Paz, investigadora titular del Instituto de Literatura y Lingüística, la labor del “[…] crítico nos permite aprehender [cualquier manifestación artística] por el prisma del gusto [estético] que, a partir del conocimiento y el entendimiento de razones, causas y porqués, nos hace penetrar por arcanos que quizás, sin ese puente generosamente tendido, saltaríamos olvidado en su misterio”.[5] La destacada crítica y ensayista advierte que esa “[…] función de ‘intérprete’ de códigos y signos que se vuelven, gracias a la mediación crítica, en compuertas que se abren a nuestra apreciación, no debe confundirse con una suplantación del exquisito proceso de apropiación del hecho artístico por el espectador como acto individual, pero evidentemente que, como quien mira el escenario con prismáticos, el crítico nos dirige con su juicio -su también ‘otra’ apreciación individual- a entretejer esa madeja de elementos que [configuran] la urdimbre artística y que, a veces, para el neófito, escapan sin ofrecer su más íntima y maravillosa esencia”.[6] Así las cosas, la doctora Ivette Fuentes de la Paz percibe al crítico como “[…] un catalizador del ‘ritmo de movilidad’ -para decirlo con palabras del esteta José Vasconcelos- que caracteriza el espíritu y que, al transmitir la emoción sentida, que es esencialmente movimiento, engarza una cadena que [gradual y] progresivamente irá elevando la emoción que encuentra […]; ‘emoción estética’ que, para Jorge Mañach fuera ‘sutil manera de angustia’, es la misteriosa repercusión, como el eco de una primera voz, que presta el crítico en su aportador juicio”.[7] Desde las páginas del diario Nuevo País[8], publicación periódica que circuló en la carpenteriana Ciudad de las Columnas a principios del pasado siglo, el abogado y periodista Mariano Aramburu y Machado[9] reseña los principios básicos en los que se sustenta el ejercicio del criterio; y entre otras cosas, destaca que el crítico “[…] necesita, primordialmente, suficiencia técnica y moral profesional”[10], porque la crítica es […] ministerio social de augusta importancia que enseña y educa, y para [desempeñar esa noble] función […] se necesita ciencia, [arte] y amor al bien […]”[11]. Pero, “[…] ¿cómo ha de practicarse el respeto a ese excelso patrimonio”, pregunta el también profesor y diplomático cubano, y afirma: “[…] por lo que hace al honor profesional, [reconocer, declarar, pregonar] los méritos reales […] de cuantos [se] destaquen entre [los demás] o atraigan por sus perfecciones intelectuales y morales la atención pública: [hacer] siempre cabal justicia, aun a nuestro mayor enemigo […]; mientras que el regateo y la minoración alevosos, dictados por [el resentimiento u otras bajas pasiones que crecen ‘silvestres’ en el componente instintivo del inconsciente freudiano] dañan al prójimo defraudado y perjudican también al público […]”[12], ya que el ejercicio ético de la crítica contribuye “[…] a mejorar lo mejorable [vigorizar] lo beneficioso y [encauzar] el querer social por la vía del […] desarrollo en todos los órdenes de la vida”.[13] De acuerdo con esa vigente línea de pensamiento, el ejercicio del criterio, en cualesquiera de sus especialidades y especializaciones, le exige al crítico calzar su trabajo con un ineludible referente ético. La Ética, cuya raíz etimológica procede del griego ethica, “[…] es la disciplina filosófica que tiene por objeto el estudio de los juicios de valor cuando se aplican a la distinción entre el bien y el mal”[14] y se define como una ciencia normativa, porque se ocupa de las normas morales (no moralizantes) que regulan la conducta humana[15]. La ética es una actitud ante la vida; actitud que en tanto mediatiza el comportamiento del hombre, está implícita en todas y cada una de sus decisiones libres y soberanas[16]. Sin la ética, el ejercicio del criterio no alcanzaría su fin educativo-informativo, ya que, lejos de formar valores (su verdadera razón de ser), generaría irritación en aquellos que sufren las “heridas” psicológicas y espirituales que les inflige la crítica mordaz y despiadada; por otra parte, perdería la “magia poética” que rodea a esa “otra” realidad creada por el arte en la mente y en el alma del artista, el crítico y el espectador[17]. Veamos algunos ejemplos que he encontrado en la prensa local y que ilustran dicha afirmación: “la bailarina […] no está preparada técnicamente para interpretar el personaje tal”; “los actores que integraron el elenco artístico de más cual teleserie no sabían ni siquiera pararse delante de una cámara de televisión”; “la directora […] y la guionista […] hicieron una chapucería, mientras que las actrices […] se comportaron como escolares de primaria”; o el actor […] está fuera de personaje […] como perdido en el escenario”. Y muchos más…, pero no vale la pena seguir emborronando cuartillas, porque “[…] hay verdades tan evidentes que tratar de demostrarlas es un insulto a la razón”[18]. Ahora yo me pregunto y le pregunto a usted, estimado lector, ¿pueden tales señalamientos críticos (¿?) ayudar al artista a valorar con objetividad su desempeño en determinado contexto coreográfico o dramatúrgico, y en consecuencia, ayudarlo a crecer desde los puntos de vista artístico, humano y espiritual?
No voy a cuestionar -nada más lejos de la realidad ni de mi verdadera intención- el derecho irrestricto de esos colegas a expresar libremente sus criterios acerca de una función de ballet, un espacio televisivo o una obra teatral… Me parece oportuno citar aquí la esclarecedora respuesta dada por el doctor Suárez Tajonera[19], Premio Nacional de Enseñanza Artística 2007, a una pregunta que le formulé al respecto: “[…] un crítico […] para que […] su labor [pueda cumplir] los objetivos esenciales del ejercicio del criterio [debe] estar animado en todo -y [ante] todo- por el amor [y la eticidad], que es lo que le permite ser un humano único e irrepetible, así como poseer sólida preparación técnico-general (incluida la filosofía), conocimiento ancho y lejano de las artes que critica y tener en su haber profundos conocimientos sobre la martiana ciencia del espíritu, para que pueda ayudar no sólo al artista, sino también al público”[20]. Por último, invito a mis colegas a re-descubrir el legado ético, intelectual y espiritual que nos dejara el doctor Salvador Bueno[21] a quienes ejercemos la crítica artístico-literaria. Para el ex Presidente de la Academia Cubana de la Lengua, “[…] la misión de un crítico es […] transmitirle al receptor un mensaje claro y preciso; ser honesto consigo mismo y con el otro o no yo… cuando lo que escribe es expresión genuina de su forma de pensar y sentir el hecho artístico-cultural que valora desde una óptica objetivo-subjetiva, sin transgredir los principios ético-humanistas sobre los cuales se estructura el ejercicio del criterio […]”[22]. Según el ilustre profesor, investigador y periodista, quienes nos dedicamos a la crítica artístico-literaria debemos “[…] ser [personas] muy sensibles y tolerantes […]. No obstante, y esto es quizás un defecto, yo no escribo de lo que no me gusta. Cuando algo definitivamente no me gusta, lo que hago es callarme la boca”[23]. Esa sencilla “confesión” -fiel reflejo de la carismática personalidad del doctor Salvador Bueno- es la mejor clase de ética que un crítico puede recibir… NOTAS [1] Martí, José. Citado por Jorge Sergio Batlle. José Martí: aforismos. La Habana: Centro de Estudios Martianos, 2004: p. 87. [2] Idem. [3] Idem. [4] Ibídem: p. 86. [5] Fuentes de la Paz, Ivette. “A modo de presentación”, en Jesús Dueñas Becerra. La danza vista por un crítico teatral. Arte danzario y periodismo cultural. La Habana: Ediciones Vivarium, 2006: p. 5 [6] Idem. [7] Idem. [8] Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba. Diccionario de la literatura cubana. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1984: p. 1033-1035, tomo II. [9] Ibídem: pp. 60-61, tomo I. [10] Aramburu y Machado, Mariano. Citado por Jesús Dueñas Becerra, en La danza vista por un crítico teatral… Ob. Cit. (5): p. 15. [11] Idem. [12] Idem. [13] Idem. [14] “Ética”, en Enciclopedia Encarta (versión electrónica de 2008). Microsoft Corporation. [15] García, Marciano. Ética. Santo Domingo, RD.: Editorial Universidad Católica de Santo Domingo, 1998: pp. 1-2 (monografía). [16] Dueñas Becerra, Jesús. “Psicología y Ética en función de la atención al paciente”. Bioética. 4 (4): pp. 14-16; 2004. [17] Dueñas Becerra, Jesús. “Psicología y Ballet: una reflexión histórico-filosófica”. LIBRÍNSULA. 4 (180); 15 de junio de 2007 www.librinsula.bnjm.cu [18] Brandon, Marlon. Citado por Rolando Pérez Betancourt, en “Marlon Brandon en pos del tiempo”. Granma. 40 (159); 3 de julio de 2004: p. 6 (culturales). [19] Dueñas Becerra, Jesús. “Una vida consagrada a la enseñanza artística. Entrevista al doctor José O. Suárez Tajonera”. LIBRÍNSULA. 4 (182); 29 de junio de 2007 www.librinsula.bnjm.cu [20] Suárez Tajonera, José O. Citado por J. Dueñas Becerra. Idem. [21] Dueñas Becerra, Jesús. “Salvador Bueno: crítico mayor”. Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. 98 (3-4); 2007: pp. 191-193. [22] Idem. [23] Bueno, Salvador. Citado por Yuris Nórido, en “El trabajo gustoso no es trabajo”. Trabajadores. 32 (7); 10 de enero de 2002: p. 6 (Entrevista al profesor, periodista e investigador Salvador Bueno). |
Jesús Dueñas Becerra - psicólogo, crítico y
periodista
jesus@infomed.sld.cu
Publicado, originalmente, en la web de la Asociación de Cine, Radio y TV de la UNEAC http://www.uneac.org.cu/ (Noticias)
En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 21 de mayo de 2013
Autorizado por el autor, al cual agradecemos.
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