El Ballet Nacional de Cuba (BNC), que dirige la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso, miembro de honor del Consejo Internacional de la Danza, llevó a la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso el ballet La Cenicienta,  una de las obras más aplaudidas y divertidas del repertorio clásico de la emblemática compañía, tan cubana como universal.

La Cenicienta es un ballet estructurado en dos actos y cuatro escenas, con coreografía de Pedro Consuegra, quien se inspirara en el cuento homónimo de Charles Perrault, música del maestro Johann Strauss (hijo), y diseños del artista Armin Heineman.

En dichas funciones, desempeñan los papeles principales bisoños bailarines, quienes comparten escena con las figuras insignia de una de las mejores agrupaciones danzarías del orbe.

La primera bailarina Grettel Morejón, Rafael Quenedit, Bárbara Fabelo (estos dos últimos debutan en los papeles protagónicos). La bailarina principal Ginett Moncho, Adrián Sánchez y Chavela Riera les prestan pie y alma a los personajes de Greta, Gustavo y el Hada Rava, respectivamente, al igual que Chanell Cabrera y Yankiel Vázquez, junto a la joven Bárbara Fabelo, quien  repite el papel del Hada.

Para cerrar con broche de oro esa temporada de La Cenicienta, en la función dominical los papeles protagónicos fueron interpretados magistralmente por los primeros bailarines Viengsay Valdés y Dani Hernández, juntamente con Claudia García, quien debuta en el Hada Rava.

Leontine, la malvada madrasta, la representaron el primer bailarín Ernesto Díaz y Yansiel Pujada, quien se estrena en ese hilarante personaje, que pone a prueba al danzante que lo interpreta, precisamente por las singulares condiciones histriónicas que le exige.

Ernesto Díaz, con la experiencia que ha alcanzado en la praxis danzaria, y que lo caracteriza en las tablas, y Yansiel Pujada, con la juventud y el talento que lo identifican en el proscenio, hicieron de Leontine el punto focal o eje central de dicho divertimento.

Desde su estreno en 1996, La Cenicienta ha obtenido muy buenas críticas por parte de la prensa especializada, ya que la excelencia artístico-profesional que singulariza a los intérpretes, tanto a los consagrados como a los noveles, está condicionada —fundamentalmente— no solo por el dominio de la técnica académica y la interpretación teatral (dos caras de la misma moneda), sino también por la bien dosificada utilización de los recursos expresivos e histriónicos que demanda esa puesta en escena, la cual busca producir en los amantes del arte de las puntas un efecto alegre y entretenido. En opinión de este cronista, lo ha conseguido con creces.

Ahora bien, el “secreto” es muy simple: con apoyo en los movimientos corporales, cuyas vibraciones musculares los bailarines intelectualizan y espiritualizan para insuflarles “vida” en las tablas a los personajes que intervienen en La Cenicienta, los integrantes del BNC han hecho de esa joya del arte danzario una puesta única e irrepetible.   

Este relato coreográfico-dramatúrgico tiene un carácter infanto-juvenil por excelencia, propio de los “cuentos de hadas”; por ende, el artista Pedro Consuegra y el elenco que participara en esa obra, han querido colocar sobre el escenario la historia tal cual es, con una coreografía sencilla, sin ningún tipo de complejidad, y sobre todo, accesible a los pequeños príncipes, mientras el epílogo deviene un divertimento al estilo de los grandes ballets clásicos y un pas de deux atrevido, radiante y elaborado con impecable exquisitez para que Viengsay Valdés y Dani Hernández —por solo citar un ejemplo, pero hay muchos más— desplegaran las inimitables condiciones técnico-interpretativas y la indiscutible profesionalidad que, en el campo del ballet clásico, los singularizan en cualquier plaza nacional o foránea.