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Fernando Pérez: todo cubano lleva a Martí en lo más íntimo de su ser
por Jesús Dueñas Becerra
jesus@infomed.sld.cu

 
 
 

Para conmemorar dignamente el aniversario 160 del natalicio de José Julián Martí Pérez (1853-1895), decidí conversar con el maestro Fernando Pérez (La Habana, 1947) acerca de la niñez y la adolescencia del Apóstol. Etapas de su vida poco conocidas, que reflejara —con afecto y respeto ternísimos— en el multilaureado filme "José Martí: el ojo del canario".

Lo conocí personalmente en la capitalina Fragua Martiana; coyuntura ideal que aproveché para intercambiar con él algunos puntos de vista acerca de ese multipremiado largometraje.

Antes de iniciar este enriquecedor diálogo, el distinguido miembro de la Asociación de Medios Audiovisuales y Radio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), precisó:

 

"Si bien yo estudié Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad de La Habana, el cine es una de mis grandes realizaciones profesionales, humanas y espirituales. Y al que me he dedicado en cuerpo, mente y alma desde mi juventud, porque es la manifestación artística que —hasta hoy— me ha permitido escribir mi propia leyenda personal".

Cuando indagué acerca de la clasificación genérica de dicho largometraje, mi interlocutor precisó:

"’José Martí…’ no es —en modo alguno— una biografía del más universal de los cubanos, mientras que lo del ojo del canario es un símbolo, que dejo a la interpretación libre de los espectadores y los críticos cinematográficos.

"Es solo una ficción basada en hechos reales que configuraron el proceso de formación y consolidación de la multifacética personalidad del fundador del periódico ‘Patria’, así como su extraordinaria sensibilidad humana y poético-literaria. Llevé a la pantalla grande, el entorno sociofamiliar del joven José Julián entre los 9 y los 17 años de edad.

"Diseñé la personalidad de don Mariano y de doña Leonor, con apoyo en virtudes, defectos, debilidades, inconsistencias y necesidades, como seres humanos que eran, así como las relaciones filiales que establecieron con su primogénito. Y que se sustentaban — fundamentalmente— en el amor, representado por la figura materna, y en el respeto, simbolizado por la figura paterna".

El ilustre realizador del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), describió —con breves pinceladas— cómo

"Caractericé —desde el punto de vista psicológico— a los compañeros de estudio del superdotado joven […], y reseñé las cualidades patrióticas, éticas, humanas y espirituales que los identificaran en el medio socio-natural donde se desarrollaran.

"Por otra parte, habría que destacar la repercusión que produjo en el público la vista oral seguida por infidencia contra él y sus compañeros. Así como la honda impresión que generó en el hijo del recto militar español el negro Tomás y el desembarco de esclavos en las costas cubanas".

Entre otros temas medulares, Fernando Pérez hizo alusión a dos hechos significativos:

"La percepción de los espectadores acerca de las escenas utilizadas para destacar —sin texto alguno— pasajes esenciales de la vida del bisoño discípulo del maestro y poeta, don José María Mendive (1821-1886).

"Y, además, cómo presenté a ese niño y adolescente encantador, dotado de una privilegiada inteligencia global y emocional, y armado —a tan corta edad— de profundas convicciones patrióticas y ético-humanistas".

Acto seguido, mi interlocutor me reveló que "en el proceso de filmación y rodaje de esa cinta, descubrí el pedazo de Martí que todo cubano de buena sangre y buen corazón (esté donde esté) lleva en lo más íntimo de su ser".

Por último, narró —con no disimilada emoción— algunas anécdotas inolvidables, que quedaron registradas, tanto en su archivo mnémico, como en el componente espiritual del inconsciente freudiano, donde reside la verdadera belleza humana:

"Una tarde que paseaba por las calles de la Ciudad de las Columnas descubrí, por casualidad, al hombre que le prestaría piel y alma al negro Tomás (lamentablemente fallecido antes de culminar la filmación de la película). Me le acerqué y le pedí que colaborara conmigo en ese proyecto estético-artístico; solicitud que el interpelado aceptó sin exigir nada a cambio, así como la vocación que me manifestara por la actuación. ‘Un sueño hecho realidad […] cuando menos lo esperaba’, según me confesó en aquel encuentro [¿casual?].

"En pleno proceso de creación emergió a la superficie la parte de mi yo niño-adolescente, que se conserva sana y salva, y que mucho me aportó a la construcción de la personalidad en proceso de formación y consolidación del joven Martí.

"Con una visión mucho más amplia de la martiana ciencia del espíritu, tuve que estudiar las leyes, categorías y principios en que se estructura la psicología infanto-juvenil. Concepciones teórico-metodológicas y prácticas que tuviera muy en cuenta a la hora de seleccionar a los bisoños actores que le darían vida en el set de filmación a aquel niño y adolescente, que se convertiría en el poeta mayor de la patria grande latinoamericana".

Entre otros indicadores personográficos, mencionó:

"La sencillez, la nobleza y grandeza de alma, la humildad, la sensibilidad, la naturalidad en el decir y en el hacer, la timidez, propia de esa edad privilegiada de la vida humana, y el temor, pero no miedo. Y por encima de todo, que fueran ellos mismos y no el personaje que representaban, para que su inmensa estatura no los agobiara o inquietara durante el proceso de filmación", concluyó.

Jesús Dueñas Becerra - psicólogo, crítico y periodista
jesus@infomed.sld.cu
 

Publicado, originalmente, en la web de la Radio Progreso http://www.radioprogreso.icrt.cu/

 

Link: http://www.radioprogreso.icrt.cu/citarte/01050512.html  - La Habana, 24 de enero de 2013
 

En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 10 de mayo de 2013


Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

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