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Félix Varela; precursor de la psicología ético-humanistas
por Dr. José Dueñas Becerra

jesus@infomed.sld.cu

 

Este artículo tiene como objetivo indagar en una faceta poco explorada de la carismática personalidad del presbítero Félix Varela y Morales (1788-1853), quien junto a José Martí (1853-1895) y don Enrique José Varona  (1849-1933) es uno de los padres fundadores de la psicología cubana[1].

Esa decisión responde -básicamente- a factores de índole cognitivo-afectiva: para la psicología con enfoque ético-humanista, la conducta del soberano de la creación tiene dos motivaciones fundamentales:

Una superficial, que se advierte a simple vista (colaborar con la publicación insignia de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, donde se publicó originalmente este artículo), y otra profunda, que muy pocos perciben, y que nace, crece y se consolida en el componente espiritual del inconsciente freudiano: el amor y el respeto ternísimos que, al decir del Apóstol, me inspira la egregia figura de ese hombre excepcional, para quien no existe -al menos en nuestra lengua materna- elogio digno de él.

Félix Varela

No obstante, roedores del intelecto y el talento ajenos -que los hay en todas las épocas y en todos los tiempos- trataron de escamotearle a Varela el título de primer psicólogo cubano e incurrieron en algunos errores acerca de la aparente contradicción entre ciencia y fe[2],  que -según sus detractores-existía en el mundo interior del santo sacerdote. Criterios que distorsionaban el pensamiento científico vareliano y que generaron, en mi intelecto y en mi espíritu, la acuciosa necesidad de enmendarles la plana (expresión utilizada con frecuencia en el argot periodístico).

En respuesta a esa tergiversada interpretación, acepté el hecho de que Varela conoció y divulgó la obra de ilustres pensadores europeos, y que formuló severas críticas a la tesis de la reflexión o experiencia interna sustentada por John Locke (1632-1704). Juicios emitidos desde posiciones eminentemente filosóficas y no psicológicas, por la sencilla razón de que, en la primera mitad del siglo XIX, la psicología aún no se había independizado de la scio mater y hasta 1879 no rompería el vínculo filial que la unía a la filosofía.

Por lo tanto, el padre Varela no hizo aporte teórico-conceptual alguno al desarrollo de la ciencia psicológica en nuestro país, pero, con el genio y el ingenio que caracterizaran su pensamiento creador e innovador, supo poner la práctica psicológica, derivada del ejercicio de su ministerio pastoral (del que nunca se apartó), y de su experiencia pedagógica, en función de la espiritualidad cristiana, la educación y la labor periodística, (como se explicará más adelante).

A propósito, alrededor de la religiosidad y la espiritualidad del padre Varela se percibe, en los planteamientos críticos enunciados, un silencio sepulcral, que solo es roto para señalar aparentes antagonismos entre su pensamiento teológico y científico, que únicamente existían en las circunvoluciones cerebrales de quienes -de forma consciente o no- descontextualizan a nuestros grandes hombres y pretenden ocultar la verdad histórica, con lo que olvidan una antológica frase vareliana: «la mentira puede durar años; la verdad la rebasa en un instante»[3].

A tono con esa línea de pensamiento, se sostiene que el padre Varela se «enfrentó», en materia de filosofía y ciencia, a los Santos Padres de la Iglesia. Si bien es cierto que combatió el escolasticismo como método, ya que constituía un freno para el desarrollo consecuente de la filosofía, la ciencia y la pedagogía, en modo alguno atacó, ni siquiera puso en duda (algo que es perfectamente comprensible en un creyente, sea sacerdote o laico), los principios fundamentales de la fe cristiana, tan arraigados en su mente y en su alma, y además, razón de ser de una vida consagrada a Dios, a la Patria, a la educación y al ejercicio del periodismo revolucionario. En síntesis, Varela siempre fue fiel a su formación teológico-cristiana.

En consecuencia, su actitud y comportamiento eran coherentes con el credo religioso que profesaba y las posiciones humanísticas que adoptara, pues el hecho de que defendiera con ardor el carácter objetivo, práctico y experimental de la ciencia y la técnica, no quiere decir que abrazara -necesariamente- la filosofía materialista de aquel entonces, y muchísimo menos que negara o renunciara a la fe católica.

Los genios como Varela y Martí no caben en ningún encasillamiento ideológico, ya que su preclaro pensamiento es libre como el viento y el vuelo de las aves; y su connotación, repercusión y alcance son universales, y por consiguiente, patrimonio no de un pueblo, sino de toda la humanidad.

Veamos, ahora, los criterios objetivo-subjetivos en que descansa mi réplica a las posiciones seudointelectuales que sustentaran los detractores de ese cubano entero (como lo califica -con afecto y respeto ternísimos- el poeta mayor de la patria grande latinoamericana):

En la época en que el padre Félix Varela ocupa la cátedra de Filosofía en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, claustro materno de ciencia, conciencia, ética, patriotismo, cultura, humanismo y espiritualidad, la Psicología no había logrado independizarse de esa rama del conocimiento humano, cuya fundamentación conceptual se sustentaba en las teorías aristotélicas, las cuales desempeñaran una función básica en el contexto de la enseñanza de la ciencia que estudia las leyes más generales que intervinculan la naturaleza, la sociedad y el pensamiento humano, tanto en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, como en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana.

Así las cosas, no cabe duda alguna de que el padre Varela llega al conocimiento de la Psicología por dos vías fundamentales: la Filosofía  y la Pedagogía. Y si bien es cierto que, en aquel entonces, la disciplina que nos ocupa no había roto el «cordón umbilical» que la unía a la scio mater, la aguda inteligencia del «más sabio y virtuoso de los cubanos»[4] comprende -con meridiana claridad- tres hechos esenciales: el conocimiento psicológico debía estar en función de la espiritualidad cristiana, de la educación; criterio sintetizado en su antológica frase «el que enseña y el que aprende sólo son compañeros, el verdadero maestro del hombre es la naturaleza […]»,[5] y del ejercicio periodístico. Las Cartas a Elpidio, por ejemplo, devienen un tratado de ética periodística, y además, lecciones magistrales de psicología infanto-juvenil con marcado enfoque humanista.

Por otra parte, el padre Varela advierte -con la sagacidad que distingue su pensamiento creador e innovador- la íntima y estrecha relación entre Psicología y Espiritualidad, así como entre Psicología y Pedagogía.

He ahí, el antecedente de que, después del aborto republicano de 1902, la Psicología fuera incluida como asignatura en el diseño curricular de la Escuela Normal para Maestros y en los institutos de segunda enseñanza (hoy pre-universitarios), así como en el de las carreras universitarias de Pedagogía, Derecho y Filosofía y Letras, y fuera fundada, en 1946, la carrera de Psicología en la Universidad Católica de Villanueva, y en 1956, en la Universidad Masónica José Martí; instituciones educacionales privadas, que desaparecieron en 1961 como consecuencia de la Ley de Nacionalización de la Enseñanza, dictada por el Gobierno Revolucionario cubano.

El concepto de educación elaborado por el padre Varela: «mostrar alternativas, caminos u opciones diferentes, para que el alumno decida cuáles ha de elegir»[6]; la premisa metodológica de que «lo más interesante para el maestro debe ser enseñar al hombre a pensar desde sus primeros años, o mejor dicho, quitarle los obstáculos que le impiden pensar por sí mismo»[7]; y los consejos dirigidos a la juventud y al magisterio, y recogidos en sus Cartas a Elpidio, son pruebas fehacientes de que el padre Varela fue capaz de fundamentar, no desde la vertiente teórico-conceptual, pero sí desde la práctica psicológica, su fecundo quehacer docente-educativo, y a la vez, desbrozar el camino que luego transitarían sus más fieles discípulos; albacea testamentaria de la herencia intelectual y espiritual que legara a la humanidad uno de nuestros más insignes educadores.

Con apoyo en dichas concepciones teórico-metodológicas, la doctora Nancy Luis Fernández, profesora titular de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Félix Varela de Villa Clara, opina que es requisito indispensable « […] penetrar en las esencias humanistas […] del magisterio vareliano, ese amplísimo conjunto de lecciones [éticas] que nos puede guiar en no pocas etapas de la vida, y del que todavía tenemos mucho que aprender»[8].

De acuerdo con los elementos de juicio desde los cuales esbozara la función relevante desempeñada por el esclarecido patriota en el contexto de la psicología cubana, he llegado a la conclusión de que la ciencia que nos ocupa puso a disposición del padre Varela un valioso instrumento, que le permitió descubrir -entre otras cosas- que la palanca que mueve el mundo es el amor y no el odio; la verdad y no la mentira; la justicia y no la injusticia; la bondad y no la maldad.

Desde esas posiciones, coherentes con su sólida formación cristiana y humanística, y reveladoras per se de la verdadera esencia humana, luchó sin tregua ni descanso por la libertad de Cuba y educó en el amor a Dios y a la Patria a generaciones de cubanos de buena sangre y buen corazón.

Para el doctor Armando Hart Dávalos, director de la Oficina del Programa Martiano, en Varela, al igual que en Varona, « […] la forma científica [descansa en] el cimiento ético [sobre el que se estructura, mientras que en el prelado cubano] está presente un pensamiento humanista […] de valor universal, en el cual se articulan corrientes diversas, [expresión] de una identidad que [le] sirve de sustento […]» a la praxis pedagógica y psicológica desarrollada en las aulas del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, y edificada en « […] la transformación ética del hombre a partir del desarrollo [de sus capacidades cognoscitivas, humanas y espirituales, a través] de la educación, la ciencia y la cultura»[9].

Una prueba fehaciente del humanismo vareliano la hallamos en sus aforismos filosóficos: «[…] mi máxima es pensar bien de los hombres»;  por lo tanto, «yo no he hecho más que procurar que […] se conozcan mutuamente [así como] su situación, para que en un caso que por naturaleza es inevitable [el estallido revolucionario y la abolición de la esclavitud], se calmen las pasiones, se impidan los desastres, y saque el país inmensas ventajas, que hagan felices a sus actuales habitantes, y a sus futuras generaciones […]», y los seres humanos sean «[…] más rectamente apasionados cuando [se conviertan en] más exactos pensadores»[10].

Con base en los argumentos bosquejados en las páginas precedentes, estoy convencido de que la Psicología como ciencia aplicada, ayudó al padre Varela a entender, ennoblecer y cumplir su histórica misión como ser social; y consecuentemente, lo convirtió en un hombre libre, feliz y realizado desde todo punto de vista, con una dosis inagotable de fe y esperanza, cuyas luces jamás apagara, y un gigantesco espíritu de sacrificio, para afrontar toda suerte de incomprensiones, sufrimientos o calamidades, que pudieran apartarlo un ápice del cumplimiento de lo que él interiorizó como sus más sagrados deberes: Dios y la Patria.

Por último, considero que la psicología cubana se halla en deuda de gratitud con el padre Félix Varela, quien -como el águila- llegara a la cima de nuestra cultura nacional y de nuestro pensamiento independentista, y cuyo «mayor milagro es la nación cubana […], que se levanta sana y salva de la agresión y la pobreza»[11].

Notas

[1] Dueñas Becerra, Jesús. Félix Varela, José Martí y Enrique José Varona: padres fundadores de la psicología cubana. www.cubaliteraria.cu (Luego insisto).

[2] Los interesados en profundizar en la supuesta contradicción ciencia-fe que presentaba el padre Félix Varela, pueden consultar con provecho el ensayo del doctor Roberto Méndez Martínez. Félix Varela: una espiritualidad activa al servicio de la sociedad. Palabra Nueva. 2011; XIX (204): pp. [35]-44 (Segmento).

[3] Varela, Félix. Obras. La Habana: Editorial Cultura Popular, 1997: p. 4-212 (tomo III).

[4] García-Galló, Gaspar Jorge. Bosquejo histórico de la educación en Cuba. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 1986: p. 30.

[5] Varela. Ob. Cit.

[6] Ídem.

[7] Ídem.

[8] Luis Fernández, Nancy. Citada por Yoelvis L. Moreno, en La dulce esperanza de la patria. Juventud Rebelde. 18 de marzo de 2011: p. 5 (Nacional).

[9] Hart Dávalos, Armando. Citado por Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, en Jorge Luis Acanda y Jesús Espeja (Eds.). Epílogo. Modernidad, ateísmo y religión. 2da. Ed. La Habana: Convento de San Juan de Letrán, 2005: p. 214 (Ciclo de conferencias impartidas en el aula fray Bartolomé de las Casas).

[10] León Ortiz, María Margarita. Pensamientos de Félix Varela y Morales. La Habana: Ediciones Bachiller, 2008: p. 79.

[11] Leal Spengler, Eusebio. La nación cubana, sana y salva, en Memorias del Coloquio Internacional Félix Varela. Ética y Anticipación del Pensamiento de la Emancipación Cubana. La Habana: Editorial Imagen Contemporánea, 1999: p. 332.

José Dueñas Becerra es Dr. en Psicología, crítico y periodista. Socio Honorario Scuola Romana Rorschach

Jesús Dueñas Becerra - psicólogo, crítico y periodista. Socio Honorario Scuola Romana Rorschach
jesus@infomed.sld.cu
 

Tomado de "La Colmena" http://www.desdecuba.com/mason/?p=5706 - La Habana, 9 de setiembre de 2015

 

En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 18 de octubre de 2015


Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

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