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Efraín Loyola: el sinsonte cienfueguero |
El maestro Efraín Loyola (1919-2011), director de la orquesta típica que dirigiera hasta que su estado de salud y su avanzada edad se lo permitieran, era «el flautista en activo de más edad en el mundo»,[1] aunque —hasta ahora— ese dato no ha podido ser confirmado.
Evocar la memoria del también compositor y arreglista cienfueguero me llevó, en el tiempo y en el espacio, a los meses veraniegos de 1959, cuando la Orquesta de Efraín Loyola amenizaba las matinées vespertino-dominicales en el Casino Deportivo. Sociedad de recreo que solía frecuentar la clase media (la de más bajos ingresos económicos) de la Perla del Sur.
Los profesionales e intelectuales se asociaban al Club Cazadores, mientras que la poderosa burguesía se afiliaba al selecto Cienfuegos Yatch Club.
En la pista de baile del «club de los pobres», conocí al maestro Loyola, así como a su hijo, el hoy doctor en Ciencias Artísticas José Loyola, vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). El vástago del director de la orquesta típica que lleva el nombre de su ilustre progenitor, formaba parte del dúo de violinistas que integraban esa agrupación tipo charanga.
En ese medio, tuve el inmenso privilegio de conocer y charlar —en reiteradas ocasiones— con Loyola, quien vivía para la música, y concretamente para su flauta de madera, «la que mejor identifica a la charanga por su sonido más compacto y redondo».[2]
Las varias veces que conversé con él —sobre todo en los recesos que hacía la orquesta para cederle la tarima a la otra agrupación que alternaba con la suya en aquellas actividades festivas— pude percibir a un hombre sencillo, humilde, comprensivo. Pero recto y con un gran sentido del deber y la responsabilidad, que supo formar y guiar por el buen camino a su prole e inculcarle en la mente y en el alma el amor al trabajo, al estudio y a la superación profesional, entre otras virtudes no menos importantes.
