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Doctora Zoila Aurora Cao Sarmiento: educadora
ejemplar y poetisa de alto vuelo lírico |
“Es difícil hablar de algo que, porsu esencia, es sólo parcialmente comunicable, como los afectos”. André Green. |
Para saldar la deuda de gratitud que desde hace casi tres décadas tenía pendiente con la doctora Zoila Aurora Cao Sarmiento (1911-1982), mi compañera en la vida y en el magisterio, he decidido escribir esta crónica, con el objetivo de destacar la significación y trascendencia de la obra educacional y poética desarrollada durante cuatro décadas por quien compartiera conmigo alegrías y tristezas, triunfos y reveses, penas y glorias, buenos y malos momentos, porque como le confesara en una ocasión el maestro Gonzalo Roig a la señora Zoila Salomón, su última y más amada compañera:
« […] Cuando la mente (o mejor, el espíritu) llega a sincronizarse entre dos seres que se estimen, quieran o deseen, queda realizado, de inmediato, el coito más feliz y más perfecto que pueda dar la naturaleza».[1] Si bien la carismática personalidad de la doctora Cao Sarmiento, pedagoga, psicóloga y poetisa de alto vuelo lírico, no se ajustaba a ningún patrón conceptual o imagen preconcebida, ya que su exquisita sensibilidad y riqueza interior eran indescriptibles con palabras, me atrevería a caracterizarla como una mujer dulce, delicada, humanitaria, excelente comunicadora, comprensiva, pero firme y exigente, tanto en el desempeño de la sacrosanta función docente-educativa, como en el estricto cumplimiento del entonces vigente Código de Ética Profesional; principio rector que |
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orientara su fecunda labor pedagógica en el campo de la martiana ciencia del espíritu, y le permitiera formar y educar en el amor a la Patria y a la Humanidad, a niños, adolescentes y jóvenes, que con el andar del tiempo se convertirían en profesionales de las más variadas ramas de la ciencia, la técnica, las letras y las bellas artes.
En este momento, mi archivo mnémico registra dos nombres: el doctor Manuel Calviño Valdés-Fauly, profesor titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana y conductor del programa televisivo Vale la pena, quien fue discípulo suyo en la Escuela Secundaria Básica Rubén Martínez Villena, ubicada en el capitalino municipio de Plaza de la Revolución; y el doctor Ricardo Cabarga Cruz (fallecido), Profesor y Decano de la Facultad de Educación, y luego, Rector de la borinqueña Universidad de Río Piedras. Este último fue alumno suyo en la Universidad Masónica José Martí; institución educacional privada de la que fuera fundadora.
Zoila cultivó con pasión la poesía, y concretamente, el verso libre. Con apoyo en la marcada vocación que sentía por ese género literario, ennoblecido por el poeta mayor de la patria grande latinoamericana, incluyó su producción intelectual y espiritual en el poemario Este rincón me sonríe,[2] que envió —en reiteradas ocasiones— al certamen de poesía convocado anualmente por Casa de las Américas, presidida por la inolvidable Heroína del Moncada y de la Sierra, Haydee Santamaría Cuadrado.
Si bien fue finalista en todas y cada una de las ediciones en que participara, el carácter místico e intimista de su poesía no le permitió acceder a premio o mención alguna, porque —según dictamen de los miembros del jurado— el contenido de sus poemas no se ajustaba a los entonces vigentes cánones socio-políticos e ideológicos, establecidos durante el tristemente célebre quinquenio gris (1971-1976) de la cultura caribeña, no obstante los denodados esfuerzos realizados por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) por eliminar esos rígidos dogmas, hijos naturales del realismo socialista, y copiados al pie de la letra de la antigua Unión Soviética, y que tanto daño hicieran no solo al universo creador de los artistas e intelectuales insulares, sino también a la política cultural trazada por la Revolución.
En sus poemas místicos, se percibe la influencia de Santa Teresa de Jesús (1515-1582) y sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), mientras que, en los de carácter intimista, se aprecia la de Dulce María Loynaz (1902-1997) y Serafina Núñez (1913-2006), sobre todo por el uso de palabras exóticas (nieve), muy utilizadas por la Dama del Soneto.
Ahora bien, los antecedentes del pensamiento pedagógico y psicológico de la doctora Cao Sarmiento, así como su marcada inclinación al uso del método científico como herramienta de trabajo docente-educativo, habría que buscarlos en las aulas de la Escuela Normal para Maestros de La Habana, y posteriormente, en la Facultad de Educación de la Universidad de La Habana; recinto académico donde fuera discípula de los/as profesores/as Alfonso Bernal del Riesgo, Aurora García Herrera y Piedad Maza Artola, quienes supieron despertar en la joven maestra el interés por la ciencia psicológica, y concretamente, por la Psicología del Adolescente; disciplina por la que sentía una gran predilección y a la que dedicara su tesis doctoral El Adolescente y la Salud.[3]
En ese texto, pesquisa —desde una óptica teórico-práctica por excelencia— las bases del equilibrio físico, psicológico, social y espiritual del adolescente cubano. Y con apoyo en ese esquema metodológico, hace planteamientos de diversa índole, que resultaban —en mi opinión— atrevidos para esa época socio-histórica que le tocó vivir: ella defendió su tesis de grado en 1951, o sea, antes de que se produjeran el funesto golpe de estado del 10 de marzo de 1952 y el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de Julio de 1953; sucesos que conmoverían los cimientos políticos de la nación cubana.
La doctora Cao Sarmiento estructura su pensamiento pedagógico y psicológico, caracterizado por la creatividad y el dinamismo, sobre sólidas bases académicas, ético-humanistas y empíricas; saber-hacer que se consolida y perfecciona con la praxis docente-educativa en la cátedra de Psicología del Adolescente de la Universidad Masónica José Martí.
Ámbito en el que no sólo menciona los aportes de los autores clásicos: Carlota Bühler y Aníbal Ponce, entre otros, sino también crea un verdadero laboratorio de investigación y experimentación, donde los alumnos —por su participación activa en el proceso de enseñanza-aprendizaje— desempeñaran una función decisiva.
De acuerdo con la pedagoga, psicóloga y poetisa, la personalidad no es más que la «integración dinámica y funcional de todos y cada uno de los factores biológicos, psicológicos, sociales, culturales y espirituales sobre los cuales descansa la dimensión esencialmente humana del homo sapiens».
Por lo tanto, «educar es —precisa— acariciar el intelecto y el espíritu del hombre, y a la vez aguijonearlo con infinidad de interrogantes, que el discípulo deberá contestar a través de toda su vida». Y desde otra perspectiva, «desarrollar [en el niño y en el joven] la iniciativa, la espontaneidad y el pensamiento lógico-racional, para que sean capaces de descubrir en el maestro un conjunto de valores éticos, patrióticos, humanos y espirituales, que iluminan ese «sol del mundo moral» que irradiara el fundador del periódico Patria, si es que —como educadores— queremos influir positivamente en el proceso de formación y consolidación de la personalidad de hombres y mujeres integrales e integrados a la sociedad en que viven, aman, sueñan y crean».[4]
En la última conversación que sobre Psicología y Educación sostuviera con mi difunta esposa, me confesó —entre otras muchas cosas sublimes— que el secreto para ser un buen maestro era muy sencillo: «sólo hay que percibir a nuestros alumnos como si fueran nuestros hijos y formarlos en el buen saber y en el bien hacer, porque sólo cuando seamos capaces de percibirlos como si fueran nuestros hijos y de formarlos en el buen saber y en el bien hacer, nuestro corazón experimentará alegría y paz en abundancia, entonces —y sólo entonces— seremos dignos herederos del hermoso legado pedagógico del padre Félix Varela y Morales (1788-1853), don José de la Luz y Caballero (1800-1862) y José Martí y Pérez (1853-1895)».
La doctora Cao Sarmiento alternó su labor pedagógica como profesora de Psicología del Adolescente en la Universidad Masónica José Martí con el ejercicio de la docencia en la enseñanza común, cuya práctica comenzó el 30 de octubre de 1935 como maestra en escuelas primarias rurales y urbanas pertenecientes a los distritos escolares de Fomento (antigua provincia de Las Villas; hoy Sancti Spíritus) y La Habana.
Luego de la nacionalización de ese centro de educación superior privado, obtuvo por concurso-oposición la cátedra de Ciencias Sociales en la enseñanza secundaria básica; nivel educacional en que se desempeñó como profesora de Geografía y secretaria docente de la Escuela Secundaria Básica Rubén Martínez Villena.
Desde esa trinchera de trabajo docente-educativo y político-ideológico, la profesora Cao Sarmiento llevó al intelecto y el espíritu del alumnado el amor a la geografía insular y se convirtió en apasionada defensora del revolucionario plan La Escuela al Campo, porque sus postulados básicos se sustentan en el vigente pensamiento pedagógico del Apóstol, quien recomendara «sustituir el conocimiento indirecto […] de los libros, [por] el conocimiento directo y fecundo de la naturaleza»,[5] para «habituar al [estudiante] al […] comercio eficaz con la naturaleza productora […]».[6]
En 1965 y 1967, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) le otorgó Diploma de Reconocimiento por el esfuerzo desplegado como impulsora de la Educación Socialista y formadora de la juventud cubana.[7]
Por otra parte, jamás relegó a un segundo plano la superación profesional: asistió a varios postgrados impartidos en la Asociación Educacional de Cuba, en el Colegio de Maestros Normales y Equiparados, en el Colegio de Pedagogos de La Habana y en la Sociedad Cubana de Psicología (organizaciones de las cuales fuera miembro activo hasta su extinción en los primeros años de la década de los sesenta del finado siglo XX), así como en la Universidad de La Habana (UH), en el Ministerio de Educación (MINED), en la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU) y en el Instituto Superior de Educación (ISE).
Por último, concluyó —con resultados satisfactorios— un curso de inglés elemental en el Centro de Estudios Juan Clemente Zamora de Casa de las Américas.[8]
Después de una intensa vida profesional, a la que se consagró en cuerpo, mente y alma, la infatigable educadora y poetisa habanera se acogió a la jubilación a principios de la década de los 70 del extinto siglo XX.
La doctora Zoila A. Cao Sarmiento, maravilloso regalo de luz que la vida puso en mi camino para que iluminara tanto mis días claros como mis noches oscuras y me hiciera crecer desde todo punto de vista fue a encontrarse con el Espíritu Universal —leitmotiv en la obra poético-literaria y periodística del más universal de los cubanos— el día 5 de diciembre de 1982 como consecuencia de una letal afección cerebrovascular que no solo segó su preciosa vida, sino también la luz que emanaba de su personalidad… única e irrepetible.
NOTAS
[1] Cañizares, Dulcila. Gonzalo Roig. Hombre y creador. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1999: p. 154.
[2] Cao Sarmiento, Zoila. Este rincón me sonríe. La Habana: Papelería, [s.f.] (poemario).
[3] Cao Sarmiento, Zoila Aurora. El adolescente y la salud. La Habana: Facultad de Educación, Universidad de La Habana, 1951 (tesis de doctorado).
[4] Ibídem: p. 101.
[5] Valdés Galarraga, Ramiro. Diccionario del pensamiento martiano. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 2002: p. 148.
[6] Ibídem: p. 146.
[7] Cao Sarmiento. Curriculum vitae. La Habana: Papelería, 1935-1971. |
Jesús Dueñas Becerra - psicólogo, crítico y
periodista
jesus@infomed.sld.cu
Fuente: versión libre de la crónica publicada en www.uneac.org.cu (Columna de Autor).
En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 6 de junio de 2013
Autorizado por el autor, al cual agradecemos.
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