De como el autismo puede devenir en genialidad |
La memoria musical del Siglo XX |
Glenn Gould, uno de los más grandes pianistas del siglo XX nació en Toronto, Canadá, el 25 de septiembre de 1932. Sufría del síndrome de Asperger, que es una forma de autismo, aunque durante su vida nadie había descubierto ese desorden. Sólo 20 años después de su muerte, enjundiosos exámenes científicos diagnosticaron su mal. Allí se comenzó a pensar que tal vez su autismo lo preparó para destacarse como genio del piano. Encantador, callado y cerrado sobre sí mismo, se presentaba en los conciertos, muy abrigado con un “Montgomery” negro que parecía quedarle grande y con bufandas, independientemente del calor que hiciera. Odiaba el frac con el que solían salir al escenario las grandes figuras. Llegaba con su propia silla de madera desvencijada con las patas delanteras recortadas, que hacía que le quedara la nariz a la altura del teclado. Era sugestivo verlo en sus interpretaciones con la cara casi pegada al teclado, como intentando penetrar dentro del mismo sonido. Siendo áfono, reservado, introvertido y persona de guardar silencio, cuando tocaba el piano, por lo contrario, se largaba a hablar y a gesticular con la música que interpretaba y consigo mismo. Tarareaba y hacía gestos de emoción, hasta el punto que en todas las grabaciones que se conservan se escucha su voz mezclada con las notas. Fue duramente criticado por esto y, en su momento, los puristas como el famosísimo musicólogo Émile Belvedere dijo que “no soporto escucharlo porque se llega a oír su voz mientras interpreta”. Gould era un músico que a nadie dejaba indiferente, pero los académicos fueron sus más implacables cuestionadores. Veían mal que mientras tocaba dejara una mano en el aire, como dirigiéndose a sí mismo; que aderezara con fuertes gruñidos y suspiros el rígido protocolo del ambiente clásico; que musitara palabras y agachara la cabeza en algunos compases como en un ceremonial. La mayoría de los juicios eran “pour la galerie”, los especialistas no podían aceptar que Glenn Gould desenmascarara los prejuicios del intérprete tradicional y echara por tierra las almidonadas convenciones sobre “la actitud y el atuendo respetuoso con los que se debe tocar un concierto”. Dotado de una técnica sorprendente, cada pieza la preparaba con los máximos detalles, como una obra única y singular, hasta el extremo de que nunca regrabó alguna composición en términos idénticos a las anteriores. Sus interpretaciones son un referente para la historia de la pianística y aún su estilo y gusto no ha podido ser igualado. Es el gran intérprete de Johann Sebastian Bach y una de las obras cumbres de éste, “Las variaciones Goldberg”, fue recreada por Gould de forma muy moderna y distinta a las indicaciones que dejó Bach. Hizo otro uso de las resonancias y lentificó el ritmo en un 25 %. Esto le valió la impiadosa condena de gran parte del mundo clásico de su época quien lo desdeñó después del último concierto que dio en los Ángeles en 1964. Allí lo presentó Leonard Bernstein diciendo que lamentaba decir que no coincidía con las interpretaciones que Gould hacía de Bach. De ese modo de dispararon algunos abucheos antes de la interpretación. (Es necesario decir que muchos años después el mismo Bernstein adapta para sí el estilo cuestionado). Tras ese concierto, un acreditado periódico musical decía: “La apariencia de Gould es descuidada y alborotada, la ropa que lleva no le queda bien, el pelo necesita un corte y un cepillado, parece que llevara los bolsillos llenos de pomelos. Siendo él mismo una parodia, va más allá de la parodia”. Después de esa última presentación, Gould anunció que se retiraba de los escenarios y nunca más volvería, como una especie de inmolación en el momento en que era una destacada figura internacional. Dijo que sentía hastío por la actuación en público y creía que serviría mejor a la música en su casa solo, o con algunos amigos en un estudio de grabación. Siempre pensó que la música se preservaba mejor en la intimidad y de ese modo, volvía a sus orígenes. Su autismo se ligaba cada vez más a su genialidad y, el recuerdo de sus padres que eran humildes músicos, reflotaba en su Memoria y retumbaba en su mente la idea de que “los niños a quienes cantan sus padres generarán un lazo emocional mucho más fuerte y auténtico”. Cada vez le atraía menos el contacto con la gente y disfrutaba tocando en soledad. Pero aquello iba mucho más lejos de la música, decía: “Por cada hora que pasas en compañía de otro ser humano, necesitas muchas horas solo. El aislamiento es indispensable para la felicidad humana”. Había descubierto en el aislamiento, el modo de remediar su huraño modo de relacionarse. Además de las grabaciones de piano, a las que se dedicó con ahínco durante el resto de su vida, comenzó a escribir intensamente. Así, la mágica combinación de música y palabra nos deja el legado de lo mejor de la Memoria del siglo XX. Murió el 4 de octubre de 1982 en la misma casa donde había nacido. Nunca quiso traicionar sus matrices. A pesar de todas las incompatibilidades de su arte en este mundo, la música de Gould está ondulando en el éter universal. Fue elegida por seleccionados especialistas para representar al planeta tierra en el envío mediante la nave Voyager 1, que despegó el 5 de septiembre de 1977 en busca de vida extraterrestre. Lleva una grabación del preludio y fuga Nº 1 del “Clave Bientemperado” de J. S. Bach, interpretado por el autista más duramente cuestionado, Glenn Gould. Allá en el firmamento no se reclama que los artistas estén compuestos cuando ejecutan belleza.
Para quienes quieran profundizar: el
escritor austriaco Thomas Bernhard escribió “El malogrado” en torno
a su figura. En 1992, Manuel Huerga, dirigió el galardonado
documental “Las variaciones Gould”. Existe una película titulada:
“Thirty twos hort films about Glenn Gould”, dirigida por Francois
Girard y Don Mc Keller. Don De Lillo escribió “Contrapunto”. Espero
los comentarios y demás.
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Juan Disante - Buenos Aires - Argentina
disante.juan@gmail.com
Gentileza del blog "Teorías y alboroto"
www.teoríasyalboroto.blogspot.com
Editado por el editor de Letras Uruguay
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