Zorras a la moda |
Dos zorritas, ya señoritas, muy coquetas y pizpiretas
se miraban en el espejo de una laguna. Que para acá, que para allá, de
frente y de perfil, levantando la cola y haciendo trompitas, probándose
pinturas y sombreros. Una le dijo a la otra: —Estás gorda, hecha una chancha. Ahora se usa estar
delgada, casi transparente. A las modelos se les pueden contar los huesos. La otra quedó muy impresionada y a pesar de que ella no
se veía tan obesa, se propuso: —Voy a hacer régimen. Pero como era de buen diente, joven y muy activa, comía
con buen apetito, luego se metía la pata en la boca hasta que vomitaba.
Así hasta que el estómago se le acostumbró y ya nada le quedaba en él.
Adelgazó, tanto, que la del consejo le dijo: —Bueno, ahora para con el régimen. Te
lucirá mejor la cola cuando vayas a modelar los trajes en los desfiles. Ella, para no ser menos, también se puso a dieta de
gramilla, así quedaba esbelta como su amiga para cuando fueran a los
bailes de la temporada. Tanto adelgazaron que ya no tenían ni aliento para correr ni para hacer zorrerías. A la que comía no le quedaba nada en el estómago, ni aunque se lo propusiera; a la otra, la comida le repugnaba, no le podía sentir ni el olor. Ambas quedaron en la piel y los huesos. Las familias de ambas no sabían qué hacer con estas zorritas.
Los muchachos Zorros, no querían bailar con ellas
porque eran un verdadero adefesio. Las zorritas se seguían mirando en la
laguna, y tan chifladas estaban que se seguían viendo gordas. Tanto se miraron que les dio un vahído, se cayeron al agua y no tuvieron fuerzas para salvarse. |
Por
Susana Dillon
"Fábulas
cimarronas"
(peripecias de cordobeses del sur)
I.S.B.N.: 950-665-042-X
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