Yungulo sigue siendo un misterio |
Dice
Guillermo A. Terrera en "Caciques y capitanejos en la Historia
Argentina": yungulo: cacique
principal comechingón de las sierras Grandes de Córdoba que incluso
constituía el nombre de una parcialidad comechingona por los años
1580-1600". De allí debemos colegir que habiendo dado este nombre a
una parcialidad, tal jefatura debió ser de importancia y por la fecha en
que se lo conoce otro Yungulo antecesor sería el que tomó contacto con
Francisco de César, aquel aventajado excursionista que se llegó al valle
del Conlara y encontró oro, siendo recibido amistosamente por este
cacique. Francisco
de César pertenecía a los hombres de Gaboto, aquél que fundó el Fuerte
de Sancti Spiritu en 1528 desparramando la leyenda de una ciudad encantada
cuyas cúpulas eran de oro, las calles pavimentadas con adoquines de plata
y su gente gozaba de juventud eterna. En una palabra, aquello no era otra
cosa que la Trapalanda... y en esas andanzas habría pasado por las
inmediaciones de la Cochancharava, o sea los aledaños de nuestro río. ¿Le habría calentado la cabeza con alguna historia el bueno de Yungulo a don Francisco que éste a su vuelta para el fuerte desparramara la especie? Lo cierto es que no quedó posada ni taberna, palacio ni choza, burdel ni sacristía tanto de América como de España donde no se hablara de "La ciudad de los Césares", ya que de un César se hicieron muchos y de un colgante en el pecho se supuso una ciudad. |
Yungulo, el anterior al censado por los conquistadores, ya que primero se contaba cuántos indios había y luego se los reducía a la esclavitud sin ningún miramiento por su jerarquía, debió ser el ligado directamente con la leyenda del oro. Francisco de César y nueva gente quisieron volver a aquel valle encantado y fantástico, pero perdieron el rumbo y no lo encontraron jamás. En balde fue que los interrogaran a los pacíficos comechingones sobre el paradero de tales maravillas. Cada vez que los apuraban por medios muy expeditivos, los indios respondían: "Más al sur... más al sur..." y la codicia hacía caminar leguas y leguas hasta perderse en la "tierra incógnita".
Tuvieron que venir los gringos inmigrantes a sembrar el trigo para que el oro surgiera de las espigas.
Ya lo dijo don Juan Filloy, "Leyendas, leyendas, descalabradas, rendidas por el fracaso, volvieron todas las expediciones que fueron en pos de presuntos El Dorados de la Trapalanda, pasaron por el Soco-Soco de ida y vuelta". El desierto, con su boca de pavor, se devoró la gente. Yungulo, desde los confines del país de las estrellas se debe de estar sonriendo todavía. |
Susana
Dillon
De "Ranquelito"
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