Misterioso
origen |
El origen del pueblo Mapuche se pierde
en el misterio de la prehistoria
se tiene noticias de que en el siglo XII los incas extendieron su reino hasta el
sur de Chile encontrando en esas tierras un pueblo que se defendió
fieramente del invasor. Este pueblo ya tenía su propia religión
con un solo dios, sus propias y originales costumbres, su lengua y su
cultura. No habían levantado templos, ni palacios, no tuvieron
emperadores, ni corte, ni pirámides ni sacerdotes. Habían heredado de
otras edades, su destreza en la navegación orientándose por las
estrellas, además eran audaces aventureros de talón de hierro en las
grandes llanuras y desiertos. Hay una versión que los ubica como
descendientes de los frisios, según Aída Kurtef en «Los
Araucanos en el Misterio de los Andes» -pueblo venido de los
mares del norte y otra que habla de su origen fenicio. Se describió a aquella gente como de
alta talla, piel clara, bien formados y hasta hermosos. Centurias les habría
llevado a estos viajeros mezclarse con oleadas de Incas y otras culturas
para dar tipos humanos de gran fortaleza física y espíritu guerrero. Llegados los españoles se encontraron
con una férrea resistencia que duró 300 largos años. Hay reminiscencias de esta gente
andariega no sólo en su espiritualidad religiosa, sino en el arte textil
donde guardas y técnicas son comunes en los objetos arqueológicos
encontrados en estos pueblos tan distantes, pero todavía hay más:
palabras comunes a pueblos de distancias impresionantes. Parecido
lenguaje, parecida religión, iguales símbolos artísticos. En total, un
verdadero parentesco para seguir investigando. Sería un grueso error querer establecer
quién fue el más civilizado de los pueblos americanos. Fueron distintos, como distinto fue el
paisaje de su dispersión, su lengua y su origen. Lo que defendieron y aún siguen
defendiendo los mapuche-ranqueles es precisamente una cultura diferente,
su forma de vida donde el hombre es
hermano, donde el título de lonco
o toqui no daba derecho a
exigir servicios personales ni obediencia ciega. Todo estaba en relación
a su comunidad y en armonía con el cosmos. Han comprendido a la naturaleza, desde
siglos. Sus creencias constituyen un verdadero tesoro espiritual. El idioma o mapudungu nace como una concepción ligada a la vida, a lo que la
rodea, por eso es metafórico y muchas veces poético. Eran tan libres que no pagaban impuestos
a nadie. Todos eran sus iguales, por eso no eran ni competitivos ni
consumistas. Todos eran sus prójimos. No conocían la palabra solidaridad
pero la practicaban. Si en sus largas peregrinaciones pasaban por una ruca
solitaria y aislada, eran invitados a pasar para que el anfitrión
tuviera la satisfacción de quitarles la sed, el hambre o el cansancio. No
tienen ambiciones porque no se atiborran de bienes para presumir ni
ostentar. No conocen la codicia. Sus valores morales son tan grandes que
a pesar de la miseria en que los han sumido los presuntamente «civilizados»,
en ningún asilo o geriátrico encontraremos a abuelos mapuches, tampoco
en orfanatos se encontrarán niños mapuches. No tienen la palabra huérfano.
No existe entre los ancianos nativos la institución civilizada que creó
la antesala de la muerte ni la didáctica de la delincuencia en los
reformatorios de menores. En el territorio de Chile todavía se
encuentran, en cementerios indígenas bellísimas piezas de alfarería,
cosa que casi no ocurre en nuestro país, donde se puede apreciar el arte
exquisito de las manos anónimas que los elaboraron para la gente común. No hay tumbas de reyes. Vivieron sin las ataduras de las jerarquías. Todos podían obtener cosas de uso común, maravillosas. En ellas es posible reconstruir la cultura de este pueblo en su mundo espiritual, material y social. Son ricos documentos, tal vez monumentos a una cultura que defendió como nadie ese horizonte de libertad que en el devenir de los tiempos se la entregó como herencia a nuestro gaucho. |
Susana
Dillon
De "Huellas de
Ranqueles"
Imprenta Libertad - Río Cuarto - 2002
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