La población ya ha ido dando muestras inequívocas de haberse sumido en los resultados de la instalación de los juegos de azar: las tragamonedas, una versión modernizada de las fábricas de pobres que junto a los jefes y jefas de hogar seguirán vigentes en esto de vivir votando sin alegrarnos por los resultados.
Entonces, desde los medios de comunicación, avisos de orden oficial a toda hora piden que juguemos por los enormes beneficios que nos reportan a los ciudadanos y por todos los costados nos pican en la cabeza con el slogan de lo bien que nos va a ir si jugamos como descosidos beneficiando así a los necesitados que por fin se verán en la abundancia.
Esto de vender ilusiones de futra fortuna, no con el trabajo sino con el vicio del juego y acentúo la vieja expresión que no cambio por la almibarada de enfermedad, me parece una bofetada a la ingenuidad que se supone todavía tenemos en algún rincón del alma: Creer que el juego nos va a salvar de la mishiadura es prenderle velas a Lucifer.
Las slots fueron impuestas y gestionadas por el intendente Cantero en un arranque de amor al prójimo, donde resultó evidente que los grandes ganadores del evento fueron los empresarios que se quedan, como todo el mundo sabe, con la parte del león.
Y acá viene el momento de entrar en dudas sobre eso de traer más slots contra viento y marea, en llevar a cabo su relocalización, y si una no es mal pensada, una peca de infeliz.
Si semejante negocio con Casino a todo vapor, hotel 5 estrellas, guardacoches con seguridad, vista a los azudes y barquichuelos navegando al amor del viento, como promocionaba en su obra inmortal el ingeniero Cantero, creador espiritual de tanta maravilla, no dio para un suculento pase de cometa, que me entierren en urna blanca como a los angelitos.
A pesar de la postura valiente de nuestra alcaldesa reemplazante, doña Lucía Aliberto de quererles parar la chata a los que siguen entusiastas en la iniciativa más digna de fulleros y timberos recalcitrantes que de impolutos hombres públicos, a los que les importa un rábano si el pueblo paga las consecuencias.
Esta gente tan insistente no ha sacado las cuentas de cuantos ludópatas se han encontrado en nuestro medio y el apoyo que nuestro Gobernador le da a la iniciativa de más máquinas tragamonedas con un entusiasmo digno de mejor causa, insiste en colocarnos el salvavidas de plomo.
Claro que tiene razón doña Lucía Aliberto de cargarnos con el calificativo de “discriminados” ya que aquí y desde hace rato se nos viene castigando con medidas que la población padece: mayores impuestos, instalación de fábrica de pobres que son las limosnas a los indigentes con vistas al próximo acto eleccionario, ya tenemos más puentes que Venecia, pero a cada aguacero fuerte hay quien queda con el agua al cuello, a lo que hay que agregar la construcción de una nueva cárcel, que no estaría del todo mal, sino fuera que a ella van a parar los más pobres, los más ignorantes y los más morochos porque a los cabezones del caso Dalmasso, a esos… no los vamos a ver allí instalados por lo que se merecen, junto con los que se prenden de las ya consabidas y consagradas cometas.
¿Y a los que se quedan con la parte del león, adonde los mandamos?
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