Mama Kullay, nuestra gran madre
Susana Dillon

La demanda de pasajes para visitar Perú, se sostiene gracias al enorme prestigio de las ruinas del Imperio del Sol, el más importante de la América india. Cualquier alma vagabunda que recorra los caminos del conocimiento, necesita llegar a los lugares que fueron sagrados para los pueblos originarios. Antes de ser descubiertos por los conquistadores estos pueblos de más de miles de años de antigüedad, formaron civilizaciones que plasmaron al verlos por primera vez, pero que luego, por codicia, los destruyeron.

Mi primer viaje fue a principios de 1971 y quien conoce el Perú, lo primero que aprende es la genealogía de los primeros incas, fundadores del Ombligo del Mundo: el Cuzco o dicho en quichua: Koshko.

A ese peregrinar en busca de conocimientos lo hice con mi hija Rita, desaparecida en 1977 por la dictadura. Debe ser por eso que lo tengo tan grabado en la memoria. Fuimos muy felices al descubrir a la pareja fundadora del imperio que señoreó desde Ecuador hasta muy cerca nuestro, en las Sierras Centrales, hoy Comechingones.

Mama Okllo se llamó aquella madre primitiva, esposa de Manco Capac que llegaron desde el Titi-Kaka a fundar la capital de lo que sería el vasto imperio. A cada descubrimiento arqueológico nos enorgullecemos del grado de adelanto que tuvieron, pero hay algo más profundo: el legado de sus códigos morales y de trabajo, sus afanes civilizadores y el amor a la Tierra. 

Mama Ocllo

En el templo, del Sol, Mama Ocllo, 
estaba adelante de la Luna, 
rostro a rostro con ella.
Inca Garcilaso de la Vega
Comentarios Reales

Pachán Taytan, mama chúlla 
mamáman aypánchu 
(Cien padres no valen por una madre.) 
Proverbio Inca

A ciencia cierta, no sabemos nosotros más que los mismos incas, quienes fueron los fundadores del vasto imperio que señoreó en América del Sur y que se extendió desde Quito en el norte hasta Santiago del Estero en el sur, poblando naciones que hoy ocupan Ecuador, Perú, Bolivia y parte de la Argentina. Pueblo misterioso que va revelando sus secretos cada vez que se descubre una "huaca", una ruina de ciudad, un trozo de tejido una vasija, una momia...; sin embargo, y pese al trabajo de los científicos que rastrean pacientemente ese pasado lleno de enigmas, la "historia oficial" tiene rasgos legendarios, verdadera cadena de mitos y ya se sabe que los mitos, al decir de los estudiosos, no son más "que una enfermedad de la Historia". Sin embargo los peruanos de hoy, depositarios de la leyenda de su génesis, cuentan su pasado, en el que creen a pie juntillas, orgullosos de ser los herederos del Imperio del Sol.

El dios Sol, Inti, creó al primer inca Manco Capac y a su hermana-esposa mama Ocllo, justamente en un lugar mágico: la isla del Sol, en el centro del lago sagrado: el Titi-Kaka, casi en el techo del mundo. Salieron de una caverna, que cruza por el fondo del profundo la­go, y comenzaron a peregrinar buscando encontrar un lugar donde se pudiera enterrar el báculo de oro que Inti les había entregado para realizar el rito de la fundación del "ombligo del mundo" o sea el Cuzco.

Anduvo pues la pareja por lo que en el devenir de los tiempos sería parte de su imperio. El paisaje no puede ser más contradictorio y rudo, territorio huérfano de mar, de suelo ingrato, interrumpido por montañas cortadas a cercén, aguas torrentosas cercadas por desiertos y más allá selvas vírgenes. Se necesita comprender cabalmente esa naturaleza avara para conjeturar que allí todo era inferior, luego habría que hacer superior al hombre.

Mundo que ejerce una acción inhumana y despiadada donde es preciso intro­ducir modificaciones para sobrevivir. Trabajar la tierra pobre, construir andenes, contener la erosión, encauzar ríos, inventar puentes. Era preciso crear argucias para que aquel erial fuese habitable, así que la pareja de los primeros incas dedujo que vivir "era cosa de astucia". De esa manera fue como comenzaron a ejercer su magisterio al mismo tiempo que buscaban con afán el sitio propicio para enterrar el báculo de oro dado por Inti en vaya a saber qué ceremonia, allá en lo alto del Ande, entre rayos y truenos genesíacos.

Las tribus que encontraban a su paso eran salvajes e ignorantes, pobres seres casi animales, insociables y ariscos, en permanentes y sangrientas luchas tribales, a los que había que redimir de la intemperie, del hambre, las enfermedades, la desorganización y los ritos sangrientos.

Los pobres nativos se deslumbraron ante la sabiduría de Manco Capac (Manco: virtud, Capac: rico). Traducido: hombre rico en virtudes. En las artes descollaba Mama Ocllo: mujer fuerte, fecunda, madraza, como lo dice su nombre. Ella les enseñó las labores domésticas, a cuidar de sus llamas y alpacas, de las que obtenían el suave vellón para sus hilados, sus telares. También las adentró en los cultivos de sus huertas y en el de las hierbas que sanaban sus enfermedades, a sacarle su secreto a la tierra yerma hasta convertirla en vasijas para las primeras comidas cocidas, mientras el hermano - esposo, como en el Egipto de los faraones, los inducía a cultivar. Y de todos los cultivos que en forma variada surgían de los surcos, se fue modelando la primitiva agricultura, rica en maíz, papas, ajíes, zapallo, quinoa, haciéndoles torcer su rumbo a los ríos torrentosos hasta amansarlos en acequias cantarinas. Los organizó en ayllus, como los clanes y repartió lo producido en forma justa.  

Mama Kullay (mi gran madre)

Felipe Guaman Poma de Ayala, un corresponsal de Felipe II, le escribe en 1613 que Mama-Ocllo:

Fue la primera de las mu­jeres de los reyes incas, fue muy hermosa y more­na de todo el cuerpo y de muy buen talle..., agregando:

Gobernaba más que su marido Manco Capac Inca, toda la ciudad de Cuzco le obedecía y respetaron toda su vida, porque hacía milagros.:

Tras años de este rico apostolado llegaron con su gente a un extenso valle, con fortificaciones naturales y allí en medio del paisaje agreste pero protegido, por fin se clavó el báculo de oro hasta desaparecer: ¡habían llegado al ombligo del mundo! La real pareja fundó en ese lugar el Cuzco y edificó la primera casa en honor a Inti. Los belicosos pobladores del valle fueron sometidos y los vecinos poco gratos, se fueron entregando en la medida que se les aseguraba comida y protección. Así

echó a andar la historia del incario que los cobijó bajo una misma lengua y una misma creencia religiosa: adorar a Inti, el Sol y a K¡lla, la Luna, aunque les era permitido recordar a los dioses ancestrales que cada tribu conservaba en lo profundo y arcano de sus conciencias. La ley fue dura pero justa, ya que no había privilegios, los unió y estratificó. El estado velaba por cada individuo y cada individuo trabajaba para su ayllu, su culto y su inca.

La función del estado,

era dar de comer al pueblo.

La tierra del que la trabajaba... ...

hubo tierra para todos,

el agua en el guano gratis... ..

banquetes obligatorios para el pueblo

y, cuando empezaban las labores del año

con cantos y chicha, se distribuían las tierras

al son del tambor de piel de tapir,

al son de la flauta de hueso de jaguar.

El Inca abría el primer surco con su arado de oro...

Así canta Ernesto Cardenal al Tawantisuyu fundado por los primeros incas.

Las excavaciones arqueológicas corroboran este peregrinaje y están de acuerdo en que Cuzco fue fundada entre los años 1000 y 1100 de nuestra era.

La tradición oral de este pueblo que hoy nos asombra dejó quipus mnemónicos y no escritura. Narra así que hubo catorce incas hasta el día fatídico en que arribaron los hombres blancos, a quienes adoraron como mandados por Wiracocha, deidad barbada, anterior al culto de Inti.

Manco Capac mandó edificar lo que fue el embrión de capital que en el fluir de los tiempos sería la ciudad más populosa de América india y para mayor gloria de su tiempo se edificó la plaza principal que dio en llamarse Plaza de la Alegría, lugar de reunión de su reino. De allí partían los caminos a los cuatro puntos cardinales y ya estaba delineado a grandes trazos el Imperio del Sol.

Mama Ocllo se dedicó a enaltecer el rol de la mujer en esta organización, dando ella misma el ejemplo: mujer junto al hombre, ni por debajo ni arriba de él, sino a su lado, en permanente compartir. Fue la primera Colla, o esposa real, que habitaba junto con sus hijos, en el templo del Sol, los recintos dedicados a la familia real femenina en los cuales sólo podía entrar el Inca, único varón. Allí, al cuidado de las mamacunas estaban las vírgenes del Sol, vestales que se ocupaban de amasar el pan llamado zancu, para los sacrificios. Ade­más tenían las sagradas tareas de mantener el fuego encendido en los altares, esmerándose en la fabricación de la finísima ropa que el soberano usaría sólo una vez. La alfarería de los vasos ceremoniales también era realizada con primor por estas vírgenes guiadas por la experiencia de la soberana. Aquella comunidad femenina era tenida en sumo respeto por el pueblo, a tal extremo que una vez poseídas por el inca eran tenidas en veneración y siendo ancianas hasta las jubilaban, de este modo podían volver a los ayllus de donde provenían, haciendo perpetuo voto de castidad.

El Aclla-huasi, casa de las escogidas, las más bellas y diligentes eran enviadas como vírgenes del Sol, estaban custodiadas y enseñadas por ancianas que todo lo sabían y todo lo enseñaban y procuraban ser agradables a la vista de su señor. En lo sucesivo aquellas ancianas maestras, se llamaron también Ocllo, en memoria de la fundadora.

Felipe Guarnan Poma de Ayala, cronista que allá por el reinado de Felipe II envió una carta a su rey de más de mil páginas con artísticos dibujos de los visto y oído en el Perú de esos tiempos, refiere de esta simple y arcaica manera cómo fue Mama Ocllo, según la tradición oral que él interpretó: Toda la ciudad del Cuz­co le obedecieron y respetaron en toda su vida, porque hacía milagros como si fueran per­sonas con peñas y piedras, con ello acabó su vida esta señora (que murió en el Cuzco a los 200 años) pero fue muy hermosísima mujer y de mucho saber y hacia mucho bien a los pobres en la ciudad de Cuzco y de todo su reino y así mas bien su gobierno de su marido de esta señora Coya porque reinaba el Cuzco y su jurisdicción.

Pedro Cieza de León, cronista de los conquistadores, tomó por la boca de los "rememoradores", la historia de los orígenes del Incario y esta referencia es tan buena como otra cual­quiera.

Es la clase de folklore que los pueblos inventan.

Si los mitos del cristianismo se resumieran en cinco líneas, tendrían la misma ingenuidad, afirma Víctor vön Hagen, el arqueólogo que más ha buceado esta civilización, dejándonos un ameno y fácil relato.

Mama Ocllo sigue presidiendo el panteón del Incario, figura de mujer fuerte y virtuosa, primera reina que tuvimos los americanos según la memoria colectiva, tal vez la fundadora de una moral que hoy nos asombra. Así se saludan desde siempre los quechuas: ama sua, ama Hulla, ama-kaykella (no robes, no mientas, no seas flojo).

El paisaje nos sume en su melancolía de ocres y grises sobre cielos purísimos, mientras corre, preciosa, el agua por las acequias de siglos; el triste yaraví suena en las quenas, que son el quejido del viento por el páramo. Sin embargo y pese a 500 años de oprobiosa colonización, el espíritu del Incario subsiste en las seguidoras de Mama Ocllo. En palabras del poeta Hamlet Lima Quintana.

Entonces éramos los dueños de la tierra, el viento nos llevaba como relámpagos, como semillas o como dioses...

Susana Dillon
De "Cazando historias" - Biografías inéditas de audaces mujeres del pasado

Diario Puntal - Córdoba - Argentina

3 de agosto de 2008

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