Mama Kullay, nuestra gran madre |
La demanda de
pasajes para visitar Perú, se sostiene gracias al enorme prestigio de las
ruinas del Imperio del Sol, el más importante de la América india.
Cualquier alma vagabunda que recorra los caminos del conocimiento,
necesita llegar a los lugares que fueron sagrados para los pueblos
originarios. Antes de ser descubiertos por los conquistadores estos
pueblos de más de miles de años de antigüedad, formaron civilizaciones
que plasmaron al verlos por primera vez, pero que luego, por codicia, los
destruyeron. Mi primer
viaje fue a principios de 1971 y quien conoce el Perú, lo primero que
aprende es la genealogía de los primeros incas, fundadores del Ombligo
del Mundo: el Cuzco o dicho en quichua: Koshko. A ese
peregrinar en busca de conocimientos lo hice con mi hija Rita,
desaparecida en 1977 por la dictadura. Debe ser por eso que lo tengo tan
grabado en la memoria. Fuimos muy felices al descubrir a la pareja
fundadora del imperio que señoreó desde Ecuador hasta muy cerca nuestro,
en las Sierras Centrales, hoy Comechingones. Mama Okllo se llamó aquella madre primitiva, esposa de Manco Capac que llegaron desde el Titi-Kaka a fundar la capital de lo que sería el vasto imperio. A cada descubrimiento arqueológico nos enorgullecemos del grado de adelanto que tuvieron, pero hay algo más profundo: el legado de sus códigos morales y de trabajo, sus afanes civilizadores y el amor a la Tierra. |
Mama Ocllo |
A ciencia
cierta, no sabemos nosotros más que los mismos incas, quienes fueron los
fundadores del vasto imperio que señoreó en América del Sur y que se
extendió desde Quito en el norte hasta Santiago del Estero en el sur,
poblando naciones que hoy ocupan Ecuador, Perú, Bolivia y parte de la
Argentina. Pueblo misterioso que va revelando sus secretos cada vez que se
descubre una "huaca", una ruina de ciudad, un trozo de tejido
una vasija, una momia...; sin embargo, y pese al trabajo de los científicos
que rastrean pacientemente ese pasado lleno de enigmas, la "historia
oficial" tiene rasgos legendarios, verdadera cadena de mitos y ya se
sabe que los mitos, al decir de los estudiosos, no son más "que una
enfermedad de la Historia". Sin embargo los peruanos de hoy,
depositarios de la leyenda de su génesis, cuentan su pasado, en el que
creen a pie juntillas, orgullosos de ser los herederos del Imperio del
Sol. El dios Sol,
Inti, creó al primer inca Manco Capac y a su hermana-esposa mama Ocllo,
justamente en un lugar mágico: la isla del Sol, en el centro del lago
sagrado: el Titi-Kaka, casi en el techo del mundo. Salieron de una
caverna, que cruza por el fondo del profundo lago, y comenzaron a
peregrinar buscando encontrar un lugar donde se pudiera enterrar el báculo
de oro que Inti les había entregado para realizar el rito de la fundación
del "ombligo del mundo" o sea el Cuzco. Anduvo pues la
pareja por lo que en el devenir de los tiempos sería parte de su imperio.
El paisaje no puede ser más contradictorio y rudo, territorio huérfano
de mar, de suelo ingrato, interrumpido por montañas cortadas a cercén,
aguas torrentosas cercadas por desiertos y más allá selvas vírgenes. Se
necesita comprender cabalmente esa naturaleza avara para conjeturar que
allí todo era inferior, luego habría que hacer superior al hombre. Mundo que
ejerce una acción inhumana y despiadada donde es preciso introducir
modificaciones para sobrevivir. Trabajar la tierra pobre, construir
andenes, contener la erosión, encauzar ríos, inventar puentes. Era
preciso crear argucias para que aquel erial fuese habitable, así que la
pareja de los primeros incas dedujo que vivir "era cosa de
astucia". De esa manera fue como comenzaron a ejercer su magisterio
al mismo tiempo que buscaban con afán el sitio propicio para enterrar el
báculo de oro dado por Inti en vaya a saber qué ceremonia, allá en lo
alto del Ande, entre rayos y truenos genesíacos. Las tribus que
encontraban a su paso eran salvajes e ignorantes, pobres seres casi
animales, insociables y ariscos, en permanentes y sangrientas luchas
tribales, a los que había que redimir de la intemperie, del hambre, las enfermedades, la desorganización y los ritos sangrientos. Los
pobres nativos se deslumbraron ante la sabiduría de Manco Capac (Manco:
virtud, Capac: rico). Traducido: hombre rico en virtudes. En las artes
descollaba Mama Ocllo: mujer fuerte, fecunda, madraza, como lo dice su
nombre. Ella les enseñó las labores domésticas, a cuidar de sus llamas
y alpacas, de las que obtenían el suave vellón para sus hilados, sus
telares. También las adentró en los cultivos de sus huertas y en el de
las hierbas que sanaban sus enfermedades, a sacarle su secreto a la tierra
yerma hasta convertirla en vasijas para las primeras comidas cocidas,
mientras el hermano - esposo, como en el Egipto de los faraones, los inducía
a cultivar. Y de todos los cultivos que en forma variada surgían de los
surcos, se fue modelando la primitiva agricultura, rica en maíz, papas,
ajíes, zapallo, quinoa, haciéndoles torcer su rumbo a los ríos
torrentosos hasta amansarlos en acequias cantarinas. Los organizó en
ayllus, como los clanes y repartió lo producido en forma justa. Mama
Kullay (mi gran madre) Felipe
Guaman Poma de Ayala, un corresponsal de Felipe II, le escribe en 1613 que Mama-Ocllo: Fue
la primera de las mujeres de los reyes incas, fue muy hermosa y morena
de todo el cuerpo y de muy buen talle..., agregando: Gobernaba más
que su marido Manco Capac Inca, toda la ciudad de Cuzco le obedecía y
respetaron toda su vida, porque hacía milagros.: Tras
años de este rico apostolado llegaron con su gente a un extenso valle,
con fortificaciones naturales y allí en medio del paisaje agreste pero
protegido, por fin se clavó el báculo de oro hasta desaparecer: ¡habían
llegado al ombligo del mundo! La real pareja fundó en ese lugar el Cuzco
y edificó la primera casa en honor a Inti. Los belicosos pobladores del
valle fueron sometidos y los vecinos poco gratos, se fueron entregando en
la medida que se les aseguraba comida y protección. Así echó a andar la historia del incario que los cobijó bajo una misma lengua y una misma creencia religiosa: adorar a Inti, el Sol y a K¡lla, la Luna, aunque les era permitido recordar a los dioses ancestrales que cada tribu conservaba en lo profundo y arcano de sus conciencias. La ley fue dura pero justa, ya que no había privilegios, los unió y estratificó. El estado velaba por cada individuo y cada individuo trabajaba para su ayllu, su culto y su inca. |
La función
del estado, era dar de
comer al pueblo. La tierra del
que la trabajaba... ... hubo tierra
para todos, el agua en el
guano gratis... .. banquetes
obligatorios para el pueblo y, cuando
empezaban las labores del año con cantos y
chicha, se distribuían las tierras al son del
tambor de piel de tapir, al son de la
flauta de hueso de jaguar. El Inca abría el primer surco con su arado de oro... |
Así canta
Ernesto Cardenal al Tawantisuyu fundado por los primeros incas. Las
excavaciones arqueológicas corroboran este peregrinaje y están de
acuerdo en que Cuzco fue fundada entre los años 1000 y 1100 de nuestra
era. La tradición
oral de este pueblo que hoy nos asombra dejó quipus mnemónicos y no
escritura. Narra así que hubo catorce incas hasta el día fatídico en
que arribaron los hombres blancos, a quienes adoraron como mandados por
Wiracocha, deidad barbada, anterior al culto de Inti. Manco Capac
mandó edificar lo que fue el embrión de capital que en el fluir de los
tiempos sería la ciudad más populosa de América india y para mayor
gloria de su tiempo se edificó la plaza principal que dio en llamarse
Plaza de la Alegría, lugar de reunión de su reino. De allí partían los
caminos a los cuatro puntos cardinales y ya estaba delineado a grandes
trazos el Imperio del Sol. Mama Ocllo se
dedicó a enaltecer el rol de la mujer en esta organización, dando ella
misma el ejemplo: mujer junto al hombre, ni por debajo ni arriba de él,
sino a su lado, en permanente compartir. Fue la primera Colla, o esposa
real, que habitaba junto con sus hijos, en el templo del Sol, los recintos
dedicados a la familia real femenina en los cuales sólo podía entrar el
Inca, único varón. Allí, al cuidado de las mamacunas estaban las vírgenes
del Sol, vestales que se ocupaban de amasar el pan llamado zancu, para los
sacrificios. Además tenían las sagradas tareas de mantener el fuego
encendido en los altares, esmerándose en la fabricación de la finísima
ropa que el soberano usaría sólo una vez. La alfarería de los vasos
ceremoniales también era realizada con primor por estas vírgenes guiadas
por la experiencia de la soberana. Aquella comunidad femenina era tenida
en sumo respeto por el pueblo, a tal extremo que una vez poseídas por el
inca eran tenidas en veneración y siendo ancianas hasta las jubilaban, de
este modo podían volver a los ayllus de donde provenían, haciendo
perpetuo voto de castidad. El Aclla-huasi,
casa de las escogidas, las más bellas y diligentes eran enviadas como vírgenes
del Sol, estaban custodiadas y enseñadas por ancianas que todo lo sabían
y todo lo enseñaban y procuraban ser agradables a la vista de su señor.
En lo sucesivo aquellas ancianas maestras, se llamaron también Ocllo, en
memoria de la fundadora. Felipe Guarnan
Poma de Ayala, cronista que allá por el reinado de Felipe II envió una carta a su rey de más de mil
páginas con artísticos dibujos de los visto y oído en el Perú de esos
tiempos, refiere de esta simple y arcaica manera cómo fue Mama Ocllo, según
la tradición oral que él interpretó: Toda la ciudad del Cuzco le
obedecieron y respetaron en toda su vida, porque hacía milagros como si
fueran personas con peñas y piedras, con ello acabó su vida esta señora
(que murió en el Cuzco a los 200 años) pero fue muy hermosísima mujer y
de mucho saber y hacia mucho bien a los pobres en la ciudad de Cuzco y de
todo su reino y así mas bien su gobierno de su marido de esta señora
Coya porque reinaba el Cuzco y su jurisdicción. Pedro Cieza de
León, cronista de los conquistadores, tomó por la boca de los "rememoradores",
la historia de los orígenes del Incario y esta referencia es tan buena
como otra cualquiera. Es la clase de
folklore que los pueblos inventan. Si los mitos
del cristianismo se resumieran en cinco líneas, tendrían la misma
ingenuidad, afirma Víctor vön Hagen, el arqueólogo
que más ha buceado esta civilización, dejándonos un ameno y fácil
relato. Mama Ocllo
sigue presidiendo el panteón del Incario, figura de mujer fuerte y
virtuosa, primera reina que tuvimos los americanos según la memoria
colectiva, tal vez la fundadora de una moral que hoy nos asombra. Así se
saludan desde siempre los quechuas: ama sua, ama Hulla, ama-kaykella (no
robes, no mientas, no seas flojo). El paisaje nos
sume en su melancolía de ocres y grises sobre cielos purísimos, mientras
corre, preciosa, el agua por las acequias de siglos; el triste yaraví
suena en las quenas, que son el quejido del viento por el páramo. Sin
embargo y pese a 500 años de oprobiosa colonización, el espíritu del
Incario subsiste en las seguidoras de Mama Ocllo. En palabras del poeta
Hamlet Lima Quintana. |
Susana
Dillon
De "Cazando
historias" - Biografías inéditas de audaces mujeres del pasado
Diario Puntal - Córdoba - Argentina
3 de agosto de 2008
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