Las Botellas Maravillosas |
Los
días de fiesta, cuando la tía Maggie ponía una botella de buen vino
para honrar la mesa, al que la descorchaba le advertía: —Con
cuidado, que te puede pasar lo que al granjero de Tipperary -los
comensales, ante el aviso, pedían tapar de inmediato la botella una vez
que cada copa estaba servida. —Pueda
que salgan dos hombres como en el cuento... -de aquí en más comenzaba la
jarana con las suposición de lo que les podía deparar el contenido. Ése
era el momento propicio para que nuestra tía contara por milésima vez un
cuento de su tierra, la verde Erin, que nadie se cansaba de escuchar por
reprisado que estuviera. Este
granjero del cuento, estaba pobrísimo, tanto, que tuvo que llevar la única
vaca que le quedaba a la feria, para con lo ganado, comprarle de comer a
su familia. Los niños ya habían comenzado a llorar de hambre. Cabizbajo iba por el camino, cuando un hombre sentado en una piedra le habló: |
—
¿Vendes la vaca? —
Sí, a eso voy al pueblo. —
Te cambio la vaca por esta botella -dijo el hombre mostrándole una
botella llena de humo. —
¡Aja! ¿Y qué dirán mi mujer y mis hijos si yo caigo muy orondo a mi
casa con semejante cosa? -respondió el granjero muy inquieto. —
Pues no sé, tú dirás -dijo el hombre. —
Sin duda me romperán la cabeza por infeliz -afirmó el pobre granjero. Pero
tanto lo charló y argumentó al granjero aquel extraño que terminó mareándolo.
Cansado, harto de tantos pareceres y consejos de que en la feria robaban,
que embaucaban a la gente, y que se hacían pésimos negocios, que por fin
cedió y se hizo el trueque. Cuando
la mujer lo vio llegar con la botella, casi le da un ataque. Todos
lloraron de hambre y de indignación ante la necedad del granjero. No
sabiendo qué cosa hacer, el granjero se sentó a la mesa y procedió a
abrir la botella. Apenas le sacó el tapón el humo que en ella había se
comenzó a expandir por la cocina formándose dos figuras. Eran dos
hombres robustos que comenzaron a extender un mantel sobre la mesa,
poniendo sobre él toda clase de manjares y bebidas deliciosas. ¡Qué
fiesta si hicieron el granjero y su familia! Comieron hasta saciarse y se
fueron a dormir. Los hombres de humo se metieron de nuevo en la botella,
entonces el granjero le colocó el tapón para que no se le escaparan. Desde
entonces, si el granjero necesitaba lo que fuere, no había más que
destapar la botella y pedirlo. Los hombres de humo le traían lo que
deseara. Se
hizo rico, arregló la granja y compró animales. La mujer lució nuevos
vestidos y a los chicos todos los gustos les fueron concedidos. Los
vecinos no paraban de cuchichear de dónde sacarían tanta bonanza. Se
supuso que tenía tratos con los "leprechaun" o con las
hadas de los bosques y ya es conocido que hay gente que aguanta los
infortunios pero no aguanta el éxito ajeno. Así que se lo fueron a
contar al dueño del campo. El gran señor lo vino a visitar con grandes
zalamerías sobre lo hermosa que tenía su granja y lo bien que disponía
de la tierra. Trajo ricas tortas y botellas con licores finos. Brindaron
por la abundancia y los buenos negocios y cuando el granjero estuvo ebrio,
el propietario le propuso cambiarle la botella maravillosa llena de humo
por cinco acres de tierra. —Trato
hecho -dijo el granjero y ya se sintió terrateniente. No
se sabe por qué causa todo le empezó a ir mal. El campito no producía,
se le morían los animales y otra vez volvió el hambre a la granja. De
todo lo ganado con la botella no le quedaba más que una vaca y los chicos
lloraban de hambre. Así
que vuelta otra vez al camino a llevar a vender el animal. Junto a la
piedra del camino encontró al hombre de la botella. Le contó lo sucedido
y el hombre volvió a sacar otra botella. Esta vez tenía un líquido
verde que le cambió sin más trámites por la vaca y vuelta a su casa. Abrió
la botella a la espera de la abundancia, cuando comenzó a salir de su
pico un burbujeante líquido verde que tomó la forma de dos fornidos
luchadores, armados de garrotes. No bien estuvieron en el suelo la
emprendieron a garrotazos con el granjero, su mujer, los chicos hasta con
los que pasaban por el camino. Palos y más palos a todo el mundo. No bien
terminaron la garroteadura se volvieron agua verde y se metieron a la
botella. El granjero se levantó dolorido del suelo y tapó la botella
para que no siguiera aquello. Lleno
de chichones partió para la residencia del amo de sus tierras con la
botella en el morral. El propietario estaba ofreciendo a sus amistades un
gran baile con motivo de sus éxitos comerciales. El granjero pidió ver
al señor, quien lo recibió en medio de la fiesta con señoras de trajes
de raso, joyas y pieles, acompañadas de caballeros de frac y chistera. Todo
era gran expectación. El granjero le ofreció su nueva botella a la que
todas aquellas lujosas amistades querían ver. El rico propietario no pudo
esperar un minuto más y abrió el recipiente, saliendo entre chorros
verdosos los dos luchadores con sus poderosos garrotes. Grande
fue la tunda que le dieron a los brillantes bailarines, a las enjoyadas
damas y a los gentiles caballeros. Más palos hubo para el dueño de la
casa y todo fue tumulto y confusión. Todo el mundo recibió lo suyo y
bien parejo para que no hubiese reclamos. A los gritos el propietario
rogaba que acabara la paliza, pero el granjero le aclaró que los
luchadores la seguirían mucho más hasta que le devolviera la primera
botella sacada con tan malas artes. Así
que se la tuvieron que devolver. En medio del desbarajuste, con la botella
de humo en su morral, el granjero hizo volver a los luchadores a su
botella verde, dándose por terminada la garroteadura. El
granjero volvió a su casa con las dos botellas que por lo visto por fin
había aprendido a manejar. Vivió contento y próspero hasta muy anciano. Cuando murió en la cena que se sirvió a los asistentes al velatorio, con tanto ajetreo, gente que iba y venía, lloraba y se reunía, no se sabe cómo, se rompieron las botellas, o se perdieron, o se extraviaron, o las robaron o... ¿no será una ésta, que tengo en la mano, por casualidad? |
Susana
Dillon
Los viejos cuentos de la tía Maggie
(Una irlandesa anida en la pampa)
Editor: Universidad
Nacional de Río Cuarto
Córdoba, 1997
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