La vizcacha consumista |
La Vizcacha salía de noche a comer granos que
encontraba por los campos, pero lo que más le entusiasmaba era recorrer
su pago en busca de cachivaches que luego amontonaba en la puerta de su
cueva. A los trapitos, lanas e hilos, los llevaba para adentro, así
armaba una verdadera colección. Le gustaba tener muchas cosas, sin
importarle si le servían o no. A veces salía de recorrida con otras señoras
vizcachas de la vecindad y luego de un fatigoso día venían cargadas con
muchos paquetes, ufanas de tantas adquisiciones. Luego los desenvolvían,
los miraban embelesadas, los amontonaban y lo demás era horas de charla
de lo que habían conseguido. Los maridos, en tanto, aburridos del asunto
se iban a jugar al tute. —Mire qué pichincha me hice con este
resto de lana -decía la Vizcacha a su vecina. —Fíjese qué maravilla esta media apolillada
-comentaba la amiga más vieja. Así cada una ponderaba lo suyo. Estas vizcachas eran la
envidia de otras señoras vizcachas de los alrededores que al pasar por
sus guaridas les preguntaban dónde habían conseguido tales maravillas.
Había tarros, peines sin dientes, cucharas sin mango, jarros agujereados,
partes de batidoras, abrelatas herrumbrados, piezas sueltas de máquinas,
en fin, todo lo que puede encontrarse en el supermercado de los bichos. El Zorro, que siempre anda a la pesca de novedades y
viendo si las encuentra distraídas para llevarse algún Vizcachito para
comérselo, suele comentar: , —Se la pasan amontonando, pero no saben para qué. La cuestión es fanfarronear con lo que traen y charlar el santo día de sus cachivaches. |
Por
Susana Dillon
"Fábulas
cimarronas"
(peripecias de cordobeses del sur)
I.S.B.N.: 950-665-042-X
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