“En muchos casos la censura permitió la supervivencias de obras que de haber circulado libremente, habrían sido olvidadas”
Ana Laura Pérez.
“Libro prohibido, libro deseado”
Viva Nro 1489
Gütemberg ni se soñó, cuando inventó la imprenta que las ideas se iban a propalar y reproducir como si las parieran las conejas. No sólo a la gente se le produjo el frenesí colectivo de leer, justo en tiempos de tremenda ignorancia, al ingenioso alemán se le ocurrió, con tipos de letras en las formas más económicas y rápidas, mucho más práctica que aquellos pesados y enormes
incunables, que guardaban la fe o la sabiduría para la clase privilegiada que era la depositaria del saber: los monjes eruditos o los escribas de los reyes, ya que los soberanos medioevales, dedicados a las guerras, eran brutos de padre y madre. Pocos fueron letrados y sólo unos pocos fueron mentados como “sabios”. Recordémonos de Alfonso X.
Junto a la propagación de las ideas políticas, y sobre todo las religiones, se inventó la censura. Fue el primer acto reaccionario contra la propagación de la lectura a nivel masivo. Fue el querer contener y aún destruir los bienes de la información. (Cuanto más asnos, más fácil de dominar).
La Santa Inquisición no sólo desató las furias contra los que pensaran por su cuenta, también mandó a las hogueras a los libros considerados heréticos o prohibidos por la censura. Cayeron de a miles en llamas, no sólo los de Galileo Galilei, sino los que no estaban de acuerdo con lo que el Papa mandaba en la Iglesia Católica, o los de aquellos que fueron la gloria de la literatura universal: El Quijote de la Mancha, la Divina Comedia y centenares de otros. La imprenta fue vista entonces como invención del diablo, hubo quienes no se bancaron que el conocimiento llegara a las clases bajas, abriéndoles los ojos en todas direcciones.
La reducción del costo de los libros y la facilidad de reproducirlos de a miles en copias del mismo, cambiaban las relaciones de la sociedad europea. Las prédicas de Lutero, el gran rebelde, se vio favorecida por el invento. El Quijote, libro de mayor circulación, fue perseguido en España, no se dejó llegar a América oficialmente, pero lo traían oculto en sus alforjas los que venían a leerlos a escondidas aquí. ¡Pobre del que le encontraban el libro en sus baúles!
En España, para parar esta proliferación, se nombraron “revisores”, que no fueron otra cosa que protocensores, con la excusa de exigir mayor calidad en la escritura. Esto ocurría en pleno “Siglo de Oro” en que fue más florido el idioma, pero muy perseguidas las ideas de libertad.
Desde el siglo XVII tal fenómeno se viene repitiendo, agravándose durante el régimen instalado en la URSS a comienzo del siglo XX y también en Sudamérica durante los años de las negras dictaduras. Recordemos los libros que se quemaron en nuestra Universidad con el sambenito que eran subversivos, entre ellos, el de Don Juan Filloy, acordarse de “Vil y Vil” y “La sangre en armas” del poeta Osvaldo Guevara, hasta la tuvieron mal a “Caperucita Roja”, una chica descarada que usaba el color sospechoso.
Cada tanto, el enano fascista se les brota a los intolerantes y a los autoritarios. Libro, película y obra de teatro perseguida y bajada de cartel por la censura, despierta en el público una reacción contraria a lo buscado. Será por curiosidad, por espíritu de contradicción o por instintiva rebeldía que el ser humano se interesa más por lo que se le prohíbe que por lo que se le quiere meter por las narices, que el efecto resulta contraproducente.
Volviendo a Gütemberg y su invento que revolucionó el final de la Edad Media, desparramando la sabiduría y el placer de leer en épocas oscuras y de sangrientas persecuciones:
¿No está pasando algo parecido con las comunicaciones cibernéticas?
¿No está pasando algo parecido a lo que nos contaron los griegos cuando abrieron la caja de Pandora? Se destaparon tantos enigmas que ya no quedó el mundo como antes estaba.
Internet y las comunicaciones satelitales parecen impunes a lanzar lo tan oculto y sincerado como la noticia que Bush y Bin Laden son socios de meganegocios, dentro y fuera de EEUU.
Estas nuevas y aceleradas emisoras de noticias y conocimientos han hecho posible la casi desaparición del Correo Postal, otrora protagonizado por la imagen del cartero con su bolsa de correspondencia repartiendo las esperadas cartas de casa en casa, románticamente para novias, amantes, madres lejanas y entrañables amistades, con extraños sellos y perfumadas de amor.
Para los que sorteamos las persecutas de la censura, estamos en la gloria. Gracias al cyber se envían noticias y se difunden cosas horrorosas, siniestras, puercas, plagiadas, divertidas, interesantes, además de surtidas y desestimadas noticias que no salieron en los grandes y poderosos periódicos oficiales que publican o no, según sus negocios o influencias políticas. Este reino del todo vale pareciera retrotraernos a la lejana Torre de Babel.
Pero todavía nos quedan las paredes en que hasta podemos declarar el amor con pasacalles, sentencias divertidas o denuestos para nuestros representantes ante el Congreso, que mas velan por sus propios intereses y el partido que pueden sacar en sus enjuagues políticos. Allí, en las paredes de París se ejercitaron los estudiantes cuando en el Mayo Francés mostraron sus rebeldías, dando su cátedra de expresar lo que se piensa o lo que se sufre… y a cuanta más represión, más ingenio y humoradas. Cuando los mandones censuran no nos dejan otro camino que los graffitis que son el antecedente de los escarches en casos en que a la justicia la mandan al freezer. Decimos “que las paredes gritan cuando la prensa se calla y la justicia está dormida”.
- Incunables: libros enormes cuyas hojas eran confeccionadas con cueros de animales a los que se los curtía, escribía y dibujaban los frailes en los conventos y monasterios. Allí quedaba almacenada la cultura y la religión durante la Edad Media |