La gran expansión en nuestro territorio |
La
gran familia mapuche se originó en Chile, en una región llamada Arauco,
de allí que se les dijeron araucanos a los pertenecientes a esta etnia.
Desde que los comenzaron a perseguir para quitarles sus tierras y
someterlos a las encomiendas, los mapuches (antes araucanos) comenzaron a
cruzar la cordillera por los pasos más accesibles del sur, distribuyéndose
en los lugares de mejores pastos y arboledas. Pero la gran migración se
realizó a principios del 1700 cuando fue más sangrienta la invasión
española. Los recién venidos tenían una cultura más desarrollada que
los antiguos pampas, que los tehuelches y que los puelches, sobre todo en
lo que respecta a la guerra. Sobrada experiencia adquirieron para luchar
con tropas bien equipadas que también venían de una España que había
guerreado 800 años contra los moros. Al instalarse del lado oriental de la cordillera sur de Mendoza, San Luis y Córdoba, territorio de Buenos Aires y La Pampa, hasta río Negro y Neuquén, tuvieron asegurada su mantención a base de carne de caballo y de vacas. Se aficionaron a la carne de los equinos por ser más dulce y parecida a la carne de llamas y guanacos, su comida milenaria. |
Según
los puntos cardinales en que se iban ubicando se los llamó de distinta
manera, pero todos conservaron el mismo idioma, las mismas creencias, la
misma cultura, fue así como al norte estaban los picunches, al centro los
pehuenches -gente del pehuén, árbol de los piñones-, al sur los
huiliches, candiches, mamulches y leuvuches en Buenos Aires, La Pampa y Río
Negro, chülches en Chubut; al este, los puelches; al oeste los nguiliches,
así llamaban los argentinos a los chilenos, ranqueles o rancülches,
gente del carrizal. En su momento de mayor expansión ocuparon el noreste
pampeano, sureste de San Luis, sur de Córdoba y este de la Provincia de
Buenos Aires. Fueron los más belicosos, y tuvieron su hábitat en las
Salinas Grandes, pero se escondían en lugares amparados por los bosques
de algarrobos y caldenes, los totorales y medanales, donde se ocultaron
para no ser encontrados. Los pampas antiguos se mezclaron con los mapuches, no bien se dieron cuenta de que esa mestización los favorecía, adoptaron sus creencias, sus costumbres, su modo de hacer la guerra. Practicaron sus artes perfeccionándolas y divulgándolas. Aún hoy, los turistas buscan y se llevan la maravilla de los ponchos hechos por las manos de nuestras mujeres de sangre india, aún hoy se regalan los suntuosos objetos de la platería nativa que por tradición era el quehacer lúdico de los loncos legendarios, aún hoy se vienen a comprar los famosos petizos de sangre criolla para que jueguen los grandes aburridos de este mundo. Aún hoy nuestros indios son objeto de asombrada curiosidad. Ojalá tuviésemos ese interés en ayudarlos a recuperar sus tierras y que vivan en la libertad que siempre ambicionaron, allá en los tiempos en que eran dueños del horizonte y hablaban con la naturaleza. |
Susana
Dillon
De "Se vienen Los
Pampas"
Imprenta Graficop - Río Cuarto - setiembre 2006
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