La fabulosa Trapalanda
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" Leyendas, leyendas... Descalabradas, rendidas por el fracaso, volvieron todas las expediciones que fueron en pos de presuntos El Dorados de la Trapalanda ...." Juan Filloy, Urumpta |
Pasaron
por estas agrestes soledades, ventoleras y medanales los viajeros
enloquecidos por los espejismos del Rey Blanco y la Ciudad de los Césares.
Chapalearon por nuestro río a quien llamaban los aborígenes,
Cochancharava. Todos buscaron las huellas del cacique Yungulo que fue el
primero en mentar tales maravillas. Creyeron oír, como en sueños del país
de Lin-lin, que sonaba con tintineos de oro, por el que aventureros de
toda laya vinieron a América a someterla y esclavizarla.
Llegaron
los barbados cubiertos de hierros, espada al cinto y haciendo tronar el
arcabuz en busca de la tan mentada ciudad de la Trapalanda, mito creado en
la vieja Europa pero trasplantado a estas tierras.
Siempre
pensaron que por aquí, por la ahora Río Cuarto, se encontraba, para ser
descifrado, el misterio de la ciudad donde brotaba la fuente de la eterna
juventud, no existía la muerte y se nadaba en riquezas. Pero antes había
que cruzar el desierto con su ojo de pavor y su boca devoradora de gente.
A
los indios que eran capturados, bajo tormento se les hacía decir dónde
estaba, y ellos respondían: —Más al sur... Y así se fue abonando la
leyenda. Trapalanda, de entrada, sólo fue un cuento, una patraña, una
historia inventada para sacarse de encima a intrusos molestos y
codiciosos.
Pasaron
tres siglos, para que otra gente, con tiempo y trabajo, con amor y tesón
convirtieran las secas pampas de las ventoleras en sembrados que
produjeron el oro de los trigos y las mieses.
La Río Cuarto de hoy tiene esa riqueza: la que produce el trabajo y el amor a la tierra. Pero tiene otra: una extraordinaria cantera de leyendas y mitos que inspiran a los artistas que aquí se cobijan y crean. |
Susana
Dillon
De "Ranquelito"
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