En busca de la monja erudita |
Llegar
a la ciudad de México es darse de pronto con la constante presencia de
mujeres bravas que defendieron la tierra aun a costa de su sangre, que
hicieron época por su influencia en ese país por su participación bélica
o que brillaron con un arte original y transgresor. La
historia mexicana tiene una viva presencia femenina, de la que se lleva la
palma la monja a la que no se podía conocerla sin amarla. Leer a Sor Juana Inés de la Cruz es enamorarse de su espíritu, su sabiduría y su gracia.
Métase
en el Convento de las Jerónimas, donde desató sus versos e iluminó su
siglo. México sin Juana Inés es un amasijo de razas guerreras que cantan
como los dioses, pero ella aporta, para emparejar las pasiones, su
exquisita verba, su espíritu inquieto, la sabiduría gozosa en su reino
de filigrana. La
mujer que escribe es la más de las veces una transgresora de las normas
sociales, o de su medio o por fin del sistema en que se ve envuelta. Se
toleró en el pasado que la mujer escribiera novelas burguesas, de temática
amorosa, folletines lacrimosos o relatos de gelatina, donde imperó
"la esfera de los sentimientos". |
Las
mujeres recibieron pues un mensaje -para ellas-, pero no sinceramente -de
ellas-, fue una literatura para mujeres y no "de" mujeres. La
irrupción de la mujer dentro de la literatura de características
socio-políticas es un fenómeno reciente. Especialmente cuando se adueña
de su rol de educadora, defendiendo
sus derechos y los de su prole. También hay que remarcar que la escritura
femenina empezó siendo y sigue siendo un privilegio de clase. Cuando
se le hizo un espacio, la mujer debió escribir moralizando (Gabriela
Mistral, Juana Manso), escribió poesías líricas, cartas, diarios íntimos,
testimonios, lo que se da en llamar géneros menores. También
debemos anotar en nuestras escritoras de principios de siglo, esa
proclividad al bilingüismo. La clase alta escribía en francés (Delfina
Bunge de Gálvez, Victoria Ocampo), las intelectuales paquetas fueron
seducidas por Europa, que nos imponía modos de pensar, trapos y
costumbres. No se era elegante ni siquiera se estaba "a tono",
pensando y escribiendo a la criolla. De
allí que cuando nos damos de pronto con Sor Juana Inés de la Cruz, en
esta reseña de mujeres de América, nos encontramos con una subversora
del orden establecido para su época, una verdadera oveja descarriada del
colonialismo.
Había
nacido en San Miguel del Nepantla, una aldea cercana al Popocatepelt, en México
(1651), y cuando todo niño hablaba en su media lengua, esta chamaca ya
sabía leer. Se dice que el uso de las sutilezas femeninas le vino antes
que la razón. A los ocho años rimaba. Nació
con el don de hacer versos. El tema era lo de menos. Los abordaba a todos.
Quiso ir a la universidad como cualquier muchacho. ¿Qué
hacer con esta niña que aprendió latines en veinte lecciones? Además
era bella, bellísima, por dentro y por fuera. De
su modesta aldea la llevaron a México, la ciudad más grande de América
por esos tiempos, donde desconcertó a sus maestros y confesores. Llegó a
los 15 años y en la calle le decían cosas, que ella replicaba con
estocadas de ingenio. Trataba el amor de atraparla, pero el amor se le
escapaba de las manos. Juego entre tanto fuego. "Al que ingrato me
deja, busco amante, al que amante me sigue, dejo ingrata... Y no puedo
tenerte ni dejarte... ¿Qué hacer con esta esgrimista de las rimas? La
llevaron al palacio del Virrey, el Marqués de Mancerra y se adueño del título
de favorita de la virreina. El
estado colonial seducido por el estado de gracia Mucho
se ha tejido sobre los motivos que la llevaron al convento a tomar los hábitos
del Carmelo. Sin embargo, a poco de estudiar a esta
"marisabidilla", una se pregunta ¿cómo iba a casarse con quien
no tuviera su cultura? Como era de origen humilde y por lo tanto sin dote,
¿a quién la prometerían en matrimonio? Se dijo que fue por amores
contrariados, pero me inclino a creer, con uno de sus biógrafos más
felices, Germán Arciniegas: porque se le dio la gana, ésta es la verdad,
en toda su dimensión. En aquellos tiempos, recordemos, los casamientos se
pactaban sin la opinión de los verdaderos interesados y a las niñas
casaderas no les quedaba más opción que, de no gustarles el candidato...
¡al convento! Estuvo tres meses en el Carmelo, pero la regla era dura y débil
la niña del "Virreinato del filigrana". Parecía que habían
ganado la partida los galanes que la acosaban, pues sí que era ésta su
virtud dominante, la gracia, el donaire que todos elogiaban y que las que
no poseían ni una pizca, envidiaban. Mas no paró allí la cosa: volvió
a la corte a componer versos, a verse asediada, a contradecir a sabios y
filósofos, a entrar en sesudas discusiones con matemáticos y físicos, a
los que rendía tanto con su sapiencia como con su gracia. Al
año y medio, entró en el convento de San Jerónimo, "Pensé yo
-dice años después- que huía de mí
misma, pero ¡miserable de mí! Trájeme a mí conmigo... Por aquel entonces, el virrey visitaba conventos, no tanto por devoción, sino porque las dulces monjas hacían música, cantaban como los ángeles, bordaban primores con la aguja para la virreina y, por supuesto, halagaban al poderoso huésped con mil delicias de chocolate, alfajorcitos y azucarados. Sor Juana recitaba o se trenzaba en coloquios con frailes y obispos, y en estas charlas primero eran mansas aguas y al rato nomás encrespadas olas. El virrey y su esposa se divertían con éstas y otras picardías de la monja erudita, la disfrutaban, la consentían, pero había quien tragaba amargo. Toda vez que había sarao en el palacio, Sor Juana Inés era invitada de honor. Ella era la sal y el aroma. Más tarde escribió: Era de mi patria toda el objeto venerado... y.... ni el rostro lo deslucía, ni lo desairaba el garbo. ¿Y
el convento? Vivía rodeada de libros, consultada y consultando. Las
monjitas, almas cándidas y piadosas, eran arrebatadas por este aluvión
de sabiduría, gracia y empuje. Sonaban a plata las campanas de las risas
jóvenes en los claustros austeros, había revolotear de tocas y hábitos,
como si fueran palomas y Sor Juana era el centro de tanta algazara. La
madre superiora, de sólidas virtudes y también analfabeta, la amonestó.
"Los libros son o casa del diablo o de la Inquisición" y se los
mandó quitar. Pero
Sor Juana leía en las flores, en el agua, en el aire, en las almas de sus
compañeras, incluyendo a la superiora... y tal fue el revuelo que
tuvieron que devolverle lo quitado, pues la monja escribía cuadernos con
la experiencia de cada una ¡y aquello fue un petardo! Miguel Toussaint,
un mexicano estudioso de esta décima musa azteca dijo rotundo: Fue mucha
mujer, esta mujer, y don Alfonso Reyes en su Virreinato de filigrana
recogió esta advertencia: No es fácil estudiarla sin enamorarse de ella. Hasta
nosotros, Sor Juana Inés de la Cruz subvirtió los valores de su época y
no pidió permiso para entrar al lujoso y prestigiado mundo de la
literatura, más bien echó abajo sus portones. Vivió
hasta los sesenta y cuatro años y murió de peste, contagiada por
asistir a los enfermos. Como la rosa a quien ella cantara: Viviendo engañas
y muriendo enseñas... Su
Dios, ese amor abstracto por el que había optado, la impelió a
conquistar el espacio vedado: el de la creación y ser ella misma un
objeto de admiración y amor. Se adelantó a los tiempos y dejó sus
huellas. Pero
hay algo en la personalidad de Juana que ha apasionado a psicólogos y
psiquiatras: la han investigado en microscopios y psicoanálisis, la han
leído, releído, analizado y viviseccionado, descuartizado y vuelto a
armar... y el enigma sigue, los doctos y los monos sabios han desvariado
por décadas. La han tratado de genio y de degenerada, o le cambiaron el
sexo. Han dictaminado que todo lo que bulló en su interior, fue por tener
la libido reprimida, el sexo castrado, la neurosis, el masoquismo. Cada
profesional en taras mentales elaboró teorías a cual más caprichosa y
tendenciosa. Sin
duda el espíritu exquisito de la séptima musa mexicana, se debe estar
sonriendo socarronamente desde el parnaso criollo, como cuando
desconcertaba a los eruditos que la querían arrojar al fuego. |
Susana
Dillon
De "Cazando
historias" - Biografías inéditas de audaces mujeres del pasado
Diario Puntal - Córdoba - Argentina
24 de agosto de 2008
Editado por el editor de Letras Uruguay
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