Disponiéndonos a
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"La casa no tardaba en llenarse; la gente se sentaba en todas las sillas disponibles, en los peldaños de ¡a escalera que conducía al altillo y hasta en el suelo; los que se quedaban sin asiento se apoyaban contra las paredes y en el silencio que precedía al inicio del relato no se oía ruido alguno, salvo el crujir del fuego y el canto del grillo." James Delargy |
Los narradores irlandeses del siglo XIX que han despertado el interés de artistas y estudiosos, no eran precisamente profesionales, pero sí gozaban de gran predicamento en sus comunidades. Solía extenderse su fama y prestigio en toda la isla y eran bienvenidos en cualquier lugar en que se quisiera echar a volar la fantasía como premio a las rudas tareas rurales o como pasatiempo de ancianos y niños. Podría decirse, que ellos ocuparon el lugar dejado durante el medioevo por aquellos juglares y rapsodas que mantenían viva la historia de los pueblos, su memoria colectiva y la literatura oral. |
Los poseedores del don de la palabra y el tesoro de la memoria colectiva conocían muy bien el valor de aquellos bienes culturales de los cuales se sentían genuinos transmisores. |
Casi todos los relatos de la vieja Irlanda, ya se habían escrito hace más de cien años, vinieron en los baúles de los inmigrantes, con sus gastadas ropas y sus trastos domésticos, acompañando el anhelo de una vida próspera y en paz. |
Bibliografía consultada: |
Susana
Dillon
Loa viejos cuentos de la tía Maggie
(Una irlandesa anida en la pampa)
Editor: Universidad Nacional de Río Cuarto
Córdoba, 1997
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