La crisis de los años treinta golpeó duramente al mundo, justo cuando venía de los años de tirar manteca al techo, como se dijo de los "años locos", el colapso de un sistema económico que sólo pretendía acumular riquezas en unos pocos. Se desplomó, se desbarrancó, se fundió. La bolsa se fue a pique, quebraron bancos prestigiosos, firmas sólidas quedaron a la deriva. Como consecuencia llegó el hambre, los despidos, la desesperación de quedar "en la vía", muchos se pegaron un tiro, otros se mandaron a mudar...y que arree el que venga atrás.
Pero Buenos Aires conservaba algunos reductos donde se acuñó la frase "si hay miseria, que no se note", había una franja de intocados por la malaria que seguía disfrutando de la fresca viruta de los años de conservar la "garconnière, palco en el Colón, mesa en algún cabaret de lujo, todo alimentado por la estancia de papá.
El Palais de Glasse seguía siendo lugar de encuentro para lucirse bailando tango o saltar como poseídos al ritmo del fox-trot. todo era apetecible si venía de Harlem o París. Para allá enfilaban los niños bien, elegantes calaveras que recorrían la noche porteña en busca de alocadas emociones, tanto les daba escuchar a Gardel como volverse locos por las piernas de aquellas bataclanas que hicieron historia y devoraron fortunas.
En aquellos años, un escocés frecuentador de antros de media-noche, un tal Mac Lean se reunió con una barra de amigos para festejar la llegada a la City de un irlandés, Maguirre, que había decidido cambiar el aire campestre por las luces engañosas de la ciudad más cantada del planeta.
El anfitrión, la barra de trasnochadores y el pelirrojo viajero decidieron desembarcar en el Palais de Glasse para disfrutar de los halagos de una noche inolvidable.
Se bajaron del último modelo con una sed de desierto y mucho espíritu bélico y ya estaba la patota lista para entrar al local, cuando el portero, ataviado como un almirante les dio el ¡alto!.
De entre el grupo se destacaba la cabeza pelirroja de Maguirre y el rubio subido de Mac Lean.
-Paren, muchachos, allá adentro ya tengo un irlandés haciendo lío, si no me equivoco aquí hay otro que quiere entrar, dos irlandeses son demasiados para una sola noche.
Cuestión de hacerse de fama en lugares donde se armaba rosca
Citado por Enriqueta Mac Lean, Buenos Aires,1998. |