La crítica literaria y la premiación de concursos Ponencia
en: "Jornadas Rioplatenses de Reflexión y Análisis de la Literatura Infantil y Juvenil actual Roberto
Bertolino" |
Hablar de crítica literaria en la literatura juvenil provoca tensiones, es una zona problemática. El
primer problema al que nos enfrentamos es qué es la literatura juvenil,
qué corpus de textos abarca, qué edades abarca, cómo la definimos.
Si partimos del presupuesto que un campo literario para existir
debe tener fronteras, límites, la literatura juvenil los tiene borrosos,
desdibujados. ¿Qué es literatura juvenil? ¿Qué no lo es? Acaso “La
metamorfosis” de Kafka no es un texto maravilloso que puede ser leído
por un joven? ¿Y “El lobo estepario” de Hermann Hesse? Claro, que sí,
ambos novelas –emblema de la literatura clásica- pueden ser leídas por
un joven. No obstante, creemos que pocos jóvenes se acercarán de buenas
a primeras a esos textos si antes no realizaron lecturas más cercanas a
sus universos simbólicos, al mundo en el cual viven y a problemáticas
que estén más cercanas a sus intereses como jóvenes. Sobre
todo si tenemos en cuenta que los jóvenes de hoy son muy distintos a los
jóvenes que fuimos nosotros. ¿A qué nos referimos con las diferencias?
Primero, existe todo un campo de consumo juvenil que va desde la ropa, la
música, el calzado, los accesorios, los teléfonos celulares, las
computadoras, los ipods y mp3 hasta
los comics, el manga, (historietas japonesas muy leídas por los jóvenes
de hoy día) y por supuesto, la literatura. En Argentina, todas las
editoriales que editan infantil, tiene una colección juvenil. Conociendo
las editoriales y sus negocios –que han dejado de ser nuestras para
pasar a grandes holdings empresariales con capitales extranjeros- podemos
asegurarles que si hay colecciones juveniles, seguramente hay un público
juvenil que las consume. ¿Cuántos títulos pueden ir a pérdida en una
editorial: uno, dos, tres ( y esa cantidad ya me parece un exceso)
Este
“mercado juvenil” como lo llamaremos está inserto en la sociedad
posmoderna de hoy día. Una sociedad que desde la publicidad nos invita a
ocuparnos sólo de nosotros y de la pelusa de nuestro ombligo, una
sociedad regida por programas (y aquí hablo de mi país) como los reality-shows
que forman parte de los temas de conversación más importantes de los
jóvenes a la entrada de la escuela y durante los recreos ( y aquí
no hay diferencias entre escuelas públicas y privadas, por supuesto,
hablo de una ciudad urbana como Buenos Aires que es
donde vivo) , una sociedad donde corruptos y famosos son los
modelos a seguir para muchos jóvenes.
La
generación “ipod” está creciendo aquí
y ahora. Como profesionales de la educación debemos salir a
“cazar lectores”, hacer que los chicos lean, cautivar a estos jóvenes
y formarlos o transformarlos en lectores. Jóvenes acostumbrados a la
inmediatez, con poca tolerancia, en su gran mayoría acostumbrados a la
velocidad del chat, de los mensajes de texto (ambos plagados de
abreviaturas y con un código
nuevo que los chicos insisten y discuten en
trasladar a los trabajos escolares) , del zapping.
Y
la lectura, como sabemos quienes estamos aquí hoy, nos demanda todo lo
contrario. Concentración, tiempo, tranquilidad, detenernos en un párrafo
para entenderlo, analizarlo o simplemente gozarlo por la belleza que
encierra. Es decir, simplemente,
nos podríamos dar por vencidos porque implica todo lo contrario a los hábitos
actuales de los jóvenes. Y aquí también quiero detenerme un ratito
porque en el tema de la lectura también hay un “doble discurso”, los
jóvenes tienen que leer pero qué ocurre con muchos adultos que están al
frente de las aulas todos los días, qué ocurre con ellos como lectores,
cuántos libros leen al año, cuáles fueron sus últimas lecturas. Es
decir, podríamos ser pesimistas de antemano y asegurar “no se puede”.
Pero como profesora de Literatura que está a diario en contacto con jóvenes
puedo asegurar que sí se puede. Un
segundo problema es que para muchos circuitos académicos la literatura
juvenil es un género menor frente a las grandes obras de la
literatura universal. Ya que la mesa trata sobre crítica literaria
me parece iluminador hablar del género. La producción que desde los años
’80 con la vuelta de la democracia en Argentina
tuvimos y seguimos teniendo no habla precisamente de un género
menor. La literatura juvenil no debe ser vista como un subgénero ni como
una literatura menor y su producción, su “boom editorial” dan cuenta
de un crecimiento importante como para ignorarlo.
La
literatura juvenil es un territorio ganado, es un espacio
reterritorializado, son obras de carácter literario escritas para jóvenes.
Es una literatura de grupo donde los protagonistas son el adolescente, su
grupo y su mundo. En este tipo de literatura no se reconoce el mundo de
los adultos o no es tan importante. Es una literatura que está en cambio
continuo, busca modelos, busca raíces, identidades. Es un género que
cautiva y que no sólo se circunscribe a novelas realistas. No obstante,
la novela es la reina de la literatura juvenil. En cuanto a la poesía,
los jóvenes se acercan a ella en primera instancia mediante el rock o el
género musical de moda. Pero, ¿qué joven no se sensibiliza frente al
tratamiento del amor, del desengaño, de la vida, de la muerte, de una
guerra?
¿Qué
joven no vive el amor, el desengaño, el miedo a la muerte
y por qué no a la vida? Deberíamos preguntarnos cómo son
tratados por los profesores estos temas que son esenciales para
un joven como la vida misma.
En
un artículo aparecido el sábado pasado, 19 de mayo, en la revista Ñ,
revista de difusión masiva de libros y críticas literarias para público
en general publicada por el grupo Clarín, apareció un artículo escrito
por la escritora y docente Angela Pradelli, a quien respeto. El mismo hacía
referencia a trabajar la obra de Gabriel García Márquez, algo que es
verdaderamente placentero. En el texto la mencionada autora dice:
“Es
difícil dar literatura en la secundaria. Puede ser muy difícil según
sean las escuelas, los directores o lo alumnos. Más de una vez acepté la
sugerencia de incluir en los programas libros y autores que las
editoriales destinan al estante de la literatura juvenil. La experiencia
no siempre fue buena y quizás, por la blandura de sus historias y la
chatura de sus personajes, los alumnos leen esos textos escritos “para jóvenes”
y no se les mueve un pelo. Son historias planas a las que se les adivina
una intención…” El
artículo sigue, pero me pareció interesante citarlo porque cómo en
todos los órdenes de la vida, hay historias planas y otras que conmueven
y nos atraviesan. Está en cada docente lector elegirlas, pensar en el
grupo que tiene a cargo, en sus intereses, en sus problemáticas -siempre
heterogéneas- y realizar una selección.
Hasta
aquí, hablamos de literatura juvenil como género y de qué pasa con la
juventud actual. Ahora, hablaremos de la crítica literaria, de sus
espacios y de los criterios de premiación. Nos parecía que necesitábamos
como un pantallazo general para comenzar con un tema tan controvertido.
Los
espacios de la crítica literaria de la literatura juvenil son diversos:
los promotores que circulan por las escuelas, que es la mediadora por
excelencia de este tipo de literatura , sobre todo el profesor o la
profesora de literatura, por páginas web que difunden
el tema: podría citar el portal de Imaginaria, El Mangrullo cuya
responsable, Raquel Barthe, está compartiendo esta mesa, Siete Calderos Mágicos,
Babar de España, hay algunos portales colombianos. Los grandes medios de
difusión como Ñ, revista como dije hace un rato del grupo Clarín que
tiene una edición masiva, los diarios Clarín y Nación que publican cada tanto alguna reseña crítica o alguna
entrevista a algún escritor de literatura infantil o juvenil. Pero, por
sobre todo, el énfasis en los medios masivos de comunicación está
puesto en artículos para
fomentar la lectura –acerca de su importancia siempre cuando comienza un
ciclo lectivo o mientras se desarrolla la Feria del libro-, en los cuales,
en un alto porcentaje, la
culpable de que los chicos no lean es la escuela y sus profesores. El
diario Página 12 tiene una columna en su suplemento Radar
sobre crítica literaria infantil y juvenil, la revista Planetario,
una revista de difusión gratuita también hace tiempo que trae reseñas y
libros recomendados, y desde hace
un año la revista Etruria, que dirigimos junto con la Profesora Ángela
Gentile, que es una publicación independiente financiada por profesores en
actividad docente que circula entre
maestros, profesores y
bibliotecarios.
Esos,
y seguramente, otros
espacios son los de la crítica literaria en cuanto a la literatura
infantil y juvenil. Sabemos que la crítica literaria, sobre todo en los
grandes medios, también tiene grandes intereses que son los de las
editoriales que pagan grandes espacios de publicidad. Y en cuanto a la
literatura juvenil en sí, y retomando un poco el comienzo de esta charla,
es un espacio desdibujado. Los profesores trabajan con los autores del
“canon” que conocen muchas veces por desconocimiento de
los autores nuevos y de los
libros que han publicado, a veces por falta de tiempo –el famoso
profesor taxi que va de escuela en escuela dictando sus clases- , otras
por falta de interés y otras porque no se abren espacios para la lectura
dentro de las aulas. En
cuanto a los concursos literarios: es un tema largo y controvertido. ¿Qué
tipo de literatura editan los grandes grupos editoriales? Aquella que es
políticamente correcta. Atención, algunas temáticas cambiaron y
entraron a la literatura: ya no hay familias
perfectas, donde mamá cocina feliz y papá trabaja en la oficina. El
tiempo, las cuestiones de género y la realidad hicieron
que esos textos casi pueriles fueran cambiando.
El
domingo pasado, 20 de mayo,
en el diario Clarín salió una entrevista al escritor y poeta
Vicente Muleiro que acaba de publicar otro libro para niños. En la misma
dice el autor:
“La
literatura infantil argentina goza de buena salud. Está más desarrollada
de lo que sabemos: no necesita de la presentación mediática, funciona
por otros canales”. Hay autores excelentes que abarcan un amplio abanico
de temas y exploran el momento actual. Graciela Montes, Silvia Schujer,
Elsa Bornemann, Laura Devetach o Ricardo Mariño se animaron a transgredir
la “doxa” bienpensante y escriben sobre la desarticulación de la
familia, la sexualidad o padres que le presentan nuevas parejas a sus
hijos. Es decir, no han “escolarizado” la literatura infantil, en el
peor sentido de esa palabra: hacer que el papá lea el diario, la mamá
cocine y el chico, que juega con el perro, haga una travesura ingenua.
Escriben sobre temas del presente” En
los cuentos y novelas las mujeres trabajamos, nos ocupamos de nuestras
casas y de nuestros hijos y estamos cansadas y agotadas como los hombres.
Hay divorcios, madres a cargo de su familia, también hay padres que se
hacen cargo de sus hijos como es el caso de “Valentina” novela de
Raquel Barthe editada por Alfagura. Se muestran padres que golpean a sus
hijos y cuya madre los ha abandonado.
Pero
vayamos por partes: “La casita azul” de Sandra Comino fue la primera
novela latinoamericana que mostró una cruel realidad: los chicos
golpeados por sus padres. Por supuesto que el texto lo hace sin caer en el
golpe bajo ni describir la golpiza. Pero las palabras y las marcas de
Cinthia, la protagonista, nos duelen en el alma y la piel.
Sandra,
su autora, paseó el libro por todas las editoriales argentinas sin éxito.
Un día lo envió a Cuba, con estampilla simple y desde un quiosco, o sea
que las posibilidades de que llegaran a la isla eran pocas, sin demasiadas
esperanzas. La novela fue premiada por el IBBY (International Board on
Books for Young People) Cubano y proyectó a la autora a nivel
internacional. “La casita azul” ha sido traducida al inglés, al
portugués, y hace muy poquito acaba de aparecer su edición gallega. Pero
como nadie es profeta en su tierra, en Argentina siguió sin editarse
hasta que en el 2002 una pequeña editorial independiente, nacida de las
indemnizaciones que sus dueños recibieron de las grandes editoriales para
las cuales trabajaban, apostaron a editar la novela que vendió muchísimos
ejemplares. Lamentablemente, Astralib, un pequeño sueño editorial, cerró
el año pasado debido a problemas económicos.
Otra
premiación y sus criterios es la de Fundalectura y Norma, Colombia,
quienes dejaron durante varios años vacante el premio de diez mil dólares
quedó vacante y daban menciones a novelas cuya calidad era para
premiarlas. Luego que la denuncia produjo una situación escandalosa
volvieron a entregar los premios como correspondía y el año pasado el
premio fue ganado por las argentinas Silvia Schujer y Mónica Weiss. El
libro, para niños pequeños, cuenta la historia de Hugo, un niño de la
calle que tiene hambre e imagina comida por todos lados hasta que se
encuentra con un perrito callejero tan hambriento como él y se hacen
amigos: “Será que están contentos. O que, cuando uno tiene un amigo,
la panza le hace menos ruidos. Y hasta del hambre es posible olvidarse.
Por un rato”. A propósito de este cuento escribe la autora: “…la
de este libro nació un día en que me habían prohibido comer por muchas
horas. Noté entonces cómo esas ganas de comer me hacían pensar sólo en
la comida. Y sentí un hambre feroz.
Escribir el cuento hizo que, por un rato, me olvidara de mis ganas
de comer. Pero me recordó otra cosa: el hambre, los que siempre tienen
hambre.”
Otro
premio que es de Argentina es el de la editorial Barco de Vapor. Esta
editorial tiene en su catálogo gestos de “progresismo”. A qué me
refiero concretamente: una novela como “Rafaela” de Mariana Furiasse,
una novela que trata de una adolescente que come
y come, en una sociedad como la nuestra
donde ser gordo es quedar marginado, y ser despreciado por los
pares, y de todas sus problemáticas con la ropa, con su madre que tiene
una figura impecable, ganó el premio en el año 2002. Escuchemos el
comienzo por su protagonista:
“Los
kilos me pesan. No tanto como me pesan las miradas. Me llamo Rafaela
Rivera y tengo 16 años. No me veo redonda pero muy poco puedo parecerme a
esas modelos de la tele. Me harté de escuchar el típico “Tenés una
cara preciosa” mientras piensan “lástima el cuerpo”. Incluso me lo
han dicho “Vos con unos kilos menos serías una diosa”. Aquí,
como dice mi colega, la Prof.
Mónica Claus, de esta novela
“el doble mensaje de la sociedad adulta. Se incentiva la búsqueda de lo
personal, lo genuino, lo auténtico. Pero si no está contemplado en el
catálogo de la globalización se lo excomulga. Este mundo ya no sabe qué
hacer con las diferencias. Por eso se tiene que estar todo igualito, ser
lo mismo, así no tenemos que pensar tanto. Da trabajo pensar. Y ayudar a
pensar, más. Insisto, doble mensaje de la sociedad adulta.” Y
el año pasado la novela de Franco Vaccarini “La noche del meteorito”,
también premiada por Barco de Vapor 2006
nos pareció merecido, Franco le imprime aires nuevos a la
literatura, y eso la alimenta y la hace crecer. Demás
está decir que nos gustaría que hubiese más concursos, más premios,
mayores posibilidades. También que en el ámbito de lo específicamente
“juvenil” hubiese más espacio, mayor cantidad de novelas jugadas, con
tramas interesantes, cercanas a las realidades de los chicos y sin por
ello caer en lo vulgar, facilista o chabacano. Pero atención, cercano a
las realidades de los chicos no es poner pinceladas de realidad porque
“está de moda” o “queda bien” como también ocurre.
Entendemos
que el debate de las editoriales a la hora de premiar debe estar regido
por el mercado, indudablemente, es el mundo en el cual nos ha tocado
vivir. Entre los textos cuestionadores que nos atraviesan como lectores,
que pueden crear polémica y los “dietéticos”, los “Light”
calculo que deben preferir los segundos.
Igualmente,
no todas las editoriales son iguales, no todas tienen sólo un fondo que
vende muy bien porque se aseguran el éxito de antemano,
y algunas editan de todo un poco. Precisamente, como estudiosos del
campo de la literatura juvenil, querríamos más de ese poco que provoca
debates, discusiones y que nos ayuda a formar ciudadanos pensantes con parámetros
de análisis. No porque la literatura sirva “para”, nada más alejado
de nuestra concepción, sino porque la literatura construye nuestro
universo simbólico, nos ayuda a construirnos y armarnos como personas,
por eso la oferta debe ser
variada, y debe ayudarnos a construir nuestra identidad en cada uno de
nuestros países y en este mundo que habitamos.
Así que desde aquí, deseo más concursos – si alguna vez apostaran a otra mirada- de Alfaguara Argentina, de Sudamericana, de Ediciones del Eclipse, de Crecer creando –una editorial nueva , de Edelvives que es española y quiere instalarse en nuestro país pero está editando textos publicados y editados en España, y también de las pequeñas editoriales. ¡Bienvenidos los concursos! Y de los criterios de premiación seguramente algunos serán mejores que otros y más cercanos a la literatura que queremos leer. |
Lic. Alicia Dieguez
(Argentina, Directora de la Revista ETRURIA de Literatura Infantil y Juvenil)
Buenos Aires, 22 de mayo de 2007
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