|
La vida durante medio siglo fue una calle
de Palermo, en Bogotá la andina, mi ciudad,
entre libros y libros y libros propios e impropios
y los espejismos del aguardiente Néctar,
entre el olor a yerbas de las putas de la 13
y la vergüenza tibia de no saber quién era.
¡Diablo de dioses!, he sido sopa de pan deforme,
diluvio de limones, caminante de rutas sin sentido,
navegante de cenagales y de cabelleras fatigadas,
espectador de circos insurrectos, de guerras apacibles,
cuerpo anudado de gritos, delirios y ciclones ebrios,
gigante de zozobras, encarcelado en la inocencia,
macho feo y obsceno, borracho sedicioso y oxidado,
hechicero babeante de ásperos conjuros,
inspector de chirridos, de aullidos y de escorrentías.
Rey ceniciento, de la mierda pura me levanto,
cagado y coronado, con himnos y detritus
podrido y sonriente trato de encontrar en la lejanía
aquella vieja calle de Palermo que extraña mi ánima. |