1er. Movimiento
La doctora es terminante:- Es un neo en el mediastino-. Le pregunto que es el mediastino y que es un neo. La respuesta me aplasta:-Cáncer en la pleura, ¿esta claro?-. Aturdido, me despido. Su voz ronca me martilla la cabeza. La imagino fumadora, y a mi siempre me molesta cuando fuman a mi lado.
Me acompaña hasta la puerta palmeándome la espalda. Si quiere darme optimismo, no lo logra. Las palmadas suenan sordas. El sonido que oigo semeja al de los terrones de tierra que, cuando arrojados, golpean contra la madera de un féretro ya depositado en una tumba
abierta.
Desprende su otra mano de la mía y busca confortarme, dándole a sus últimas palabras una entonación coloquial.-Es la polución y el stress en las grandes ciudades. Si bien usted no fuma…Un diagnostico frecuente, pero... con tratamiento de quimioterapia, y radiaciones si fuera pertinente, tiene grandes probabilidades de
sobrevida-.
¡Hipócrita! Ojalá no tengas que saber nunca lo que se siente cuando te dicen “sobrevida”.Ya no es tu vida. Sientes que la muerte te corteja a partir del momento en que el parto de nalgas de “Sobrevida”, seguido de un llanto angustioso, envuelve tus sentidos.¡Sádicos! Los médicos son sádicos.
Ya me veo pisoteado por ellos, que comenzarán a explorarme, como a un continente desconocido y recién descubierto. Esa neonata “Sobrevida” será mas de ellos que mía. Y ni siquiera la tendré si no me someto a sus caprichos, como un esclavo a sus amos. No me gusta. De ahora en más seré un tubo de ensayo. ¿Y que libre albedrío tiene un tubo de ensayo?
Estrujo en el bolsillo el ticket para el vuelo a Nigeria. Me esperan en Lagos para cerrar la exportación de los nuevos fármacos. Paradójico. Me dijeron en Cancillería que son para tratar el cáncer de piel. Meses luchando para llegar a dirigir esta misión y, después, nuestra Embajada allí
¿Misión? ¿Embajada?..., te pregunto “Sobrevida”: ¿llegaré a ese después?
Amelia me recibe en casa, y no le cuento. Al besarle rutinariamente la mejilla, sólo le digo que me harán otros análisis especiales antes de viajar a
África, puesto que es zona de epidemias, mientras la miro dirigirse hacia la cocina para traerme mi té verde, el de siempre antes de la cena.
2do.Movimiento
Quien lo hubiera dicho? Yo padezco cáncer, pero fue Amelia la que murió. Mucho sufrimiento para ella en estos casi tres años de trópico... África no acepta a cualquiera, aún con
pasaporte.
Cuando supe del elevamiento a Cámara de mi nombramiento de Embajador, pedí un tiempo para pensar, y dudé. Que el cáncer, que el clima, que el trabajo en sí... en fin, pero había sido mi mayor anhelo desde mi egreso de la Escuela de Servicio Exterior, y acepté. El Senado aprobó mi
pliego.
Amelia no sólo no se opuso, sino que me alentó y me acompañó. Pero me falló. Justo ahora, me falló. La bronca me enerva, pero la diplomacia me enseñó: debo decir, y lo digo con los dientes apretados,-su corazón no lo soportó-. Se murió tranquila, durmiendo, sin darse cuenta. Gozó de esa suerte. Ella no aceptó nunca mi progresivo deterioro y, menos aún, mis cortas mejorías, siempre prolegómenos de peores futuros. Ella no padeció el coito con Neo, violador de células a las que preña con su frío esperma envenenado, orgasmo de dolor interminable, que hace su clan más numeroso cada vez. “Creced y multiplicaos”. Mandato divino que Neo utiliza para votar a la muerte, cuando logra ser mayoría.
Pasaron tres años y algo, más de cuarenta meses, casi mil trescientos días desde aquel en el que nacieron mi Neo y mi Sobrevida. Las horas no las cuento. Cada una de ellas está en mi memoria con su dolor particular. Hay algunas benignas, pocas, en las que Neo se toma descanso, jugando con Sobrevida al juego infantil. “Lobo está?” pregunta ella. Neo no responde. Su silencio conlleva la intención de un no como respuesta. Engañoso, porque Neo siempre está, pero algunas veces se esconde tras del telón y
retoza.
Sin Amelia a mi lado, no puedo continuar. Me aceptaron la renuncia y el pedido de retiro.
Ya veo a mi ciudad desde la ventanilla del avión. El golpe del tren de aterrizaje contra la pista me avisa que estoy en
casa.Tiempo: ¿cuánto y cómo?... Mis sentidos me anuncian: corto y cruento.
3er. Movimiento
Desde que llegué, me siento bien, ¿y qué? Me enseñaron que hasta Dios se tomó un día franco para contemplar su Creación: todo el Universo, la Humanidad, el Bien, el Mal. Ah... me olvidaba. Y a Neo también. Neo aparece cuando El lo decide y te da el cospel de Sobrevida para que juegues, y creas que eres tú el que juega. En estos días lo estoy usando. Neo no está, y elijo que hacer. Espejismo desesperanzado, porque el curso del juego lo diseña Él.
¿Y si fuera esa la Gran Regla?: me deja interpretar el rol de jugador, pero no decido que ficha mover ni hacia que escaque llegar. Neo entra y sale del juego según se le ordena. Él construyó el tablero, talló las fichas, y ahora regula a su antojo los movimientos, quemantes o balsámicos. Dios, quien seas, te escudriño. La Vida que nos das es una. Pero dispones que no se agote en una sola vida. Decides que la trasgresión tenga ese precio: reencarnarnos, para redimirnos del pecado de elegir lo contrario de lo que Tú llamas “Lo bueno”.
¿Ya no tendré más Karma? ¿No deberé expiar mis pecados en sucesivas vidas? ¿No habrá para mí ya más la trasgresión, que hace que me juzgues, y me mandes a este mundo a vivir (sufrir?...) una y otra vez? ¿Elegiste a Neo para que aparezca en la última vida, la del reposo final, en la que lo sacas del banco de suplentes y lo haces jugar de titular para que,
convirtiendo el tanto ganador, expiemos el último pecado? ¿Será la letra chiquitita del Reglamento del
Juego?
Penitencia cruel para nos, tus creaturas, por no leerla (o no entenderla).
Entreveo en Ti una sonrisa. Déjame dudar. Armaste este juego y le diste estas reglas, pero… ¿Juegas limpio? ¿Será Neo el vencedor? …
¿“Game is Over”?... |