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iguaaaal!!! |
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Con el auge del Facebook y de todas estas llamadas “redes sociales”, se han puesto de moda las reuniones de “ex”. Ex compañeros de primaria, de secundaria, de club, de colimba, de bricolage, de meditación, de rinraje, y así puedo seguir nombrando actividades hasta que se me acalambren los dedos. El asunto es fácil: basta con teclear un nombre y un apellido para que esa persona que hace tanto que no vemos y que tanto buscamos aparezca. Bueno, en realidad no es tan así, solo se hará visible si está registrada en alguna de estas “redes”. Pero si no está fulano, está mengano, quien nos conectará con el primero y a la larga todos se irán arrimando al fogón. Virtual, pero fogón al fin. |
Y el momento culminante es cuando se produce el ansiado reencuentro. Porque allí todos se ven las caras. O lo que el paso del tiempo ha hecho con sus caras y con todo lo que está entre ellas y el piso. Y esto genera una gran expectativa previa, sobre todo cuando se trata de gente de una misma edad (colegio, colimba...). Todos quieren ver en qué “estado” se encuentra el resto. El “jopende” quiere disfrutar viendo la debacle de sus amigos y el “arruinado” sabe que va a asistir a una sesión de masoquismo porque intuye que la concurrencia lucirá saludable y jovial. |
Lo primero que sale a la luz son los “estados civiles”. Está el casado y en perfecta armonía. Está el que padece el matrimonio. El que en cualquier momento lanza a su mujer por el balcón. El que se vino con 800 fotos de sus hijos. El que se separó una vez. El que se separó dos veces. El que se separó tres. Está el que nunca se casó y vive una eterna adolescencia: “Anoche estuve en la Creamfields”, te tira el cuarentón. “No sabés; una de pendejas...”. |
La guita y el progreso laboral son motivo de orgullo para unos y una pesada carga para otros. “Soy el CEO de una multinacional con oficinas en Puerto Madero. No sabés lo que es. Primer Mundo, macho”, te escupe uno, mientras le da una larga aspirada a un habano. Y en ese momento te acordás de cuando le prestabas las monedas para que se pudiera comprar el "chegusán" en el recreo. “¿Y a vos, che? ¿Cómo te fue?”, te pregunta el mismo personaje. Y no te queda otra que confesarle que estás cobrando un Plan Trabajar, pero se lo decís bajito para que no trascienda demasiado. “Pero es momentáneo, ¿eh?...”, le aclarás por las dudas, como si esto te diera otro status. “Yo en este momento no estoy haciendo nada...”, agrega un tercero. “...Para cobrar un sueldito de 500 mangos me quedo en mi casa. Yo estoy esperando que salga algo de lo mío”, remata canchero para que quede claro que es un desocupado VIP. “¿Y de Federico saben algo?”, pregunta el del habano. Alguien acota que sigue metido con el teatro. “Je, no cambió nada Fede. Siempre haciendo las mismas boludeces”, dispara despectivo el winner de Puerto Madero. |
Los
gustos y las costumbres también se enarbolan como un símbolo de
juventud y progreso. Uno se jacta de hacer pilates y salir a correr 3
veces por semana con un personal
trainer.
Otro comenta que se mudo a un country, que se hizo fana
del sushi y de la TV digital, y que se acaba de bajar de Internet la
discografía completa de Coldplay. Un cool,
el tipo. Vos, en cambio, anunciás que el lunes vas a comenzar la dieta
para bajar los 40 kilos que tenés de más y que para tu cumpleaños tu
jermu te regaló el último de Cacho Castaña. Ah!, y en cassette,
porque el reproductor de CD lo vendiste para pagar las expensas de tu
monoambiente de Fuerte Apache. |
Si el
grupo de “ex” en cuestión era mixto se genera una expectativa
extra. Querés ver cómo está ahora la chica que te gustaba y también
querés saber si la que no te gustaba, con los años mejoró algo. Por
ahí en una de esas... De repente sentís un alivio bárbaro al ver que
la otrora infartante Carmencita hoy parece una criatura salida de los
avernos, pero te la querés cortar al ver que ese bagayito que siempre
descartaste hoy es una diosa que está felizmente casada y con un chabón
que te triplica en facha. |
Los
temas de conversación giran casi exclusivamente en torno a esa
actividad que los unió en el pasado.
“¿Te
acordás de Jorgito? ¡¡¡Tenía menos fútbol que la revista Para
Ti!!! ¡¡¡Jua, jua!!!”,
vocifera uno si los muchachos en cuestión se dedicaban a correr atrás
de la redonda. “¿Se
acuerdan del día en que se nos cayó el cielo raso mientras dábamos el
examen de matemática?”,
rememora otro si el grupete se conoce de la secundaria. Y así irán
evocando cosa por cosa hasta que los recuerdos se vayan escurriendo como
por el desagüe de una bañadera y se haga la hora de irse cada uno a su
casa. Y la despedida tiene sabor a un “hasta siempre”. Todos sospechan que el próximo encuentro tiene fecha incierta. Y es lógico; ya no hay expectativas, no hay historias que recordar y no hay vidas que contar. También hay fracasos que ocultar. Lo que acaba de ocurrir fue un flash, un liso y llano viaje en la máquina del tiempo, un efímero tour al pasado con pasaje de regreso al presente. Porque todos deben continuar con sus vidas, darles de morfar a sus hijos y sobrevivir en sus trabajos. Ya no somos los mismos. |
Ya en
la calle las escenas se repiten: abrazos fraternales, lágrimas, el clásico
“¡saludos a tus viejos!”, alguien que te pregunta por tu hermana,
intercambios de mails, charlas de último momento de los que en la reunión
no se dieron bola... Y mientras el
winner
introduce la llave en su Audi modelo 2008 y pregunta si “acerca” a
alguien, se escucha esa frase/expresión de deseo que de tan repetida se
vuelve graciosa, vacía, insoportable: “¡¡Che,
tenemos que vernos más seguido!! ¡¡Que no se corte!!”. |
Armando De Giácomo
armandodegiacomo@hotmail.com
Gentileza
del blog "Digital Ayatollah (fundamentalismo criollo)", de Armando De Giácomo
http://digitalayatollah.blogspot.com/
domingo 16 de noviembre de 2008
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