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Canción del viejo ropero
por René Dayre

A mamá, si viviera.           

Tu Silla, y tus Zapatos, Van Gogh, 
me comunican laceria y abandono.

El derroche de amarillo en tus cuadros me seduce,
y me lleva a recorrer contigo las estrechas calles de Arlés.

Cómo deploro ese encuentro tuyo con Gaugin.

Y ese arrebato que te llevó a mutilarte un lóbulo
--que no una oreja –
me consterna.

¡Pobre Vincent cubriendo con su soledad
las paredes desnudas de un burdel!

Me aventuro a creer que compartiste con Gaugin la misma puta.
Aquella tal Rachel, que aceptó horrorizada como un regalo tu lóbulo,
envuelto en un pañuelo.

Y que pegaste un grito
cuando el amigo desleal se quiso largar a Tahití,
a pintar nativas robustas y tetudas. 

¡Así es la vida, amigo! ¡Así es la vida!

Pero,
quién te iba a decir entonces,
que poco más de un siglo después,
un grupo de chicos españoles posmodernos
revivieran el mítico incidente
nombrándose a sí mismos para tu gloria:
“ La Oreja de Van Gogh“.

René Dayre














Canción del viejo ropero
A mamá, si viviera.

Junto a las enaguas dobladas sobre un estante
mi madre también doblaba su juventud marchita
hasta que su galán, mi padre,
la desposara después de haber cumplido los cuarenta.

Aquel viejo ropero 
atesoraba recuerdos de juventud ,
las fotos en sepia de sus mejores amigas.

Las corbatas de mi padre.
Los pomos gigantes de Colonia 1800.
y hasta un viejo sombrero.

Luego vendrían las cosas más pequeñas;
una caja llenita de botones.
Un gallito de plástico con quien jugaba mi hermano
y mis primeros textos escolares.

En el cajón del medio, asomaban en fila los cosméticos;
colorete Tres Flores, un frasco de crema Hinds para sus manos
y un pote de crema para embadurnarse el rostro por las noches,
con la vaga esperanza de retener un poco de juventud.

©René Dayre


© René Dayre Abella
renedayre@gmail.com

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