El Tío Sam vuelve por los fueros de Diocleciano |
Bien,
sabemos que la persecución de Diocleciano, entre otros tantos emperadores
romanos, cobró un saldo de víctimas altísimo, en el que los creyentes
en Jesús de Nazareth, fueron martirizados, el último y quizás el más
sanguinario de los acontecimientos al que se vieron sometidos los
cristianos antes de que Constantino se convirtiera ante la imagen de la
Santa Cruz. El
Poder siempre va contra aquellos que sienten que pueden socavar su
potestad como bien nos lo muestra Michel Foucault cuando en Vigilar
y castigar nos narra la historia de Damiens, el regicida. El
sometimiento y la disciplina se impone a unos cuerpos dóciles, mediante
la aplicación de todo un arte de sensaciones insoportables, lo que aún
se expresa en la sociedad contemporánea. Para
muestra, el botón de las torturas en Guantánamo. Como
la letra cambia pero no, la música; hoy en día podemos substituir el
nombre cristiano de San Sebastián o de Damiens por un nombre en árabe,
Omar Khadr, el único muchacho, casi un niño, procesado por una comisión
militar, por crímenes de guerra desde la Segunda Guerra Mundial, por
quien aún los abogados defensores piden clemencia, acusado de haber
asesinado a un soldado estadounidense y por otros cargos de terrorismo, en
un contexto mundial que nos acerca a los tiempos de la Inquisición o de
la caza de brujas, cuyos padecimientos podemos registrar en este
documental, premiado en varios festivales internacionales de cine, acerca
de una verdad que pareciera no interesar a nadie y molestar a muchos, que
condena a un crío a una extrema soledad, a una insoportable desolación
ante la indiferencia de la Administración estadounidense, con la
colaboración de los servicios de inteligencia canadienses, que lo
ilusionan con la creencia de que quienes vienen a interrogarlo son
funcionarios consulares, preocupados por situación, para en cuatro días
pasar a la más absoluta decepción: http://www.youtube.com/watch?v=jfvgdnBFfEo lo
que aquí se podemos ver de
una manera más ampliada http://www.eitb.com/videos/television/detalle/658581/mundohoy-no-te-gusta-verdad-4-dias-guantanamo/ Resulta
increíble el cinismo de la seducción por parte de los inquisidores, que
parecieran prestar alas al sueño de libertad del joven mientras lo
manipulan con el estímulo sus pulsiones orales y cuando fracasan con la
inducción del sentimiento de culpa. El
púber fue capturado en el sureste de Afganistán, cerca de la frontera
con Pakistán, por parte de cuerpos especiales de los Estados Unidos de América.
Se
acusaba a este “hombre” – lo entrecomillo porque es como si los
poderosos estuvieran hablando de un adulto - de haber matado a un joven
yanqui y, por lo tanto, se lo trataría de acuerdo con la Leyes del
Sistema Jurídico estadounidense. Lo
cierto del caso es que la captura no era inocente, porque los servicios de
inteligencia norteamericanos llevaban años siguiendo a la familia Khadr. El
adolescente había nacido en 1986 en Toronto, Canadá, de padre egipcio y
madre palestina; ahí, en ese país norteamericano había recibido la
primera educación más elemental; su padre había ido a Ottawa a hacer un
máster pero, durante la ocupación soviética a Afganistán, decidió ir
al a la zona de conflicto en el centro del Asia, para colaborar con la
ayuda internacional, lo que haría que la infancia de Omar fuera demasiado
muy movida, ya que su padre llevaba al niño de un lado al otro. Con
el triunfo sobre los soviéticos, el padre decidió quedarse entre los
afganos; había conocido a Osama Bin Laden y otras personas que serían
dirigentes de Al-Qaeda, grupo al que se supone pertenecería de alguna
manera. En
1995, se dio un atentado contra la embajada egipcia en la ciudad pakistaní
de Islamabad, cuando estallara un coche-bomba, por lo que el padre sería
detenido, por pertenecer al grupo terrorista causante de la tragedia pero
sería liberado, para volver al Canadá, de donde volvería a Afganistán,
antes de morir en un tiroteo. El
cansancio y el calor tropical en la prisión, los apabulla a todos, tanto
a los inquisidores como al reo, quien, además, empieza a desilusionarse,
al empezar a sospechar que estos agentes canadienses no han venido, en
realidad, a prestarle ayuda; por ello, el muchacho lleno de un sano
orgullo, sin arrogancias, el muchacho no se comporta de una manera
incondicional, como quizás los interrogadores esperaban. El
chico les recuerda que, al ser capturado, fue traslado a la Base Área del
ejército estadounidense de Bagram, donde sus
guardianes lo escupían, le jaloneaban el pelo, lo amenazaban con
violarlo, a la vez que tenía que soportar una máscara en su cara que no
le permitía respirar y le hacía perder el conocimiento, cuando aún las
heridas corporales, recibidas en el campo de batalla, estaban abiertas. Ésta
era una situación que lo llenaba de terror, especialmente cuando le ponían
una bolsa ene la cabeza y oía ladrar a los perros en la sala de
interrogatorios, torturas de las que los abogados defensores carecen de
pruebas para demostrarlas, aunque uno se pregunta si el interrogatorio,
por parte de los agentes canadienseses no era ya, en sí, una forma de
tortura psicológica, a la par que un engaño, como después lo confirmara
el Derecho Internacional Humanitario.
Uno
de los torturadores, Damien Corsetti confiesa que el trato que reciben los
prisioneros es muy duro, ya que los verdugos y los guardias se comportan
de una manera muy fría, en
tanto verdaderos tecnólogos del dolor y el sufrimiento humanos, ya que lo
único que buscan es la demolición, la desmoralización de las víctimas
para llevarlas a un estado de regresión total, al ser conducidas a un
estado de total impotencia. Esa
la forma como la Administración y el Poder hacen vulnerable a un ser
humano, para obtener una “verdad” que se logra a través del dolor y
la mentira, lo cual no la hace para nada verosímil, en tanto y en
cuanto, la propuesta no es otra cosa que un chantaje que dice, te premio
sin el dolor si me dices la verdad que busco, aunque engañes, lo cual se
convierte en una lógica, verdaderamente, siniestra y enloquecedora. El
Sistema sabe que una táctica potencialmente efectiva es la inducción de
la culpa, ya sea en las víctimas directas de la tortura o en sus
familiares, como bien lo han demostrado Diana Kordon y Lucila Edelman en
su libro Efectos psicológicos de la represión política. Esas
son las trampas del terrorismo de Estado, a las que vemos sometido a Omar
cuando se le dice que si colabora, su madre y sus hermanas se verán
protegidas por el gobierno canadiense pues de lo contrario… serán víctimas
de las autoridades pakistaníes. Si
Omar hubiese ocasionado la muerte del soldado norteamericano, lo que estaría
por demostrarse, tal situación se habría dado en franca lid, cuando el
ejército norteamericano cercara al grupo en el que estaba el chico y se
armara todo un tiroteo, lo cual ni es un acto de terrorismo ni un delito
común ni siquiera un verdadero crimen de guerra, ya que se responde a la
lógica de ésta, puesto que el campamento guerrillero había sido el blanco de un bombardeo. En
ese momento inicial de la captura, no parecía que Omar fuera a
sobrevivir, nos lo dice Corsetti, por lo mal herido que estaba con severas
lesiones en los hombros y el pecho, con su piel perforada por balas de
ametralladora de la cabeza a los pies, las cuales dejarían cicatrices
imborrables y, a pesar de ser casi un niño, este prisionero era tratado
peor que todos los demás prisioneros, condenado a un sufrimiento absurdo,
donde tal vez el menor de los malos era cuando lo ponían
si fuera el propio Sísifo a hacer y deshacer montañas de
botellas. Los
gringos estaban furiosos, cargados de odio contra los islámicos, al
recordar las angustias que ocasionara el once de septiembre. Al
reflexionar, como defensor de los Derechos Humanos,
sobre todo ésto, lo que me pregunto, es: -
¿Podemos seguir indolentes ante esta situación? Yo,
acuerdo, con la psicoanalista Hannah Segal, quien, ante la violencia de
las megabombas, decía que el auténtico crimen es el silencio puesto que
la indiferencia del mundo ante el dolor humano es un signo de complicidad
con un aparato represivo que despliega su máximo sadismo, en aras de una
Justicia Infinita, del que se hace mentor un presidente Bush, como
representante máximo de un neoconservatismo o neoliberalismo -da lo
mismo- que pretende convertirnos a todos en animales de su granja y ¡ay,
de aquél que ose rebelarse!, sin importarle, amputar la sonrisa de un niño
y la alegría de una familia que pueden tener visiones del mundo
diferentes.,
|
Jesús
María Dapena Botero
Vigo,
21 de mayo de 2010
Ir a índice de América |
Ir a índice de Dapena Botero, Jesús María |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |