Queridos amigos:
En cuánto al tango, recuerdo con nostalgia, a un borrachito herido, al que atendía, para suturarle las chambas que le habían hecho en su piel, cuando era interno en la antigua Policlínica Municipal de Medellín, a quien para tranquilizarlo mientras lo cosía, le puse conversación y el hombre agarró a darme una lección sobre la metafísica del tango, término que luego le oí a Fanny Mickey, quien citaba a algún escritor argentino que hablaba sobre ella.
El hombre de cantinas, un hombre vulgar, me enseñaba que el pensamiento argentino se revela en el tango, como un retrato que condensa la tristeza o la desesperación frente al fracaso, en una década titulada infame; si algunos cantaban sus desdichas, otros elegían la denuncia, de una Argentina desgarrada entre una oligarquía europizada y un campesinado muerto de hambre
Aquí, les mando una linda charla televisiva sobre el tema, basta que pinchen aquí:
http://descargas.encuentro.gov.ar/emision.php?emision_id=894
También recuerdo cuando decidí acompañar durante las noches, después de la consulta, a la crítica argentina Jorgelina Corbatta, quien era profesora en la Universidad de Antioquia, al bajo mundo donde se disfrutaba la melodía el tango, paseos en los que yo fungía de fotógrafo, para la realización de un trabajo de investigación que ella hacía sobre el tango en el imaginario colectivo de
Aire de tango, en la obra de Manuel Mejía Vallejo.
Aquí he retomado el trabajo de Jorgelina ante la pregunta de una médica caleña amiga, quien me hacía la pregunta de por qué pegó tanto el tango en Medellín y resulta que la melodía argentina llegó en discos de 78 r.p.m. que por el otro lado traía un bambuco, lo que me permitió descubrir un tango que me ha gustado mucho que es el de
La galleguita, que aquí les envío; pinchen de nuevo:
http://www.youtube.com/watch?v=ouvxYlUAM2A
Es interpretado por Libertad Lamarque pues prefiero a los viejos tanguistas que a Julio Sosa.
Para mí, el tango sí que tiene que ver con la filosofía; tal vez, una terriblemente pesimista, del ser humano enfrentando con su sino al que nadie parece tallarlo, del que tal vez podemos escaparnos gracias a ese gran tesoro que es la amistad y que nos incita a no someternos a la sociedad de consumo, como bien lo mostrara Discépolo, con su entrañable
Cambalache pero antes que melancolizarnos y deprimirnos debemos enfrentar ese destino; ese es el reto.
Es importante no quedarse en la queja sino asumir una actitud distinta, siempre abiertos a la posibilidad de asombro, que nos deja perplejos, pero nos incita a avanzar por archipiélagos de incertidumbres, para obligarnos a volver a pensar, a replantearnos las cosas y aprender de la experiencia, por amarga que ella sea. Para mí, el gran valor del tango fue ese que me enseñó el borrachito que es una música que nos lleva a meditar.
A mí, con mi alma de enciclopedista, no me importa mucho el exceso de información, que puede constituirse en una nubosidad, de donde podemos seleccionar hechos y fenómenos, para ahondar en nuestros pensamientos.
El lunfardo, tanto como nuestro parlache, es interesante para quien ama la filología y su forma más evolucionada que es la lingüística; ellas nos permite disfrutar el buqué de las palabras, tan apetecible como el aroma de un buen vino pues acuerdo con los lingüistas que dicen que la lengua no pertenece a los señores de las Reales Academias sino a la gente que habla y va haciendo
transformaciones de su lenguaje, que es el mismo del que parten los filósofos de hoy y siempre, para hacer sus más profundas
reflexiones, a las que también, de una manera menos sofisticada, sirve para dar párvulo al pensar de la gente del común, esa que hace que las lenguas evolucionen y no se detengan en una sincronía perpetua sino que atraviesen el tiempo de una manera diacrónica, para acudir a los conceptos de Ferdinand de Saussure.
Como a Néstor Luis Cordero tampoco me gusta el tango machista, así me divierta, como caricatura el machismo de las rancheras mexicanas. Nunca alardeé de macho. Por eso preferiría proteger a la galleguita de la infamia a la que la sometió su amante.
Nunca me identificó con los guapos de las películas de vaqueros, ni me retaría a duelo con ningún compadrito, una herencia que creo que es bastante española desde el don José de la
Carmen de Bizet, en un país que aún ahora tiene como gran preocupación epidemiológica el asesinato de mujeres por maridos, amantes o novios celosos, de tal forma, que la violencia de género ha resultado ser todo un movimiento reivindicador de la mujer, aunque se les va la mano en gallina, porque también hay mujeres maltratantes e inductoras del maltrato. No creo que haya que condenar simplemente al hombre celoso sino que habría que ver qué pasa con la pareja pues aquí simplemente piensan que el hombre maltratante es malo,
sin que se contemple su sicopatología ni la del vínculo amoroso, cargado de conflictos y ambivalencias.
Pero que Sosa se haya reducido a traganíqueles de cantina me parece mucho más nocivo, para el fenómeno que describo, ya que el pueblo, pueblo no accede a los grandes teatros donde se toca a Piazzola, que entre cosas, salvo algunas canciones como
Balada para un loco y algunas otras, a mí termina aburriéndome por su excesiva estilización.
Otra cosa es verlo bailado como en la película sobre el tango que hiciera el español Carlos Saura.
Un abrazo, |