Los peligros de Paulina (1947) |
NACIONALIDAD:
Estadounidense GÉNERO:
Comedia musical
biográfica
DIRECCIÓN:
George Marshall
PRODUCCIÓN:
Paramount Pictures PROTAGONISTAS:
Betty
Hutton como Pearl White
John
Lund como Michael Farrington
Constance Collier como Julia
Gibbs GUIÓN:
P.J.
Wolfson
Frank
Butler FOTOGRAFÍA:
Ray Rennahan MÚSICA:
Robert Emmet Dolan
DURACIÓN: 96 minutos
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Los
peligros de Paulina del
director George Marshall ha resultado para mí, una auténtica revelación. Ya que es el relato de ese verídico grito espontáneo del que nos hablara el psicoanalista inglés Donald W. Winnicott, el cual permite que el verdadero self, el sí mismo más auténtico, encuentre su realización en la vida, dentro del más sano feminismo, ese que permite que hombres y mujeres busquemos juntos la felicidad, el logro de nuestras potencialidades, en un divertido tono de comedia musical al narrarnos, como lo hace el Bildung-romanz, la novela de formación, episodios de la juventud de Pearl Fay White, la actriz del cine mudo, nacida en 1889 y muerta en 1938, quien hiciera posible la serie cinematográfica Los peligros de Paulina, actriz, quien, además fuera, en su momento, más famosa y solicitada que la misma Mary Pickford. |
Esta chica había nacido en una granja de Missouri, hasta que se trasladaran a Springfield, donde ella empezaría a interesarse por el teatro, campo en el que trabajaría tanto en compañías como interpretando canciones estadounidenses en casinos y salas de baile hasta que en 1914 se consagrara en el cine como la protagonista de la serie mencionada, un conjunto de veinte episodios que relatan las desventuras de una damisela en apuros, ese tema clásico del arte la literatura y el cine, en el que una mujer joven, bella y virginal, al borde del abismo, es puesta en aprietos por un cruel villano o un terrible monstruo, por lo que precisa de un héroe masculino que la rescate, como sucedía con las antiguas damas del Medioevo eran rescatadas por caballeros errantes, a la espera de un buen San Jorge o como una especie de Dulcinea, en busca de un ingenioso hidalgo, figuras tan criticadas por las feministas, con la paradoja de que la persona, detrás del personaje, de Pearl White, parte aquí de ser una modistilla que trabaja de obrera, con un abusivo patrón, en una pequeña industria de la confección del que sabe burlarse con gracia y defenderse de sus acosos sexuales hasta encontrarse con una actriz de renombre que la lleva a las tablas y, de ahí, al cine, donde siempre cuestionan el poder masculino y la desconsideración de los machistas, aunque aún conservan el alma romántica de las damas del siglo XIX y, a través de estos cuestionamientos, lograr transformaciones en los personajes del sexo contario, a veces al responderles con agresividad a la violencia y otras con los persuasivos encantos del amor verdadero. |
Pearl
White es aquí felizmente interpretada por Betty Hutton, otra actriz y
cantante, para mí, hasta ahora desconocida, nacida en 1921, en Michigan,
quien había tenido una infancia bastante desgraciada por el abandono
paterno de su familia, por causa una madre, alcohólica, situación que la
empujaría, dado su atractivo físico y su talento como vocalista a
lanzarse al mundo de la música, a mediados de los años treinta, para
debutar en Broadway una década después y luego convertirse a finales de
aquel decenio, en una actriz de la Paramount Pictures, como protagonista de comedias musicales, en
las que actuaría con Bob Hope y Bing Crosby, Dean Martin y Jerry Lewis,
para tener un pronto ocaso, como una verdadera estrella fugaz, pero así
son los designios de esa fábrica de sueños que es Hollywood, así alguna
de las canciones cantadas por la Hutton en esta versión de Los peligros de Paulina,
hiciera que la cinta fuera nominada para el Óscar de 1947 por su mejor
canción.
Pero
volviendo a Pearl White, hoy sabemos que su atrevimiento para realizar
acciones riesgosas para el serial de Louis G. Gasnier, que le permitiría
grandes ingresos al director de Pathé
pero terminaría por ocasionarle a la estrella, serias
lesiones que dejarían como secuela dolores crónicos que ella trataría
de mitigar con su adicción a las drogas y el alcohol, las cuales darían
al traste con su vida antes de la cincuentena, ocasionada por una cirrosis
hepática. El
serial tenía mucho del género folletinesco en literatura, una modalidad
fílmica que prodigaba cuentos melodramáticos por entregas
en presentaciones semanales, en las que muchas mujeres del público
se desmayaban como lo muestran, muy a las claras, en la película de
George Marshall, cuando estas se identificaban gracias a la magia de Méliès,
con una pobre mujer que se veía en el peligro de una muerte inminente,
que se resolvía en lo programa siguiente, cuando la televisión estaba
lejos de existir, con sus famosos enlatados, gracias al fenómeno descrito
por la psicóloga soviética Bluma Zeigarnik, como el fenómeno que lleva
su epónimo, el cual consiste en la tendencia a recordar lo inacabado o
interrumpido con mayor facilidad que aquello que tiene una forma completa,
de tal manera que se mantengan el enigma y el suspenso. El
cuento original tenía varios carretes, que mostraban en teatros un buen número
de veces, en ocasiones con versiones corregidas y aumentadas o, por el
contrario, recortadas, en los locos años veinte aunque las cintas ya habían
empezado a rodarse antes y después de la Primera Guerra Mundial, hecho al
que bien se alude en la versión de Marshall. El director de esta nueva versión de Los peligros de Pauline hace un filme argumental, a partir de las cintas del serial, una interesante combinatoria de la trasescena del cine mudo con la comedia musical, ya que había habitado en el ámbito del cine desde antes del sonoro, en las que hacía filmes de vaqueros hasta hacer buen uso del sonido con la música y la canción, en el mundo de la comedia melodramática, ya que su nueva versión del serial, que tanto éxito tuviera a principios del siglo XX, como un cine de bisagra, que nos da muy buena cuenta de lo que había sido la historia del cine hasta entonces y así, en este pot-pourri de teatro, cine mudo y sonoro, podemos disfrutar del estilo realista, de los gags, del slapstick, de esas bufonadas de títeres de cahiporra, con la exageración de la violencia física, como parte movimiento, privilegiado por el cine mudo, en el mejor estilo de Buster Keaton o de Harold Lloyd, pero a su vez con los horrores tragicómicos del cine de terror con la mímica exagerada del cine de vampiros o de los cuentos extraordinarios de Edgar Allan Poe, o las vocalizaciones exageradas de los actores que pasaban del cine mudo al sonoro, para terminar en alegres coreografías de la verdadera comedia musical, a la manera de la encantadora Gilda de Rita Hayworth. |
Jesús
María Dapena Botero
Vigo,
14 de enero del 2011
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