Ponencia presentada en la I Jornada de Cine y Psicoanálisis en la Universidad de Alicante, España, el 16 de mayo del 2011. |
Habla, mudita - (1973) * por Jesús María Dapena Botero |
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NACIONALIDAD:
Germano/española GÉNERO:
Drama
DIRECCIÓN:
Manuel Gutiérrez
Aragón
PRODUCCIÓN:
Elías Querejeta
PROTAGONISTAS:
José
Luis López Vázquez como Ramiro
Kiti Monver como la
mudita
Francisco Algora como el
tonto
GUIÓN:
Manuel G
José Luis García Sánchez FOTOGRAFÍA:
Luis
Cuadrado
MÚSICA:
Luis de Pablo
DURACIÓN: 93 minutos
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Esta
cinta es la ópera prima de Manuel Gutiérrez Aragón, elegido por Elías
Querejeta, para una coproducción germano-española, para la realización
de un guión dramático, por no decir trágico del director y de José
Luis García Sánchez, sobre el cual recomiendo dirigir la mirada para
poder hacer un trabajo de psicoanálisis aplicado y seguir los caminos
freudianos del múltiple interés del psicoanálisis. Para
empezar, podríamos decir que esta puesta en escena me parece bastante
simple y tradicional, con una narrativa lineal y la presencia de actores
suficientemente buenos, entre los que se destacan José Luis López Vázquez,
el profesor Ramiro, Kiti Monver, la mudita y Francisco Algora, el tonto. Para
lograrlo, Manuel Gutiérrez Aragón nos adentra en la España profunda de
aquel entonces, 1973, al transportarnos a los espectadores a un macizo
montañoso donde viven unos seres humanos olvidados por la España
central, a los cuales, sólo la UNESCO les ha dado un fallido
reconocimiento, al declarar al tonto, hermano de la mudita, como el idiota
más grande de todo el país español, de donde podríamos concluir que
esa Institución representa al gran Otro de la Cultura, de acuerdo con la
definición de Jacques Lacan, pero que pasa como un ave peregrina, que
viene, invade, escruta, diagnóstica y se va, casi como ha llegado, sin
que la comunidad la haya solicitado. En
este caso, la UNESCO debió
llegar a hacer medidas antropométricas a hacer tests de inteligencia. con
alguna mirada clínica pero a ojo de buen cubero y así tener una mínima
mirada etnológica para dejar un resto, al advertir, que esa comunidad
posee dentro de sí, al tonto más grande de España, rótulo que a nadie
sirve, salvo para compensar la herida narcisista de una comunidad
abandonada y olvidada, lo que debe ocasionar un plus de goce, ya que la
comunidad debía sentirse que pese a su falta de reconocimiento, albergaba
dentro de sí, al tonto más grande de la nación en su seno, lo cual más
que convertirlo en un héroe, en un as, lo convierte en un verdadero rey
de burlas, condenado a la otredad, en el sentido que le da a este concepto
de Levinas, el psicoanalista argentino Rodolfo Moguillansky, quien lo
define como lo rechazado, lo denostado por el por el colectivo social, que
es tratado como lo que no debe ser o incluso lo que no es, al excluirlo
como parte de lo conjunto; aunque, en esta comunidad campesina, vemos como
este personaje es tratado de una manera un tanto ambigua, de un lado hecho
y, de otra, integrado a la vez, pero como sucede mucho con los retrasados
mentales puesto en un lugar marginal del grupo social, por el mero hecho
de ser diferente. Y
creo que ahí estamos frente al primer problema que nos plantea la película. Yo,
que vengo de América Latina, y estudiara medicina entre 1966 y 1975, soy
testigo de cómo allí las facultades de ciencias sociales y de salud de
los centros universitarios, se volcabanm sobre las comunidades poco
favorecidas por el Capital, para encuestarlos y diagnosticar, sin que se
planteara solución alguna a sus problemáticas, ya que aún no se había
implementado la metodología del sociólogo colombiano Orlando Fals Borda
de la investigación-acción participativa, que es otra cosa, donde el
investigador y la población investigada forman parte de un proceso de
descubrir la verdad para construir algo distinto, al emprender la
reconstrucción del sentido de la historia, que configurara sus raíces,
para que en un encuentro con el aquí y ahora propios, se haga
insoslayable el compromiso de cambio, algo que semeja en mucho el modelo
psicoanalítico en los encuadres bipersonal o grupales. En
aquél entonces, que coincide con el tiempo de rodaje de esta película,
los que estábamos siendo formados en la universidades latinoamericanas o
colombianas, al menos, éramos a orientarnos para convertirnos en científicos
ilustrados que íbamos en busca de supuestos “salvajes”, con el fin de
ampliar nuestra mirada sobre la realidad y nada más, con lo cual lo
considero un acto de inhumana prescindencia, irresponsable y egoísta, del
lado de los investigadores, en verdad, ignorante del otro investigado, al
que le queda la sensación de ser un simple ratón de laboratorio. Pero
en esa misma década se fue dando, bajo el influjo próvido del
pensamiento de Michel Foucault, los movimientos antipsiquiátricos inglés
e italiano, que tanto contribuyeron a que se diera un tratamiento distinto
a la locura, gracias al trabajo de muchos jóvenes que quisimos acercarnos
de una manera distinta al loco del asilo, procurar tumbar las tapias del
manicomio, salir de esos lugares de atrapamiento sin salida y hacer una
aplicación de esa actitud a la salud pública y a la salud mental, con un
cambio en la forma de acercanos los médicos, los asistentes sociales, los
sociólogos, psicólogos y psicoanalistas, para hacer análisis en extensión,
sin dudar en convertirnos, como lo aconsejaba Paul-Claude Racamier, en
psicoanalistas sin diván, que es, tal vez, lo que exige a los seguidores
de Freud, el mundo contemporáneo. Pero
hay que ingeniárselas para ir a la comunidad y no llegar como la UNESCO o
el profesor de esta película a la España profunda, a violar todo un
colectivo humano de relativos buenos salvajes, espontáneos y alegres,
como la abuela de la mudita, para pensar el asunto con Jean-Jacques
Rousseau. Pues
tanto la UNESCO, como Ramiro van al grupo campesino, con un discurso del
Amo, como portadores del saber de la Ciencia, con instrumentos tan lesivos
como el escalpelo del cirujano, a quien no permitiríamos cortar así no más,
sobre los sujetos y los
colectivos humanos, que no articulan una demanda desde su dolor y su
padecimiento. De
seguro, esas buenas gentes del macizo montañoso español donde se ubica
el realto, no tiene ni idea de la existencia de la UNESCO. Y si Ramiro
llega allí, al parecer casi de pura casualidad, donde por cosas del azar
se encuentra con una muda, quien a diferencia de la Eliza Doolittle del Pygmalión de George Bernard Shaw o del musical cinematrográfico,
My Fair Lady, no le pide al lingüista que le enseñe a hablar,
a abandonar su habla barriobajera, para convertirse en una bella dama. La
mudita vive tranquila con su falencia, que suple con la capacidad
expresiva de su cuerpo pero se convierte en un especie de Galatea, en la
imaginación de un cincuentón, quien percibe que está envejeciendo, que
se ha vuelto calvo y, de una forma arbitraria le da por curar a quien no
se siente enferma y que como vive, vive bien. Poco
o nada sabemos de la historia y de la vida de este profesor, ya que Manuel
Gutiérrez Aragón y José Luis García Sánchez nos ofrecen un guión
bastante anecdótico y superficial, a veces con ribetes de comedia a la
italiana, lo cual no nos permite ahondar en las raíces de la crisis
personal suya, a la que asistimos a lo largo de la cinta. Pero
sí sabemos de la irritación que le produce cuando su nieto le recuerda
que se le está cayendo el pelo, de cuando el hijo le recrimina el
abandono al que ha sometido a su madre, al retirarse a la montañana como
un León Tolstoi o vemos la felicidad, resistida, es cierto, cuando cae en
manos de la mudita que no tiene otra forma de experesarle su amor y su
correspondencia al interés del académico que no sea con la entrega de su
cuerpo, lo cual le acarrea al hombre casi el linchamiento por parte de la
comunidad, irritada por una actuación que vivencian como perversa,
situación que lleva al intelectual a un estado de perplejidad y casi
estupor psicóticos, del que puede medio salir, gracias al acogimiento por
parte de una familia afectuosa, la suya, la cual le ofrece continencia,
apoyo y sostén, que esperamos que pueda servirle para salir avanti
del desastre que se ha desencadenado. El
hecho de constatar que Ramiro sea representado por un actor de cincuenta años
en su momento, me hace pensar en dos trabajos de dos psicoanalistas de la
escuela británica, Hannah Segal y Elliot Jacques, sobre la crisis de la
edad media de la vida, la cual puede ser tan creativa como la que describe
la primera psicoanalista en el caso del novelista inglés Joseph Conrad o
ser tan lesiva y mortifera como en el caso de Ramiro, puesto que como lo
remarca la teoría psicoanalítica sobre las crisis vitales del sujeto
humano, estas pueden conducir a la enfermedad o, aún, la muerte pero que
si son suficientemente bien elaboradas pueden conducir a un mayor estado
de salud, gracias, al poder curativo que tiene la crisis para abandonar la
compulsión a la eterna repetición de lo mismo. Tal
vez, más que pretender hacer hablar a la mudita, lo que Ramiro tendría
que haber hecho es atender a lo enmudecido dentro de sí mismo, que el
ubicara en el mundo externo, en la muda, con el fin de reparar realmente
lo dañado en su interior, que sin darse cuenta, como un asesino
silencioso, lo llevaba a todo un proceso del enfermar, de tal suerte que
se pudiera haber evitado el desencadenamiento de su locura, mediante la
ayuda de otro, sin convertirse en el amparador de alguien que no demandaba
auxilio y llegaría a confundir el interés pedagógico con una seducción
al que la chica responde con generosidad al ofrecerle su cuerpo juvenil y
ardiente cuando su profe empezaba a apagarse como el fuego de su mechero
en los ejercicios de terapeuta del lenguaje que él mismo le ofrecía. Ante
ello no puedo dejar de evocar el título de un artículo del psicoanalista
argentino, radicado en Londres, discípulo de Roland Laing y David Cooper,
además haber sido
colaborador de los franceses Octave y Maud Mannoni y André Green,
Gregorio Kohun, quien escribiera: Psicoterapeuta,
cúrate a ti mismo, lo que podríamos parodiar con la frase:
Logopeda, cúrate a ti mismo, en el caso de Ramiro. Bien
sabemos que la logopedia puede devenir como toda pedagogía, en discurso
de un Amo, que puede hacer bastante daño, bástenos pensar en la pedagogía
ortopédica que ejerciera el padre del presidente Schreber, que devenía
en asesina del alma. Yo
creo que eso ocurre en el caso descrito por Gutiérrez Aragón, donde
Ramiro llega a una comunidad como un outsider,
como un forastero, como la UNESCO misma, sin que nadie se lo pidiera. Sirvanos
como moraleja de esta fábula humana, un dicho que se usa en mi país
colombiano y que reza: -
Pollo peletas, donde no te llamen, no te metas. Así la supuesta gente de bien pueda decir que estos campesinos son unas bestias, ignorantes de la bestialidad que imponen las pedagogías, inscritas en discursos de Amos, que se hacen representantes del gran Otro de la cultura. |
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Jesús
María Dapena Botero
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Ponencia presentada en la I Jornada de Cine y Psicoanálisis en la
Universidad de Alicante, España, el 16 de mayo del 2011.
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