En defensa de Piedad Córdoba |
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Vigo,
14 de noviembre del 2010
Mi
querido amigo: ¡Cómo
me gustó que me tuvieras al tanto de la polémica que se ha suscitado con
el enfrentamiento entre el Procurador Ordóñez y la Senadora, para mí,
no ex, Piedad Córdoba, por más de que se la destituya con tan horrorosos
epítetos. Que
¿quién le teme al Procurador Ordóñez? Yo
te confieso que le temo tanto como a ese, para mí, hombre nada de bien,
Fernando Londoño, que se las da de profeta. No
me quedan tan claros los crímenes cometidos por la Senadora Córdoba o ¿es
que acaso procurar el diálogo es un delito, en un país desgarrado por un
conflicto armado, del que tú tienes bien claras las causas, si no te
haces el bobo, o te lavas las manos, al reservarte tu opinión. <
Se ve a las claras que Ordóñez,
quien entiendo que está apoyado por el Opus Dei, quisiera volver a los tiempos del Malleus
Malleficorum para convertirse en un cazador de brujas como Joseph
Raymond McCarthy o en un martillo de los herejes, como San Roberto
Belarmino, S.J., el gran inquisidor de Giordano Bruno, que se la hubiera
montado por igual a Copérnico, Galileo y hasta el propio Hawkings, para
hacer gala de este tríptico siniestro, en el que el más pintoso es San
Roberto Belarmino (izquierda), pues Ordoñez (derecha), parece la versión
envejecida y deteriorada de Joseph Raymond McCarthy (centro): Definitivamente,
no me quedan claros los graves crímenes en los que se involucró la Negra
pues no creo que ella fuera una defensora del horrible crimen del
secuestro, que para mí también lo es. Lo
que ella hacía era, a partir de lo que había, procurar la liberación de
los secuestrados mediante el diálogo político, procurar una habermasiana
razón dialogada, que los buenos cristianos deberían apoyar, al menos si
se dejaron influir por el espíritu ecuménico de Su Santidad Juan XXIII,
para mí el único pastor, junto con León XIII, que hayan valido la pena
en la Iglesia Católica, de la que sabes por nuestras meditaciones de
Cartagena y mi premio especial por causa de mi piedad, que conozco
bastante, tanto en mis días en que aspiraba a morir en olor de santidad,
como cuando me volví ateo radical o ahora que soy agnóstico. A
Piedad no se la puede acusar de ser una secuestradora, pero si las
condiciones históricas del país, cuando se avalaron por la izquierda
todas las formas de lucha, se recurrió al crimen del secuestro, para mí,
un acto para nada loable, lo que había que hacer era iniciar unos diálogos,
pero como la posición de Piedad era contraria a la de nuestro Bushito,
quien tendrá que ir a tribunales en los Estados Unidos de América, por
estar untado en los crímenes y en asociación con paramilitares, que
ayudaron a la Drummond a cometer crímenes de lesa humanidad, cosa que me
alegra porque puede ser el camino de que pare en una cárcel de alta
seguridad en ese mismo país, por asociación para delinquir,
ahí sí de verdad, un poco a la manera de Fujimori. Y
que se comente que Piedad exhortaba a las FARC para que no soltaran a
Ingrid, me parece que es hacer uso de un sofisma de distracción, ya que
una frase suelta no dice nada si no se la contextualiza y me parece que
ese comentario es un venenoso ejercicio retórico. De
otro lado era claro que si no se iba a unos diálogos honestos y no se
llegaba a la cerrazón mutua, la guerra definitiva era inmediata. Te
recomiendo que leas un libro que me parece que ilustra bastante bien la
historia de las FARC, que se llama Guerras
inútiles y está prologado por Antanas Mockus, para nada un
comunista, como tampoco creo que lo sean sus autores, aunque sí son ex
miembros del M-19, quienes realmente llegaron a acuerdos con el Gobierno,
como bien lo podrás recordar, por allá, por 1990, donde demuestran que
nuestras guerras improductivas, son el efecto de dos terquedades bélicas,
de absurdas obstinaciones, tanto de las élites colombianas como de la
dirigencia de las FARC, un libro escrito con una objetividad y una
neutralidad impecables. Si
a Piedad se la acusa de intentar fraccionar la unidad nacional, ¿ésta no
fue fraccionada por liberales y conservadores desde la muerte de Gaitán y
la llamada violencia del 48 y antes no había sido fragmentada por la
guerra de los mil días y la gran cantidad de otros conflictos bélicos
que nos acompañaron durante el siglo XIX? Por
algo ya, en sus tiempos finales, nuestro libertador Simón Bolívar había
dicho en su última proclama del 10 de diciembre de 1830: Si mi muerte contribuye a que
cesen los partidos y se consolide la paz, yo bajaré tranquilo a las
puertas del sepulcro, [1]
cuando el hombre ya estaba inmerso en el laberinto de su soledad y
había emprendido la navegación de Honda a Santa Marta, río Magdalena,
en compañía de su querida Ana Lenoit, como bien nos lo ha mostrado en un
lindo cortometraje, María Emma Mejía. Yo
creo que si se acusa a la Negra de rebeldía, es por no estar de acuerdo,
con Mr. Uribe y su camarilla, quienes proponían un pensamiento único al
estilo de Francis Fukuyama, que no es sino la proclama del fin de la
historia, cel último hombre y de la dialéctica, la cual se empeña en no
dejarse forcluir, desmentir o reprimir. Si
el país está tan desgarrado en una lucha fratricida desde siempre, con
tantas desigualdades sociales, él mismo tendría que pellizcarse y
cuestionarse, más que pretender imponer un pensamiento único, negador
del diálogo, siempre en busca de un sentido común, común - y valga la
redundancia -. Lo que habría que preguntarse es la causa de tan
criminales desacuerdos, donde se borra o se reprime al que piensa
distinto. Yo,
creo, mi querido amigo, que precisamente uno de los grandes errores de los
seguidores de Bush, como Mr. Uribe está en ese fundamentalismo, que
critican al Islam, pero que practican de igual manera, y toda lucha que
busque una mayor justicia social, se la sataniza con el mote de
terrorismo, que ya no de comunismo, como en los tiempos de McCarthy;
entonces los buscadores de la justicia devienen en un equivalente de la
brujería en la época del Santo Oficio y de la Inquisición, mientras se
ignora la etiología del mal que pretenden combatir, por los epifenómenos
que se dan, sin procurar para nada ir a tratar de entender la cosa en sí,
en toda su totalidad, para lo cual te remito de nuevo a la lectura de las Guerras
Inútiles. Me
da risa de que a Piedad se la acuse de haber menoscabado la integridad
nacional, ya de suyo, bastante maltrecha, a lo largo de la historia de
Colombia, cuando proponer diálogos es la búsqueda de una mayor integración.
De
nuevo volvemos a esa idea no sé si neoconservadora o neoliberal de
Fukuyama, que deviene, como te decía antes, en un pensamiento
fundamentalista. Y
si Eduardo Mckenzie [2]se
queja de que el Procurador Ordóñez de inocente pasa a culpable, creo que
lo propio se podría decir de Piedad; en un país tan loco como el
colombiano, es frecuente que se de ese fenómeno de la inversión de la
perspectiva, con lo cual no se generan sino malentendidos, los cuales,
precisamente, sólo se podrán resolver mediante el diálogo, que es lo
que propone la Senadora Piedad. Si
Obdulio Gaviria y Francisco Santos, el tonto, son llevados a juicio por
haber denunciado a sindicalistas que asistieron a una reunión en el
extranjero dirigidas por las FARC, me inquieta saber si se preguntaron si
la perspectiva de estos sindicalistas era la búsqueda de solución de un
conflicto interno, que el presidente Uribe se empeñaba en negar - aunque,
para mí, resultaba innegable - pero lo que convenía a Avarito Corleone y
su camarilla era cerrarse a la banda para tildar a los sublevados de
terroristas a secas, en el contexto mundial de la lucha contra el
terrrorismo, pues desde la perspectiva narcisista del líder: -
Quien no esta conmigo está contra mí. Y,
según tengo entendido, a lo largo de la Historia Universal, que no hay
que ignorar, la paz se construye con diálogos y con conversaciones
previas, que muchas veces se realizan en países extranjeros. Por
tanto me alegra que Jaime Arrubla haya tenido el coraje de decir, frente
al caso Córdoba, que no hay que olvidarse de que la Corte Suprema de
Justicia, en su sala plena, es el juez disciplinario del Procurador y que
Piedad busque defenderse, contra algo que atenta contra su participación
política en el país. Yo también aspiro a que el Consejo de Estado tumbe
esa decisión y vuelva a la senadora a su espacio político. Un
abrazo, Jesús
María Dapena Botero Notas: [2] Mackenzie, E. Colombia: ¿Quién le teme al procurador Ordónñez? http://cubanosusa.com/mundo/america-latina/915372-colombia-quien-le-teme-al-procurador-ordonez-por-eduardo-mackenzie.html |
Jesús
María Dapena Botero
Vigo, 14 de noviembre del 2010
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