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Domingo, 1
de marzo de 2015 El paraíso kiwi
Un destino
remoto, con una geografía asombrosa y una
naturaleza fascinante que invita a
sumergirse entre millones de luciérnagas,
escuchar un “concierto de aves” o pasear por
un bosque ancestral. La isla de los maoríes
–Aotearoa, la “tierra de la gran nube
blanca”– enamora por su diversidad. por Graciela Cutuli |
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Dos grandes islas –Norte y Sur– y
numerosas islitas más pequeñas alrededor. En el medio, el Estrecho de
Cook. Y alrededor, casi la nada, porque Nueva Zelanda está entre las
naciones más aisladas del mundo, geográficamente hablando. Como Italia,
cuya superficie no llega a igualar, es un país largo y estrecho, pero su
diversidad fascina por la riqueza de su naturaleza y de la herencia
maorí, el pueblo originario que pasó a ser la primera minoría después de
la colonización europea. Hoy, sobre todo en las ciudades, la presencia
asiática y la de los vecinos polinesios termina de componer el
rompecabezas de una sociedad multicultural, pero que conserva con
firmeza la tradición anglosajona. Y a pesar de su alto índice de
desarrollo, el país ostenta un territorio en muchos aspectos virgen, que
se ganó una fama mediática planetaria cuando Peter Jackson lo eligió
para ambientar los escenarios de la mítica Tierra Media en El Señor de
los Anillos. |
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LUCES DEL NORTE Unos 200 kilómetros separan Auckland –que no es la capital neocelandesa pero sí la principal ciudad, la capital económica y la sede del aeropuerto que recibe los vuelos desde Sudamérica– de Waitomo, en el este de la Isla del Norte. Como manda la más pura tradición local, esta zona rural se dedica sobre todo a producción lechera, con pequeños pueblos que la mayor parte de las veces no superan los 500 habitantes, muchos de ellos maoríes. Aquí se encuentra uno de los must do que ofrece esta tierra remota: las Cuevas de Waitomo, una serie de cavernas de roca calcárea cuyas grutas ofrecen una suerte de “cielo nocturno” bajo techo. Basta ingresar –en alguno de los tours que parten cada hora, hasta el atardecer– para sumergirse en un túnel de 250 metros que comienza en la Catedral, un espacio célebre por su acústica donde cantó alguna vez la célebre soprano Kiri Te Kanawa. Y luego se sube a un bote para navegar a través |
del río subterráneo Waitomo hacia la
increíble Gruta de las Luciérnagas, donde miles de minúsculos gusanos
luminosos irradian su luz formando un asombroso dibujo en plena
oscuridad. |
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Las asombrosas Cuevas de Waitomo, cuya roca calcárea se enciende con gusanitos luminosos. |
por Graciela Cutuli
Diario Página12 (Argentina)
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/turismo/9-3032-2015-03-01.html
Domingo, 1 de
marzo de 2015
Autorizado
por la autora
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