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Advenimiento de un hombre creador Dr. Jorge Cuéllar Montoya |
“Es un supremo bien para un pueblo el haber tenido entre sus hijos uno como ése, que es, para todos los hombres, por sus virtudes, por el ejemplo de su vida, el más noble espejo y el guía más puro. Ese hombre… es José Martí”[1]
Más que trabajo, es un privilegio asumir la obra de Martí, como objeto de investigación. En él se encuentran muchas lecturas edificantes, por su desbordante humanismo y su impar sapiencia. Es un discurso que une, convoca, atrae, hasta la conversión. Lo hace cómplice con su silenciosa llamada humana en perenne búsqueda…
Este primer capítulo se dedica al ser y devenir del hombre, su pensamiento y su obra, en función de acercarnos a la formación y desarrollo de su personalidad.
Formación
y desarrollo de su personalidad Muchos acontecimientos, eventos e influencias, junto a su fuerza espiritual, conformarán el contexto y las premisas en que adviene y deviene su personalidad. Pero es necesario discernirla en sus etapas fundamentales, sin intentar hacer una periodización o cronología rígida, que más que aportar luces, imponga sombras. Para ello se sigue la trayectoria martiana[2], en sus momentos esenciales, en sus contextos espacio – temporales reales, y las influencias culturales que se van incorporando, desde una perspectiva crítica en su visión del hombre en relación con la realidad en que deviene y transcurre. Martí
en Cuba. La formación del hombre con ciencia y conciencia (1853- 1870) Con razón Herminio Almendros al analizar la niñez de Martí, otorga una importancia extraordinaria a las raíces de la formación de la sensibilidad del futuro grande hombre de América: “No son de horas alegres estos años de la niñez de Martí. En la cara de los padres ve la preocupación y la pena; en la casa pobre hay como una sombra de abatimiento y de pesares que no deja que se vea el cariño. El niño siente eso y mira con angustia el gesto doloroso de los padres, mientras ayuda a su mamá en sus quehaceres y a cuidar a sus hermanitas queridas.
La escuela alivia en el ánimo de Pepe la poca alegría del hogar. Ahora va al colegio San Anacleto y allí aprende, y luego escribe en casa cuando puede, y lee buenos libros que le presta algún amigo. Eso le contenta un poco y lo anima.
Dos años pasan en aquel vivir sin alegrías. Por fin el padre consigue un cargo de agente de la autoridad en Hanábana, en región campesina y cañera de Matanzas, y allá va Pepe una temporada. Tiene algo más de ocho años; escribe bastante bien, tiene buena letra y podrá ayudar a su padre.
Aquel tiempo que Martí pasa de niño en el campo, le abre el gozo de vivir y le llena los ojos y el corazón de luz hermosa y de afectos que le nacen firmes como raíces.
Nada hay que no mire y vea y comprenda: las flores del campo, los pájaros, las yerbas, los insectos, los árboles…Los conoce a todos, los descubre, los mira, pregunta sus nombres, lo que hacen, para qué sirven, cómo viven …Y ya no olvidará eso nunca”[3]
Estas nuevas aprehensiones, en condiciones difíciles, tanto en el hogar como en una colonia de España que prepara la lucha por la independencia[4] van forjando al niño Martí para futuras batallas de ideas y de pensamiento. Van conformando su personalidad rebelde y su vida con sentido. La incomprensión familiar estará presente hasta acompañarlo durante toda su vida, pero su rica espiritualidad, sustentada en ideales fuertes le ayuda a vencerla, no exenta de contradicciones internas y lucha de motivos.
En estos años adolescentes y juveniles, Martí participa de modo activo en la vida política y cultural del país. Con razón muchos autores dicen que participó en la Guerra Grande de 1868. Su amistad con Fermín Valdés Domínguez es significativa, pues a pesar de ser de la clase pudiente comparte con Martí idénticos ideales[5]. Durante la etapa de 1865 a 1869, el niño Martí encuentras nuevos cauces para su desarrollo intelectual y práctico. Estudia en las escuelas del patriota Rafael María de Mendive (1821 – 1886): Colegio Superior de varones y San Pablo. Mendive, para bien de Martí se convierte en su preceptor. A través de este gran Maestro culto y con ideales independentista, la formación de Martí transcurre por cauces culturales y políticos correctos. Marcan todo su desarrollo posterior como hombre de pensamiento y acción, como hombre de nobles propósitos para bien de su patria.
El ambiente político cultural que se respira en la casa de Mendive lo absorbe Martí[6]. Por eso Arrondo señala con toda razón: “ A partir de marzo de 1865 hasta enero del 69 en que la salvajada del teatro Villanueva dio además pretexto para la deportación de Mendive y otros grandes cubanos, su casa y escuela fue santuario y crisol, escuela del saber y la virtud, santuario de la patria irredenta, crisol que habría de moldear excepcionales caracteres, en que se fundió y salió ya hecho y rutilante como un bólido disparado a todos los infinitos, el alma de José Martí, puesto bajo el ala amorosa de Mendive en 1866”[7].
Tanto en la poesía filosófico-moral, de carácter amoroso, como en la poesía civil, se pueden encontrar valores que repercutieron de una forma u otra en Martí. La influencia del gran mentor del Apóstol hay que buscarla, además, en la apertura y conocimiento que propició de la literatura universal. Gracias a él conoció Martí a Víctor Hugo, Byron, entre otros escritores, y sobre todo la rica herencia de la cultura cubana, incluyendo principalmente la filosofía del Padre Caballero, de Varela y de Luz. Mendive era un hombre muy culto y bien informado de la poesía de su tiempo[8], y de la política del momento. Un ferviente patriota, convencido que la única solución posible en la contradicción metrópoli – colonia, era la lucha por la independencia, la emancipación de España. Esas enseñanzas las recibió Martí en la casa de Mendive, donde era considerado un miembro de la familia.
Enseñanzas que se convierten en el joven Martí en normas de acción y de conductas diarias.
Por esta época escribe su poema 10 de octubre, canto identitario que defiende la libertad e independencia de su patria y evidencia sus fuerzas poéticas juveniles a favor de justos y nobles ideales, como será en el actuar de toda su vida.
El 19 de enero de 1869, escribe a favor de Cuba en El Diablo Cojuelo, periódico de su amigo y condiscípulo, Fermín Valdés Domínguez[9]. La sátira juvenil martiana brilla por su presencia, en crítica con filo contra la autoridad colonial española, la llamada libertad de prensa y sus cárceles entre otros aspectos.. Es todo un artículo denunciador de una realidad insoportable.
El 23 de enero de 1869, en el primer y único número de su periódico La Patria Libre, sale su drama patriótico simbólico Abdala. Un drama pleno de símbolos patrióticos y donde se pone en evidencia también la genialidad martiana como escritor. Es en sí mismo un himno a la patria que ama y por la cual está dispuesto a morir.[10] Abdala (Martí) y Nubia (Cuba) ya son una misma realidad. Martí siente como cubano, y como tal, piensa y actúa. Pensamiento y acción que lo acompañarán durante toda su vida, por Cuba y América.
Martí no es indiferente ante la lucha de los mambises en las montañas cubanas. Junto con su maestro Mendive sigue los pasos de la insurrección y apoya la contienda incondicionalmente desde la bella Habana colonial. Participa de las tertulias literarias y está atento a las reuniones políticas de la casa de Rafael María de Mendive. Se opone con energía patriótica a los condiscípulos pro españoles y defiende la causa cubana.
El 21 de octubre de 1869 ingresa a la cárcel, acusado de infidencia por una carta suya, donde califica de traidor y apóstata a Carlos de Castro de Castro, que a pesar de haber sido alumno de Mendive, se enrola como voluntario en el ejército español. Una carta breve, llena de interrogantes profundas, que en un registro fue encontrada por la guardia española: A CARLOS DE CASTRO Y DE CASTRO. Habana, 4 de octubre de 1869 Compañero: “¿Has soñado tú alguna vez con la gloria de los apóstatas? ¿Sabes tú cómo se castigaba en la antigüedad la apostasía? Esperamos que un discípulo del Sr. Rafael María de Mendive no ha de dejar sin contestación esta carta”[11]. Fue firmada por Martí Y Fermín Valdés Domínguez.
El 4 de abril de 1870, Martí es condenado a 6 años de presidio político, y arrastrando las cadenas, empieza a realizar trabajo forzado en las Canteras de San Lázaro. Más tarde reflejará esta trágica realidad vivida en su ensayo “El presidio político en Cuba”, obra que expone de modo descarnado y con excelente discurso las penurias de un sistema carcelario que se propone matar todo lo humano de la persona, sin compasión alguna. El 13 de octubre del propio año 1870, es trasladado por indultado a Islas de Pinos, en la finca “El Abra” de Nueva Gerona, casa propiedad de José María Sardá. En enero de 1871 es deportado a España.
Haciendo un balance generalizador de la niñez y juventud de Martí en Cuba, podemos concluir que a los 17 años, cuando parte para España, ya posee un nivel cultural adecuado para asimilar con sentido crítico creador las distintas corrientes filosóficas y de pensamiento en general, con independencia. La rica tradición filosófica, científica y pedagógica cubana lo preparó para la vida virtuosa y con sentido. Sus convicciones políticas independentistas lo conducirán hacer de su patria “agonía y deber” y a nuestra América, una utopía realista que impulsará su acción y su pensamiento creador.
Peregrinaje
de Martí por diferentes
contextos: hacia la formación del hombre total. Martí,
al igual que muchos revolucionarios, construyó su obra en constante
peregrinaje. En tiempos difíciles, su pensamiento y su praxis fueron
dando cuenta de las realidades transitadas. Su rica espiritualidad iluminó
senderos para bien de América y el mundo. No escatimó esfuerzos en la búsqueda
perenne del amor, para unir hombres y pueblos por el bien común. Creyó
en las posibilidades infinitas del ser humano para ascender culturalmente.
Proclamó la revolución en pos de la justicia, la libertad y la dignidad
humana. Por eso vivió, vive y vivirá eternamente. Martí
en España: Búsqueda y creación. Culminación de sus estudios
universitarios, sin abjurar de su lucha y sus principios. (1871 – 1874) En enero de 1871, como ya se ha dicho, Martí llega a España como deportado político. ¡Cuántos pensamientos e ideas merodean en la cabeza del joven rebelde! ¡Cuantos recuerdos y nostalgias lleva dentro al recordar a su familia, a los compañeros de la cárcel, a su patria oprimida por el yugo español…!
Enseguida echa mano a la obra. Publica en forma de folleto su: Presidio político en Cuba, donde describe las experiencias vividas. “Dolor infinito debía ser el único nombre de estas páginas.
Dolor infinito, porque el dolor del presidio es el más rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia, y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás.
(…) Dios existe, y si me hacéis alejar de aquí sin arrancar de vosotros la cobarde, la malaventurada indiferencia, dejadme que os desprecie, ya que yo no puedo odiar a nadie; dejadme que os compadezca en nombre de mi Dios. Ni os odiaré, ni os maldeciré Si yo odiara a alguien, me odiaría por ello a mí mismo. Si mi Dios maldijera, yo negaría por ello a mi Dios”[12].
Martí, además de señalar las condiciones inhumanas que imperan en la cárcel española, el sufrimiento de niños y ancianos, pide clemencia a España y ayuda a Dios. Todavía cree que puede ser oído, y cambiar la actitud de España, y al mismo tiempo señala las consecuencias que le pueden traer su política inhumana y atroz: Ya el clamor se convierte en advertencia. Sus convicciones políticas van haciendo camino, y su acervo filosófico cultural, de raigambre ético – político, encuentra en Dios un soporte de lucha, pero un Dios que identifica con la bondad, la verdad, la justicia y el amor[13].
Participa en la realidad política convulsa española, sin olvidar a su amada patria y su preparación cultural. Matricula en la Universidad Central de Madrid asignaturas de Derecho. El 27 de noviembre condena el horrendo crimen del fusilamiento de los estudiantes de medicina[14], por el simple hecho de ser cubanos.
El 15 de febrero de 1873, ya a cinco años de haberse iniciado la guerra contra España, Martí, defendiendo la causa cubana, y al proclamarse la primera República Española, publica su ensayo “La república española ante la Revolución cubana”, al mismo tiempo ya está cursando Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Zaragoza.
Esta obra pone de manifiesto madurez filosófico - política y claridad conceptual en el joven Martí[15]. Ya no se trata de profesión de fe ni clamor abstracto ante las autoridades españolas. Exige ser consecuente con la República que inauguran para España, y reconocer los derechos a la colonia que oprimen con puño de hierro. Está convencido que la lucha armada por la independencia se impone por razón y por justicia. Sencillamente: “No ceden los insurrectos. Como la Península quemó a Sagunto, Cuba quemó a Bayamo; la lucha que Cuba quiso humanizar, sigue tremenda por la voluntad de España, que rechazó la humanización; cuatro años ha que sin demanda de tregua, sin señal de ceder en su empeño, piden, y la piden muriendo, como los republicanos españoles han pedido su libertad tantas veces, su independencia de la opresión, su libertad del honor. ¿Cómo ha de haber republicano honrado que se atreva a negar para un pueblo derecho que él usó para sí?
Mi patria escribe con sangre su resolución irrevocable. Sobre los cadáveres de sus hijos se alza a decir que desea firmemente su independencia. Y luchan, y mueren. Y mueren tanto los hijos de la Península como los hijos de mi patria. ¿No espantará a la República española saber que los españoles mueren por combatir a otros republicanos?
Ella ha querido que España respete su voluntad, que es la voluntad de los espíritus honrados; ella ha de respetar la voluntad cubana que quiere lo mismo que ella quiere, pero que lo quiere sola, porque sola ha estado para pedirlo, porque sola ha perdido sus hijos muy amados, porque nadie ha tenido el valor de defenderla, porque entiende a cuánto alcanza su vitalidad, porque sabe que una guerra llena de detalles espantosos ha de ser siempre lazo sangriento, porque no puede amar a los que la han tratado sin compasión, porque sobre cimientos de cadáveres recientes y de ruinas humeantes no se levantan edificios de cordialidad y de paz. No la invoquen los que la hollaron. No quieran paz sangrienta los que saben que lo ha de ser”[16]
Una resolución fundada en premisas reales y razón suficiente: Ya nada puede unir a Cuba y a España. Son enemigos irreconciliables que sólo la independencia de Cuba puede resolver el conflicto. Ya el integrismo resulta obsoleto, porque son dos espíritus distintos[17] No pueden haber razones identitarias entre metrópoli y colonia. Simplemente, “Patria es algo más que opresión, algo más que pedazos de terreno sin libertad y sin vida, algo más que derecho de posesión a la fuerza. Patria –dice Martí- es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas”[18]. En España, y Martí está convencido de ello, no hay espacio para el amor y la esperanza. Todo lo contrario, quiere seguir aferrada a la explotación de su “fiel Isla de Cuba”. Pero ya la contienda de 1868 abrió el único cauce posible para resolver los problemas de Cuba, y en los campos de batalla cubanos, los mambises están construyendo el porvenir.
En los posteriores trabajos suyos: La solución[19] y Las Reformas[20] continúa esta línea de pensamiento. Un pensamiento independentista que no admite otra solución, que no sea la plena independencia de la patria. En España, Martí, al tiempo que defiende los intereses de Cuba y conoce nuevas realidades y contextos, continúa su superación cultural. En febrero de 1874 culmina su drama pasional- filosófico, Adúltera, que había empezado en 1872 en Madrid. El 27 de junio de 1874 obtiene el título de bachiller. El 30 de junio del propio año 1874, se gradúa de Derecho Civil y Canónico, y el 24 de octubre, se recibe como Licenciado en Filosofía y Letras.
Casi es imposible imaginar la magnitud del esfuerzo de José Martí para hacer tanto en tan poco tiempo, independientemente de su privilegiada mente. ¿Cómo explicarlo? En primer lugar, por la sólida formación cultural que recibió bajo la dirección de Mendive. La rica tradición de la cultura cubana, latinoamericana y universal, es conocida por Martí. En segundo lugar, su esfuerzo personal, capaz de concentrarse en algo y no dejarlo hasta su terminación, y por último, su rica espiritualidad alimentada por ideales políticos culturales emancipadores, “que hacen camino al andar”, en tanto imprimen sentido y razón de ser para vencer las dificultades.
Como bien ha afirmado Retamar en su “Introducción a Martí, cuando el joven Martí llega a España ya está formado desde el punto de vista intelectual y práctico. Hay en él una cultura – actitud que le permite comprender lo nuevo con entera independencia y autonomía. Por eso bebe de las corrientes de pensamiento del momento español, sin dejarse atrapar por él[21]. Hay influencia krausista en Martí, particularmente en el empleo de conceptos ético, estético y científico, pero sin hacer de él su intérprete[22]. Martí es Martí desde sus inicios formativos y lo continúa siendo en esta etapa. Y más aún ya poseyendo los títulos de Licenciado en Filosofía y en Derecho. Ahora puede pensar con más independencia, porque ha conocido varios sistemas filosóficos, en algunos casos a través de la Historia de la Filosofía de Balmes, en otros, mediante las propias obras clásicas, además por la fuerte formación cultural que llevaba de Cuba.
Sobre los filósofos alemanes, incluyendo a Krause dirá:
Kant.-Idealista platoniano- Se dedicó a estudiar la elaboración del
conocimiento. En
él comienzan dos filosofías: la subjetiva, Fichte; la objetiva y
pesimistas, Schopenhauer. Fichte
estudia el hombre en sí, como sujeto de cuanto piensa, y se queda en él. Schelling ve al hombre análogo a lo que le rodea, y confunde el Sujeto
y el Objeto. Hegel,
el grande, los pone en relación y Krause, más grande, los estudia en el
Sujeto, en el Objeto, y en la manera subjetiva individual a que la Relación
lleva el sujeto que examina al objeto examinado.-Yo tuve gran placer
cuando hallé en Krause esa filosofía intermedia, secreto de los dos
extremos, que yo había pensado en llamar Filosofía de relación”[23].
Por
supuesto, se nota una exageración ponderativa
en la comparación con Hegel, pues
se siente atraído por Krause[24];
pero con reservas críticas: “Krause no es todo verdad. Este es
simplemente lenguaje simplificador, divisor, castellano del que me valgo y
uso porque me parece más adecuado para realizar en la expresión exterior
(expresar) mis ideas”[25].
Se
trata de de una asunción externa, que sopesa y establece diferencias
específicas:” Sin discusión alguna, en Madrid se vive escasa
vida científica, y abundante y buena vida literaria. Son en esto,
sin duda, parte principal, las condiciones imaginativas y el cielo todavía
azul de los españoles, no muy asimilables ciertamente a las graves
especulaciones alemanas en que, a despecho de la originalidad, más con
trabajo y ampliación notables, ocupó su inteligencia Sanz del Río, y la
ocupan hoy Patricio Azcárate, Macías, Francisco Giner y el lógico, el
honrado, el vigoroso Salmerón.
Ellos
alemanizan el espíritu; ellos explican a un pueblo de imaginación
generalizadora abstractas durezas de inteligencia positiva: ellos
krausifican el derecho; pero ellos son espíritus severos, limpios, claros
e hijos en virtud legítimos de la grave madre ciencia”[26]
Por supuesto, que la filosofía krausista, a través de los grandes seguidores españoles influyó en José Martí, pero no se convirtió en cuerpo y alma de su filosofía, como no lo hizo ningún sistema filosófico. Fue una influencia importante que le abrió nuevos cauces a su espíritu de búsqueda. Con razón, Elier Amat señala: “La principal importancia que tiene el krausismo para el pensamiento martiano, es que actúa como nexo articulador de los más significativos sistemas de ideas que influyeron en José Martí, contribuyendo a esa síntesis superadora y creadora que Martí alcanza en el desarrollo de sus ideas. Esto determina que el krausismo sea la filosofía que mayor influencia tiene en el pensamiento martiano. Desde la filosofía del krausismo se articula con sentido creador, en Martí, la ética, la estética, la política, el derecho, la ciencia y sus ideas sobre la religión. Esto por supuesto, es un tema muy controvertido y complejo…
Igualmente
la convicción de José Martí acerca de la utilidad de la virtud, su
confianza imperturbable en la naturaleza perfectible del hombre y el valor
que le atribuye a la educación científica para la creación del hombre
nuevo y de la humanidad nueva, son ideas que Martí elabora, desde
posiciones muy cercanas y coincidentes con el
pensamiento krausista.
El
krausismo no sólo cobra arraigo preponderante en la axiología martiana,
sino que también tiene una presencia de distinto grado en otras
corrientes y pensadores que inciden en la configuración ideológica de
Martí, unas veces de forma directa, y otras de forma indirecta, como
sucede con la filosofía de Emerson, que por su filiación al cristianismo
unitario y a un reconocimiento de la compensación armónica, desarrolla
un humanismo y una espiritualidad afín a Krause”[27].
Esto
significa que si bien existe una palpable influencia de Krause en Martí,
recibida no sólo desde éste y sus seguidores españoles, sino a través
de la propia filosofía cubana y latinoamericana, Martí desarrolló su
propia filosofía y para ello la etapa de España fue muy importante, pues
sus estudios universitarios filosóficos y jurídicos contribuyen a
sistematizar las corrientes de pensamientos más importantes, incluyendo
el positivismo, el cristianismo y otras. De esto dan cuenta los Cuadernos
de Apuntes 1 y 2.[28]
La
estancia de Martí en España, además de consolidar su formación
profesional y ponerlo en contacto con Europa, permitió
el desarrollo y sistematización de su visión del mundo y el
hombre. Desarrolla una cosmovisión que le servirá de premisa para la
posteridad. “Sus años de estancia en España -escribe Lezama Lima- los
aprovechó en adquirir un sólido conocimiento de los clásicos de nuestro
idioma, Santa Teresa y los grandes místicos, Quevedo, fueron leídos por
Martí, en una forma apasionada, no como era frecuente en su época, por
los académicos y eruditos. Su lenguaje no es nunca un pastiche de los clásicos,
sino una forma que incorpora constantemente cuanto cree necesario a su
propio ritmo. En una dimensión profunda Martí fue el primero que
reincorporó a los clásicos nuestros a la vida contemporánea”[29].
Sin
desconocer a Menéndez y Pelayo, Emilio Castelar y Juan Varela otros que
centraban la prosa española, Martí se dirige a nuevas calidades,
incluidas la literatura inglesa y francesa que también conocía[30].
Sin embargo, tal y como señala Elena Jorge:’“[...] no nos parece
posible tratar de acercar a Martí, en España, a algún sistema filosófico
en particular. Ni sus obras ni los indicios biográficos de que se
dispone, parecen suficientes para avalar esta idea”[31]
También
resulta sugerente la atribución a Martí del racionalismo armónico
krausista que se había entronizado en los predios universitarios españoles;
sin embargo, la “coincidencia” del uso de algunos términos y la
inexistencia de una crítica radical, no aportan los fundamentos
esenciales para ubicar a Martí
como un seguidor del panenteísmo[32] krausista[33].
Lo que no niega en modo alguno, similitudes en el uso de algunos términos,
así como el posible papel integrador que haya desempeñado el krausismo
en las influencias martianas.
No
es una simple coincidencia. Se trata de algo muy complejo que se produce
en el mismo proceso del diálogo cultural y la disposición de Martí,
siguiendo la tradición electivista, de asumir las ideas que considera
coherentes y que más se acercan a la realidad ya que
la coincidencia y la influencia,
están presentes al mismo tiempo. Porque nadie asume una fuente, si
no coincide con ella.
Las
razones aportadas por
el círculo hermenéutico nos ofrecen la explicación, pues
toda interpretación se mueve dentro de la estructura del
“previo”, y la enfoca a partir del estudio de la pre-comprensión.
Toda interpretación comprensiva,
debe haber comprendido ya lo que trate de interpretar. Pero este círculo
no es un círculo vicioso, sino que permanece abierto, y expresa la
estructura existenciaria del “previo” peculiar de la existencia.
Ricoeur concibe el círculo hermenéutico como una manifestación del círculo
de la creencia: creer para comprender, comprender para creer. Gadamer, por
su parte, enfoca el problema del círculo hermenéutico desde la
rehabilitación de los pre-juicios y considera la interpretación desde
esta peculiar estructura de la pre-comprensión que son los prejuicios
insertados en la tradición. De esta manera, la interpretación aparece
como la actualización de un proyecto. En contra de los que sostenían
la necesidad de asimilar la misma vivencia que inspiraba al autor
del texto a interpretar, Gadamer sostiene que la interpretación supone
una fusión de horizontes.
En
el diálogo cultural tiene lugar una fusión de horizontes, donde
influencia y coincidencia constituyen una unidad dialéctica. Siempre la
fuente, la influencia, se asume desde el aval cultural que se posea, desde
los preconceptos formados en la vida, a tal punto que la influencia se
altera, se recrea con los aportes que posee el influenciado,
para de esta forma coincidir creativamente, sin repetir
el mismo pensamiento que sirve de fuente. Se trata de un proceso
complejo, comprendido desde la complejidad y la contradicción que le es
propia. Por eso, la interpretación se mueve dentro de la estructura del
“previo”, y la enfoca a partir del estudio de la pre-comprensión.
Toda interpretación que haya de acarrear comprensión, tiene que haber
comprendido ya lo que trate de interpretar, es decir, se tiene un caudal
de conocimientos que permite orientar el camino. Por eso en la etapa de
juventud, generalmente las influencias se asumen con menos rigor crítico.
En la etapa de madurez, la base cultural, la existencia de preconceptos más
sólidos conducen a la profundización de la crítica.
Lo más importante es que en esta temprana etapa de su
desarrollo intelectual ya Martí posee un pensamiento original, nutrido
por un sinnúmero de antecedentes e influencias muy propias de un
hombre de espíritu ecuménico, pero con raíces firmes.
Una
nueva vida le espera a Martí, después de terminar sus estudios
universitarios, y hacia ella se dirige. En octubre de 1874,
visita París y otras ciudades europeas en compañía de su gran
amigo Fermín Valdés Domínguez. Se despiden en El Havre, y Martí
parte hacia México, vía Nueva York. El
8 de febrero de 1875 llega a Veracruz y se reúne en la ciudad de México
con sus padres y hermanas. La
etapa mexicana de Martí y el desarrollo de su pensamiento y su obra (1875
– 1877)
En
estos momentos en México
existe una vida científico – literaria de avanzada en comparación
con los restantes países de nuestra América. Es considerada la capital
de la América nuestra. Gobierna Lerdo de Tejada, siguiendo el legado
juarista.
En
Filosofía domina un positivismo sui géneris[34],
cuyo credo esencial se afirma en la educación y la ciencia, en oposición
a los dogmas de la iglesia.
“Zea
considera – escribe Guadarrama - que
en esa primera etapa el positivismo fue
más avanzado que en la segunda, pues luego se hizo más
conservador y en cierto modo tenía la
intención de justificar el régimen dictatorial. En esa
segunda etapa comienza a hacer concesiones a las posiciones
espiritualistas, en lugar del rechazo usual de los positivistas al
espiritualismo.
También
era común que los positivistas se enfrentaran
al eclecticismo, a la metafísica y a las filosofías religiosas.
Normalmente tenían una posición hostil
frente a lo que denominaban
metafísica, es decir, toda filosofía que no pudiera argumentarse en las
ciencias naturales.
En
definitiva, estas posiciones de Justo Sierra condujeron a que su
pensamiento desempeñara un papel más importante en la vida mexicana de
la época y su pensamiento trascendiera a otros países del área.
José Martí le conoció en México y cultivó su amistad. El prócer cubano le consagró como “Maestro de América”. Era considerado como un intelectual muy culto para su época y un hombre muy vinculado a las necesidades y a las transformaciones que se producían en el mundo mexicano de entonces.
A
Justo Sierra se le estima como el líder final del positivismo mexicano.
No fue propiamente un comtiano, pues
aceptó mucho más las ideas de Spencer, y otros desarrollos del
positivismo francés, como de Michelet,
Taine y Renan.
Justo
Sierra es, sin duda, la
figura máxima del positivismo mexicano, con
mayor significación
que Gabino Barreda. Este último fue básicamente
el que empieza con
fuerza el proceso de cultivo
del positivismo en ese país,
pero con el que más
trascendencia alcanza es con
Justo Sierra. Aun cuando pueda
afirmarse con Agustín Yánez, que
el positivismo de Sierra fue sui géneris porque fue de método
y no de fondo”[35].
México
significó mucho para Martí. Después de conocer la realidad española y
europea, la realidad de México, constituyó una fuente de nuevos
conocimientos y experiencias. En México logra conocer al indio y a sus
grandes culturas, necesarios para poder revelar el ser esencial de
nuestros pueblos.
Ya
desde el 7 de marzo de 1875 empieza a trabajar en la Revista Universal con
el seudónimo de Orestes. Su
amistad con Manuel Mercado, hombre culto y de gran influencia política y
cultural ocupa un lugar importante en el desarrollo intelectual de José
Marti. A través de Manuel Mercado se inicia el acceso de Martí a la
comunidad intelectual mexicana, y con ello
la ampliación de su
desarrollo intelectual y su horizonte cosmovisivo en general. Los dos años
de su estancia en México,
resultan de vital significación como pensador y escritor. “Así se
conjugaron, la persona joven receptiva e inteligente y un país que vivía
una etapa de frenesí y de ebullición social, política y cultural (...)
Pensó, actuó y se preocupó como mexicano (...) Por eso profundizó rápidamente
en las raíces de México (...) Al tomar conciencia de que había nacido
en Cuba, pero que su alma y espíritu pertenecían también a México,
bastión de la América indígena, se fue gestando, germinando en su corazón
y en su pensamiento la idea que da continuidad al concepto de La Gran
Patria Latinoamericana de Bolívar, que Martí denominó Nuestra América”[36]
En
México, el tema de la identidad nacional – y también regional –
fluye en el pensamiento de Martí. Lo
acompaña a manera de obsesión: “Extinguido el culto a lo místico, álcese,
anímese, protéjase el culto a la dignidad y a los deberes. -Exáltese al
pueblo: su exaltación es una prueba de grandeza”[37]
En
Martí, el culto a la patria es culto a la dignidad y a los deberes, es
fuerza racional por la libertad, la independencia y por la posibilidad de
ser en tanto tal. Sin caer en la mediocridad nacionalista que niega los
valores universales, Martí exalta, jerarquiza la necesidad de rescatar,
formar y desarrollar la obra propia, autóctona, natural de nuestros
pueblos de América. Revelar esta obra, es revelarse a sí mismo como
pueblo que se resiste a seguir siendo sombra y eco de cultura exógenas.
Sencillamente,
“(...) la vida americana (...) brota (...) México necesita una
literatura mexicana. Si anda México escaso en actores propios,
consecuencias justa es ésta de la escasez y apartamientos de propios
actores (...). Las manos que han surgido de una tierra virgen, no han
debido ser hechas para aplaudir las postrimerías de una tierra cansada y
moribunda”[38].
El
fervor patriótico martiano en México encuentra nuevos cauces que servirán
de pivotes a la futura radicalización de su liberalismo político. “El
México indio y mestizo aporta elementos esenciales para forjar una
cultura propia liberadora y desmistificadora de la realidad colonial. La
visión martiana profunda de la realidad le enseña, ante todo, la
necesidad de encontrarse a partir de
las raíces propias y concebir como quiméricos los modelos obsoletos
enraizados en copias miméticas de culturas extranjeras o basada en una
conciencia servil. La realización del ser esencial, de su identidad,
presupone el despliegue del pueblo como sujeto – agente, fundado en la
dignidad y la independencia plena del hombre”[39].
“Un
pueblo – escribe el Apóstol - no es una masa de criaturas miserables y
regidas: no tiene el derecho de ser respetado hasta que no tenga
conciencia de ser regente: edúquese en los hombres los conceptos de
independencia y propia dignidad: es el organismo humano compendio del
organismo nacional: así no habrá luego menester estímulo para la
defensa de la dignidad y de la independencia de la patria. Un pueblo
-continúa Martí- no es independiente cuando ha sacudido las cadenas de
sus amos; empieza a serlo cuando se ha arrancado de su ser los vicios de
la vencida esclavitud, y para patria y vivir nuevos, alza e informa
conceptos de vida radicalmente opuestos a la costumbre de servilismo
pasado (…)[40].
Esta
etapa en la evolución del pensamiento de Martí, continúa la filosofía
liberadora de nuestra América. Para ello,
parte de la afirmación y toma de conciencia de la identidad de
nuestros pueblos. Identidad que funda en el ser propio de su devenir en el
camino de la independencia de la patria y la dignidad de sus hijos. No
olvida al indio, lo natural autóctono, pues “(...) más que otra alguna
reclama cuidados esa raza olvidada y sin ventura, masa humana de tal
manera viva, que no pueden los que la forma hacer oficio y obra útil de
hombres”[41]. A
Martí le entusiasma la obra mexicana, impulsada por el positivismo sui géneris
de su alta intelectualidad, pero no se queda en
ella. Su espíritu crítico, alimentado por una filosofía
humanista desalienadora más exigente, le abre nuevos derroteros.
“Su fe en la raza olvidada, junto al iluminismo que profesa da señales
de optimismo”[42].
“Los indígenas – dice Martí - nos traen un sistema nuevo de vida.
Nosotros estudiamos lo que nos traen de Francia; pero ellos nos revelarán
lo que toman de la naturaleza (...) La enseñanza va a revelarlos así
mismos”[43]
La preocupación por el indio de nuestras tierras, y su lugar en el programa americano de reivindicación de la identidad, constituirá un tema central en la reflexión posterior martiana.
Es
indudable que la estancia de Martí en México marcó nuevos derroteros a
su pensamiento y acción. El ambiente político-social, la atmósfera
cultural que se respiraba en la llamada capital de América Latina de la
época, dejó huellas indelebles en Martí. El México comtista con sus
ideólogos y teóricos preocupados por la ciencia, la educación, la política
y la cultura del país, entusiasmó sobremanera a Martí y no faltaron
espacios en su boletín para consagrarlos. Sin embargo, el positivismo no
devino centro filosófico en la cosmovisión martiana. El cientificismo
intelectualista siempre le resultó extraño y abstracto en la comprensión
del hombre y la sociedad.
El
entusiasmo de Martí por el programa renovador educativo, apoyado en el
positivismo, y que daba continuidad al reformismo liberal de Juárez, se
debe al carácter sui géneris y funciones que dicha filosofía cumplía
en las condiciones concretas de México. Los ideólogos reformadores –
Gabino Barreda, Justo Sierra y otros - se apoyan en la ciencia y en la
idea del progreso contra la reacción clerical, y el programa de educación
e instrucción resulta beneficiado y valioso en dichas condiciones[44].
Esto lo asume Martí con beneplácito, pues sabía que la revelación de
la identidad de nuestros pueblos requería mucho de la educación
científica, y el positivismo
mexicano le daba cauce de realización efectiva.
Sin
embargo, no compartía la
gnoseología empirista de corte “naturalista”, “realista” del
positivismo en la ciencia, la literatura y el arte, etc. Su filosofía
exigía más, sobre todo integralidad en el enfoque del hombre en sus vínculos
con la naturaleza.
“Trae
cada sistema filosófico – señala Martí – una literatura,
consecuencia suya; y a la manera práctica de ver las cosas, ha
correspondido esta literatura dura y extraña, triste y dolorosa, que se llama escuela realista.
No se limita esta escuela a copiar lo que ve malo, exagera e inventa mayor
maldad. No presenta con el mal su inmediato remedio; cae en el error de
creer que el mal se cura con presentarlo exagerado”[45]
Martí
admite que se presenten los “dolores sociales”, pero no para
justificarlos, sino para enmendarlos a través de la toma de conciencia[46],
“(...) y provocar antipatía a los errores que se presentan (...) Para
Martí, ante todo “(...) está la moralidad en el correr de la acción:
en atraer toda la simpatía sobre lo noble: en distraerla toda del
malvado: en compadecer la impureza sin elevar la impureza a un derecho,
que para ello fijan los autores en sus personajes magnanimidad de corazón
que no tendrían”[47].
En
la visión comprensiva de Martí, el realismo resulta insuficiente si sólo
se plantea reflejar la realidad tal como es o exagerar el aspecto
negativo. Se trata, ante todo, de proyectarnos de una forma tal, que
anticipe el deber ser y al mismo tiempo, despierte simpatía por lo bueno,
es decir, provocar sentimientos, actitudes, etcétera, de
perfeccionamiento humano[48].
“Es
la cuestión ésta: si con ser como somos necesitamos ser mejores (e
interroga Martí) ¿mejoraremos algo copiando lo que somos? (y responde).
He aquí el error de la escuela realista, elevada a inflexible sistema. ¿Somos
lo que debiéramos ser? (continúa y responde Martí).La manera de mejorar
por el trato es presentar en una forma amena, no el ser de hoy, sino el
deber - ser que nos mejorará”[49].
Estamos
en presencia de una filosofía del optimismo, una filosofía veteada de
razón utópica y también de realismo romántico. Una filosofía de la
totalidad dinámica, del ser unitario y complejo, con visión cósmica,
que no admite dicotomías estériles, a pesar de ser hija de la
modernidad. Por eso no puede estar de acuerdo con el positivismo en la
comprensión de la relación materia – espíritu. En Martí, materia- espíritu, conciencia – materia,
resultan inseparables. El espíritu, la parte activa, creadora, no
puede anteceder a la materia, al cuerpo, porque son partes de un todo único.
Defiende el valor y papel de la subjetividad humana, de la espiritualidad
en el quehacer del hombre. Esta idea que tanto defendió en 1875 en el
Liceo Hidalgo de México, enfrentando al positivismo, lo acompañará
durante toda su producción filosófica y pedagógico – educativa
subsiguiente. Martí
en Guatemala. El Maestro que
enseña, aprende y busca El 7 de enero de de
1877, Martí embarca incógnitamente desde Veracruz
hacia La Habana, y el 24 de febrero del propio año regresa a México
y parte para Guatemala. Con la llegada al poder de Porfirio Díaz,
resultaba imposible continuar en su amado México. En Guatemala le esperan
nuevas tareas, sin dejar de continuar las emprendidas en México.
El
29 de mayo de 1877 ocupa la cátedra de Literatura de la Escuela Normal de
Guatemala y el de abril de
1878 renuncia a ella por entender injusta
la cesantía de su director, el cubano José María Izaguirre.
En
la etapa de Guatemala, lo más sobresaliente en
la trayectoria del desarrollo
de Martí, fue la continuación del conocimiento de la realidad
americana, en búsqueda de su revelación, del hombre latinoamericano para
prepararlo para la vida. De esto dan cuenta sus
trabajos escritos sobre Guatemala. En uno de ellos penetra en la
personalidad del hombre guatemalteco con gran profundidad filosófica y
sentido ético - pedagógico: “Los
guatemaltecos - como todos los pueblos inteligentes que han vivido en la
esclavitud - han desarrollado talento satírico. Y como todo aquello que
Voltaire fustigó duramente - el viejo mundo de los sacerdotes vive todavía
en Guatemala - su ironía y sus porrazos regocijan aún a los estudiantes
guatemaltecos: el anciano de Fernay reina entre ellos, como reinó en París
el día famoso de su
apoteosis. El espíritu crítico que precede siempre a los grandes
trabajos sociales, anima en esas regiones a la naciente generación. En
aquel país se necesita rehacer la naturaleza, desfigurada por los
prejuicios. La educación consistía, desgraciadamente, en esas tierras,
en desterrar de las
almas las fuerzas las fuerzas que nos hacen vivir: la dignidad, la
libertad, el valor.
Pero,
a Dios gracias, los hombres se sacuden vigorosamente los hombros
y dejan caer el manto de cadenas con que los había cubierto
durante todo tiempo”[50]
Hay
una visión real del hombre americano y
el contexto cultural en que se desenvuelve. Los distintos viajes
martianos a través de Guatemala y otros países centroamericanos son
verdaderas radiografías del paisaje y sus hombres. Conocimiento necesario
para la revelación de ser esencial, así como para prepararlos
para las futuras batallas de
las ideas, los prejuicios y la praxis que
los convertirá en sujeto.
Muy
interesante resulta en la etapa de Guatemala, la producción filosófica
de Martí, reflejada en los Cuadernos donde preparaba sus clases. En
ellos encontramos conceptos
claves de su visión del hombre en vínculo estrecho con la naturaleza y
la sociedad.
En
los Juicios de Filosofía se pone de manifiesto la cosmovisión de José
Martí, con una riqueza conceptual excepcional. Conceptos como filosofía,
método filosófico, historia de la filosofía, sujeto, objeto, Dios,
naturaleza[51], la
crítica como ejercicio del criterio, etc. etc., ocupan un lugar central,
y más que eso, la originalidad de Martí
brilla por su presencia.[52]
En
fin, en Guatemala, el maestro que enseña, aprende y busca, encuentra
nuevos motivos aprehensivos sin desechar
su objetivo central: revelar el ser esencial de nuestra América.
Nombre con que denomina la América nuestra:
“(…)
se creó un pueblo mestizo en la forma, - enfatiza Martí -
que con la reconquista de su libertad, desenvuelve y restaura su
alma propia (...) Toda obra nuestra, de nuestra América[53]
robusta, tendrá, pues, inevitablemente el sello de la civilización
conquistadora; pero la mejorará, adelantará y asombrará con la energía
y creador empuje de un pueblo en esencia distinto, superior en nobles
ambiciones, y si herido, no muerto. ¡Ya revive!”[54]
Nótese
una toma de conciencia de la identidad latinoamericana, de su ser
esencial, así como la profesión de fe que “(….) la idea nueva se
abre paso, y deja en el ara de la patria agradecida un libro inmortal,
hermoso, augusto: los Códigos patrios[55] Martí,
al igual que en México dirige su mirada a los pobres de la tierra, a los
indios, “(...) tan aptos para todo y tan destituidos en todo, herederos
de artistas y maestros, de los trabajadores de estatuas, de los creadores
de tablas astronómicas, de la gran Xelahú, de la valerosa Utatlán” [56]
Su
filosofía social es liberadora y arranca de las raíces y se pone en
función de ellas. Para Martí, hay que afincarse en nuestra realidad,
revelarla con ojos latinoamericanos, comprometidos con el drama social que
viven nuestros hombres naturales. De
nuevo en su patria. Literatura, filosofía, política y práctica
conspirativa. De
agosto 31 de 1878 a
septiembre 17 de 1879 Martí
permanece en Cuba. Ocupa distintas responsabilidades y tienen lugar muchos
acontecimientos que dan cuenta del desarrollo de su pensamiento y la acción: Trabaja
en los bufetes de Nicolás Azcárate
y de Miguel Viondi.
Nace
su hijo José Francisco (el Ismaelillo) el 22 de noviembre de 1878.
Es
elegido secretario de la Sección de Literatura del Liceo Artístico de
Guanabacoa (15 de diciembre de 1878)
El
22 de enero de 1879, con bellas y significativas palabras lee el discurso
en el Sepelio del poeta Alfredo Torroella.
El
29 de enero de 1879 es nombrado Secretario de la Sección de Instrucción
del Liceo Artístico de Regla. El
21 de abril de 1879 tiene
lugar su discurso contra el Autonomismo[57] en el banquete en
homenaje al periodista Adolfo Márquez Sterling.
Septiembre
17 es detenido por conspirar con Juan Gualberto Gómez y otros patriotas a
favor de la Independencia de Cuba y en septiembre 25 del propio año
es deportado por segunda vez a España.
En
diciembre sale de España hacia Francia, burlando la vigilancia española.
Durante
este año de estancia en Cuba, Martí muestra gran
profundidad de pensamiento, así como su disposición desinteresada
a continuar la lucha que culminó en el Pacto del Zanjón en 1878, sin
abolición de la esclavitud y
sin independencia pues no
lograron los cubanos la independencia de España y había que continuar la
lucha, idea protagonizada de modo sustancial por
Martí.
Muchos
acontecimientos vive Martí en Cuba. Se incorpora a la vida cultural - literaria del país con
entusiasmo. Sobresale por su inteligencia y valor. Su figura es
reconocida por la comunidad intelectual cubana.
Además
de sus actividades literarias y patrióticas se destaca en la Polémica
del Liceo de Guanabacoa, al enfrentar su filosofía al positivismo[58]. La controversia filosófica
tiene lugar en torno al arte. Martí critica al positivismo por su
naturalismo realista estrecho que no reconoce el papel de la subjetividad
humana en la creación artística. Se detiene en el objeto sin admitir el
papel del sujeto. “¡Con que el positivismo, – dice Martí – fulmina
anatemas, decreta excomuniones, flagela a los déspotas, y crea un nuevo
infierno!- ¡con que, en nombre de la libertad de pensamiento se condena a
los que tienen la osadía de pensar de un modo distinto al del fundador de
la filosofía positivista! (...)”[59]
Ante
el objetivismo del positivismo en la asunción del arte, Martí destaca la
subjetividad del creador, su quehacer personal: “El arte, se dice, es
siempre una idealización de la realidad.-Sí, siempre lo es, pero yo
vindico para el arte una denominación que lo ennoblece.- Si se inspira
siempre en realidades: una es, la de los seres externos, arte realista, en
cuanto se limita a la copia simple, o a la agrupación de los seres
copiados:-otra es, la de la noble alma humana, esta hermosa rebelde que si
se pliega como cera a la blandura y al amor, como colérica leona se
revuelve cuando las contrariedades se le oponen (…) Si la belleza está
en los objetos exteriores, ¿en qué consiste el genio? Si no estuviera en
el espíritu humano, como excelsa dote, la excelencia artística; si no
fuera don augusto de la personalidad, no cualidad pasiva del objeto, en qué
consistiría siendo siempre bellos los objetos que lo fuesen la mayor o
menor grandeza del artista.- El mexicano Miranda no pinta las Vírgenes
como Murillo; y el tipo católico es idéntico: ¿de qué depende la
desigualdad de la pintura, la desigualdad del grado de belleza? De la
desigualdad del grado de personalidad. El ser copiado es el mismo.- La
facultad copiadora es lo que varía.- Y he aquí prueba nueva, y entiendo
que bastante real, y precisa y terminante, y ni estrellada ni espumosa;-de
cómo el arte depende, puesto que en grados varía, sin variar el objeto
que lo inspira, de los grados de la personalidad que lo realiza.-El arte
es eminente, principal, gloriosamente personal”[60].
Martí
no niega en modo alguno la
existencia de la realidad, pero exige abordarla subjetivamente. Por eso la
gran Maestra cubana Mirta
Aguirre comparaba las ideas vertidas por Martí en esta polémica con las
tesis de Feuerbach, de Marx, al plantear éste la necesidad de concebir y
asumir la realidad subjetivamente, a través de la praxis.
La
etapa martiana en Cuba evidencia el
alto nivel de preparación filosófico – cultural, así como su
Cosmovisión del hombre como
ser activo que crea con su actividad. En
la patria de Bolívar. Búsqueda
de “solar nativo y pueblo propio.” Madurez intelectual y nuevos
discernimientos En
enero de 1880, Martí llega a Nueva York y el 24 del propio mes tiene
lugar su lectura patriótica a los emigrados en Steck Hall.
En
marzo 13 de 1880, como presidente interino del Comité Revolucionario
Cubano en Nueva York publica una proclama, apoyando la Guerra Chiquita,
iniciada por el General Calixto García Iñiguez en Cuba. Escribe para
Revista Hour y en el periódico The Sun.
De
enero a julio de 1881
permanece en Caracas, Venezuela.
En La Edad de Oro, más tarde reflejará su sentida llegada a la patria del libertador de nuestra América. “Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó donde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, sólo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo. El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso, y al último soldado, que es un héroe desconocido. Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria”[61].
Un
patriotismo desbordante que trasciende lo nacional para afirmarse como
conciencia regional, latinoamericana, encuentra en Martí espacio vital.
La obra de Bolívar será su premisa primaria.
En
Venezuela continúa su revelación americana: objetivo primario de su
actividad intelectual y práctica;
y al mismo tiempo la
profundiza con nuevas esencias. Va lleno de ilusiones buscando caminos
nuevos. “Martí entra en la vida de Caracas con un sincero y puro
entusiasmo por la historia heroica del país, por el noble carácter de
sus hombres, por la naturaleza espléndida, y allí está como quien va a
encontrar “solar nativo y pueblo propio.” Armado
va de amor y de afán de servir a los hombres, de ayudarles en sus
trabajos y en sus ansias. Y sobre la baja política que sufre el país, él
va a señalar y proclamar un alto ideal que abarque la libertad y el
porvenir de todos los pueblos de nuestra América. Pasarán los siglos y
no llegará para vivir en la tierra hospitalaria un hombre que vaya a
ofrecer tan puro ejemplo de culto al deber y a la virtud, y de tan
preclaro ánimo apostólico. No
tarda en tener a su lado a escritores y artistas y a la juventud estudiosa
e inquieta. Ya se sabe de su talento y de su devoción patriótica. A poco
de llegar se le invita a tomar parte en una velada artística del Club del
Comercio. Los salones se llenan. El discurso de Martí es una emocionada
evocación de las glorias de Bolívar y una poderosa visión de los
deberes que hay que cumplir para labrar los cauces futuros de la vida
americana. La palabra, de hermosa elocuencia, iba encendida de luz y fuego
proféticos.
Luego
fue la admiración, el trato con los hombres de más talento, el buscarlo
para que diera clases de oratoria a los estudiantes universitarios, el
proporcionarle trabajo de profesor de francés y literatura en dos
colegios, y el ofrecerle las columnas del periódico La Opinión Nacional.
Escribiendo para ese periódico, proyectó y llegó a publicar una revista
suya: la Revista Venezolana.
Crecía
el prestigio de Martí y la simpatía por él de los jóvenes y de los
mejores hombres del país”[62].
Pero su artículo – homenaje fúnebre al gran virtuoso y patriota
Cecilio Acosta lo condujo a su expulsión de Venezuela[63].
Un artículo que expresa alta sensibilidad literaria ensayística, amor
patriótico desbordante y lealtad sin límites.
Las
autoridades gubernamentales, aristócratas separadas de los intereses del
pueblo arremeten contra Martí. Lo consideran peligroso, porque dice la
verdad y prepara la emancipación del hombre. Esto no era admisible para
el propio presidente Guzmán Blanco[64],
y exige la rápida salida de Martí de Venezuela, sin antes Martí dejar
de decir lo que sentía, en carta a
su amigo Aldrey, director de la Opinión Nacional: “(…) cuando se
tienen los ojos fijos en lo alto, ni zarzas ni guijarros distraen al
viajador en su camino; los ideales enérgicos y las consagraciones
fervientes no se merman en un ánimo sincero por las contrariedades de la
vida. De América soy hijo; a ella me debo, y de la América a cuya
revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, ésta es la
cuna; ni hay para labios dulces, copa amarga; ni el áspid muere en pechos
varoniles; ni de cuna reniegan hijos fieles”[65]
La
filosofía de Martí hace gala de
sentido identitario consagrador, porque sabe lo que busca y quiere: la
independencia espiritual de los “hombres naturales” de nuestra América.
Confía en ellos y en sus posibilidades creadoras, y con ello hace causa
común. No importa que los gobernantes
se opongan, hagan resistencia a los cambios. Lo necesario e
importante es prepararlos para las tareas futuras. Es imprescindible
la toma de conciencia, capaz de dirigir la praxis desenajenadora
para bien de nuestra América.
En
la Revista venezolana, particularmente en
el ensayo “El carácter de la revista venezolana”, se plasman
nuevas ideas en torno al compromiso social del escritor latinoamericano.
Exige
además que el escritor deba pintar como el pintor, es decir, reflejar
creadoramente y con calidad literaria los problemas nuestros.
Para muchos especialista este ensayo
escrito en prosa y “El Ismaelillo” en verso, inician el
movimiento filosófico – literario del modernismo. Pero un modernismo
asido a las raíces latinoamericanas con espíritu ecuménico. Un
Modernismo que enfrenta la realidad nuestra con sensibilidad partidista.
“Es
fuerza meditar para crecer: y conocer la tierra en que hemos de sembrar.
Es fuerza convidar a las letras a que vengan a andar la vía patriótica,
de brazo de la historia, con lo que las dos son mejor vistas, por lo bien
que hermanan, y del brazo del estudio, que es padre prolífico, y esposo
sincero, y amante dadivoso. Es fuerza, en suma, ante la obra gigantesca,
ahogar el personal hervor, y hacer la obra.
Cierto
que, pasajeros de la nave humana, somos a par del resto de los hombres,
revueltos y empujados por las grandes olas; cierto que, venidos a la vida
en época que escruta, vocea y disloca, ni los clamores, ni los provechos,
ni las faenas del universo batallador nos son extrañas; cierto también
que por nacer humanos, singulares dolores nos aquejan, como de águila
forzada a vivir presa en un menguado huevecillo de paloma. Mas ni el
fecundo estudio del maravilloso movimiento universal nos da provecho,-
antes nos es causa de amargos celos y dolores,- si no nos enciende en
ansias de combatir por ponernos con nuestras singulares aptitudes a la par
de los que adelantan y batallan; ni hemos de mirar con ojos de hijo lo
ajeno, y con ojos de apóstata lo propio; ni hemos de ceder a esta voz de
fatiga y agonía que viene de nuestro espíritu espantado del ruido de los
hombres. De llorar, tiempo se tiene en la callada alcoba, frente a sí
mismo, en la solemne noche: durante el día, la universal faena, el
bienestar de nuestros hijos y la elaboración de nuestra patria nos
reclaman”[66]. Se
trata de una nueva filosofía social y política, fundada en un ideal de
redención cultural y humana para
Venezuela y América Latina. Una utopía realista, proyectada en término
de un programa
que convida a las “letras a que vengan a andar la vía patriótica,
de brazo de la historia”, por
el bien de todos. El
gran pensador ensayista, poeta y líder revolucionario. Martí en los
Estados Unidos (1880 – 1895)
Prácticamente
durante 15 años Martí vivió en los Estados Unidos[67].
Es el período donde alcanza su máxima madurez filosófica, literaria y
política. La obra ensayística escrita y publicada lo atestigua. Como hombre de pensamiento y acción, logra su consagración
efectiva. Héroe y mártir al mismo tiempo, hizo de su vida un Sol
resplandeciente de caminos varios, cuyas luces hoy siguen alumbrando
nuevas veredas para bien de América y el mundo, porque “de sus sueños
seguimos soñando”[68],
y actuando…para impedir que su grande utopía muera. No puede
morir…
Estos
15 años vitales del
pensamiento de José Martí están llenos de acontecimientos
trascendentales. Sólo se esbozarán algunos, en correspondencia
con el propósito que anima al primer capítulo de la tesis: el devenir de
su personalidad.
Su
obra, expresada fundamentalmente en excelentes
ensayos por la forma y el contenido, abre cauces
al constante desbordamiento de pensamiento e ideas que impresionan
a los intelectuales más
grandes de nuestra región.
El
28 de julio de 1881 parte hacia Nueva York, y el 20 de agosto publica su
primera correspondencia a La Opinión Nacional de Caracas.
En
Nueva York publica por insistencia de sus amigos, su libro en verso
“Ismaelillo” (1882),
escrito para su hijo, en un momento difícil de su vida personal. Además
escribe la mayoría de sus Versos Libres sin publicarlos durante estos años.
Durante
esta etapa de la década del 80,
realiza una intensa actividad. El
15 de julio de 1882 envía su primera correspondencia a la Nación de
Buenos Aires.
Redactor
y posteriormente director de la revista La América de Nueva York (1883).
En
1884, es nombrado miembro corresponsal
en Nueva York de la Sociedad “Amigos de Caracas”. Es nombrado Cónsul
de Uruguay en Nueva York. Posteriormente (10 de octubre de 1884) renuncia
al cargo para dedicarse por entero a sus actividades revolucionarias.
En octubre del mismo año se separa de los planes revolucionarios de Gómez y Maceo, por no coincidir con la forma que quieren dar al movimiento.
En
1886 trabaja con tenacidad y oficio como corresponsal
de los periódicos La Nación de buenos Aires, El Partido Liberal
de México y también de la República de Honduras y La
Opinión pública de Montevideo.
Durante
el año 1886, además de ser nombrado nuevamente Cónsul de Uruguay
continúa la lucha revolucionaria en pos de la liberación de su
patria. Tiene lugar su vibrante
discurso en conmemoración del 10 de octubre en Masonic Temple, de nueva
York, además colabora en El Economista Americano, de Nueva York. Durante
los años subsiguientes todos los 10 de Octubre serán conmemorados
con discursos encendidos de patriotismo. El 26 de noviembre,
pronuncia en el Liceo cubano, en Tampa, su conocido discurso “Con todos
y para el bien de todos”[69],
un llamado a unir a los revolucionarios cubanos en torno a la lucha
independentista. Igualmente el 27 de noviembre de 1991 Pronuncia su
discurso conocido como Los
pinos nuevos.
Ya
en plena organización de la nueva guerra por la independencia de Cuba, el
5 de enero de 1892, en reunión con los presidentes de las distintas
agrupaciones patrióticas en Duval House redacta las Bases y
Estatutos secretos del Partido Revolucionario Cubano para la liberación
de Cuba y Puerto Rico. En abril del
mismo año se confirma la proclamación del Partido Revolucionario Cubano
en Hardman Hall y Martí es confirmado como su Delegado.
Durante
todos estos años la actividad de Martí
es la lucha por la unidad entre todos los cubanos y
latinoamericanos[70]. Constantemente viaja por distintos lugares
explicando la razón de la lucha, convenciendo
y limando asperezas para
bien de la patria. Muchas vicisitudes, fracasos, incomprensiones enfrenta
Martí, de carácter político y personales,
pero sus convicciones revolucionarias y la constante
asunción de la patria como “agonía y deber” no lo detienen.
Así, el 24 de febrero de 1894, se inicia en los campos de Cuba la
guerra por la independencia. Una guerra no contra los españoles, sino
contra el dominio colonial de España, que debía ser rápida para fundar
una República con todos y para el bien de todos. Una República moral
fundada en una política democrática, que trajera a los cubanos la
libertad, la equidad y la justicia.
Consecuente
con su credo político se incorpora como máxima autoridad en la guerra
necesaria, y lamentablente cae en combate el 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos,
antigua provincia de Oriente.
Un día antes, escribe su carta inconclusa a su entrañable amigo mexicano Manuel Mercado, donde explica la necesidad de impedir con la independencia de Cuba, el dominio norteamericano sobre las tierras de América. Ya su latinoamericanismo se hace más concreto, en la medida que lo enriquece con sus ideas antiimperialistas, pues como bien dijo, vivió en el monstruo y le conoce sus entrañas, y su onda es la de David.
Su
cultura de resistencia y de lucha, forjada en su bregar revolucionario, no
vaciló en creer en el hombre de nuestra América, ni en la posibilidad de
que David venciera a Goliat. Sencillamente, ya en su excelso ensayo
Nuestra América había dicho: “no hay proa que taje una nube de
ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la
bandera mística del juicio final a un escuadrón de acorazados”[71].
Por eso, sustenta su ideario
filosófico, político y educativo, en trincheras de ideas[72], en valores humanos.
Referencias:
[1] Almendros, H. Nuestro Martí. Editora Juvenil/ Editorial nacional de Cuba, La Habana, 1965, p. 8. [2] En su obra “Identidad y subjetividad humana en José Martí”, Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, México, 2004, el Dr. Pupo estudia el devenir del pensamiento martiano, siguiendo su peregrinaje vital en tiempo y espacio, es decir, su recorrido por los distintos países y contextos varios. Por supuesto, nuestra investigación sigue su método, pero por caminos propios, es decir, a partir de los preconceptos que orientan mi hermenéutica aprehensiva. [3] Martí, J. Obras completas. Tomo 18. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1967, pp. 14 – 15. [4]“En coincidencia con otros autores, es racional y lógico concebir y abordar el devenir histórico de la etapa formativa del pensamiento de José Martí, determinando dos momentos fundamentales, a saber: un primer momento que comprende desde 1862 hasta 1868, es decir, de 9 a 15 años, y un segundo momento, de 1868 hasta 1871, que abarca desde los 15 hasta los 18 años. En el transcurso de estos dos períodos han transcurrido diversos hechos, acontecimientos, influencias, etcétera, incluidos sus reflejos y respuesta, que determinan la existencia de un pensamiento profundo, superador y revolucionario. “Martí sale de Cuba formado, a pesar de sus pocos años. Su precocidad genial las tremendas pruebas a que es sometido, han hecho de él un hombre maduro cuando abandona el país.(…) La niñez y adolescencia de José Martí tienen lugar en un período crítico de la historia de Cuba. Momento histórico, cuando la contradicción metrópoli-colonia ha llegado a su máximo grado de exacerbación y sólo queda una alternativa ideológica posible: la independencia. Es el tránsito de un proceso, mediado por más de medio siglo, en el cual, el devenir nacionalidad - nación marca el derrotero de la historia de Cuba y ha engendrado los sujetos-agentes capaces para su realización. La gesta de 1868 cualifica un nuevo nivel de la identidad cubana, es decir, la conversión de la nacionalidad en nación. Proceso en el que se unen del abolicionismo y el independentismo, se arraiga con fuerza el orgullo nacional y se establece jurídicamente la República en Armas” (Pupo, R. Identidad y subjetividad humana en José Martí”. Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, México, 2004, pp. 47 – 48.) [5]
“Valdés Domínguez, hijo de rica familia, compañero bueno y leal,
y ha nacido entre los dos una amistad que se mantendrá firme toda la
vida. Se quieren como hermanos; tienen iguales aficiones y los mismos
nobles ideales. Fermín le presta libros a su amigo, lo lleva a su
casa, al calor afectuoso de sus padres; lo acoge, lo anima, le sirve
de consuelo... Martí siente desde entonces la amistad como un
preciado tesoro, como un altísimo bien..
( Almendros, H. Obra citada, p. 20)
[6] Esta etapa resulta determinante en la formación del pensamiento de José Martí. La influencia cultural e ideopolítica de Mendive, junto a la atmósfera de rebeldía y lucha que se respiraba en la capital, calan profundamente en el joven cubano. El papel de Rafael María de Mendive en la formación del pensamiento de Martí, resulta relevante, tanto desde el punto de vista filosófico, artístico-cultural como político-social. Estos años, bajo el magisterio y la guía de Mendive, en el que al mismo tiempo se conjugaba indiso1ublemente la inteligencia, la bondad y la rebeldía cubana, cuaja en Martí una personalidad, donde misión y oficio son sólo caras de una misma moneda” (Ibídem. ) [7] Fernández Arrondo, E. Mendive, poeta y maestro de Martí. Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras, La Habana, 1953, p. 103. [8] Sobre esto ver, de Chaple, S. Estudios de Literatura cubana. Editorial Letras cubanas, La Habana, 1980, p. 63, y de Almendros, H. Nuestro Martí, Editorial Juvenil, La Habana, 1965, p. 29. [9] El Diablo Cojuelo se imprimió en La Habana, en la Imprenta y Librería El iris, Obispo 20 y 22, el 19 de enero de 1869; es decir, en la época de libertad de prensa, establecida por decreto de 9 de enero de 1869 por el capitán general español Domingo Dulce y Garay, quien había sustituido, días antes, a Francisco Lersundi. Según Fermín Valdés Domínguez que publicó el citado periódico, de El Diablo Cojuelo se tiró un solo número, cuyo fondo y algún suelto eran de Martí; “lo otro es del doctor Joaquín Núñez de Castro, Antonio Carrillo y O’Farrill y mío”. De La Patria Libre, donde salió Abdala y donde escribieron también, según Valdés Domínguez, el poeta, educador y patriota Rafael María Mendive y el vieja Cristóbal Madan, se tiró igualmente un solo número, en la misma imprenta arriba mencionada y en el mismo mes y el mismo año. (Martí, J. Obras completas. T. 1 Notas aclaratoria a El Diablo Cojuelo”. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 29.) [10] Ibídem. Tomo 18. p.19. [11]
“Los españoles hicieron un registro
en la casa de Fermín Valdés Domínguez y encontraron esta carta.
Como consecuencia, fueron detenidos, acusados de infidencia, Martí,
Fermín y Eusebio Valdés Domínguez, Manuel Sellén, Santiago Balvín
y el profesor de francés Atanasio Fortier. La
letra de Martí y la de Fermín Valdés Domínguez eran muy parecidas,
pero Martí
sostuvo firmemente en el Consejo de Guerra que la carta la había
escrito él mismo. Martí
fue condenado a seis años de presidio; Fermín Valdés Domínguez, a
seis meses de arresto mayor; Eusebio Valdés Domínguez y Atanasio
Fortier, al destierro, y fue sobreseída la causa con respecto a Sellén
y Balvín. Martí
entró en el presidio el 5 de abril de 1870, con el número 113 de la
1ª. Brigada de Blancos, obligado a trabajos forzados en las Canteras
de San Lázaro, en el sitio donde hoy se encuentran la Fragua Martiana
y el Rincón Martiano. Debe
señalarse que la carta durante mucho tiempo se supuso firmada por José Martí y Fermín Valdés
Domínguez, sin embargo hay indicios de que pudo ser de otra forma. El
texto de la carta no apareció nunca y la que existe fue, según Raúl
Rodríguez la O una
reconstrucción de memoria hecha
por Fermín
Valdés Domínguez años después poniéndose él también como
firmante, cuando en el expediente, presentado por la policía española
se dice que la carta fue firmada sólo por Martí. Los españoles hicieron un registro en la casa de Fermín Valdés Domínguez y encontraron esta carta. Como consecuencia, fueron detenidos, acusados de infidencia, Martí, Fermín y Eusebio Valdés Domínguez, Manuel Sellén, Santiago Balvín y el profesor de francés Atanasio Fortier. La
letra de Martí y la de Fermín Valdés Domínguez eran muy parecidas,
pero Martí sostuvo firmemente en el Consejo de Guerra que la carta la
había escrito él mismo. Martí
fue condenado a seis años de presidio; Fermín Valdés Domínguez, a
seis meses de arresto mayor; Eusebio Valdés Domínguez y Atanasio
Fortier, al destierro, y fue sobreseída la causa con respecto a Sellén
y Balvín. Martí entró en el presidio el 5 de abril de 1870, con el
número 113 de la 1ª.Brigada de Blancos, obligado a trabajos forzados
en las Canteras de San Lázaro, en el sitio donde hoy se encuentran la
Fragua Martiana y el Rincón Martiano”. (Martí, J. Obras Completas.
Tomo 1. Edición citada, p. 39).
[12] Martí, J. El presidio político en Cuba. Obras Completas. Tomo 1. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 45. [13] Por supuesto, es notoria la influencia del cristianismo en Martí. [14]
“¿A qué recordar ahora todos los horrores de su muerte? Cuando se
ha matado, cada día es de duelo, cada hora es de pavor, cada ser que
vive es un remordimiento. Cuando se ha visto morir, cada
recuerdo es una lágrima, y son todas las horas, horas de amor para
los que murieron, horas de fe y de esperanza para los que aún luchan
en la vida. Y cuando las cabezas han rodado y sonreían al rodar, al
par que la sonrisa, se ha alzado la mano de los cadáveres para
decirnos que no lloremos demasiado, porque hay un límite al llanto
sobre las sepulturas de los muertos, y es el amor infinito a la patria
y a la gloria que se jura sobre sus cuerpos, y que no teme ni se abate
ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el
altar más hermoso de la honra”. (Ibídem. P.84.) [15] Ver Martí, J. La República española ante la Revolución Cubana. Obras completas. Tomo 1. Edición citada, pp. 90 – 98. [16] Ibídem, p. 91. [17] “De distinto comercio se alimentan, con distintos países se relacionan, con opuestas costumbres se regocijan. No hay entre ellos aspiraciones comunes ni fines idénticos, ni recuerdos amados que los unan. El espíritu cubano piensa con amargura en las tristezas que le ha traído el espíritu español; lucha vigorosamente contra la dominación de España.-Y si faltan, pues, todas las comunidades, todas identidades que hacen la patria íntegra, se invoca un fantasma que ha de responder, se invoca una mentira engañadora cuando se invoca la integridad de la patria.-Los pueblos no se unen sino con lazos de fraternidad y amor”.( Ibídem, p. 94) [18] Ibídem. P. 93. [19] “Sí. ¡Es la independencia; castigo tremendo de vuestros seculares errores de colonización, de vuestra política absolutista de conquistadores en tiempo de libertad, de vuestra opresión sin límite en lo dura, y sin descanso en lo cruel! ¿Cómo os atrevéis a combatir en los demás como culpa que combatan una culpa que fue Vuestra, que como vuestra culpa reconoció? Sí. ¡Es la independencia la aspiración unánime de Cuba, porque Cuba no quiere subyugar su vida joven y robusta a la vida débil y roída que arrastra la nación en el continente, porque no quiere verse de nuevo sujeta como España a que un cambio político le arranque sus derechos como provincia española, si admitiera serlo, y la vuelva al estado mismo de postración y de riqueza infame en que la dominación de España la sujetaba y oprimía! Potente, vigorosa, rica ¿cómo pretendéis con razón que se someta a un país que ni prosperidad, ni vigor, ni potencia le brinda, porque en vano la busca para sí? La monarquía pagó sus pecados inmensos con su caída del trono. (Martí,
J. La solución. Obras Completas. Tomo 1. Edición citada. P.107 ) [20] “República tenebrosa ésta que mata todavía por algo que no sea su propia independencia, causa única para que una guerra republicana sea honrada y santa! Cuba ha pensado así. Cuba cree ya que la independencia es su única ventura, su único deseo, su única necesidad. ¿Qué va a hacer España ante esta enérgica resolución? ¿Quiere España conservar a Cuba? —Sólo podrá conservarla por derecho de conquista, por derecho de fuerza, por el exterminio de sus hijos, por la devastación de la comarca”. (Martí, J. Las reformas. Obras Completas. Tomo 1. Edición citada, p. 111. [21] El krausismo gozaba de mucha aceptación en la España de Martí, pues presentaba nuevas propuestas y alternativas, superiores al rancio escolasticismo predominante en la atrasada metrópoli. Karl Christian Friedrich Krause, (1781-1832). Fue discípulo directo de Schelling y de Fichte. Su filosofía se presenta con una complicada terminología y aspiraba a ser la continuación del pensamiento de Kant. Importante en Krause es la idea de cómo la naturaleza y el espíritu encuentran su unidad en la humanidad por lo que su sistema se presenta como un racionalismo armónico con una fuerte presencia de principios ético y estéticos… [22] “La
filosofía de Christian Krause difundida en España a mediados del
siglo XIX, floreció en la intelectualidad española, conformando un
pensamiento auténtico. Siendo una corriente que apenas tuvo éxito en
el resto de Europa fue acogida, sin embargo en España donde contribuyó
a la modernización de la sociedad y el pensamiento español y a un
reordenamiento de su identidad. Ante el contexto español el krausismo
se presenta arraigado en un fuerte individualismo que se siente autónomo,
pero que reconoce sus deberes sociales ante la humanidad y ante la
naturaleza, provocando en la sociedad española un impacto que no
puede desconocerse. No
es precisamente la lógica lo que impacta a los españoles, sino más
bien, la importancia de su filosofía práctica, y en particular, su
orientación ética y estética. En este sentido, la labor que hace el
krausismo en España es inmensa. El krausismo en España más que una
filosofía fue una ética y un estilo de vida, pero ante todo fue un
movimiento de renovación que se extendió hasta la llamada generación
del veintisiete. El krausismo llega a España en un momento en que el
país está enfrascado en la configuración de una sociedad y un
Estado modernos. El
intento krausista de igualar a España con los logros de otras
naciones europeas, e incluso, el hecho de que partan de una filosofía
extranjera para promover la renovación de la sociedad española,
generó no pocas posturas agresivas en sus enemigos que catalogaron al
krausismo como doctrina extranjerizante y antiespañola, aún cuando
la máxima de Julián Sanz del Río fue siempre, enseñar a filosofar
en lugar de imponer una doctrina. ”.
(Amat, E. El krausismo y
la Axiología martiana. Tesis doctoral. Inédita, Pp.
42 – 43.) [23] Martí, J. Obras Completas. Tomo 19. Editorial nacional de Cuba, La Habana, 1964, p. 367. Esta nota no es escrita en España, sino en la etapa de Guatemala, cuando fue catedrático de la escuela Normal central de dicho país. [24] Sobre la influencia de Krause en Martí, ver la interesante tesis doctoral del Dr. Elier Amat. “El krausismo y la Axiología martiana, La Habana, 2005. Inédita. [25] Martí, J. Obras Completas. Tomo 21. Edición citada, p. 98. [26] Martí, J. Obras Completas, Tomo 15. Edición citada, p. 39. [27] Amat, Elier. Obra citada, p. 124. [28] Ver de Martí, J. Tomo 21 de las Obras Completas [29] Lezama Lima, J. José Martí. En Antología de la poesía cubana. Consejo nacional de Cultura, La Habana, 1965, Tomo 3, p. 582. [30] Pupo, R. Identidad y subjetividad humana en José Martí. Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, México, 2004, p.66. [31] Jorge Viera, E. José Martí. E l método de su crítica literaria, Edición Letras Cubanas, La Habana, 1984, p. 101. [32] Cosmovisión filosófico – teológica que considera que todo está en Dios, a diferencia del panteísmo que diluye a Dios en todo. [33] Ibídem, pp. 66- 67. [34]“El
positivismo fue la filosofía que mayor significación tuvo en la
segunda mitad del siglo XIX latinoamericano. Sus repercusiones se
dejaron sentir de modo
diferente en los distintos países de la región hasta los primeros años
del siglo XX. Esta
fue la filosofía que
mayor impacto tuvo en distintas esferas de
la vida filosófica, científica, educativa, política, jurídica,
artística e incluso religiosa.
Repercutió de un
modo sui generis
prácticamente en todos los espacios del mundo espiritual
latinoamericano de la época”. (Guadarrama, P. Positivismo y
antipositivismo en América latina. Editora de Ciencias Sociales, La
Habana, 2004, p. 7.)
[35] Ibídem, p. 50. [36] Urrutia, Nieto, J.G. Una visión mexicana. Vigencia del pensamiento de José Martí en la actualidad latinoamericana. Anuario del Centro de Estudios Martianos, La habana, 1987 No. 10, p. 225. [37]
Martí, J. “Cinco de Mayo”. Obra
citada, Tomo 6, p. 195. [38] Martí, J. El Liceo Hidalgo. Obra citada Tomo 6, p. 200 [39] Ver de Pupo, R. Identidad, y subjetividad humana en José martí. Edición citada, p.p. 77 – 78. [40] Martí, J. Colegio de abogados. Obras completas. Tomo 6. Edición citada, p. 209. [41] Ibídem, p. 283. [42] Sobre esto ver de Pupo, R. Identidad y subjetividad humana en José Martí. Edición citada, pp. 77 – 80. [43] Martí, J. El proyecto de instrucción pública. . Obras completas. Tomo 6. Edición citada, pp. 352 – 353. [44] Ver de Pupo, R. Identidad y subjetividad humana en José Martí. Obra citada, pp. 78 – 79. [45] Martí, J. El proyecto de Guasp. Obras completas. Tomo 6. Edición citada, p. 325. [46]
Ver de Pupo, R. Identidad y subjetividad humana en José Martí. Obra
citada, p 82. [47] Martí, J. El proyecto de Guasp. Obras completas. Tomo 6. Edición citada, p. 325. [48] Ver Pupo, R. Obra citada, p. 82. [49] Martí, J. El proyecto de Guasp. Obras completas. Tomo 6. Edición citada, p. 325. [50] Martí, J. Guatemala. Obras Completas. Tomo 19. editorial nacional de Cuba, La Habana, 1964, pp. 84 – 85. [51] Ver anexo no. 5. [52] Esta filosofía sistematizada, reflejada en los juicios de Filosofía se desarrollarán en el epígrafe referido a su Cosmovisión. Aquí sólo se mencionan en función de mostrar el devenir histórico de su pensamiento, su personalidad y su obra, en correspondencia con los objetivos de la tesis. [53] El subrayado es mío. J. C. M. [54] Martí, J. Los códigos nuevos. Obras Completas. Tomo 7. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, 98. [55]
Ibídem, p. 99. [56] Martí, J. Carta a Valero Pujol. Obras Completas. Tomo 7. Edición citada, p. 110. [57] El autonomismo abogaba, como su nombre lo indica, por la autonomía de España, pero no por la independencia absoluta de Cuba. [58]
Para una mayor comprensión de la polémica, ver
de Martí, J. Apuntes para los debates sobre el Idealismo y el
Realismo en el Arte. Oras Completas. Tomo 19. Edición citada, pp. 407
– 431. [59] Martí, J. Apuntes para los debates sobre el Idealismo y el Realismo en el Arte. Oras Completas. Tomo 19. Edición citada, p 4 25. [60] Ibídem. P. 426. [61] Martí, j. “La Edad de Oro”. Obras Completas. Tomo 18. editora Nacional de Cuba, La habana, 1964, p. 304. [62]
Almendros, H. Nuestro martí. Editora juvenil/ Editora nacional de
Cuba, La habana, 1965, pp. 115 – 116. [63]
"Ya está hueca, y sin lumbre, aquella cabeza altiva, que fue
cuna de tanta idea grandiosa; y mudos aquellos labios que hablaron
lengua tan varonil y tan gallarda; y yerta, junto a la pared del ataúd,
aquella mano que fue siempre sostén de pluma honrada, sierva de amor
y al mal, rebelde. Ha
muerto un justo: Cecilio Acosta ha muerto.
Llorarlo fuera poco. Estudiar
sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes
naturalezas y digno de ellas. Trabajó
en hacer hombres; se le dará gozo con serlo. ¡Qué desconsuelo ver
morir, en lo más recio de la faena, a tan grande trabajador! Sus manos, hechas a manejar los tiempos, eran capaces de crearlos. Para él el Universo fue casa; su Patria, aposento; la Historia, madre; y los hombres, hermanos; y sus dolores, cosas de familia que le piden llanto. El lo dio a mares (...) Cuando tenía que dar, lo daba todo; y cuando nada ya tenía, daba amor y libros (...) Él, que pensaba como profeta, amaba como mujer." (Martí, J. Cecilio Acosta. O. C. Tomo 8. Edit. Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 153). [64]
“Sus artículos
de La Opinión Nacional y de la Revista Venezolana, eran soberbios
destellos de altos ideales y propósitos generosos. Toda esa fama hizo
germinar odios y recelos en el corazón egoísta de la gente
reaccionaria y en el innoble interés político del presidente de la
república Antonio Guzmán Blanco. Este
Guzmán Blanco, político de partido demócrata, había dado en
gobernar a Venezuela como un déspota. Era hombre que se adornaba con
gestos de soberbia y de presunción. Su afán de mando y de gloria
oscurecía su obra de gobierno y le creaba enemigos. Uno de sus más
graves críticos era el hombre rebelde, sabio y bueno Cecilio Acosta.
Martí visitaba con frecuencia al admirado y querido anciano Cecilio
Acosta; y Cecilio Acosta murió; y Martí hizo de él en la Revista
Venezolana un elogio que era una semblanza magistral y un canto de
devoción por las altas virtudes del grande hombre” ( Ibídem) [65] Martí, J. Carta a Fausto Teodoro de Aldrey. Obras Completas. Tomo 7, Caracas, 27 de julio de 1881, p. 285. [66] Martí., J. El carácter de la Revista venezolana. Obras Completas. Tomo 7. Editorial nacional de Cuba, La Habana, 1963, pp. 209 – 210.
[67]
Muchas influencias y
coincidencias de pensamiento tienen lugar, pero dos figuras ocupan un
lugar destacado en la obra martiana. El
pensamiento norteamericano, particularmente la obra trascendentalita y
espiritualista de Emerson y la literatura filosófica de Whitman, y
otros pensadores norteamericanos, sobre los cuales él escribió
excelentes ensayos, influyeron también en Martí, pero realmente se
discute por parte de los especialistas,
si fue más coincidencia que influencia,
En general pensamos que hay sobre todo, coincidencia, sobe todo porque tanto Emerson
como Whitman poseen un discurso humanista con sentido cultural y cósmico,
muy apegado a la naturaleza y al pensamiento clásico griego, así
como con pronunciado tono romántico Todo esto hace que Martí comente
con tanto entusiasmo el
pensamiento y las ideas de Emerson y Whitman.
[68] Almendros, H. Obra citada, p. 250. [69]
“(...)
Con todos, y para el bien de
todos – según Martí, no es una simple consigna, su realización,
reside- en nuestra fuerza de idea y de acción, en la virtud probada
que asegura la dicha por venir, en nuestro tamaño real, que no es de
presuntuoso, ni de teorizante, ni de salmodista, ni de melómano, ni
de cazanubes” (José
Martí: “Discurso en el Liceo Cubano, Tampa, 26
de noviembre de1891, O. C. T. 4, La Habana: Editorial Nacional
de Cuba, 1963, pp. 278-279). [70]
“ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con las
copa cargada de flor, restallando o zumbando, según lo acaricie el
capricho de la luz, o la tundan o talen las tempestades; ¡los pueblos
se han de poner en fila,
para que no pase el gigante de las siete leguas! Es hora del recuento,
y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la
plata en las raíces de los Andes”. (José
Martí. Nuestra América. Edición citada, p.15 ) [71] José Martí: Nuestra América, O. C., T. 6, La Habana. Editorial Nacional de Cuba, 1963, p. 15. [72] “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra” (Ibídem, p. 19) |
Dr. Jorge Cuéllar Montoya
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