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Poemas que nacen de mi alma rota ´
(Fénix ha muerto por última vez, han dispersado sus cenizas, y ya no hay posibilidad de recuperarlas nunca) 
por Alicia Cruceira

                       Primero

 

Quisiera morirme ahora.

¡No despertar del nocturno sueño!

¡Favor inapreciable que me haría el destino!

Pero no, cada mañana abro los ojos otra vez

con pesar y desencanto.

Voy a tener que enfrentar un día más

de esta estúpida y sin sentido vida que llevo.

 

Estaría gustosa de cambiársela a alguien

que la necesitara realmente.

A alguien que siendo amado, valorado y querido

la viese escapar irremediablemente de sus manos y la deseara.

Se la daría a alguien que realmente muriera por vivir

y pudiese ser feliz con ella.

Pero no, ¡soy tan cobarde para apretar el gatillo,

para cortar mis venas, para beber veneno!

Sueño con dormir y no despertar nunca.

Le pido al cielo, si es que existe alguien allí, que me venga a buscar

que tenga compasión de mí,

pero nada.

Y cada mañana la  cruel condena de despertarme otra vez

Y otra vez, colocarme la careta de la vida.

Y otra vez tener que maldecir el haberme despertado.

 

                  segundo 

El amor no existe

Al menos nunca ha existido para mí.

Tal vez porque nunca natura me ha vestido con sus dones,

Tal vez porque mi madre no  pudo aceptar que vendría a este mundo

Porque los que quise jamás me quisieron…

Porque fui toda mi vida motivo de burlas, desprecios, engaños, escarnios y malos tratos.

Nunca amada, necesitada, deseada, apreciada.

No, el amor no existe, al igual que para los demás yo tampoco existo.

Tal vez sea una ilusión ficticia de telenovela y película romántica.

Como la vida mía, esa estúpida y patética vida que pretendo llevar a cuestas y que parece no terminarse nunca.

             

            Tercero

Acato con resignación la condena

Que el destino me ha impuesto.

Destierro y soledad, mi propio Patmos.

Acato el no poder jamás saber lo que se siente ser amado

Ser objeto ritual del afecto de otro.

Sigo, sí, y agacho la cabeza aceptando la

Dura bofetada de la vida

Que me sacude y me despierta a los gritos

Y dice abruptamente: “Aborto de

la Naturaleza, te han maldecido los dioses!”.

Porque sí, porque le ha placido escogerte como objeto de su escarnio.

Me han condenado a no ser amada por alguien especial.

No habrá príncipes azules que vengan a mi recate.

Soy demasiado vieja para ello,

(Y además los príncipes ya no son príncipes, ni tampoco azules).

No habrá canto fúnebre en mi despedida.

La condena incluye también morir en el desierto de mi vida y ser

Alimento de los despiadados buitres.

            Cuarto

¿Y si sale el sol después de la tormenta?

¿Y si alguien decide ser misericordioso y verme?

¿Y si a la vuelta de la esquina

Me lo encuentro y me abraza y me besa

Y danza junto a mí, pegado a mí,

La danza del romance y de los sueños?

¡Estúpida fantasía que me embriaga y me seduce!

Me impide concretar de una vez por todas, mi predigitado destino...

Y cuando decido a cerrar los ojos a este mundo,

El tonto pensamiento  de optimismo golpea mi puerta y aleja la mano del gatillo.

Por un rato.

Hasta la próxima vez que me de cuenta del engaño, del ardid

Y sea la cruda realidad y coja el arma

Y el patético pensamiento vuelva

Intentando darme esa nueva oportunidad, que no le he pedido.

 

            Quinto

 

Me encierro en mi madriguera

Cada tarde.

Oculta de las miradas inquisidoras

Que me recuerdan lo sola y estúpida que me siento.

 

Me encierro y me saco la máscara

Que durante el día debo colocarme ante los otros

Para que nadie vea mis dolores, y confundan mis lágrimas

Con chispeante buen humor y sarcástico pensar.

 

Me encierro al finalizar la jornada

Me desnudo de hipocresías, falsas sonrisas

y caritas felices.

Vuelvo a ser yo misma.

Triste, vacía, sin remedio ni fututo

Sin amor ni esperanzas

Sin  sueños ni ilusiones.

Viendo como la vida se me escurre por los dedos

Pero sin decidirse a hacerme el favor de irse de una vez por todas.

 

Me acuesto y ruego a los Supremos

¡No me hagan despertar mañana!

¡Qué no duela! ¡Que ya no tenga la capacidad de sentir nada!

Que me quede en el sueño eterno de otra vida, otro destino en otro plano

En el que tal vez tenga por fin la buena estrella de escribir mi propia historia

Y tal vez, ¡quien dice! Capaz que hasta pueda ser feliz.

 

                     Sexto

Cada arruga de mi vara

Me grita que he dejado mi vida

En manos equivocadas

 

Cada estría de mi vientre

Me dice que quizá haya sido en vano

 haber traído tanta vida

que ahora no me entiende, se aleja

y se muestra indiferente a mi dolor.

(Cuando yo siempre estuve en sus dolores y los hice míos, ¡Crasso error!)

 

Cada cana de mi pelo

Me insulta y se burla

De mi estúpida esperanza

De hallar a alguien que me ame, en serio…

(Por algo me cambiaron por un modelo varios años más nuevo)

¡A estas alturas esperar que alguien me vea!

Estúpida, imbécil, engreída y crédula.

Ingenuamente adherida a fantasías vanas

De sueños muertos

De vidas abortadas en otros úteros maternos.

 

Tu camino se ha cerrado, me dice Destino

El tren de la alegría , partió mientras intentabas

Proteger lo que jamás fue tuyo,

Lo que te robaron del inicio de los tiempos,

La basura inmunda y sin valor de los que tanto amaste.

Sólo queda esperar la última vidita

¡Y cómo tardea en llegar!

Ojala aquí estuviera, pero no.

La muerte se toma su tiempo conmigo.

Sádica, cruel, no escucha mis lamentos ni mis ruegos de que venga.

 

No tiene sentimientos y no le interesan los míos.

(No es novedad, jamás a nadie le han interesado, al fin y al cabo)

O sí, tal vez los tenga en cuenta y por eso justamente se demore.

Para regocijarse, en mi quebranto, en mi angustia, en mis desvelos.

Tal vez quiere que yo misma haga el trabajo sucio, y ella así pueda quedar impune

Libre de culpa y cargo…

Pero lo cierto es que no encuentro wel valor para hacerlo…

Todavía.

Tal vez por eso espera. Tal vez, al fin y al cabo, ni siquiera ella desee venir a buscarme…

Tal vez, al igual que la vida, su otra cara, tampoco me quiera a su lado.

Alicia Cruceira

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