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Ñáñigos y espiritistas… pero el barrio es hebreo |
He reiterado en textos anteriores, la pertenencia de la cultura cubana a la llamada civilización occidental dentro de la que, como todas las restantes, también se singulariza; aquellos otros que nos llegan del resto del mundo (africanos, árabes, chinos, además de los precolombinos, entre otros tantos) igualmente se occidentalizan a la par que la individualizan. Y esa cultura occidental la he definido por su raíz grecolatina y su esqueleto judeocristiano. Es cierto que cada cultura occidental se particulariza por la forma en que transculturan estos con los más primigenios humanos que le habitaron, y con cada contexto ecológico; con su propio devenir histórico, y con otras etnias del orbe; las comunidades habaneras (en especial las áreas portuarias y su impacto en las inmediaciones como la actual Centro Habana, así como sucede en Matanzas) se han identificado dentro de Cuba, entre tantos otras tradiciones, por el ñañiguismo con su singular íreme en el Carnaval habanero, y en tantos otros elementos de nuestra cultura popular. Pero claro que no es solo el ñañiguismo, con sus raíces en el Calabar africano pero distintivamente cubano; también el espiritismo, con indudables raíces en las comunidades primitivas de todo el mundo pero conformado como tal en Europa y contra la cultura oficial cristiana impuesta milenariamente, tuvo que entrar en Cuba finalizando el siglo XIX, incluso de la mano de blancos pudientes y sin faltar la ya creciente impronta estadounidense, por el sur oriental, pues como capital y sede del gobierno, La Habana siempre ha incubado lo más liberal pero también, lo más conservador y represivo del país. Así pues, estas y otras muchas raíces conforman la madeja que tonifica la complejidad que identifica las comunidades habaneras, unas de otras; raíces tan disímiles y a la vez confluyentes, como el espiritismo y el ñañiguismo, no faltan en los alrededores del puerto capitalino; sin embargo, esto no puede nublar otras identidades que se imponen localmente, y aunque llegan a toda Cuba desde los mismos inicios de la conquista y colonización por España, en estas mismas comunidades de la (hoy) Habana Vieja, se destaca lo que tradicionalmente y durante todo el siglo XX el pueblo reconoció como “el barrio hebreo de La Habana; y los hebreos sí constituyen base raigal y esencial para la cultura occidental, germen del cristianismo y por tanto, el esqueleto judeocristiano que soporta a toda la cultura occidental, en toda su vastísima diversidad y en cualquier punto del orbe. Sucede que los milenarios hebreos (“el que cruza sobre” o “nómada”; generalizados como judíos por “los otros”) constituyen una de las raíces más definitorias para la cultura cubana, a considerar en tres grandes grupos: el más tradicional son los llegados desde 1492 entre los propios descubridores, huyendo de la persecución en España. Muchos se habían convertido al cristianismo para salvarse de la hoguera inquisitorial: son los llamados criptojudíos o judeoconversos; su huella se disuelve indisoluble para el cristianismo y toda la historia de la cultura cubana; incluso, de interés y valor turístico, patrimonial, educacional... Por las prohibiciones y persecuciones, llegaban y se mantenían ocultos en Cuba, de ahí su invisibilidad. En 1511 se autoriza venir a los “hijos de quemados” (en la hoguera) pero se les prohibía ejercer oficios públicos. Desde finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX, se definen los otros dos grandes grupos: los sefardíes (expandidos desde España y Portugal por los Balcanes, África del Norte y otros rincones mediterráneos, con mayor influencia de estos pueblos); y los askenazi –asquenazi-, transculturados incluso étnicamente en el resto de Europa, sobre todo Europa Oriental y central. Llegaban huyendo del antisemitismo y las guerras mundiales, y abundan con sus descendientes en toda la historia de todas las manifestaciones de la sociedad cubana. A pesar de la colonización española de Cuba, no son los sefardíes los que más nos distinguen… sino los asquenazi, quienes conformaron la que se ha conocido como comunidad hebrea cubana, al encontrar aquí posibilidades para evolucionar en la venta de textiles, sedas, encajes y quincallería, y el comercio en general, comenzando como vendedores ambulantes hasta devenir propietarios de pequeñas tiendas, almacenistas e importadores. A los hebreos estadounidenses con que inicia el siglo XX, en breve se agregan los “refugiados” europeos: sefardíes y sobre todo, askenazis, y entre estos llegan después los intelectuales y empresarios, quienes han mantenido el idioma hebreo exclusivo para los servicios religiosos, pues lo contrario sería sacrílego, y como tampoco hablaban castellano, en su vida cotidiana han conservado y estudian el yiddish, que hereda del alemán medieval, el hebreo, las lenguas eslavas y romances. Es en el actual municipio Habana Vieja por la zona portuaria y las facilidades para alojar y comerciar, donde se generó este primer núcleo comunitario hebreo, desde la calle Obispo (1875) con discretos asentamientos en los barrios Guadalupe y Jesús María, Chávez y San Nicolás hasta la Calzada del Monte (hoy municipio Centro Habana) y luego, calles Acosta, Muralla, Cuba, Merced, San Ignacio, Luz… el barrio Belén, llamado Barrio Judío o de los Polacos (aunque muchos no eran polacos), donde tras la crisis económica de los años 20, ocupan los locales hasta entonces españoles y cubanos; comparten con los diversos estratos sociales de aquella Habana, alquilaron o edificaron sus casas, escuelas, sinagogas (antes en sus propias casas), bodegas, cafés y restaurantes con su identidad culinaria, panaderías, dulcerías y carnicerías, prensa, bibliotecas, deportes, sociedades de ayuda mutua, de salud, etc. Aun la Carnicería Kosher (Cuba entre Jesús María y Acosta) responde a la sociedad hebrea, los que trabajan en ella son descendientes y conservan los rituales y dieta que exige su cultura culinaria Llegaron a 25,000 judíos con sus instituciones en diversas provincias cubanas (Santa Clara, Camagüey, Oriente), pero sobre todo en La Habana por las mejores oportunidades para estudios superiores, la imposibilidad de matrimonios endogámicos y la movilidad social; ya con mejor posición, se expanden a las más modernas comunidades capitalinas como El Vedado, con toda su identidad. Con la emigración tras la Revolución, al nacionalizarse las escuelas e intervenir sus comercios, y al romperse relaciones entre el nuevo gobierno cubano (como miembro de los Países No Alineados) e Israel por los conflictos del Medio Oriente, merma sensiblemente esta comunidad; pero queda, y resurgen con el llamado Período Especial en la década finisecular, tras caerse el llamado campo socialista, con sus actividades religiosas y sociales; entonces se calculaban 1,500 ciudadanos de ascendencia hebrea, la mayoría sefardíes o asquenazis y de estos, casi el 80 % en la capital. Y he aquí que esta raíz, tan esencial para la cultura cubana mucho más allá de una comunidad, mediante esta reducida, continúa demostrando su infinita capacidad de interacción enriquecedora con todo el entorno. Mantienen relaciones estables con el gobierno, su doble cementerio en Guanabacoa, la Organización Femenina Hebrea, el Grupo Sinjá, los Jóvenes Macabeos y la Logia B.Nai; celebran sus principales fiestas y conmemoraciones, mantienen activos sus centros más importantes y surgen nuevos centros como el hotel Raquel en Amargura entre San Ignacio y Cuba (inmediaciones al otrora barrio judío); y el Parque Memorial del Holocausto. La Sociedad religiosa Adath Israel (fundada en 1957, en Acosta y Picota) cuando tienen visitas invita al Concejo Popular (Belén) y han donado medicamentos (analgésicos, vitaminas, etc.) La sinagoga Shevit Ajim (1914, en Inquisidor entre Luz y Santa Clara), lleva años cerrada, no radica ningún hebreo ni funciona como centro religioso; ocasionalmente, la visitan miembros de la Sociedad Hebrea. Ubicada en la planta alta (en los bajos hay un gimnasio), hoy en reconstrucción y remodelación, se proyecta hacer aquí un museo de la historia del pueblo hebreo y del judaísmo en Cuba. La Escuela de Altos Estudios de Hotelería y Turismo, entre otras propuestas de sus estudiantes, fundamenta la ruta turística “Hebreos en la Habana Vieja” a incorporar en los recorridos al Centro Histórico de la Ciudad y al enseñar historia de Cuba, avalados por estudiosos actuales del tema como Maritza Corrales Capestany y la Fundación Fernando Ortiz… todo lo cual preserva la saludable interacción, vencedora de las dificultades de cara al turismo y al futuro, sin excluir ñáñigos, espiritistas y otros… pero el barrio sigue siendo hebreo y según algunos, polaco.
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Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu
En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 22 de octubre de 2013
Autorizado por el autor, al cual agradecemos.
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