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Los caimaneros en el folklore pinero (III parte y
final) |
Para muchos estudiosos de las culturas populares (que sólo se profundizan mediante el sistema conformado por sus diversas culturas comunitarias), folklore (del alemán volk: pueblo, y lore: saber) significa literalmente, “saber del pueblo”, por tanto es sinónimo de cultura popular. No obstante, otros folkloristas entienden el folklore como aquellas áreas dentro de la cultura popular (que por supuesto, apuntan a comunidades concretas) que conservan elementos raigales distintos al resto de la cultura popular. Aunque Cuba nunca se enfocan como tal, es el caso de manifestaciones de los jamaicanos y caimaneros en la Isla de Pinos, hoy de la Juventud, que incluso han sido tildados de “no cubanos” por su idioma inglés que conservan, en vez de asumirse como elemento folklórico de tal comunidad dentro de la cultura popular cubana y, sobre todo, pinera. Tal vez porque las Islas Caimán en el Mar Caribe (quizás las más norteñas de las Antillas Menores) están a mitad de distancia entre Jamaica y la Isla de marras, al sur del centro del archipiélago cubano, hay mayor impronta caimanera que jamaicana, mientras que esta última es más fuerte en el más cercano sur del Oriente cubano, de donde se expanden a toda Cuba. Aún dependiente de Gran Bretaña, las Islas Caimán son tres islas (Gran Caimán, donde radica la capital, George Town; Pequeño Caimán, y Caimán Brac) con un total de 259 kilómetros cuadrados. En su segundo viaje (1494), el Almirante genovés Cristóbal Colón descubrió la isla que llamó Santiago, nombre que conservó bajo los españoles hasta 1665 cuando fue tomada por los ingleses, hoy Jamaica (la menor de las Antillas Mayores), para atacar en vano la isla de Santo Domingo al nordeste. En 1503 Colón había avistado las Caimán, que llamó Islas Tortugas por tal quelonio, que aun hoy distingue la naturaleza y economía local. En 1734 fueron pobladas por británicos procedentes de Jamaica, desde donde fueron gobernadas hasta 1959, cuando devinieron miembro autónomo de la Federación de las Antillas. Sin más comercio que la piratería en las colonias españolas, la población jamaicana creció hacia el siglo XIX con una amplia mayoría de esclavos importados del África negra para salinas y cultivar azúcar, cacao, algodón, café, añil y otras labores. Su capital primero Santiago de la Vega, es hoy Kingston (Ciudad Reyes). En 1962 obtiene la independencia de Gran Bretaña, con lo que Islas Caimán volvió a convertirse en colonia británica. Por tanto, las culturas jamaicana y caimanera, cada una con su identidad, llegan emparentadas a aquella Isla de Pinos, cuando sus más humildes pobladores huían en busca de mejores condiciones de vida durante las crisis en sus respectivas tierras, quizás desde fines del siglo XIX, pero sobre todo, en las primeras décadas del siglo XX. Ya en 1904 el estadounidense Willis funda el semanario anexionista Isle of Pines Appeal; publicaba los acontecimientos pineros y anuncios para los que desde Estados Unidos de América (EE.UU.) construían y amueblaban sus casas en parcelas adquiridas aquí para luego inmigrar. Producían cítricos (de donde derivará en el tiempo, el Festival de la Toronja como identidad pinera) y vegetales, que exportarían a La Habana, Inglaterra y EE.UU.. De 3276 habitantes (censo de 1907), 438 eran norteamericanos y 169 “de otras nacionalidades” no cubanos, españoles, chinos ni africanos. Pronto, aumentaría la presencia mantenida e influencia económica y cultural de japoneses en el nordeste y anglocaribeños en el norte con los estadounidenses, pero también en el centro y sur en comunidades como Cocodrilo; entre 1913 y 1914 hay una sólida comunidad estadounidense (dos mil) en la Isla con protagonismo local económico y cultural con sus “compañies” que acaparaban las tierras pineras; muchos llegaban por EE.UU. desde Europa o directamente huyendo de las tensiones bélicas y otras calamidades de entonces: se han detectado ingleses, suecos, húngaros e incluso, de la Ucrania entonces polaca, cada uno con su idioma natal o adquirido sobre todo inglés, lo cual enfatizaba el fuerte cosmopolitismo local. Estos nuevos asentamientos estadounidenses se llamaron McKinley (en honor al presidente de EE.UU.); Columbia, Westport y San Francisco Heights, todos en el norte pinero con sus bungalows al estilo de las haciendas del sur estadounidense: casonas de uno o dos pisos, portales corridos con columnatas, enormes techos de zinc con ventilación a la buhardilla, etc., y la estructura productiva de la granja: el paching-house o envasaderos, los almacenes, y demás; tipología de viviendas de maderas prefabricadas con sus jardines perimetrales, pilotes y chimeneas que impusieron varios criterios de ocupación de la manzana, pues al ocupar un lote, el bungalow dejaba un área perimetral de jardín, se elevó la construcción sobre pequeños pilares y se impusieron líneas de fachadas y techos, absolutamente ajenos a la arquitectura colonial cubana hasta entonces, con pino local de los astilleros cercanos a sus enclaves. Tras el huracán de 1926, muchos que podían se fueron, pero muchos quedaron y llegarían otros con menos recursos y fiestas sorpresa y en la playa, bailes en el club, jugaban y bailaban con música de un viejo tocadiscos, nadaban, montaban caballos… todos en inglés. Para los trabajos en las granjas o tareas domésticas estos colonos estadounidenses preferían los inmigrantes anglocaribeños, cuyas sociedades además del mismo idioma, se mantuvieron en sus clubes sociales exclusivos, donde se reunían a conversar, bordar, jugar naipes, etc., y donde incluyeron bailes de moda como el fox trop, el one step, el two steps y el charleston, que fueron asimilados por sus visitantes asiduos, sobre todo tales anglocaribeños, cuyos ritmos como round dance, Calipso, fox trop y reggae se localizan sobre todo en el norte y en el sur (mientras el sucu-suco más “cubano” se extendía al norte, centro y sur) y en cuyas islas de procedencia ya conocían estos géneros por vía inglesa; música toda difundida en el resto de Cuba, siempre según cada identidad local, mientras se valoraba más el mármol pinero (1921). Estadounidenses y anglocaribeños se relacionaban entre sí, no tanto con los llamados cubanos, ni estos con ellos. Jóvenes pineras como Yuniela Díaz Pérez “Ñeky” (Estado y potencialidades de las tradiciones culturales caimaneras en la Isla de la Juventud) y Aymée Rabaza Romeu (La identidad musical pinera en la música cubana contemporánea) con sus Tesis en Estudios Socioculturales en la Universidad Agraria de La Habana (2007) aportan sobre la cultura culinaria caimanera en la Isla (Díaz, memorable disertación sobre la etnogénesis pinera, 2005) mientras según Rabaza, de 172 parejas con caimaneros y 60 con jamaicanos, 127 eran entre caimaneros, 25 entre jamaicanos, y 28 de caimaneros y jamaicanos; con cubanos, había 11 caimaneros y 4 jamaicanos, y con otras nacionalidades, 6 caimaneros y 3 jamaicanos, lo que demuestra que se unían predominantemente entre ellos. No es de extrañar la Sociedad “Nuevo Progreso” para negros en calle 41 esquina 26 (hoy Biblioteca Municipal) mientras una de las instituciones cubanas más patrimoniales sea la Banda de Sonny Boy (imagen) con más de medio centenar de reconocimientos desde que fue Grupo Folklórico. Artista Destacado por todos los organismos pineros, patrocinador relevante de la Fiesta del Coco, Medallas como la “Raúl Gómez García”, 40 años de vida artística, 170 años de Nueva Gerona y Premio Nacional “Memoria Viva”; han participado en eventos internacionales como Expo Lingua 1982, el único Carib Fest en Cuba y el de la isla hondureña de Roatán (2005) junto a otras agrupaciones centroamericanas y caribeñas, y con artistas como el músico y compositor cubano Amaury Terra y el jamaicano de música caribeña radicado en EE.UU. Harry Belafonte, demostrando que la comunidad caimanera desde el folklore pinero, enriquece la cultura cubana y universal.
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Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu
Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte
http://www.cubarte.cult.cu/ , el 25 de
Octubre 2009
Autorizado por el autor, al cual agradecemos.
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