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El alma tallada |
Agradecimiento: Lic. Gustavo López, Museo de Artes Decorativas |
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Es una pena que a la luz de este artículo, ya haya finalizado la IV Bienal de Talla que entre el 21 de julio y el 31 de agosto del 2006, se ha exhibido en nuestro Museo de Artes Decorativas, sita en 17 y E, El Vedado, donde, el 21 de julio de 1981, fue fundada la Asociación Cubana de Artesanos Artistas, XXV Aniversario al que con toda justicia, se dedica esta Bienal. Y es una pena, repito, porque el principal alcance, valor y realización que pretendiera este texto sería promover la mayor asistencia posible; porque lo merece, y porque ciertamente, la palabra no alcanza para reflejar tamaña realidad. La comprensión de textos como este, se potencia mucho más cuando es posible apreciar las obras en sí a las que nos referimos. No obstante, más que válida, la reflexión es necesaria; yo diría, imprescindible. En la exposición que ahora nos ocupa, muy a tono con la cultura postmoderna (aun cuando no haya sido intencional, sí resta lógica resultante) predomina la diversidad tanto en el lenguaje expresivo como en las preocupaciones sociales que felizmente los motivan, y se nos abren abanicos tan complejos e infinitos como la sexualidad y la religiosidad, el ambientalismo y el antibelicismo... hay además, humor, reflexión e incluso, soluciones propuestas... Predominan obras de la Ciudad de La Habana (lógico, dada la máxima concentración humana) pero no faltaron otras provincias, para confluir diferentes generaciones, y son tan urgentes y justos el homenaje y reconocimiento a los consagrados como la promoción de los nuevos talentos. Se entiende entonces, la dedicatoria a una de las figuras insignes de este movimiento, el Maestro Fausto Ramos Valdés, de quien se exhiben dos piezas: una horizontal, y otra sensual y elegante, muestra de su dominio técnico y buen gusto, que potencia las posibilidades de la talla y su discurso estético. Más allá, ha sido también un acierto que se imponía, exhibir obras de algunos de los nombres capitales en el arte de la talla en Cuba; no competían en el concurso, pero entre los “invitados” (con todo derecho) ya se evidencia la diversidad. No es posible detenernos en todos y cada uno de los participantes, lo cual bien valdría la pena; pero al menos en un paneo general, se sintetiza la esencia de esta muestra con otros paradigmas de la postmodernidad, mediante por ejemplo, la apropiación visual de la música: Armonía, de Diego Bernal Castillo, con movimiento estilizado, sensual... melódico... música que también los concursantes recrearon, y es el caso de las guitarras en Esclavo de Octavilio Carmona Ibáñez, y Cuestiones de José Malagón Rodríguez, en estilos bien diversos y personales; y de la miniatura Jazz en La Habana de Luis Hernández Martínez, con un saxo que casi se oye y hasta se baila, al ritmo corporal del jazzista... melodía que vibra en otras piezas como Árbol de la vida, de Antonio Cruz Duarte, y en general, en la exposición en sí. Pero esta Bienal se ha apropiado también de la poesía: así descuella en Soñadora del invitado Emilio Peñalver Abreu, donde medio rostro se desdibuja y el otro, descansa sobre la mano ladeada; la lírica manera de Yonayka Méndez al abordar la procreación en Gestación, con el germen visible y palpable dentro de la madre, o el discurso poético de Llanto sobre el pequeño céfalo, de Javier Rodríguez Beovide. Claro: en tanto intrínseca al arte, la poesía late en mayor o menor grado en los restantes valores, inclusive mediante el gran sentido del humor y erotismo poético que tan singularmente nos apunta La Pérdida de la Inocencia (Mención) de Adrián Ros Chivás, en que el clásico juego infantil de yakis deviene falos y dedos de sugerente lujuria. Por cierto, la preocupación por la salud de la tradicional cultura lúdicra de los niños cubanos, patrimonio casi extinto, aflora constantemente entre nuestros artistas de la talla... al menos, por fortuna, eso indica esta Bienal. Bien representativa de ello lo es Dónde jugarán los niños, de Gilberto Pérez Valdés, (Mención) cuestionándose sobre los espacios que quedan para juegos como la carriola y el pon en La Habana; y la obra de Pedro Cruz Pérez, que evoca al otrora tan popular patín. El erotismo y la sexualidad han sido otras recurrencias de esta Bienal, desde el Dulce Aroma (de Vitaly García Sigoenko entre los invitados) que se respira en el pecho femenino, casi criollista; hasta el osado logro de Amor de Mujeres (Jorge Ávila Velásquez) que quebrando dogmas y tabúes, sugiere el sexo lésbico grupal; Meditación (Caridad Risco Coll) en cambio, transita por los “roles de género” y propone la mujer pensativa (nada usual, aunque la mujer ha demostrado fehacientemente ser tan pensante como el hombre) pensamiento en este caso, no exento del hálito religioso. Protagonista en nuestra identidad nacional, los complejos resortes entre la sensualidad, la sexualidad y el erotismo, son indispensable sello en la obra de quienes se han afanado seriamente por los valores que identifican a Cuba; de aquí la sensualidad de Génesis (del invitado y ya experimentado Rafael Queneditt) y en coqueteo desde el mismo título, que incluyendo mármol y metal, cambia formas para la figuración de un surrealismo por momentos abstracto; y que en Identidad (Jorge Figueredo Castañeda, Primer Premio en Miniaturas) enlaza en espiral los restantes elementos que nos identifican como pueblo, incluidas la fauna y la flora: en la cima dos ranas copulan, y emana un espíritu costumbrista y al mismo tiempo, constructivo de nuestra identidad; implica así, si no un concepto, al menos sí una propuesta evaluada de operacionalización de lo que la identidad es, a partir del caso cubano. Pero claro que no es posible limitar estos análisis a áreas tan concretas: en Raquel, Pedro Maza Jarrín emplea el recurso de las máscaras de teatro de Raquel (podría interpretarse como excelente homenaje artístico a Raquel Revuelta) y nos recuerda que el desnudo no es necesariamente sensual. Por su parte, Roberto Rodríguez Hernández con La Gracia de Oshún, trabaja inteligentemente sobre fondo de madera un precioso perfil femenino de cuerpo entero, azotado por el viento, mientras que en su miniatura El tiempo, el implacable, es riguroso en los detalles del anciano, como el botón. Asimismo, un grupo de obras se pronuncian militantes ambientalistas, y quedan Por un mundo sostenible;[1] Ecología;[2] Desgaste ecológico;[3] Protegido,[4] y la miniatura Comunícate de Juan Pérez Camero, excelente y urgente llamado a la mejor comunicación, incluso, entre especies, contra la arrogancia antropocentrista: acaso ese hierático y frontal hombre, quizás más indiferente, escuchará, al menos, al atento perro? Otras obras imponen el optimismo frente a la barbarie,[5] mientras que el infaltable humor cubano se patentiza muy diverso, tan fino en Interior de mi vieja Habana (del invitado Julián Gómez Taboada, bien interior: el baño) y tan tierno en Homenaje a mamá (otro invitado, Manuel Santana Ochoa: una máquina de coser) costumbrista en El Niágara en bicicleta (Ramón Betancourt Chávez, Mención) y el homenaje visual a la literatura en madera y mármol, materiales cuyas potencialidades explota técnicamente, en Don Tornillete de la Mancha, de Carlos Hernández Hernández, Segundo Premio en Miniaturas. Otra afortunada trinchera de esta Bienal ha sido la lucha contra el alcoholismo, básicamente en dos obras detallistas bien meritorias: Del vicio al abismo (Carlos Hernández Hernández, Segundo Premio, uno de los círculos del Infierno dantesco) y El alcohólico anónimo (Juan Porraspita García, Mención) que muestra las secuelas del alcoholismo; y paralelamente, asoma lo que llamo un neocostumbrismo que incluye auténticos “tipos” populares de la actualidad: Guajiro;[6] la miniatura Manisero;[7] Ireme: más allá de un traje,[8] y Éxtasis, de Esteban García Pifarré, con el clásico anciano fumador de tabaco y ropa de saco con que la talla enriquece, igualmente, la muñequería cubana. Punto y aparte en este análisis merece El Café de Alexis Cardona Castillo (Mención) excelente conjunto de no menos de diez piezas expuestas a manera de escenografía casi coreográfica por el ritmo logrado, en madera, textil, fibra vegetal y metal; detalla los dientes de personas y animales, el pilón, los granos de café, y alcanza el tono humorístico de la caricatura costumbrista picaresca. Confluyen así las raíces hispanas y franco - haitianas de nuestra cultura, mientras no faltan tampoco las raíces africanas (también elegantes y sinuosas) con que se ha distinguido el invitado Ramón Haití Eduardo, e incluso las raíces chinas, evocadas por la miniatura Rata (Horóscopo Chino) (Andro Montando Hernández) en explícita alusión a esa área tan marginada pero tradicional de la cultura que es la astrología, al abrirnos un cofrecito que nos invita al tesoro. Ese otro valor de la postmodernidad que es lo cotidiano e implícitamente, el entorno comunitario, está encumbrado en toda la exposición, como lo demuestra el Gran Premio: Mi Barrio (Generoso Betancourt Anciano, Ciego de Ávila) a través de cuyos ojos y sensibilidad, apreciamos casi toda la vida en una comunidad cubana: la tendedera, el columpio y otros colgantes, la usual escalera mueble cotidiana, la Virgen de la Caridad, tumbadores y bailadores, todo con minucioso detallismo en forma de una típica luceta de la arquitectura colonial cubana, que casi deviene símbolo religioso comunitario, fe de esperanzas y sueños, de imaginario popular y hecho diario y trascendente. La variedad de estilos, tendencias y lenguajes expresivos es bien rica y representativa en esta Bienal: ya hasta ahora se ha evidenciado en las obras analizadas, pero este aspecto se potencia mucho más al contemplar entre los invitados, Toros de una misma manada (Herminio Escalona González) que semeja una breve instalación en la relación madera – tierra, con todo su discurso ecológico, ambiental; Olga Arango Milián, en Centro el mío, el tuyo, el nuestro, apuesta a lo asimétrico de la simetría en una suerte de bisagras que abren y cierran horizontes,[9] Viaje Erótico (William Cabrera) combina formas y Raimundo González Ruiz, en Hiroshima y Nagasaki, se debate entre la elegante sencillez y los detalles. Finalmente, las Columnas de Lidia Aguilera Sánchez parecen preguntarnos, ¿qué es la talla, si no escultura?[10] Entre los concursantes, hay abstracciones en espiral cada una distintiva[11] y abstracciones que sugieren figuras;[12] figuraciones muy estilizadas y elegantes, con tal economía de rasgos que apuntan a la abstracción.[13] Iván D´Vallín Lombillo nos demuestra que la elegancia y la sinuosidad no son exclusivas de la verticalidad, y asoman las abstracciones horizontales como Metamorfosis, de Jorge Borges Soria. Con una ingeniosa abstracción, Gerardo Ramos Valdés nos visualiza con material tan sólido como el mármol, el tan volátil Humo. De manera similar, tal parece que la Transculturación de Danilo Arrate Hernández, se verificara desde la misma naturaleza de los materiales (madera, mármol y bronce) y Plasticidad (Lázaro Cantero Ruiz) nos recuerda la nueva estética de lo marginado, en concreto de las formas gruesas que en Cuba ha liderado Danza Voluminosa. En cambio, las espirales priman en Latinoamérica Grita (Raudel González Llorente, toda en madera), Amor y Fruta Prohibida (díptico de José Vidal León, dos columnas de parejas durante el erotismo del peeting previo al enlace sexual), Vislumbrando la liberación (Juan Díaz Zaballa, ojo en flor atravesada por un futuro vertical en metal y mármol) y en la sinuosidad cual ola de Marina de Luis Oset Hernández, en cuyas grietas de caracoles y oxígeno se detallan los habitantes marinos. Se imponen referencias casuísticas a obras como Canto de Sirena (Jorge Figueredo Castañeda, Mención) capaz de subyugarnos con el legendario canto de las sirenas, mediante el ritmo logrado entre figuras que lo emiten y figuras que lo perciben; Ansias (Rafael Santana Caballero) arma florida hasta el cañón... destinada a la muerte, hace nacer la vida; Espiral (Andro Montano Hernández) que inquietante, amenazante, nos advierte... La Semilla (Enrique Rodríguez Muñoz) que ya tiende al fruto; Metamorfosis (Guillermo Ortiz Concepción) cuerpo mutante atravesado por una suerte de alien dragón; el caballo, símbolo viril, obviamente macho en Gibraltar (José de Quesada); Cuba va (Rogelio Rodríguez Ramírez) elocuente, deportiva, casi olímpica; la belleza femenina bien sobria, sin necesidad de más, en Sin móvil aparente (Rosendo Rivero Ash); el elocuente huevo de Creación (José González González) y Tránsito (Norge Arias Morales) cuerpo humano del recogedor de basura y sus latones, todo en uno, como vehículo público. El juego rítmico y hasta melódico que en simetrías y planos superior (jinete en alto) e inferior (su inseparable caballo de siempre, que cae, pero sobre el que se levanta) en El Último Mambí (Tober González Rico); o el homenaje a La Piedad de Michellangello, que nos invita a leer Maternidad (Mauricio Michel Correoso) en original versión de rasgos faciales negroides, pero en que el cabello materno y el del niño devienen uno solo, como si el cordón umbilical nunca se rompiera; la guadaña vacía con cráneo humano en mano, y a sus pies una nganga, de la religión del Palo Monte, en Reflexión (Cristóbal Abreu Calixto), y la sapiencia de la Madre Naturaleza que simboliza la lechuza incluso sobre el ser humano, en Sabiduría de Deiby Canovas Rodríguez, así como su miniatura Renacer, aun son memorables al alejarnos en el espacio y el tiempo de esta Bienal. Otras miniaturas se engrandecen también en la huella dejada: su Tercer Premio Otro día en el Paraíso (Carlos Vázquez Sardinas) detallista en su tan personal imagen paradisíaca; y las Menciones Dominio (Yarovi López Fernández... ¿la capacidad de los discapacitados?) y Mimbre (Manuel Millar Amador, detallada riqueza decorativa) así como la sugerente Antes de mí (Ernesto Padrón Chirino); Trabajando mi conuco (Alberto García Moreno, labrador con sus bueyes) y El Beso (Leonardo Pérez Falcón), que demuestra que no hay tema, por recurrente que haya sido, que esté agotado en sus capacidades de ser originalmente abordado. ¿Qué mejor, para despedirnos hasta la V Bienal? Pero no es posible concluir sin al menos, un reconocimiento a la curaduría (Alejandro Meruelo Turiño) y un montaje inteligentes, así como el catálogo, afanados en mantenerse al alto nivel artístico de las obras expuestas. Ciertamente: cada vez es más difícil a la palabra nominar la realidad, y es el caso de las artesanías... ¿qué es artesanía? Es verdad: son necesarias las clasificaciones... pero metodológicamente, no deben dogmatizarse. El arte no necesita de más recursos para discursar; si reconocemos como arte la expresión humana que conjuga originalidad y valores estéticos, educa y llama a la reflexión, exposiciones como esta son el mejor homenaje que puede tener la Asociación Cubana de Artesanos Artistas en sus aniversarios, puesto que demuestran que la talla, en general las artesanías, no tienen que dejar de serlo para devenir, también, arte. Notas: [1] Salvador Galindo García, Primer Premio, detallista, burla su propia simetría. [2] Elbis Cárdenas Junco, hermoso, desgarrador y necesario. [3] Ernesto Rodríguez Guasch. [4] Yuri Romero Peñalver, ya con sentido religioso. [5] La solución en nuestras manos (Luis Otero George) Un sueño posible y necesario (Noel Mazón Estopillán), Libertad (Luis Cabrera Arévalo) y Basta ya, de Emilio Tamayo Sánchez. [6] Ordanis Navarro Domínguez, Mención, todo en madera, muy realista. [7] Alejandro Romero Cuesta, hierático, rememora el actual comercio clandestino cubano que tanto prima y del que tan poco se habla. [8] Luis Otero Alcántara, 3er. Premio, desnuda de carnes a este personaje hasta mostrarnos, más que su esqueleto, su alma. [9] Entre los concursantes, Rara Avis, de Carlos Pimentel Boizán, asume también este juego intencional de simetrías no simétricas. [10] Muchacha con Paloma, del concursante José Vidal León, casi son medio y alto relieves, todo en madera. [11] Tercer Mundo, de Germán Gil Castillo; Composición, de Eduardo Moras Rojas; La Dinámica, de Lázaro Luperón Sánchez. [12] Tal es la obra de Xiomara Herrera Williams. [13] Es el caso de la Mención que obtuvo Raimundo González Sarría, la Cornamusa de Eduardo Rodríguez Fernández y la Paloma, del invitado Juan Vega Nicado.
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Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu
Autorizado por el autor, al cual agradecemos.
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